Por Eduardo García Aguilar
El joven congresista demócrata norteamericano, Anthony Weiner, se vio obligado a renunciar y su carrera política fue destruida al ser acusado de enviar por mail fotos suyas en ropas menores a algunas de sus amigas. El ministro francés fetichista George Tron tuvo que renunciar en medio del escándalo tras ser acusado de hacer masajes a los pies de sus colaboradoras en la alcaldía a su cargo. Julian Assange, quien molestaba a los poderes mundiales al filtrar por Wikileaks informaciones de sus fechorías y delitos, fue enredado en un caso sexual y lleva ya meses detenido en residencia en Londres acusado por unas suecas, que reconocieron haber tenido sexo consentido con él en varias ocasiones.
John Galiano, brillante modisto gay de origen humilde nacido en Gibraltar, fue destituido de su cargo en Christian Dior y su prestigio hollado a causa de unas incongruencias pronunciadas en una banal borrachera en un café del centro de París. En el juicio celebrado esta semana, una de las «víctimas » reconoció incluso que fue sólo una discusión de bar que no merecía una mediatización mundial y la destrucción de la carrera del artista.
Estas son apenas algunas de las consecuencias de la caza de brujas mediática de personalidades que llegó a su culmen con la detención del jefe del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan, quien espera juicio tras ser acusado por la procuraduría neoyorquina de intento de violación a una camarera de un hotel de lujo y condenado por los medios de manera instantánea, sin que pudiera defenderse ni considerar el atenuante obvio de que sus poderosos enemigos políticos habían iniciado ya una semana antes una campaña mundial de desprestigio para tumbarlo del FMI e impedir su llegada a la presidencia de Francia.
En los cinco casos ocurridos en 2011, la máquina mediática destrozó instantáneamente las vidas y carreras de tres políticos, un periodista y un artista incómodos antes de que se diera el debido proceso y se pronunciara la absolución o la condena, como si estuviéramos en los tiempos de las Brujas de Salem. Uno por enviar emails en calzoncillos a sus novias, otro por hacer sesiones de reflexología con sus colaboradoras, este por viejo verde, aquel por querer repetir el coito en una relacion consentida y el más frágil por decir tonterías ebrio en un bar.
Y mientras tanto los gobiernos bombardean y matan y las potencias hacen la guerra para adueñarse de las riquezas petroleras y minerales de los países de la periferia sin que nadie se inmute ni deplore los daños colaterales. Las grandes fuerzas financieras y los bancos mundiales quiebran como hace dos años causando miseria y desolación en el orbe y todos los países tienen que sacar dinero de sus presupuestos para evitarles la quiebra a criminales de cuello blanco, mientras arruinan y despojan a millones de ahorradores y propietarios que ya no pueden pagar las cuotas de sus hipotecas.
Los presidentes corruptos protegidos por la inmunidad pasan a la jubilación tranquilos después de haber atracado con sus compinches las arcas de sus respectivos países sin que nadie los moleste. Y eso sin contar con el exterminio de opositores, desplazamientos obligados y asesinatos selectivos que se practican en todas partes sin que los altos políticos responsables de esas atrocidades pasen ni siquiera a juicio y por el contrario sean aplaudidos como grandes estadistas. Grandes genocidas del mundo contemporáneo han terminado su días en paz sin ser molestados y otros criminales de estado contemporáneo como los George Bush padre e hijo andan orondos y sin vergüenza por el mundo después de haber odenado bombardeos o asesinatos o declarado guerras con argumentos falaces.
Pero eso sí, la maquinaria mediática del mundo manejada por grandes capitales interesados en aupar o arruinar reputaciones asesina a quienes sufren un banal desliz humano o son acusados sin pruebas. La prensa, con tal de vender, se ha vuelto la gran chismosa y el periodismo como profesión ha perdido sus filtros éticos.
No nos olvidamos todavía de ese gran escándalo mundial provocado por la derecha republicana contra Bill Clinton por tener sexo consentido en el salón oval con una joven mayor de edad y la furia de sus procuradores puritanos e hipócritas, algunos de los cuales, se supo después, habían cometido, ellos si, delitos sexuales graves. Los estrictos republicanos también tienen hijos con la muchacha del servicio, lo acaba de probar Arnold Schwarzenegger.
Cualquiera sabe lo fácil que es hoy enredar a alguien. Sólo basta contratar una empresa especializada y se encargará de hallarle la caída al enemigo a través de sus debilidades, enviándole una call girl dotada de una cámara secreta o vendiéndole un codiciado objeto con historia. Y ni siquiera eso, sólo basta que un detective pague dinero de bolsillo a la señora que sirve los cafés, a la mucama, al mesero, al guardián, a una alumna o empleada necesitada de recursos para armar una historia de violación u hostigamiento heterosexual u homosexual.
