Conocí
a Marvel Moreno (1939-1995) gracias al hispanista francés Jacques
Gilard, a quien
vi por primera en un gran encuentro de literatura
hispanoamericana
en la Universidad de Toulouse donde estuvieron presentes
Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos, Juan José Saer, Flor Romero de
Nohra, Alba Lucía Ángel, entre otros. En ese
entonces estudiaba en la rebelde Universidad de Vincennes y nos
invitaron a realizar una exposición del Centro de Información para
América Latina que animábamos allí y a donde acudían muchos de los
exiliados latinoamericanos.
Con Jacques nos hicimos amigos porque encontré su billetera con papeles y dinero que él
había perdido en el auditorio y lo busqué por toda la universidad sin conocerlo para
entregársela. Me hizo una fiesta por ese gesto y empezó así una larga relación literaria. Él era un brillante y
joven académico que estaba en ese entonces dedicado
de lleno a la literatura colombiana, recopilando la obra periodística de
Gabriel García Márquez y los escritos de Alvaro Cepeda Samudio y por
supuesto era muy amigo de Marvel, la admiraba y ya sabía de su obra en
marcha.
Yo
era un muchacho y aunque ya había escrito y
publicado en revistas y suplementos desde la adolescencia, hacía mis
primeros intentos de escribir
una novela larga y un día que él vino a París me la presentó al frente
de su casa en la
rue Croulebarbe y le pidió a ella que leyera mis textos y nos viéramos
para hablar de literatura. Marvel también estaba enfrascada en la
redacción de sus cuentos y novelas.
Después de ese primer
encuentro Marvel me invitó a su casa para que charláramos. Ella no había publicado aun ningún libro, aunque sí cuentos en
revistas. Gilard la admiraba mucho, pues había pasado temporadas
en Barranquilla y se
sentía barranquillero adoptivo, costeño esencial. Él fue el primero en percibir
con claridad, antes de que ella publicara sus obras más
importantes, Algo tan feo en la vida de una señora bien (1980) y En Diciembre llegaban las brisas (1987), la magnitud literaria y las posibilidades de Marvel.
El
feminismo estaba entonces muy en boga en Francia a través del
Movimiento de Liberación Femenina (MLF), a cuyas manifestaciones
acudíamos los estudiantes con nuestras amigas o novias feministas. Esos
años fueron importantes, pues en Francia se
acababa de votar la autorización del aborto, promovida por la ministra
Simone Veil, y el MLF era un movimiento muy activo al que éramos muy
sensibles los estudiantes.
Cuando ella llegó a vivir a París y decidió quedarse la literatura feminista circulaba mucho entre los jóvenes,
especialmente a través de la editorial Femmes, que publicó poco después
en francés a Marvel Moreno. También circulaban traducciones de
feministas norteamericanas como Betty Friedan, Kate Millet y Erica Jong.
Ella estaba muy conectada con esa atmósfera de liberación feminista
cultural y sexual generalizadas de los años 60 y 70, en tiempos
posteriores a mayo del 68.
El día muy
soleado de mayo cuando la conocí hacía mucho calor y me impresionó su
frescura y belleza. Era una
mujer alta, moderna, con una larga cabellera y gestos de gacela, piernas
largas. Llevaba jeans y una blusa blanca vaporosa. Tenía 39 años y
había nacido en septiembre como yo, o sea que compartíamos el hecho de
pertenecer al signo Virgo. Gilard estaba feliz, muy excitado esa tarde y
bromeaba mucho con ella. Veo esa tarde espléndida en mi memoria como
si hubiera sido ayer. Por los azares de la vida, he
vivido todo este siglo XXI en la Place D'Italie, a unas cuadras de la
rue
Croulebarbe, veo su edificio desde mi apartamento y cada vez que paso
por ahí me acuerdo de ella.
Marvel
le dio una estocada al mundo patriarcal de las élites de Barranquilla y
lo
plasmó para siempre sin miramientos. Un mundo de patriarcas vulgares y
poderosos que pervive
intacto en la actualidad. Después de ser la reina del Carnaval, y
compartir con la Miss Universo Luz Marina Zuluaga, que asistió a su
coronación, dejó atrás todo eso y se convirtió
en un mito insumiso de la ciudad, la mujer que se rebela contra su
destino, problemática, que cuenta todo, la mujer conflictiva que adopta
la causa de las insumisas.
Fue una
luchadora contra la dominación patriarcal en la Costa Atlántica, que también se
extiende a los territorios interiores y capitalinos de Colombia,
cuestionados por Helena Araújo en sus novelas Fiesta en Teusaquillo y
Las cuitas de Carlota. Machismo y falocratismo que se extiende a todo el continente y al mundo y domina desde hace milenios. De hecho,
su último libro salió gracias a que un movimiento de jóvenes estudiantes
barranquilleras rebeldes cuestionaron con un performance durante una
mesa redonda sobre Marvel la censura familiar y exigieron la publicación de El tiempo de las
amazonas (2020), que es un libro muy subversivo aun para hoy.
Barranquilla
siempre vivirá en su obra, la de una reina
de belleza que estudia, lee y se rebela como una estrella de rock
de los maravillosos años 60 y 70 y la cuestiona desde diversos ángulos
con la fuerza de Susan Sontag, Angela Davis y Patti Smith. Su primera y más conocida novela En diciembre llegaban las brisas, publicada por Plaza y Janés, está marcada por el decidido carácter
antipatriarcal de su
obra, centrada en su ciudad natal y las tradiciones y
taras sociales, culturales y de género que tuvo que padecer en aquel
ambiente del que huyó para siempre y al que no volvió. Ella se atrevió a
enfrentar ese mundo
y alejarse de él en un barco que va sin retorno con las velas
abiertas.
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