domingo, 14 de octubre de 2012

ENCUENTRO EN MÉXICO CON EDGAR NEGRET

Por Eduardo García Aguilar
Cuando lo vi por primera y última vez en México, Edgar Negret tenía cerca de 72 años, pero parecía mucho más joven. Delgado, piel morena, tal vez reminiscencia genealógica de su origen incaico y movimientos ágiles, Negret (1920-2012) fue fiel a la tradición de los artistas plásticos que desafían el tiempo con una escalofriante juventud eterna: Picasso, Miró, Rufino Tamayo, Monet, Chagall, para solo mencionar a unos cuantos.
"Necesitaría cien años para hacer todo lo que veo", me dijo en 1993 el creador de los aparatos mágicos y coloridas piezas metálicas influidas por su reencuentro con los incas, Quipus, eclipses, homenajes a Machu Pichu, el sol y a Huayna Capac, que exponía entonces en el Museo Tamayo de México, situado en el bosque de Chapultepec.
Vestía con un saco color verde y por el resfrío se cubría con suéter y bufanda color tierra. Como desde hacía décadas, su cabeza rapada y bronceada lo hacía semejar a uno de los extraterrestres que estuvieron en la fundación del imperio matemático de los incas, que tanto admiraba, y podría haber sido uno de los arquitectos misteriosos de las Líneas de Nazca, reencarnado en pleno siglo XX.
Colombiano, de la ciudad colonial sureña de Popayán, era considerado desde los años cincuenta una gloria nacional y muchos críticos lo incluían entre los más originales y revolucionarios escultores de latinoamericanos y del mundo.
Negret me contó su agradecimiento con la ciudad de Popayán, donde el arte era bien visto, y con su padre, militar viajero que lo apoyó en su carrera como artista. E incluso me relató intimidades, pues me dijo que conoció al poeta Guillermo Valencia e incluso fue novio de una hija suya, Luz, con quien tuvo una gran amistad a lo largo de la vida.
Guillermo Valencia, que "era como un dios para todos", le decía, "¡mi querido Edgar, sé que sigues los pasos de Fidias!".
Obras como Kachina, Eclipse, Puente, Escalera, Acoplamiento, Gran metamorfosis, Gran templo de Sol, Sol, Machu Pichu, Eclipse, Terrazas, Quipu, Cóndor, Reloj andino, Tejido, Eclipse sobre el Cuzco, Cascada, Deidad, Laguna mística, fueron algunos de los poemas de metal y color, que llegaron a las salas ultramodernas del Museo Tamayo en Chapultepec y que el día de inauguración apreciamos al calor de los vinos cientos de asistentes invitados por la agregada cultural Linda Berg.
De Negret, la novelista y crítica argentina Marta Traba dijo en 1973 que la suya es una "obra enteramente solitaria, que ha ido haciendo de sí misma su propio referente, que ha convertido sus contradicciones internas en dinámica. Su obra no se puede tocar ni penetrar, ni movilizar, ni trasladar, no es móvil ni múltiple. Está ahí, perfecta y entera, recordándonos que la función olvidada del arte es reemplazar lo real por la estructura imaginaria capaz de reconducirnos al sentido profundo y a la medida de las fórmulas".
Dijo que siempre cayó "en los mejores grupos de artistas donde estuve" y que en Nueva York compartió con Ellswoth Kelly, Robert Indiana, Luoise Nevelson, Agnes Martine y Jacques Joungerman, quien estaba casado con la actriz Delphine Seyring. "Eramos un grupo extraordinario que nos encontrábamos todos los días y el fin de semana hacíamos reuniones en los estudios de cada uno de nosotros". Allí en Manhattan, donde dominaba el abstraccionismo de De Kooning y otros, él y sus amigos fueron mirados con "malos ojos" al principio y considerados traidores porque venían del "abstraccionismo europeo".
"En Madrid viví en casa de Juan Oteyza y su señora y conocí a los Saura, Carlos, que era fotógrafo, y terminábamos con él y su hermano Antonio en fiestas en el sótano de la librería Buchholz. En París estuve con los latinoamericanos Soto, Otero, Cruz Díez, del grupo venezolano, y con los colombianos Ramírez Villamizar y Alejandro Obregón".
Los orígenes de su obra, que se desplegaría luego en Nueva York, se remontan a su estadía en Mallorca, donde trabajó con hierro al lado de artesanos locales. Luego se trasladó a las afueras de París, en Saint Germain en Laye, donde a falta de espacio y material hizo bocetos con cartón que pintaba, pero de los cuales, me dijo, no quedó rastro.
"Cuando llegué a Nueva York tuve un estudio en Park Avenue South y allí quise montar un taller. Pero el departamento de incendios exigía unas cosas que no podía comprar. Había que forrar con materiales anti inflamables todas las paredes. Empecé entonces a trabajar con láminas delgadas de aluminio. Ponía los remaches y vi que no podía ocultarlos totalmente y usé el tornillo. Y gustó muchísimo", relató con emoción por el fortuito hallazgo neoyorquino.
"Al principio los tornillos iban en sitios necesarios, pero poco a poco se convirtieron en parte total de la obra, en algo especial y estético. Me interesó mucho que se quedara un poco a la vista el proceso de la obra. Se podía desarmar. Se podía quitar las tuercas y volver al estado primigenio. Allí hubo una definición total por los colores y formas que utilizaría después", agregó.
Desde los años cincuenta Negret hacía piezas verticales, horizontales, geométricas, coloridas, imágenes de poesía cósmica. Mucho antes de que estuviesen de moda Derrida y el desconstruccionismo, ya se había anticipado, al abandonar los remaches y dejar a la vista las tuercas y los tornillos de sus esculturas, para revelar el proceso creativo como tal en un importante gesto precursor de modernidad.

