sábado, 26 de septiembre de 2015

OKTOBERFEST CON INMIGRANTES

Por Eduardo García Aguilar
Unos seis millones de alemanes de todas las regiones, pero especialmente de Bavaria y Austria, y turistas del mundo entero, se dan cita desde este 19 de septiembre y hasta el 4 de octubre de 2015 en la enorme plaza Theresienwiese de Múnich para disfrutar durante dos semanas de la Oktoberfest, que celebra este año la versión 182 y fue iniciada con motivo de la boda de Luis I de Baviera.
En esta ocasión la Oktoberfest es excepcional, pues en las últimas dos semanas Múnich ha recibido cientos de miles de inmigrantes mediorientales de diversas obediencias que huyen de las guerras y aspiran a ser acogidos en El Eldorado alemán, o en algunos países nórdicos como Suecia, abiertos al ingreso de estas poblaciones a la deriva como en los tiempos bíblicos. Los fiesteros bávaros saldrán de la estación central por el norte y los inmigrantes por el sur, separados por las autoridades para evitar conflictos.
Creada para celebrar las bodas del famoso rey, la fiesta se quedó para siempre y es una celebración espectacular que llena las calles de bávaros ataviados con su prendas típicas: bellos trajes largos, amplios, escotados y coloridos para las hembras y calzonarias, camisas de cuadritos, tirantes, sombreros tiroleses, botas y medias tobilleras orladas para los hombres.
La estación central (Hauptbanhof), situada en un barrio poblado por turcos, se convierte en un hervidero de gente que acude cada día por centenares de miles y luego recorre las calles hacia los hoteles o las casas de familiares y amigos. Muchos de ellos son parejas de enamorados o grupos de amigos, hombres y mujeres.
Proliferan los jóvenes alegres que pronto llegarán a la Theresienwiese, donde desde hace ya un mes están instaladas gigantescas carpas provisionales con capacidad cada una para más de 5000 comensales y bailarines que vibran al ritmo de las orquestas típicas bávaras.
Es una ciudad dentro de la ciudad. Y además de las carpas, se destacan los gigantescas atracciones de todo tipo, expuestas como en las ferias foráneas que todos recordamos, con la rueda de Chicago, los carros chocones, aparatos para sentir emociones imposibles y todo tipo de milagrerías de recuerdo infantil, donde grandes y chicos retornan a la infancia.
Este tipo de ferias se dispersaron por el mundo a mediados del siglo XIX, en especial en  las ciudades europeas, estadounidenses y latinoamericanas y que todavía provocan felicidad y regocijo anual a las familias, que recorren las avenidas provisionales entre todo tipo de comestibles como chuzos de carne o pescado, salchichas, chorizos, albóndigas y por supuesto las diversas y deliciosas cervezas que en Múnich se toman en enormes jarras de varios litros.
La fortaleza de hombres y mujeres para consumir la cerveza en estas jarras es impresionante, pero los efectos se dejan sentir y hacia las tarde o en las noches las calles se ven llenas de borrachos, vigilados a lo lejos por la policía para evitar problemas.
Tal es la preocupación ahora de las autoridades, pues en las semanas anteriores ocurrió el éxodo más espectacular de refugiados en las puertas de Europa, en especial en Múnich, donde más de medio millón han llegado en trenes o por carretera, en su mayoría sirios, afganos, iraquíes, kurdos, palestinos y otros que huyen de las guerras del Oriente Medio donde el Ejército islámico toma regiones y ciudades y luego procede a torturar y matar a los que ellos llaman infieles de otras obediencias o matices de la misma loca religión islámica creada por Mahoma, un profeta poseído de visiones, quien escuchaba voces que le dictaban los textos sagrados.
Será interesante ver lo que pasará con todos los recién llegados, muchos de los cuales nunca habían salido de sus regiones y que ahora vivirán y convivirán con seis millones de alemanes y turistas dedicados a la fiesta desbordada y delirante. Será un contraste total para ellos, que acaban de salir de una  vida de bombardeos y ejecuciones masivas, llegar a una ciudad dedicada a la fiesta ancestral como en los cuentos de Grimm o Hoffmann y otros cuentistas románticos de las montañaas alpinas y los bosques germanos llenos de brujas, gnomos y flautistas de Hamelin.
Toda la vida han escuchado los cantos de los muecines islámicos, las plegarias y sermones de los imanes, se han inclinado en total sumisión al interior de las mezquitas y las mujeres además han sido sojuzgadas por una sociedad patriarcal que las confina al hogar, las cubre con burkas y las lapida por adúlteras o libres.
Y de repente desembarcan en una bella ciudad de sueño, barroca, limpia, cruzada por un río libre y boscoso y llena de hermosos templos católicos. Los niños no olvidarán jamás estos primeros días de libertad y los adultos tal vez se cuestionarán sobre el mundo medieval y cruel donde han vivido bajo la dictadura de fanáticos y violentos islamistas que recuerdan a sus congéneres de los tiempos de
la Inquisición medieval católica.
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*Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 19 de septiembre de 2015






domingo, 13 de septiembre de 2015

¿ NERUDA EN EL LAGO DE ARANGUITO?

