Por Víctor Flores García.
(Milenio. México. 19-Set-2010)
EGA: Mi primera reacción es volcarme a la tradición. La celebración de la Revolución Mexicana debe ser motivo para releer a los clásicos generados por ese acontecimiento crucial, así como la excelente bibliografía de los historiadores sobre el tema en el mundo anglosajón, que son a veces los más objetivos. Es una revolución tan estudiada como la Revolución Rusa; está presente en el imaginario mundial como pocas en materia cinematográfica, musical, pictórica e iconográfica. En mi caso, reflexioné sobre ese tema en mi libro Delirio de San Cristóbal. Manifiesto para una generación desencantada (Praxis, 1998), que es sobre la rebelión zapatista —la que cubrí como corresponsal—, una sorpresiva y extraña resurrección fallida del impulso subterráneo de la Revolución Mexicana, poco después de la caída del Muro de Berlín y del fin de la Guerra Fría.
La coincidencia de dos celebraciones oficiales, la del Bicentenario de la Independencia de los países hispanoamericanos, enfrentados a la horrible madrastra española, y el Centenario de la gran Revolución Mexicana, nos hace ver la cercanía de ambos hechos y lo cortísima que es la historia moderna latinoamericana. La violencia de ambos acontecimientos sigue larvada en nuestros países. Ahora es incluso más atroz, más tecnificada, con el surgimiento de bandas armadas en los suburbios de las ciudades, las que no tienen límite para matar, torturar, hacer la ley del cuchillo y del sicariato.
EGA: En estos días, leyendo la gran biografía de Simón Bolívar, del historiador inglés John Lynch, especialista en las revoluciones de la independencia del siglo XIX, percibí con claridad que aún estamos inmersos en los ecos de aquellos acontecimientos. Hoy podemos estar rodeados de nuevas tecnologías, televisión por cable, celulares, internet, aviones, automóviles y rascacielos, pero América Latina sigue igual a nivel social: dividida entre unos cuantos ricos políticos corruptos, y una mayoría de miserables ante una masa expectante.
También sigue siendo el rentable botín de los poderes mundiales. A nivel geopolítico, éstos antes eran Inglaterra y España, después la extinta Unión Soviética y Estados Unidos; ahora y en adelante los bandos serán un Estados Unidos menguante, una Europa en crisis y en vías de subdesarrollo, la ambiciosa China y otras potencias emergentes asiáticas. Y los movimientos contestatarios y las fuerzas de reacción a ellos siguen actuando según intereses exteriores. Bolívar y su gente eran agentes del Imperio Británico interesado en capturar los fenomenales mercados hispanoamericanos. El Libertador estaba rodeado en sus campañas por un ejército cercano de militares y soldados británicos que eran mucho más de su confianza que los militares, soldados y llaneros locales. La celebración del Bicentenario de la Independencia bolivariana siguió con el mito convencional, arcaico, decimonónico, acrítico. Nadie recordó que Bolívar fue el gran agente de los intereses británicos, una ficha en el ajedrez mundial colonial.
Ahora nos sentamos a revisar las consecuencias de la Revolución Mexicana y su concreción en los gobiernos que llevaron a la formación y fundación del legendario PRI, que sigue vivo y coleando. Personajes como Obregón, Calles, Cárdenas, entre otros, son inolvidables personificaciones de la mutación de la asonada en gobierno.
REVOLUCIÓN CULTURAL MEXICANA
VFG: ¿Cómo se reflejó en los movimientos políticos y culturales latinoamericanos ese fenómeno social mexicano?