domingo, 7 de octubre de 2012

INTRIGA EN EL VATICANO

Por Eduardo García Aguilar*
Lo que hasta ahora era solo tema de best sellers de baja calidad y novelas de intriga palaciega, terminó por convertirse en realidad y una pesadilla a la vista del mundo en el Vaticano, que vive bajo el mando de un erudito y frágil pontífice que ama la música y las exquisiteces más abstrusas del espíritu.
Lejos están los tiempos de Juan Pablo II, el poderoso y enérgico polaco que marcó la historia en un cuarto de siglo de actividades incesantes por el mundo y quien enfermo, casi a punto de expirar y lacerado por intervenciones quirúrgicas sucesivas, encontraba energía para saberlo todo y salir a los balcones del palacio para arengar a las muchedumbres.
El polaco fue un portento de estadista que acompañó la transición del mundo cuando se derrumbaban la Unión Soviética, las dictaduras en los países del Este, entre ellas la de su natal Polonia, la caída del Muro de Berlín y la redefinición geopolítica del planeta hacia una nueva era de incertidumbres anunciadas por el ataque de las Torres Gemelas, en pleno corazón del imperio estadounidense.
Cuando cubrí la más extensa visita de Karol Wojtila a México, tuve la oportunidad de viajar por avión durante diez días de una ciudad a otra tras los pasos del papa, en companía de los vaticanistas y periodistas del mundo entero que lo seguíamos y pernoctábamos en las ciudaddes a donde llegaría en medio el entusiasmo de la muchedumbre.
Veracruz, Zacatecas, Durango, Monterrey, Aguascalientes, son algunas de las ciudades a donde llegó y quienes estábamos cerca de la comitiva quedábamos asombrados por ese carisma de Jefe de Esyado, la energía politica y la inagotable agilidad atlética de ese hombre que parecía poseído por una fuerza y una misión inagotables.
En Zacatecas millones de campesinos abarrotaron las montañas para escucharlo en una ceremonia impresionante que llegó a su culmen cuando dijo que llegó ahí a cumplir el sueño del poeta Ramón López Velarde, quien seis décadas antes escribió que las campanas de su ciudad estaban hechas para que algún día las escuchara el papa.
Nada de tal esplendor terrenal se ha visto durante el pontificado de Joseph Ratzinger, teólogo, filósofo, erudito de gabinete que durante décadas fue eminencia secreta, pero que en el poder se ha mostrado frágil y errático, cometiendo errores políticos en una época que parece un polvorin de incertidumbres sin nombre que requiere decisiones claras y rápidas y una gran flexibilidad ante las emergencias provocadas por países incendiados en Asia, Medio Oriente y Africa con los fuegos del fanatismo.
Al contrario, esta semana el Vaticano vivió una de las jornadas más lamentables cuando un pequeño y oscuro mayordomo laico de la familia cerrada del papa Benedicto XVI enfrentó el juicio por robar miles de documentos que filtró a la prensa, encendiendo escándalos que le han dado un golpe certero al pontífice.
El juicio reveló el verdadero mundo de intriga reinante en ese nido de víboras de poderosos prelados que luchan ya por la sucesión antes de que se extinga el frágil pastor alemán, encerrado en sus habitáculos como un dulce pajarillo en medio de cóndores, águilas y buitres.
Paolo Gabriele, o Paoletto, desayunaba con el papa, iba con él a la primera misa, lo acompañaba por todas partes y pasaba el día al lado del secretario particular de Su Eminencia, el apuesto y sexy monseñor Georg Gäsnwein, admirado como uno de los símbolos del glamour varonil del orbe, al lado de George Clonney, Robert de Niro y Brad Pitt.
De esa pequeña oficina que compartían Paoletto y Gänswein fueron extraídos los documentos secretos donde se lavaba el agua sucia de las intrigas, se revelaban las luchas entre cierta jerarquía italiana y otras fuerzas emergentes, y se daban a conocer oscuras historias de lavado de dinero en el banco Vaticano, que llevaron a renuncias, exilios y condenas.
Gänswein, de 57 años y Paoletto compartieron todo desde 2006, al lado de las laicas Carmela, Loredana, Cristina y Rosella, la asesora sor Birgit Wansing y el secretario maltés Alfred Xuereb, en lo que se consideraba una estrecha y unida familia pontificia cuyo patriarca era el mismísimo Santo Padre.
Toda esa confianza se fue al suelo en un Vaticano poblado de obras inmortales y testigo de una historia milenaria también cargada de intrigas, algunas de las cuales sangrientas. E incluso en el juicio apareció un cheque sin cobrar de 100.000 euros extraviado entre los papeles y una vieja edición incunable de la Eneida, para dar un toque aun más surrealista a la tragedia y al triste fin de reino.
¿Para cuáles intereses secretos jugaba Paolo Gabriele ? ¿Quiénes habrán sido sus cómplices ? ¿Cuáles son las otras historias secretas de esta riña palaciega que apenas comienza y salpicará a otros altos dignatarios ?
Paoletto dijo que actuó así porque se dio cuenta de que el papa no sabía nada de lo que pasaba en el gobierno Vaticano y que por lo tanto es una figura decorativa entre intrigas de poder que lo sobrepasan.
Solo difundiendo las cartas secretas contrarrestaba las patrañas. Golpeado por la traición de uno de los suyos, que se consideraba un hijo, el papa Benedicto XIV vive un fin caótico frente al cual sabiduría intelectual, su poco sentido de lo práctico y su pasión musical lo hacen inerme, como si fuese solo una mansa paloma en medio de los más feroces chacales.
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* Publicado en La Patria. Manizales. Octubre 7 de 2012.