Por Eduardo García Aguilar
En Bolivia habían matado el año anterior al Che Guevara y proliferaban por todas partes las  imágenes de ese otro Cristo muerto con los ojos perdidos en las nubes de la inocencia. Dos años antes también habían matado al cura guerrillero Camilo Torres. En la calle los manifestantes esgrimían fotos de los guerrilleros ultimados y lanzaban encendidas consignas revolucionarias.

Alumnos de bachillerato y universitarios al unísono se lanzaban a un compromiso inevitable con la revolución y el cambio y, como nunca en el  país y en todo el continente, aumentaba la prédica del orgullo latinoamericano, la reivindicación de las raíces y el aborrecimiento de la odiada madre patria que nos había colonizado y del imperio yanqui que nos saqueaba, según insistían los ideólogos silvestres desde púlpitos improvisados.

Con el cuerpo del Che Guevara fresco aún en la memoria, en el Instituto Universitario los estudiantes sentían con mayor intensidad práctica la necesidad de manifestar en las calles y participar en el movimiento estudiantil.  Dejaban de ir a clase para salir a las manifestaciones a favor de los obreros
huelguistas de la fábrica de textiles Única y empapelaban la paredes de ese colegio destinado a formar futuros técnicos. Hicieron huelga, bloquearon las puertas, homenajearon al Che Guevara, gritaron vivas a la Revolución.

En ese año 1968 la agitación cundía por todas partes y la visita de Pablo Neruda a la ciudad en octubre para el Festival  Internacional de Teatro Universitario encendió aún más los espíritus con un feroz latinoamericanismo antiimperialista. Todo mundo leía el Canto General del chileno futuro Premio Nobel, considerado con su voz gangosa y su corpulencia araucana un patriarca de la América encendida, especie de guía, papa de las izquierdas imparables que tarde o temprano llegarían al poder para esparcir la felicidad sobre la tierra.

El  clímax de libertad llegó a lo máximo con la presencia en la de Pablo Neruda, el ídolo que insuflaba energía con su palabra. Su llegada a Manizales fue como un terremoto y su figura enorme,  gruesa, rostro hinchado, nariz de mapache, paso torpe de leviatán indonesio, era un imán que atraía a todos desde los rincones desclavando relojes.

A Neruda algunos miembros del grupo literario del colegio, el disidente Centro Cultural Independiente, lo seguían desde lejos, casi espiándolo, cuando se paseaba con su esposa Matilde Urrutia por las calles de Manizales durante esos días que estuvo en la ciudad. Dieron libre para ir al recital al Teatro Fundadores el 8 de octubre de 1968 y miles de personas de toda las edades y orígenes acudieron a escucharlo al moderno foro. Incluso era tal la algarabía y el entusiasmo, el deseo de no quedarse afuera, que el público rompió una de las gruesas vidrieras de las modernas puertas de entrada, causando un estruendo de cristales.

El teatro estaba repleto, como puede verse en las fotos de la época publicadas en La Patria, donde yo me veía, arriba, en el escenario, junto a quienes nos subimos en tropel y mirábamos desde la escena al público sentado abajo, en la platea, engrandecidos por estar al lado del poeta. Ahí hicimos guardia
y esperamos el final para dirigirle unas palabras. Le sustraje un  recorte de papel con el que marcaba el volumen del Canto General, del que había leído apartes ante el entusiasmo de la multitud y que decía en letras de plumón verde « 13. Pobreza ».

Poetas adolescentes lo persiguieron juntos por la ciudad, asediándolo desde lejos cuando salía del Hotel Ritz a pasear solo o acompañado, como esa tarde de bello crepúsculo cuando caminó por la
carrera 23 hasta Chipre para ver el atardecer color fuego que se extendía hacia el occidente, sobre las altas montañas tras las cuales se encuentra el Chocó, el río Atrato y el Océano Pacífico. Lo
acompañaban Iván Cocherín, José Naranjo, su esposa Matilde y dos miembros de la organización del Festival de Teatro.

