Por Eduardo García Aguilar
Se
acercan las conmemoraciones por el medio siglo del fallecimiento del
poeta Pablo Neruda en el marco del golpe de Estado del 11 de septiembre
de 1973 en Chile y a su vez los 120 años de su nacimiento el 12 de julio
de 1904. No alcanzó a cumplir los 70 años y murió devastado tras el
golpe militar en un hospital de Santiago y algunas versiones se refieren
inclusive a su posible envenenamiento.
Había
sido una gran figura nacional, latinoamericana y mundial y obtuvo el
Premio Nobel de Literatura en 1971, pero desde joven su obra era leída y
admirada, pues escribió libros que sedujeron a los lectores desde muy
temprano como Crepusculario, Veinte poemas de amor y una canción
desesperada, Residencia en la tierra, Canto general, Los versos del capitán y Odas elementales, entre tantos otros.
Neruda
escribía como un jilguero y su palabra brotaba de su pluma con
musicalidad inigualada y capacidad para profundizar en los sentimientos y
los misterios de la vida y la muerte, el amor y el olvido, la historia y
el cosmos, la naturaleza y la guerra. Ya en la década de los años 40
del siglo pasado Neruda era una gloria mundial y a donde llegaba era
recibido y homenajeado por sus admiradores, como en su tiempo ocurrió
con el nicaragüense Rubén Darío, quien también fue un océano agitado de
poesía y gloria viviente.
Neruda
nació en el sur de Chile y de joven pasó dificultades económicas al
abandonar la universidad y perder la mesada que le enviaba su padre.
Pero por suerte logró ser nombrado como pequeño funcionario diplomático
de Chile en la capital de Birmania, Rangún, a donde se trasladó por
barco recorriendo múltiples puertos en América, Europa, Oriente Medio y
Extremo Oriente, lo que influirá en su escritura, otorgándole el aire
cosmopolita y mundial y abriéndole ventanas a mundos exóticos.
En
Rangún se enamora de una nativa que usa el nombre de Josie Bliss y vive
con ella una pasión desbordada que inspiró su poema "Tango del viudo".
Allí en esa tierra tórrida y ardiente convive con cacatúas, serpientes,
elefantes, selvas húmedas, elementos que se trasladan a su poesía. Luego
de separarse de ese gran amor es enviado como pequeño funcionario a
Ceilán, donde prosigue su aventura por el sudeste asiático.
En
1932 regresa a Chile y vive años de burocracia ministerial, bohemia y
amistades poéticas, antes de ser enviado a Buenos Aires y después a
España, donde es recibido por todos los grandes poetas españoles del
momento y vive una crucial experiencia al estallar la guerra civil con
el levantamiento del general Francisco Franco. Retorna a Chile en 1937
convertido en militante y político antifascista, y en 1940 viaja por
barco hacia México, enviado como cónsul para solidificar allí sus
relaciones con el mundo literario continental y mundial. Es seducido por
la atmósfera prehispánica y las raíces coloridas del arte mexicano, la
gastronomía, la música y la cultura popular.
Luego
de viajar por países caribeños y centroamericanos, regresa a Chile por
barco en 1943 tocando diversos puertos y países y vive la gran
experiencia de Perú, que inspira uno de sus grandes poemas, "Alturas de
Machu Pichu". Después se convierte en senador de izquierda y candidato
presidencial y figura patriarcal que reúne multitudes con su poesía
americanista y el compromiso antiimperialista y tercermundista. Vive
también largos años de viajes, gloria y amor con su nueva mujer Matilde
Urrutia y viaja lentamente hacia el Premio Nobel de literatura en 1971,
un anticlímax del que salta al trágico final, dos años más tarde, el 23
de septiembre de 1973.
Tras
el golpe militar y la muerte del presidente Salvador Allende, Pablo
Neruda, agobiado por el fracaso de sus sueños políticos y poéticos
fallece enfermo, solo y casi abandonado en un hospital, en la más
absoluta tristeza, lejos de su casa oceánica de Isla Negra. Esta es la
metáfora total del auge y caída de un grande de nuestras letras que
ahora celebramos leyéndolo y revisando su vida de contrastes. Atrás
quedó la felicidad de su casa frente al mar en Isla negra, llena de los
objetos que recopilaba en sus viajes, entre ellos mascarones de proa y
botellas de whizky.
Mi ciudad natal Manizales tuvo la fortuna de recibirlo varias veces y de
gozar de su amor por sus atardeceres. En su última visita, el 8 de octubre de
1968 dio uno de sus recitales más espectaculares en el Teatro
Fundadores, donde miles de manizaleños y asistentes latinoamericanos al I
Festival Internacional de Teatro Universitario, especialmente
muchachos, asistimos a escucharlo con pasión.
El Festival había sido inaugurado por el guatemalteco Miguel Angel Asturias, recién galardonado con el Premio Nobel. Una
ola enardecida de muchedumbre me subió al escenario a su lado junto con
un puñado de adolescentes y pudimos escucharlo ahí como lo atestigua la
histórica foto en blanco y negro de Carlos Sarmiento que publicó el diario local La
Patria al día siguiente.
Al
final hablamos con él y yo le pedí un papelito marcador de papel de
seda que salía del volumen de Canto General presente a su lado en la
mesa y donde había escrito con su característica letra en tinta verde la
palabra pobreza. Un instante crucial para nuestras vidas que aun nos
estremece a quienes estuvimos presentes allí por destino y milagro
poético.
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Publicado en el diario La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 13 de agosto de 2023.
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