lunes, 1 de octubre de 2012

LA NUEVA AVENTURA DEL MARQUÉS DE SADE

Por Eduardo García Aguilar
Después de dos siglos, el manuscrito de Los 120 días de Sodoma, terrible obra del marqués de Sade, es objeto de un litigio judicial entre Suiza y Francia y podría ser adquirido por cuatro o cinco millones de euros por la Biblioteca Nacional de Fracia (BNF), con la ayuda de algún secreto mecenas, revela una reciente investigación del diario Le Monde.
     Hace unos años la BNF adquirió el manuscrito de la Historia de mi vida de Giacomo Casanova, en torno al cual realizó una espléndida exposición en su moderna sede del sur de París, en la que se desplegó el enorme manuscrito en medio de escenografías sobre la vida y la época del libertino veneciano.
     Como muestra del cambio del espíritu de las épocas, ahora los más perseguidos y prohibidos autores de otros tiempos se están convirtiendo en clásicos que concitan la admiración de críticos y expertos, maravillados por la prosa de estos hombres que vivieron huyendo de la justicia, o como en el caso de Sade, pasaron la mayor parte de su existencia en prisiones.
     Casanova, que fue un gran vividor, estafador, donjuan, jugador, mentiroso, mitómano, perverso, aventurero, recorrió toda Europa cometiendo sus fechorías sexuales y económicas y al final de su vida terminó en un castillo lejano de Bohemia como humilde bibliotecario de un príncipe, convertido en un amargado y reumático cascarrabias que rumiaba con tristeza su fracaso.
     Pero en sus últimos años fue invitado a contar su vida, lo que hizo en un manuscrito de miles de páginas, donde con letra diminuta y preciosa relató unas aventuras que se convirtieron en el fresco de la Europa del Siglo de las Luces.
     El manuscrito de Casanova pasó de mano en mano de coleccionistas a lo largo de los siglos y al final recaló en la gran biblioteca francesa, que lo adquirió en 2010 por más de 7 millones de euros, suministrados por un mecenas anónimo.
     Guardado en cajas de cuero elaboradas para el efecto, estos ojos admirados pudieron ver y recorrer el manuscrito y disfrutar de la excelente caligrafía de quien se considera uno de los grandes prosistas de la lengua francesa, al lado de Saint Simon, Voltaire, Chateaubriand y Proust.
     Ahora el director de la BNF, Bruno Racine, quien desde hace seis años se ha aplicado a obtener para el Estado francés manuscritos de autores del pasado y el presente, encabeza la estrategia para hacerse del sulfuroso manuscrito de Sade, donde cuenta las peripecias sexuales de cuatro viejos que abusan y obtienen todos los favores posibles de 42 jóvenes de ambos sexos, encerrados en pleno invierno en un castillo del Bosque Negro, en la frontera franco-alemana.
     Sade pasó la mayor parte de su vida en las cárceles de Vincennes y Bastille, donde purgaba penas por el supuesto abuso de jovencitas, aunque otros consideran que también se trató de razones políticas y personales, dado el conflictivo carácter del pervertido noble, en los agitados tiempos de la decadencia y fin del Antiguo Régimen aristocrático.
     Se encontraba pues el personaje en la cárcel de la Bastilla cuando ocurrieron los acontecimientos de su toma y, según se cuenta, desde las ventanas de alguna celda Sade arengaba a la turbamulta que luego incendió el lugar, convertido en el emblema de la Revolución Francesa.
     Sade escondía el rollo del manuscrito de 12 metros, redactado con preciosa caligrafia en octubre de 1785, entre unas piedras, para que no le fuera decomisado por las autoridades, pero en medio del ajetreo de la toma de la Bastille en julio de 1789 fue trasladado casi desnudo a otra cárcel, mientras su objetos personales y la obra quedaron en la celda.
     El inspirador del sadismo murió en 1814 convencido de que había perdido el manuscrito de la que consideraba su mejor y más preciosa de sus obras, pero la verdad fue otra : un tal Arnoux de Saint-Maximin lo rescató y lo vendió posteriormente al marques de Villeneuve-Trans, cuya familia lo poseyó durante tres generaciones, cuentan los investigadores del diario Le Monde.
     En 1900 el manuscrito fue comprado por el psiquiatra inventor de la sexología, el alemán Ian Bloch, quien lo editó muy mal en 1904. En 1929 lo compró el vizconde Charles de Noailles, cuyos herederos lo conservaron hasta que fue robado a una de sus descendientes en 1982 y comprado después, al parecer de buena fe, por el coleccionista suizo Gerard Nordmann.
     Desde hace años el heredero de la familia Noailles, Carlo Perrone, reclama el manuscrito, que puede circular en Suiza, pero sería decomisado en Francia en caso de que llegase a pasar la frontera. Sin embargo, esta larga historia puede estar llegando a su fin, ya que de ser comprado por la BNF, ya solo restaría definir las cantidades que corresponderían a cada una de las partes en litigio.
     Desde el fondo de su tumba el marqués de Sade ignora que su manuscrito se salvó de las llamas de la Bastilla, cruzó los siglos intacto y que pronto obtendrá los honores oficiales y tal vez una exposición que atraerá al público, como ocurrió con las colecciones eróticas secretas de la BNF, expuestas bajo el título de El Infierno, y la de Casanova, que fue todo un éxito en 2011.
     El marqués de Sade fue un gran narrador y prosista de genio y su extensa obra es considerada un fresco social de la vida revolucionada de su tiempo, una cruel comedia humana que está a punto de obtener por fin la consagración oficial de una patria nativa que lo miró de reojo durante siglos.


sábado, 15 de septiembre de 2012

LOS SENOS DE LA DUQUESA KATE

Por Eduardo García Aguilar
En medio de las oleadas de violencia islamista en los países musulmanes, que ponen al rojo vivo la actualidad mundial, una noticia de farándula cubrió las portadas de muchos diarios y medios del mundo: las fotos con los senos al aire de la duqesa Kate, esposa del Príncipe William de Inglaterra, publicadas por la revista francesa Closer.


Paparazzis franceses lograron descubrir que la pareja se encontraba en una mansión de un familiar en la paradisíaca región de Luberon, al sur del país y cerca del Mediterráneo, donde muchas estrellas y millonarios suelen tener casas de sueño, y apostados con teleobjetivos lograron captar a la futura reina con los bellos y turgentes senos visibles, mientras hacía atenciones a su marido en una terraza bajo la canícula.



Semanas antes se habían filtrado las fotos del príncipe Harry desnudo durante una orgía realizada en Las Vegas, por lo que poco después fue enviado a la guerra en Afganistán para tratar de pulir su imagen, pero el scoop de la revista francesa Closer tuvo gran repercusión, pues muestra por primera el cuerpo perfecto de la bella Kate, una plebeya rica, muy sensual, que el príncipe William conoció en la universidad y con quien lleva ya muchos años de amor y vida común, legitimados por la complicidad y alegría entusiasta de la Reina Isabel II.