EGA: Es curioso cómo, en los tiempos de Zapata y Villa, muchos intelectuales contrarrevolucionarios consideraban que los rebeldes le hacían el juego al imperio yanqui de entonces. Los huertistas, los porfiristas nostálgicos y los adeptos del general Bernardo Reyes —padre del escritor Alfonso Reyes— veían en las hordas revolucionarias la mano negra del Uncle Sam, cuya infancia se remonta al Nueva York de la guerra de 1812. Pero la Revolución Mexicana es un acontecimiento extraordinario, fascinante, necesario, tras el cual el país forjó su originalidad en el siglo XX y le dio a México rango de gran nación con voz en la arena mundial al lado de Rusia tras la revolución de los soviets en 1917. Los grandes cronistas, como John Reed y otros más, siguieron paso a paso ese gran acontecimiento. México fue otro después de la Revolución y su ejemplo cundió por Centro y Sudamérica en aquellas décadas de los años veinte y treinta, cuando Estados Unidos actuaba con absoluta desvergüenza al subir y bajar dictadores según sus intereses. Así fue como toda América Latina asumió que México era su hermano mayor, el país más original y más osado. La labor de intelectuales como José Vasconcelos y la fundación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fueron una verdadera revolución cultural que se proyectó en todo el continente. LA UNAM ha sido refugio para miles de exiliados perseguidos por las dictaduras latinoamericanas. El soplo cultural mexicano, el culto al libro y a los clásicos contribuyó a dar voz a nuestro continente, desafiando al fin a las patrias bobas y al caudillismo primitivo que reinó después de la Independencia. En esa tarea el papel del Fondo de Cultura Económica (FCE) es extraordinario. Esa editorial es la reina de las editoriales latinoamericanas. De su catálogo se han nutrido todos los pensadores, investigadores y estudiosos del continente a lo largo de más de medio siglo, así como también una pléyade de exiliados latinoamericanos y españoles expulsados por la Guerra Civil y el franquismo, aunados a grandes autores mexicanos. Todo eso fue el fruto de la Revolución Mexicana.
EGA: En la música ranchera, en el cine, en la literatura, la memoria de Emiliano Zapata y Pancho Villa sigue viva, especialmente en las provincias y en los pueblos remotos y solitarios de América Latina. En estos momentos, en recorridos por Colombia, he visto que en algunas casas de maestros o sindicalistas, o en cantinas populares, hay en las paredes fotos amarillentas de Zapata o de Villa, y destaca en especial la foto en que están sentados en la silla presidencial, en el Palacio Nacional. También la emblemática de La Soldadera de rostro indígena colgando de un tren. De hecho, en Colombia circula la leyenda de que Villa era colombiano, pues al llamarse Doroteo Arango y por el hecho de que Arango es un apellido emblemático de la región cafetera donde nací, se cree que es descendiente de colombianos y se sienten orgullosos de eso.
Esos personajes representan la rebeldía, la dignidad, la valentía varonil de los pobres en todo su esplendor. Y la verdad es que en las regiones más atrasadas de estos países la situación es parecida a la de los miserables campesinos e indios que engrosaron las filas de los ejércitos de esos dos héroes. Los tiempos de la Revolución Mexicana siguen vivos en casi todos los países del continente, incluso en los que están gobernados por la izquierda o su imaginario actual.
EGA: No creo. México, casi como ningún otro país, desde los tiempos de Vasconcelos y los pintores muralistas, vive gobernado a punta de mitos y leyendas patrias. La máquina educativa e intelectual es una original maquinaria que moldea las mentes de los mexicanos con la imaginería de los héroes de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Es el único país latinoamericano que da miles de becas a los escritores e intelectuales, una derrama extraordinaria de dineros a la nomenclatura literaria en cada generación universitaria e intelectual, para alimentar la mitología patria. Es curioso lo poco críticos que han sido y son los grandes intelectuales mexicanos, salvo excepciones, con respecto a su historia y la de sus caudillos culturales. Es un santoral republicano verdaderamente fenomenal. Tal vez en eso se asemeja a Francia, a sus héroes retóricos y grandilocuentes y a su épica Marsellesa. Villa y Zapata gobiernan en México como cadáveres embalsamados que van a la batalla, semejantes al Mio Cid. Y detrás de ellos cada caudillo cultural es un santo. Todos los escritores e intelectuales mexicanos sueñan con entrar al santoral patriótico. Por eso son a veces tan grises y formales, parecidos a “burócratas de funeraria”, como decía el escritor guatemalteco-mexicano Luis Cardoza y Aragón refiriéndose a un personaje de la época de entreguerras. Por eso uno mira con nostalgia los años de solidificación de la revolución cultural mexicana, de la mano de Vasconcelos primero, y del FCE y la UNAM después. En las últimas décadas caóticas ese soplo magnífico se ha burocratizado en manos de intelectuales cautivos y domesticados por el poder.
VFG: Al final de la primera década del siglo XXI, cuando una democracia muy imperfecta —y no “dictadura perfecta”— prevalece como régimen político en México, ¿qué queda de un siglo de relatos históricos y literarios sobre la violencia social en Latinoamérica?