Iba con su proverbial cachucha, que era su imagen de marca, camisa de cuello abotonado, sin corbata, y chaqueta deportiva color beige marca Polo. Caminaba paquidérmico, lánguido elefante, por la avenida que bordea el vasto precipicio que da al valle del Cauca, a la hondonada gigantesca que se encuentra entre las dos cordilleras. Subió hasta el mirador, llamado  Lago de Aranguito y se detuvo a observar un mono enjaulado que hacía piruetas y se masturbaba frente a los espectadores.

Tocó con sus manos las hojas de las plantas y las enredaderas que  componían un vivero alrededor de arcadas instaladas allí para tal efecto, e incluso olió las diferentes flores, en especial un entramado de bellas orquídeas que colgaban a la entrada del famoso estadero.  Y exclamó abriendo los brazos hacia la inmensidad : « ¡Manizales, en definitiva, es una fábrica de atardeceres ! ».

Más tarde entró al café restaurante del Lago de Aranguito con los acompañantes y los poetas adolescentes se instalaron en una mesa  cercana, mientras afuera los colores, los haces de luz fucsia y naranja intensos tajaban las nubes, se multiplicaban y adquirían el colorido magnífico de una oculta deidad fosforescente. José Naranjo conversaba con él y le hacía unas preguntas que publicó después en el dominical de La Patria.

Luego se fueron a acompañarlo al Hotel Ritz, en la carrera 22. El poeta y la esposa estaban algo fatigados. Les sirvieron trucha de la región con papitas al vapor y ensalada. Les dieron vino chileno. Neruda le regaló a los poetas impúberes una edición empastada del Canto General y otros libros. Fue la noche más feliz de sus vidas.

Más tarde los adolescentes salieron a la calle sin poder creer lo que  había ocurrido. Se sentían los poetas más colmados del mundo. Veían a Rimbaud en el firmamento. Walt Whitman los saludaba desde el nevado de El Ruiz.  No sé si todo esto que cuento fue verdad o mentira, ficción, sueño o delirio. Pero pudo ocurrir en el Festival Internacional de Teatro Universitario de 1968,  hace casi medio siglo, o sea toda una eternidad cósmica.

* Publicado en el diario LA PATRIA. Manizales. Colombia. 13 de septiembre de 2015.
* Fotografia del ya desaparecido Lago de Aranguito y del restaurante que había allí en aquellos tiempos.

sábado, 5 de septiembre de 2015

EL MENSAJE DEL NIÑO AYLAN KURDI




 Por Eduardo García Aguilar

La foto dramática del niño migrante Aylan Kurdi hallado muerto en una playa turca luego de que sus manitas se desprendieran de las de su padre y se ahogara en aguas del Mediterráneo, desencadenó una reacción continental ante la tragedia del éxodo de millones de personas que huyen de las múltiples guerras que afectan el Medio Oriente, el continente africano y regiones asiáticas.

Ya son miles los ahogados en los últimos años en aguas del Mediterráneo, cuando las precarias embarcaciones en las que se hacinan con la ilusión de tocar costas europeas naufragan ante la indiferencia de Occidente, en parte responsable de las guerras desatadas en esas regiones por la codicia plutocrática y las políticas bélicas erráticas, como las ocurridas en Irak o Libia.

A esos muertos se agregan yemeníes, etíopes, sudaneses, chadianos, nigerinos, libios, tunecinos que huyen de otros ejércitos yihadistas como Boko Haram o de guerras civiles y atraviesan los desiertos saharianos por donde transitan hacia Libia o los que han quedado atrapados en zonas de Irak o Siria dominadas por los fanáticos salafistas del Ejército islámico, que ahorca, lapida, fusila, incinera o decapita a quienes consideran infieles a los preceptos del Corán.

Millones de sirios de diversas obediencias están en campamentos turcos, kurdos, libaneses. Son familias de clase media arruinada, gente trabajadora, que abandona todo para huir de la muerte con sus hijos en busca de otra oportunidad sobre la tierra, tal y como ocurría con la familia del Aylan, cuyo cuerpecito inerme se convirtió en el símbolo de este terrible drama contemporáneo mundial.

Porque el éxodo no se da solo en esas regiones asiáticas, africanas y mediorientales en guerra sino también en  nuestro continente latinoamericano, donde bajo la apariencia de gobiernos democráticos se da el éxodo de la población en países como Colombia, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y México, asediada por las fuerzas del orden coludidas con bandas criminales, cárteles de droga y mafias de toda índole.