Closer es una revista del grupo Mondadori, propiedad de Silvio Berlusconi, especializada en este tipo de sorpresas y posicionada como la principal del género por su modernidad y atrevimiento, lo que le ha valido innumerables juicios de famosos molestos por la violación de su intimidad. Ningún famoso está a salvo de la intromisión de sus paparazzis y todas las casas reales, las estrellas de Hollywood, los políticos, y hasta los mandatarios han caído en la trampa de ser captados en posiciones incómodas que circulan de inmediato por toda la red. La Corona británica reaccionó de inmediato y ha demandado a la publicación francesa en un proceso que se iniciará este mismo lunes.


Kate y Pipa su hermana son plebeyas que tienen el aura erótica y sensual que las ha hecho famosas en el mundo entero y recuerdan a Lady Di, que de ser una tímida aristócrata virgen pasó a convertirse en una gran libertina con amantes, bella y osada, capaz de posar para la prensa durante sus vacaciones en el Mediterráneo con un novio árabe, lo que puso a temblar la corona antes de que muriese en un accidente de tránsito en París cuando ella y Dodi al Fayyed huían a toda velocidad por las avenidas parisinas de los paparazzi.



Pero no es el caso de Kate, quien hace muy bien el trabajo y ha logrado hacer olvidar a la horrenda mujer de su suegro el Principe Carlos, supuesta culpable del infortunio y amargura de la bella Lady Di. Kate no sólo lleva el anillo de bodas de su difunta suegra, sino que tiene una sonrisa y un caminado matadores que ya hacían las delicias de sus compañeros de clase en esa alta universidad donde sus arribistas padres la pusieron a estudiar con la esperanza de que pescara un buen partido, como en efecto lo hizo, al ganar el amor del principal, el apuesto y simpático heredero de la corona británica.


Una vez, en una velada estudiantil, Kate fue filmada en ropa interior y tales imágenes mostraban los obvios atributos de su belleza. Pero ahora los erotómanos del mundo han podido por fin ver sus senos al aire y su cuerpo deportivo en posiciones ágiles muy bien captadas por el paparazzi, que sin duda ganó cientos de miles de dólares con estas imágenes logradas con esfuerzo.



El juicio volverá a poner la noticia en las primeras planas, mientras el mundo árabe arde y crece la ola de protestas antioccidentales y cuando la crisis afecta a los países europeos, envueltos en un sismo económico que todavía no termina. La prensa comercial mundial logra así atenuar las malas noticias con la nueva historia frívola y da a los desempleados, los arruinados, los endeudados, los agobiados por las hipotecas un motivo de paliar su situación atroz.



La corona busca con el juicio a Closer disuadir a otras revistas del mundo de que publiquen las fotos, pero ya una revista filial italiana del grupo Mondadori, llamada Chi, anunció que publicará este mismo lunes 26 páginas con la futura reina desnuda. Solo la prensa inglesa se ha reprimido de difundirlas como lo hizo en el caso del príncipe Harry en cueros y rodeado de jóvenes fiesteras dispuestas a todo en una suite de Las Vegas. En su triste exilio afgano, los talibanes han utilizado un sangriento ataque el viernes a las tropas occidentales para suegrir que el objetivo de los hijos de Alá era el propio príncipe rumbero y castigado.



Los asesores de imagen de la corona británica no han tardado en reaccionar con rapidez y mostraron el mismo viernes a una virginal Kate en Kuala Lampur, capital de Malasia, ataviada con un bello y largo vestido blanco y amplio manto musulmán, en el marco de la gira principesca por el sudeste asiático. Todo el día las imágenes de la esposa del príncipe la mostraron en la forma más opuesta posible a la de su natural nudismo veraniego y en medio de las manifestaciones y quemas de embajadas estadounidenses lograron imponer la idea de que la bella puede ser también una adorable hurí prometida a Alá y al profeta Mahoma.



Y para rematar el frívolo folletín, Kate y William, han acudido este sábado a la jungla malaya para pasearse como en la película Indiana Jones en medio de fieras y orangutanes, lianas y ríos desbordados, por lo que una historia mata otra historia en este mundo donde la narrativase ha convertido en punto esencial y clave del poder.



La humanidad entera está presa de la narración y las ficciones impuestas por los asesores en comunicación de los poderosos sirven para que estos intereses se perpetúen para siempre en el mando de un orbe gobernado por el propio Big Brother de George Orwell y donde todos somos infantes manipulados por la máquina trituradora de noticias.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

EL CIRCO DE LA GUERRA Y LA PAZ

Por Eduardo García Aguilar *




Hace tiempo tuve que cubrir de cerca varios segmentos de las negociaciones de paz realizadas en México entre las guerrillas salvadoreña y guatemalteca con sus respectivos gobiernos, después de varias décadas de atroz guerra caracterizada por las más espantosas escenas y la muerte de millares de personas, a lo que se agrega el estancamiento y la pobreza generalizados. Y por fortuna celebré como muchos los acuerdos de paz firmados entre los enemigos bajo la mediación internacional, lo que fue un bello espectáculo inolvidable y esperanzador para todos, crédulos y escépticos.


En El Salvador vi el Playón de la muerte, donde se depositaban y se descomponían centenares o tal vez miles de cadáveres de guerrilleros, soldados y civiles muertos en combates y vi gallinazos y perros gordos merodeando en ese esenario apocalíptico antes de devorar pedazos de cuerpos entre hebillas, botas y ropas podridas.


El Playón de la muerte en El Salvador, situado en las laderas de un volcán dormido, cubierto por ríos de lava negra petrificada, es probablemente la zona más horrible que haya visto en toda la vida y después de estar allí pasé varios días con náuseas y una sensación insoportable que me impidió comer durante días.


Antes de ver el hueco negro de una guerra contemporánea había leído muchos libros donde se hablaba del tema y clásicos griegos y latinos donde se contaban conflagraciones entre tribus, países, imperios y colonias. En la famosa Divina Comedia se asistía a través de la pluma de Dante a las escenas del infierno y miles de libros de poesía y narraciones, memorias o testimonios, cuentan el desangre de la humanidad, las guerras de Darío, Alejandro Magno, Julio César, Carlos V, Felipe II, Luis XIV, Napoleón y Hitler, entre muchos.


Europa ha sido un terreno permanente de batalla y hace apenas seis décadas millones de personas murieron en sus valles y montañas aplastadas por los bombardeos, atravesadas por las bayonetas, muertas de hambre o gaseadas en campos de concentración o fusiladas de manera sumaria. Pero al fin las guerras se terminaron y volvió la anhelada paz.