EGA: Queda para la historia una gran literatura sobre los conflictos latinoamericanos, en especial antes y después del boom de la literatura latinoamericana. Todos abordaron el tema del dictador y del rebelde. Esto tuvo su génesis en aquel México: de nuevo Vasconcelos, con sus memorias inauguradas con Ulises Criollo, Martín Luis Guzmán con El águila y la serpiente, Juan Rulfo y sus clásicos sobre el mundo agrario mexicano, así como José Revueltas y otros autores, hicieron que la tradición de la literatura social siguiera viva en México. En Venezuela lo hizo Rómulo Gallegos; en Perú, José María Arguedas; en Colombia, José Eustasio Rivera con La vorágine, que comienza diciendo: “Jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia”. Varios de estos autores hicieron obras clásicas sobre la violencia y el trópico. La realidad está ahí y seguirá generando literatura.
RETROCESO INTELECTUAL
VFG: La manía oficial y ritual por las celebraciones de los 200 años de la Independencia de España, los 100 de la Revolución Mexicana, los 50 de la Revolución Cubana, contrasta con el pesimismo en la literatura que tu generación produce. ¿Es el desencanto y el rechazo a la épica histórica la marca de la literatura latinoamericana actual?
EGA: En mi caso es así, mas no en el de los mercaderes de best-sellers con temas patrios. Las celebraciones del Bicentenario estuvieron caracterizadas por reforzar la imaginería clásica de los héroes y las leyendas ahistóricas agenciadas por la educación patriótica del siglo XIX. Esos héroes, grandes asesinos o inmensos ignorantes, o personas deleznables de doble faz, siguen siendo vistos de manera teatral para uso de las mentalidades infantiles de una población semianalfabeta. En cada país se dio dinero a los escritores oficiales para hacer eventos, publicar libros o hacer volar globos, como en Bogotá, a costos millonarios. Por supuesto, no se invita a los debates a los historiadores, sociólogos, antropólogos, teatreros, poetas, novelistas o ensayistas rebeldes, sino a los hacedores de best-sellers rápidos y de telenovelas. Han proliferado libros intonsos y mediocres sobre Bolívar, donde se cuenta lo que todos sabemos ya sin citar a nadie. Libros que llueven sobre mojado. Todos quieren escribir su Bolívar retórico y mentiroso, y lo mismo ocurre con Pancho Villa y Zapata. Pero eso sí, los historiadores serios nunca son invitados.
Hemos retrocedido incluso con relación al nivel intelectual de los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado, cuando había una intelectualidad que debatía en todo el continente a un alto nivel. Ahora todos son vedettes literarias a las que sólo les interesa vender libros y no profundizar sobre el verdadero drama de nuestro continente.
EGA: En cuanto a Cuba, su drama histórico y el fracaso de su Revolución ha hecho florecer una literatura de moda que llena las estanterías de libros en Europa. Ese país es gobernado por la dictadura de los hermanos Castro, la familia infalible que usurpó la palabra Revolución y atiende la isla con mano de hierro. A ellos les interesa más su megalomanía de caudillos latinoamericanos tiránicos que la miseria, el atraso y la falta de libertad que hay en las calles. Nadie puede negar que Fidel Castro forma parte de los muebles de la historia latinoamericana; pero es y ha sido un tirano ciego a la realidad de su país. Es el dueño de millones de cubanos, de igual manera que los gamonales en el resto del continente son dueños de sus siervos de gleba. Hay poco que celebrar tanto en los 60 años de la Revolución Cubana, como en los 100 de la Revolución Mexicana y los 200 de la Independencia.
EGA: En mi novela Bulevar de los héroes reflexiono sobre las diversas etapas del héroe en la literatura española y latinoamericana desde El Quijote en adelante. Está inspirada en un rebelde volteriano que hacía desde adentro la crítica del espejismo guerrillero y revolucionario que llevó a atrocidades a lo largo y ancho del continente. No entiendo el dogmatismo ingenuo de algunos autores mexicanos y latinoamericanos recientes del Crack y McOndo que, como avestruces, dicen que ya no hay nada que escribir sobre temas latinoamericanos, como si nuestra historia no se repitiera en permanencia. El debate es pobrísimo. Siente uno nostalgia de revistas como Mito de Colombia, Sur de Argentina, Vuelta de México y otras muchas donde el nivel era más alto, independiente, crítico, irreverente. Hay un neocolonialismo editorial en el que maquinarias como Planeta, Mondadori y Alfaguara están dictando a los latinoamericanos la lección como en los peores tiempos de la colonia. La verdadera inteligencia latinoamericana ha sido condenada al ostracismo.