Se olvida que solo en Colombia ya son millones de desplazados que huyeron a otros países de la región y del mundo en busca de oportunidades, a los que se agregan los desplazados interiores que nutren tugurios y suburbios precarios de las ciudades, zonas sin ley donde reina la muerte, lejos de los barrios de ricos que en cada ciudad son cotos vigilados y aislados del resto de la población, y donde las clases altas y los mafiosos practican la política del avestruz.

En los países centroamericanos limítrofes con México el drama es mayúsculo. Son países sin ley dominados por la corrupción y las bandas criminales, las famosas “maras” asesinas que reclutan jóvenes para robar y matar. De la pobreza huyen cientos de miles de jóvenes hacia el norte en buses o subidos a los trenes en largos viajes por el gigantesco y peligroso territorio mexicano, en cuyas rutas encuentran muchas veces la muerte.

La frontera de Estados Unidos, donde reina un muro, es también asaltada por esas poblaciones centroamericanas y mexicanas y de otros países del mundo que sueñan con llegar a ese país en busca de trabajo o de la compañía de familiares que ya ingresaron con antelación. El mundo se ha convertido entonces en una gigantesca ratonera, un barco ebrio, loco y perdido en medio del mar, a donde se suben los miserables que deja la guerra librada a cielo abierto por las grandes potencias que conquistan los recursos naturales del planeta y los territorios por donde transitan.

La imagen de ese niño tierno tirado como desecho en una playa turca fue el símbolo que desbordó por un momento el vaso de la indiferencia. Centenares de benévolos alemanes se volcaron en Munich a la Estación central para recibir miles de migrantes que llegan en trenes, ofrecerles comida, abrigo, orientación, juguetes a los niños y una sonrisa de amistad.

Porque hasta ahora la población europea veía a esos migrantes con desconfianza, como si fueran algo abstracto, bichos, alimañas, ratas, animales sin rostro, cuando son familias jóvenes, gente de bien que ha dejado casas, negocios, enseres, para escapar a la muerte decretada por los ejércitos de todo tipo, tanto los bombardeos occidentales como los fusiles y las horcas del fanatismo islamista. 

Desde los tiempos de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial no se veía un éxodo bíblico de tal magnitud. Es un éxodo imparable que no parece tener solución, mientras los grandes consorcios y capitales financieros y los magnates del mundo siguen engordando sus capitales hasta el infinito e incrementando la miseria de miles de millones de humanos periféricos.

Y aunque hay fuerzas neo nazis, conservadoras, godas, que vociferan en contra de los migrantes que llegan a Europa porque los suponen amenaza contra una supuesta raza o civilización autóctona blanca y milenaria, se ha visto también una ola de solidaridad en personas de todas las edades que se acerca a los campamentos europeos a mirar a los ojos a esos jóvenes africanos y mediorientales, parejas con niños tiernos y sonrisa llena de futuro, para darles un nombre y ayudarlos.

Esa misma ola de solidaridad europea reciente debería darse en América Latina, en Colombia, México, Centroamérica, en Los Andes, llegar a esos barrios de ricos apertrechados entre lujos custodiados por el ejército, ahítos de acumular y conservar privilegios y tierras y el Apartheid racial y de clase que les suministra servidumbre barata. El mismo éxodo se da en Colombia día a día en las capitales y en Chocó, Cauca, Nariño, Guajira, Tolima, Llanos,  ante la indiferencia casi general.

En Colombia han muerto miles de niños como Aylan Kurdi acribillados, violados, tasajeados a lo largo de un siglo por pájaros, chulavita, paramilitares, hacedores de falsos positivos, guerrillas, cárteles o por el hambre y el olvido.

Como en los viejos tiempos ocurría con los famosos gamines abandonados por la guerra, hoy hay millones de niños Aylan Kurdi colombianos, centroamericanos, mexicanos desplazándose de un lado para otro, de Venezuela a Colombia, de Guatemala a Guatepeor, mientras los líderes vociferan e incendian, siembran el odio y la guerra con sus miradas de sicópatas insaciables, cuyo único objetivo es conservar privilegios, dinero, oro, lujo, tierras, mansiones, servidumbre.  Por eso el ángel Aylan Kurdi, ahogado y tirado en una playa turca, es el símbolo del fracaso de la humanidad y del homo sapiens, el más cruel animal que ha producido la tierra.