América Latina es el fruto de un genocidio sin nombre perpetrado por los españoles y Estados Unidos a su vez se construyó sobre el exterminio de los aborígenes que poblaron esos territorios desde siempre y fueron cazados y asesinados como insectos.


Ni que decir de las crueles guerras en las estepas rusas, y los millones de batallas y masacres perpretadas en los continentes asiático y africano, donde todavía reina la injusticia y la maldad humana en todo su esplendor. Hace apenas una década el imperio norteamericano hacía una guerra ilegítima en Irak dejando mas de un millón de muertos y sin duda se apresta o tiene en sus planes otras guerras que darán fuerza a la industria armamentista, sedienta de campos de batalla.


La guerra es pues la actividad estrella de la humanidad y pareciera que sin ella y sus generales y comandantes no se puede vivir, por lo que son excepcionales los tiempos de paz si los comparamos con los largos siglos de guerras enconadas que evolucionan según los avances tecnológicos.


Todos los países tienen y han tenido próceres y héroes que terminan por convertirse en personajes familiares en torno a los cuales se guardan lealtades y odios de generación en generación. En Estados Unidos tienen a Washington, Lincoln, Eisenhower, Kennedy, Luther King ; los rusos a los Romanov, Nicolás II, Rasputín, Lenin, Stalin, Trotsky y Jrushov.


Los chinos tienen a Confucio, Sun Yat Sen, Chan Kai Chek y Mao Tse Tung. Los franceses a Robespierre, Napoleón y a De Gaulle; los ingleses a la reina Victoria y a Churchill; los alemenes a Bismark, Rosa Luxemburgo y Adolfo Hitler; los italianos a Garibaldi y a Mussolini. Los indios veneran a Gandhi y a Nehru; los españoles rezan al caudilllo Francisco Franco o a la « pasionaria » comunista Dolores Ibárruri y los argentinos al prócer San Martín y a su Evita Perón y así sucesivamente, cada uno de los países posee a esos personajes familiares por los que sus pueblos se dividen, hacen guerras y se hunden en odios sin fin.


Burgueses y proletarios, campesinos y citadinos, blancos y negros, asistócratas y plebeyos, comunistas y fascistas. Al pronunciar sus nombres surgen ejércitos y marchas y estandartes y banderolas y en las plazas se enfrentan unos contra otros en las noches de los cristales rotos o los cuchillos largos.


En Colombia, nos tocaron el «Libertador » Simón Bolívar, Bolívar superbueno, todopoderoso, perfecto, heroico, inmortal, estatuario, mitad hombre, mitad pegaso, y al otro lado su malvado rival Francisco de Paula Santander, « el hombre de las leyes », odiado a muerte por los bolivarianos. Y más adelante los radicales, el general Mosquera, « Mascachochas », y el satánico ateo y panfletario Rojas Garrido versus, al otro lado, señores y señoras, ladies and gentlemen, el « godo », el hegemónico « traidor » Rafael Núñez , el de la Constitución de 1886 y el Concordato de 1887 con la Iglesia. Y antes de la terrible Guerra de los mil días, cuando se hacían pirámides de calaveras, generales de uno y otro bando, federalistas y centralistas, matándose aquí y allá.


Sus fantasmas nos asustan en las frías noches y se aparecen tras los árboles o en la esquinas solitarias. Y todos los héroes siguen ahí entre nosotros desde ultratumba, están vivos en sus discípulos, a través de ellos nos espantan, nos convocan, nos animan, nos deprimen, hablan, manotean, gesticulan, suben a las tarimas, levantan las manos, hacen la V de la victoria y nos llevan en fila al precipicio como el flautista de Hamelin.

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* En la foto Manuel Marulanda "Tirofijo", líder histórico de las FARC y Andrés Pastrana, ex presidente que intentó sin éxito lograr la paz con la guerrilla.

lunes, 3 de septiembre de 2012

EL NAZI REICHEL DOLMATOFF

Por Eduardo García Aguilar

Dicen los expertos alemanes especializados en rastrear las vidas de los nazis que rehicieron sus vidas en tierras lejanas y ocultaron sus crímenes hasta la muerte, que el caso de Gerardo Reichel Dolmatoff es uno más entre miles y no se extrañan para nada de la forma en que éste mintio a los suyos y a todo un país.

Agregan que es normal que familiares y amigos de personas que han ocultado durante sus vidas los crímenes de juventud se sientan impresionados y se empecinen en negar las evidencias mostradas por los expertos o traten por todos los medios de buscar justificaciones para limpiar la memoria del difunto, como lo hace la notable antropóloga María Victoria Uribe, autora del clásico Matar, rematar y contrarrematar.

Muchos alemanes, como el filósofo Martin Heidegger, fueron simpatizantes del régimen nazi en los momentos de su ascenso, pero nunca cometieron crímenes o fueron hombres de mano, sicarios, asesinos, como si fue el caso del reinsertado antropólogo que se convirtió en figura del humanismo colombiano a lo largo de medio siglo en una obra maestra de la impostura.

Una vez descubiertos los detalles de la participación del joven Reichel en la Noche de los cuchillos largos y sus actividades como asesino y entrenador en el campo de concentración de Dachau, resta por elucidar su paso directo a los medios de izquierda de Francia, donde se camufló un tiempo ganando la confianza de humanistas como Paul Rivet, para saltar ya limpio de toda culpa a la lejana Colombia, donde fue representante de la Resistencia del general Charles de Gaulle. ¿Habrá sido un informante en esos medios, una especie de espía dormido al interior del enemigo ? Los investigadores tendrán ahora la ardua tarea de revisar los archivos y probablemente en el futuro Reichel Dolmatoff nos dará muchas más sorpresas desde el más allá.

Como él hubo miles de fugitivos nazis que pasaron de agache a la cacería realizada por las organizaciones judías que los perseguían para llevarlos a juicio como a Adolf Eichmann o a Klaus Barbie. Personaje de novela, Reichel Dolmatoff habrá mostrado ser de una inteligencia superior y de astucia notable para inventar la novela de su vida, engañar a los ingenuos y arribistas colombianos y convertirse en un feliz arqueólogo y antropólogo, oculto en las selvas de Colombia, labor en que sin duda le ayudó mucho sin saberlo su abnegada esposa colombiana, que firma con él varios de sus libros y publicaciones y a lo mejor hasta se los escribió.