Y así con estos escándalos sexuales se tapan los verdaderos crímenes de estado, la sangre de miles de víctimas en las guerras imperiales, los colosales robos financieros y la corrupción gubernamental. Los medios de esta primera década del siglo XXI se han vuelto un arma letal impresionante y una caja de resonancia para deshacerse al instante de personajes incómodos en ascenso como el pobre representante demócrata Weiner, el alcalde fetichista francés, Julian Assange el de Wikileaks, Strauss Kahn el libertino del FMI o el frágil y borracho modisto gay John Galiano
El joven congresista demócrata norteamericano, Anthony Weiner, se vio obligado a renunciar y su carrera política fue destruida al ser acusado de enviar por mail fotos suyas en ropas menores a algunas de sus amigas. El ministro francés fetichista George Tron tuvo que renunciar en medio del escándalo tras ser acusado de hacer masajes a los pies de sus colaboradoras en la alcaldía a su cargo. Julian Assange, quien molestaba a los poderes mundiales al filtrar por Wikileaks informaciones de sus fechorías y delitos, fue enredado en un caso sexual y lleva ya meses detenido en residencia en Londres acusado por unas suecas, que reconocieron haber tenido sexo consentido con él en varias ocasiones.
John Galiano, brillante modisto gay de origen humilde nacido en Gibraltar, fue destituido de su cargo en Christian Dior y su prestigio hollado a causa de unas incongruencias pronunciadas en una banal borrachera en un café del centro de París. En el juicio celebrado esta semana, una de las «víctimas » reconoció incluso que fue sólo una discusión de bar que no merecía una mediatización mundial y la destrucción de la carrera del artista.
Estas son apenas algunas de las consecuencias de la caza de brujas mediática de personalidades que llegó a su culmen con la detención del jefe del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan, quien espera juicio tras ser acusado por la procuraduría neoyorquina de intento de violación a una camarera de un hotel de lujo y condenado por los medios de manera instantánea, sin que pudiera defenderse ni considerar el atenuante obvio de que sus poderosos enemigos políticos habían iniciado ya una semana antes una campaña mundial de desprestigio para tumbarlo del FMI e impedir su llegada a la presidencia de Francia.
En los cinco casos ocurridos en 2011, la máquina mediática destrozó instantáneamente las vidas y carreras de tres políticos, un periodista y un artista incómodos antes de que se diera el debido proceso y se pronunciara la absolución o la condena, como si estuviéramos en los tiempos de las Brujas de Salem. Uno por enviar emails en calzoncillos a sus novias, otro por hacer sesiones de reflexología con sus colaboradoras, este por viejo verde, aquel por querer repetir el coito en una relacion consentida y el más frágil por decir tonterías ebrio en un bar.
Y mientras tanto los gobiernos bombardean y matan y las potencias hacen la guerra para adueñarse de las riquezas petroleras y minerales de los países de la periferia sin que nadie se inmute ni deplore los daños colaterales. Las grandes fuerzas financieras y los bancos mundiales quiebran como hace dos años causando miseria y desolación en el orbe y todos los países tienen que sacar dinero de sus presupuestos para evitarles la quiebra a criminales de cuello blanco, mientras arruinan y despojan a millones de ahorradores y propietarios que ya no pueden pagar las cuotas de sus hipotecas.
Los presidentes corruptos protegidos por la inmunidad pasan a la jubilación tranquilos después de haber atracado con sus compinches las arcas de sus respectivos países sin que nadie los moleste. Y eso sin contar con el exterminio de opositores, desplazamientos obligados y asesinatos selectivos que se practican en todas partes sin que los altos políticos responsables de esas atrocidades pasen ni siquiera a juicio y por el contrario sean aplaudidos como grandes estadistas. Grandes genocidas del mundo contemporáneo han terminado su días en paz sin ser molestados y otros criminales de estado contemporáneo como los George Bush padre e hijo andan orondos y sin vergüenza por el mundo después de haber odenado bombardeos o asesinatos o declarado guerras con argumentos falaces.
Pero eso sí, la maquinaria mediática del mundo manejada por grandes capitales interesados en aupar o arruinar reputaciones asesina a quienes sufren un banal desliz humano o son acusados sin pruebas. La prensa, con tal de vender, se ha vuelto la gran chismosa y el periodismo como profesión ha perdido sus filtros éticos.
No nos olvidamos todavía de ese gran escándalo mundial provocado por la derecha republicana contra Bill Clinton por tener sexo consentido en el salón oval con una joven mayor de edad y la furia de sus procuradores puritanos e hipócritas, algunos de los cuales, se supo después, habían cometido, ellos si, delitos sexuales graves. Los estrictos republicanos también tienen hijos con la muchacha del servicio, lo acaba de probar Arnold Schwarzenegger.
Cualquiera sabe lo fácil que es hoy enredar a alguien. Sólo basta contratar una empresa especializada y se encargará de hallarle la caída al enemigo a través de sus debilidades, enviándole una call girl dotada de una cámara secreta o vendiéndole un codiciado objeto con historia. Y ni siquiera eso, sólo basta que un detective pague dinero de bolsillo a la señora que sirve los cafés, a la mucama, al mesero, al guardián, a una alumna o empleada necesitada de recursos para armar una historia de violación u hostigamiento heterosexual u homosexual.
Y así con estos escándalos sexuales se tapan los verdaderos crímenes de estado, la sangre de miles de víctimas en las guerras imperiales, los colosales robos financieros y la corrupción gubernamental. Los medios de esta primera década del siglo XXI se han vuelto un arma letal impresionante y una caja de resonancia para deshacerse al instante de personajes incómodos en ascenso como el pobre representante demócrata Weiner, el alcalde fetichista francés, Julian Assange el de Wikileaks, Strauss Kahn el libertino del FMI o el frágil y borracho modisto gay John Galiano