Unos seis millones de alemanes de todas las regiones, pero especialmente de Bavaria y Austria, y turistas del mundo entero, se dan cita desde este 19 de septiembre y hasta el 4 de octubre de 2015 en la enorme plaza Theresienwiese de Múnich para disfrutar durante dos semanas de la Oktoberfest, que celebra este año la versión 182 y fue iniciada con motivo de la boda de Luis I de Baviera.
En esta ocasión la Oktoberfest es excepcional, pues en las últimas dos semanas Múnich ha recibido cientos de miles de inmigrantes mediorientales de diversas obediencias que huyen de las guerras y aspiran a ser acogidos en El Eldorado alemán, o en algunos países nórdicos como Suecia, abiertos al ingreso de estas poblaciones a la deriva como en los tiempos bíblicos. Los fiesteros bávaros saldrán de la estación central por el norte y los inmigrantes por el sur, separados por las autoridades para evitar conflictos.
Creada para celebrar las bodas del famoso rey, la fiesta se quedó para siempre y es una celebración espectacular que llena las calles de bávaros ataviados con su prendas típicas: bellos trajes largos, amplios, escotados y coloridos para las hembras y calzonarias, camisas de cuadritos, tirantes, sombreros tiroleses, botas y medias tobilleras orladas para los hombres.
La estación central (Hauptbanhof), situada en un barrio poblado por turcos, se convierte en un hervidero de gente que acude cada día por centenares de miles y luego recorre las calles hacia los hoteles o las casas de familiares y amigos. Muchos de ellos son parejas de enamorados o grupos de amigos, hombres y mujeres.
Proliferan los jóvenes alegres que pronto llegarán a la Theresienwiese, donde desde hace ya un mes están instaladas gigantescas carpas provisionales con capacidad cada una para más de 5000 comensales y bailarines que vibran al ritmo de las orquestas típicas bávaras.
Es una ciudad dentro de la ciudad. Y además de las carpas, se destacan los gigantescas atracciones de todo tipo, expuestas como en las ferias foráneas que todos recordamos, con la rueda de Chicago, los carros chocones, aparatos para sentir emociones imposibles y todo tipo de milagrerías de recuerdo infantil, donde grandes y chicos retornan a la infancia.
Este tipo de ferias se dispersaron por el mundo a mediados del siglo XIX, en especial en las ciudades europeas, estadounidenses y latinoamericanas y que todavía provocan felicidad y regocijo anual a las familias, que recorren las avenidas provisionales entre todo tipo de comestibles como chuzos de carne o pescado, salchichas, chorizos, albóndigas y por supuesto las diversas y deliciosas cervezas que en Múnich se toman en enormes jarras de varios litros.
La fortaleza de hombres y mujeres para consumir la cerveza en estas jarras es impresionante, pero los efectos se dejan sentir y hacia las tarde o en las noches las calles se ven llenas de borrachos, vigilados a lo lejos por la policía para evitar problemas.
Tal es la preocupación ahora de las autoridades, pues en las semanas anteriores ocurrió el éxodo más espectacular de refugiados en las puertas de Europa, en especial en Múnich, donde más de medio millón han llegado en trenes o por carretera, en su mayoría sirios, afganos, iraquíes, kurdos, palestinos y otros que huyen de las guerras del Oriente Medio donde el Ejército islámico toma regiones y ciudades y luego procede a torturar y matar a los que ellos llaman infieles de otras obediencias o matices de la misma loca religión islámica creada por Mahoma, un profeta poseído de visiones, quien escuchaba voces que le dictaban los textos sagrados.
Será interesante ver lo que pasará con todos los recién llegados, muchos de los cuales nunca habían salido de sus regiones y que ahora vivirán y convivirán con seis millones de alemanes y turistas dedicados a la fiesta desbordada y delirante. Será un contraste total para ellos, que acaban de salir de una vida de bombardeos y ejecuciones masivas, llegar a una ciudad dedicada a la fiesta ancestral como en los cuentos de Grimm o Hoffmann y otros cuentistas románticos de las montañaas alpinas y los bosques germanos llenos de brujas, gnomos y flautistas de Hamelin.
Toda la vida han escuchado los cantos de los muecines islámicos, las plegarias y sermones de los imanes, se han inclinado en total sumisión al interior de las mezquitas y las mujeres además han sido sojuzgadas por una sociedad patriarcal que las confina al hogar, las cubre con burkas y las lapida por adúlteras o libres.
Y de repente desembarcan en una bella ciudad de sueño, barroca, limpia, cruzada por un río libre y boscoso y llena de hermosos templos católicos. Los niños no olvidarán jamás estos primeros días de libertad y los adultos tal vez se cuestionarán sobre el mundo medieval y cruel donde han vivido bajo la dictadura de fanáticos y violentos islamistas que recuerdan a sus congéneres de los tiempos de
la Inquisición medieval católica.
la Inquisición medieval católica.
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*Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 19 de septiembre de 2015
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