En Colombia, Hitler y los nazis contaron con muchos simpatizantes a lo largo de su carrera hacia el poder desde los años 20 hasta los 30 y durante la guerra. Circulaban noticieros o cortos propagandístcos que se proyectaban en las funciones cinematográficas de los años 30 y 40 y se quedaron para siempre en Colombia en bodegas de cines desahuciados o en archivos abandonados dentro de recipientes que se iban oxidando inexorablemente.

Algunos tenían gran calidad como las películas extraordinarias sobre los Juegos Olímpicos de Berlín filmados por la diva Leni Riefenstahl, protegida por Hitler. Como es bien sabido, el Führer era muy aficionado a la fotografía e incluso conoció y sedujo a Eva Braun cuando ella era una jovencita dependienta en Münich en una tienda de fotografía donde él solía posar con su acicalado bigote.

Había muchos noticieros de propaganda de agencias alemanas donde se veían ceremonias especiales, discursos de líderes como Heinrich Himmler, Joseph Goebbels, Hermann Goëring, o Reinhard Heydrich, o cortos racistas sobre los infrahombres como el que llevaba por título Der untermench. Imágenes de ceremonias extrañas donde aparecía el Fürhrer de pie en una flamante berlina descapotable pasando revista a las tropas de la Liebstabndarte Adolf Hitler, con kepis, impecable gabán cruzado, el signo nazi en el brazo izquierdo, escoltado por el líder de las SS, el Reichsfürer Heinrich Himmler, ataviado a su vez con su elegante uniforme negro, charreteras, condecoraciones, el casco metálico, guantes y cinturón blanco.

Himmler, el lider de las SS donde participó activamente Reichel Dolmatoff, abogaba por el renacimiento germánico. En la catedral de Qedlinburg, encabezó una ceremonia para depositar los restos del supuesto Enrique I, fundador de la raza germana, exhumados por arqueólogos de la juventud nazi. Himmler colocó la ofrenda floral y rezó el Padre Nuestro en la lengua de la religión natural saxo-irminista, por lo que se oía un treno repetitivo con fondo de música sacra : « Vatar unsar der Du bist der aithar, Gibor ist Hagal des Aithars und der irda ».

Aunque era más franquista que pro-hitleriano, Laureano Gómez vivió en Berlín el ascenso de Hitler como embajador del presidente Enrique Olaya Herrera a inicios de los años 30 y mantuvo una relación permanente con la legación alemana en Bogotá. El canciller López de Mesa coqueteó con las ideas eugenistas y fue hostil a los judíos y Silvio Villegas y sus Leopardos fueron directamente pro-nazis y fascistas, como lo atestigua la lectura de No hay enemigos a la derecha, colección de ensayos del joven greco-quimbaya, quien soñaba con imponer un régimen de esa índole en Colombia.

No es de extrañar pues que Reichel Dolmatoff encontrara en Colombia un terreno familiar y que al reconstruir su biografía en el terreno opuesto a las actividades originales, se riera a carcajadas mientras se afeitaba. Sus amigos y discípulos escrutarán ahora cada uno de sus silencios y comprenderán que fueron víctimas de una escalofriante mentira y que el supuesto sabio humanista los engañó olímpicamente como una prueba reina más de la maldad humana.

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Publicado en el diario La Patria. Manizales. Colombia. Septiembre 1 de 2012

sábado, 25 de agosto de 2012

NEURASTENIA Y GRAMÁTICA EN COLOMBIA

Por Eduardo García Aguilar



Después de leer las 379 páginas de El cuervo blanco, de Fernando Vallejo, peculiar biografia personal del filólogo Rufino J. Cuervo, sentí una terrible sensación de asfixia, porque de ese volumen emanan las polillas y el olor mortecino de la colombia decimonónica, ultramontana y oligárquica que ha vivido y vive a espaldas del país real, en el limbo de un eterno Concilio de Trento.



En este libro, Vallejo se convierte en el amanuense de la vida de un neurasténico oligarca colombiano, al revisar y cotejar decenas de miles de documentos conservados en diversas instituciones, como cartas suyas y de corresponsales, tarjetas postales, libros, documentos notariales, artículos, referencias públicas y privadas, objetos y hasta la voz del muerto grabada en gramófono.



El autor realiza un organigrama catastral de esa cantidad extraordinaria de materiales guardados en Bogotá desde hace un siglo y hace una relación minuciosa de las palabras del gramático, cuya existencia en París, viviendo de las rentas, transcurrió llena de achaques al lado de su hermano Angel y tras la muerte de éste, en compañía de una criada solterona, originaria de la Francia profunda.



Había leído hace tiempo el diario de viaje de su hermano Angel Cuervo, donde se relata el periplo filial por casi cien ciudades y pueblos europeos, cuando los ya millonarios cerveceros bogotanos buscaban establecer relaciones comerciales y nuevas técnicas para sus productos, a lo que se unía la visita de personajes, munumentos, museos, restaurantes, hoteles e iglesias, abundantes desde el occidente europeo hasta la remota Estambul.



Los Cuervo, como los Silva, Marroquín, Holguín, Samper, Pombo, Caro, López, Urdaneta, Borda, Lleras y otras familias de la sabana de Bogotá, hacían parte de un reducido club endogámico de notables hacendados que han dominado a Colombia a través de los siglos, y acaparado todas las posiciones, mientras al otro lado se hundía el país profundo en la miseria, la enfermedad y el olvido, las poblaciones de origen indígena y africano en las orillas inhóspitas de ríos y océanos y los jornaleros mestizos en valles y cordilleras.



La historia oficial de Colombia, en boga hasta que por fortuna se dio un gran revolcón académico en la historiografía a partir de los años sesenta del siglo pasado, se redujo a la hagiografía de unas cuantas familias de alcurnia bogotana y personajes míticos pertenecientes a las mismas que nos impusieron en la escuela como los clásicos de la literatura, la poesía y el pensamiento nacionales y cuyos nombres y apellidos acaparan plazas, instituciones, claustros y avenidas.



Es la historia de unos cuantos privilegiados ricos que iban y venían a París y Londres, unos a expensas de su capital, como los Cuervo, y otros del erario público, a través de los principales cargos diplomáticos que se repartían y se reparten todavía entre ellos.



Al leer esta relación de cartas, se revela el nepotismo colombiano, donde unas cuantas familias se sucedían y se suceden en la presidencia y se unen entre ellas, en un entramado de corrupción y riquezas mal habidas, en medio de guerras y exterminios realizados por sus sicarios, como la Guerra de los Mil Días y otras de antes y después.



Esos héroes culturales, muy católicos, caritativos y castos que nos impuso la oligarquía bogotana al resto de habitantes del país como infalibles deidades culturales, han sido siempre mostrados como ángeles, santos, imágenes devotas que como Cuervo, Silva, Caro, Holguín, Pombo el plagiario y Samper están más allá del bien y del mal, cuando muchos de ellos no fueron más que miembros de familias pícaras e impunes, que coaligadas con el poder eclesiástico, impusieron en Colombia el más atroz Apartheid.



Tal vez sin quererlo, o tal vez queriéndolo, el autor hace un retrato a veces un poco caótico de ese mundo ido e infame, a través de la historia de un neurasténico rentista que pasó su vida tratando de reunir todas las voces del idioma español, castizo, de pura estirpe, para imponerle un cinturón de castidad eterno que por fortuna fue destrozado por la fuerza de la imfame turba colombiana y rematado por Gabriel García Márquez



A través de los papeles de Cuervo, que el autor santifica, vemos esa atroz Colombia endogámica de personajes rentistas que rezan todo el día mientras en sus fincas se esclaviza y se mata, y cuya riqueza y poder autocrático todos dan por sentados por gracia divina y nadie cuestiona, así como la supuesta inteligencia y brillantez, heredada de generación en generación.



Pero lo más terrorífico de esta historia que emana del escaparate de bisabuela de Cuervo, es que el poder de esos cuantos oligarcas latinistas y gramáticos bogotanos decimonónicos pretendió también basarse en el cabestreo del idioma catellano, castizo, ultrahispánico, ultramontano e impoluto, que todos deberíamos según ellos conservar, pero que está mandado a recoger, porque ya se lo comió la manigua de la imfame turba latinoamericana con su polifacética lengua demoniaca y calibanesca.



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Fernando Vallejo. El Cuervo Blanco. Alfaguara. Bogota. 2012. 379 pp.

sábado, 18 de agosto de 2012

LAS CUITAS DE UNA JOVEN PROMESA

Por Eduardo García Aguilar *
Lo bueno de ya no ser joven ni promesa, es que el escritor recobra la libertad experimentada cuando en la adolescencia, al dar los primeros pasos en la lectura, escribía para nadie y para nada en los cuadernos escolares mientras terminaban las clases tediosas.
Diversas razones llevan a un individuo a convertirse en lo que otros denominan « un escritor » y que termina por convertirse en una terrible etiqueta de plomo que no deja vivir y es una impostura.
Cuando años después uno reflexiona sobre cómo ingresó de lleno a la literatura, trata de escrutar las influencias paternas o familiares en unos casos y en otros de maestros o extraños a través de los cuales se nos llamó la atención sobre las palabras y comprende entonces que el flechazo surgió siempre del contacto con los libros.
Cuando el padre o un conocido de la familia, o un maestro, o una tía amante de los libros, deja ver la joya entre sus manos y habla de ella con emoción, algún adolescente perdido entre los muchos que rodean el ámbito familiar o escolar pesca la oportunidad y se desboca hacia esas hojas que cambiarán su vida para siempre.
Al entrar en contacto con Las mil y una noches, La Biblia, las tragedias o comedias clásicas griegas o latinas, o las obras de Kafka, Dostoievsky, Herman Hesse, Oscar Wilde, Charles Baudelaire, Rimbaud, Withman, García Lorca, Gogol, Hemingway o Nietzsche, sabe que ya no habrá reversa alguna y que se entró en un terreno hecho para él.
Pienso en esas figuras y obras que de repente poblaron días y noches y nos fascinaron. En el caso de Rimbaud, surgía una identificación con la rebeldía del adolescente que conquistaba el mundo con palabras y se perdía tras de ellas. En el caso de Nietzsche era la voz lúcida del loco que gritaba en medio del desierto contra una humanidad que no lo entendía. Y con Withman, el viejo barbado de overol que cantaba a la naturaleza y a la vida normal, uno se identificaba con la insumisión y la libertad que emanaba de él.
En todos esos ídolos literarios el adolescente encuentra apoyos para enfrentar la estulticia e incomprensión ambientes, la pobreza de espíritu de la mayoría de las personas que lo rodean y no entienden que la luz interior emane como fuego fatuo e ilumine sus noches y su soledad.
Pero el escritor adolescente no ingresa a ese mundo por codicia ni avaricia, sino por insumisión y generosidad, no llega a la literatura para competir y odiar sino para ser y entender, para que sus ojos y su corazón vean y sientan más a medida que pasan los meses, que son eternidades en las arenas aciagas de la adolescencia.
Vive esa libertad, pero pronto, al destacarse entre los suyos y comenzar a publicar en periódicos y revistas o a ganar concursos escolares o nacionales, el joven escritor entra en un peligroso terreno donde puede perder su rumbo, como es el caso de muchos que fueron alguna vez «infectados » por la literatura.
De los primeros pasos titubeantes, del aprendizaje, de la escritura desbocada y caótica pasa entonces a ser estigmatizado con la etiqueta de « escritor », algo que lo separa de los otros, lo enceguece con la vanidad y la ambición y lo conmina a vivir en un terreno aparte, odioso, que lo pervierte y lo aleja de la vida y de la gente. Comienza a creerse un Buda viviente.
Al publicar sus primeros libros se convierte el pobre ex escritor adolescente, ese angel impuro e indómito, en una joven promesa de la tribu, que lo coopta, lo corrompe poco a poco y le hace creer que es distinto, superior a los otros.
Los honores y premios iniciales, la publicación de las primeras novelas o poemarios, la inscripción en listas aleatorias de promesas futuras, como si se tratara de una carrera de caballos, contaminará su existencia y lo convertirá en una bestia de competencia.
Nada peor que ser una joven promesa literaria de un país y ser cooptado por las fuerzas de un orgullo nacional o parroquial, nada más terrible que esa carga que pesa demasiado, cuando los corruptos negociantes del mundo editorial o el poder cultural los utilizan para jugar con ellos en la gallera internacional de las apuestas literarias.
Algunos sabios optan por volver a la vida y al silencio y otros son corroidos por la vanidad y la ambición, por esa fuerza odiosa de abrirse camino a toda costa contra los otros sin escuchar, sin sentirlos, sentados ya como batracios en vanos tronos literarios de donde los sacará la podedumbre.
Nada mejor para una joven promesa que huir a tiempo de ese reino de espejos donde se te rendirá pleitesía mientras corra en el hipódromo y otros hagan las apuestas. Si huye a tiempo será libre, escribirá por necesidad, para ser y revelar, no para rendir cuentas a las esperanzas bobas de una tribu, como si fuese una reina de belleza, un medallista olímpico o un cantante de moda.
La literatura, el pensamiento, la filosofía son algo distinto. Son procesos por los cuales un ser humano trata de entender el mundo y su propio lugar en él. Un escritor, un pensador, es un Diógenes desnudo e irónico que recorre el mundo indagando siempre sin encontrar respuestas. Un escritor etiquetado y autista no será mas que una atroz marioneta de vanidad y ambición que ha perdido y traicionado el brillo del Rimbaud que llevaba dentro en sus inicios.
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* En la foto Gabriel García Márquez recién golpeado por el joven Mario Vargas Llosa.





sábado, 11 de agosto de 2012

AÍNSA Y LA NARRATIVA NÓMADA LATINOAMERICANA

Por Eduardo García Aguilar


Un libro de lectura necesaria en los departamentos de literatura de las universidades y los medios literarios latinoamericanos será tal vez desde ahora el del ensayista Fernando Aínsa, "Palabras nomadas. Nueva cartografía de la pertenencia", recién publicado en Madrid en la colección La Crítica practicante por la editorial Iberoamericana Vervuert, donde el autor se pone en la tarea de investigar lo que ha pasado en la narrativa latinoamericana en los ultimos 30 años, de 1980 a 2012, después del fin del llamado "boom".


A partir de la lectura de cientos de novelas y libros de relatos de autores latinoamericanos en activo, en especial de las nuevas generaciones nacidas a partir de los años 50, o sea desde la generación de Robero Bolaño en adelante, Aínsa nos muestra que el panorama general cambió y los paradigmas y cánones dominantes fueron superados, tales como las literaturas nacionales o continentales que representaron durante décadas la orgullosa identidad de países o regiones afirmados ante el mundo por medio de revoluciones y contrarrevoluciones, entre himnos nacionales y retóricas que al unísono fracasaron, dejando un reguero de sangre y millones de tumbas inútiles.


Con el fin de esas literaturas patrióticas o continentalistas, que nutrían los orgullos identitarios en tiempos de guerras frías o calientes, se difuminaron también los patriarcas de la tribu, los "maestros de la juventud" y los escritores "padres de la patria" o héroes nacionales, en quienes todos se identificaban y a quienes se rendía pleitesía y se construían estatuas como a santos. El modelo era el escritor romántico y guerrero, como Martí, mucho mejor si moría en la trinchera como un mártir.


Antes, en el siglo XIX y comienzos del XX, estos padres de la patria eran ley y el sueño de todo autor era convertirse en uno de ellos y que su nombre terminara en plazas, colegios, edificios, avenidas o aeropuertos. Así como los héroes románticos buscaban la gloria independizando países y creando Constituciones como Bolívar y los héroes de la guerra fría la buscaban muriendo como el Che Guevara en la montaña, haciendo la revolución, los autores soñaban con llegar a ser algún día el engolado patriarca venerado por sus compatriotas o los habitantes de hispanoamérica entera.


Personajes como José Vasconcelos, Rómulo Gallegos, Miguel Angel Asturias, Pablo Neruda, Octavio Paz, Gabriel García Marquez y Mario Vargas Llosa fueron los últimos fulgores de ese escritor nacional o continental convertido en una deidad infalible, que todo lo sabía, tronaba desde los aires como Zeus, y a la que se le prendían velas e incluso podía llegar a ser candidato presidencial como Vasconcelos, Gallegos, Neruda o Vargas Llosa.


Al lado de ese escritor oficial, embajador o candidato, encorbatado y estatuario, también figuraba el modesto escritor provinciano de "Nuestra América", una América idealizada que se afirmaba mientras el mundo viajaba aceleradamente hacia el cosmopolitismo, el fin de las fronteras y cuando el viaje y la comunicación, antes escasas y elitistas, se banalizaban y se convertían en la moneda corriente dominante, con la masiva migración proletaria hacia las potencias, donde el marginal chicano, peruano, centroamericano o colombiano rehacía su vida e incluso llegaba a altas posiciones o a generar un gran poder cultural como en Estados Unidos.


Ese ídolo nacional o continental se derrumbó en estos 30 años analizados por Aínsa y con él la literatura engolada, retórica, el escribir bonito y bien, de manera positiva y patriótica, grave, por lo que se dijo adiós a los escritores encorbatados, solemnes, condecorados, listos en cualquier momento a cantar los himnos nacionales y a morir aplastados por las condecoraciones y los grados honoris causa.


Toda esa era terminó con el Nóbel hace dos años a Vargas Llosa, que, como escribió el mexicano Jorge Volpi en la revista Nexos, fue como la caída de una enorme lápida de mármol sobre la literatura continental.


En su lugar se instaló la ironía y el humor, y triunfó como representante máximo generacional un autor muerto y antinacional, un antihéroe surgido del margen de todos los márgenes, el increíble chileno Roberto Bolaño, quien se resiste pese al mito a subirse a las estatuas y a los nombres de avenidas y plazas. Los escritores ya no se reivindican como latinoamericanos ni cargan obligatoriamente a su patria y escriben una literatura nómada.


Dice Aínsa que "la palabra solemne y responsabilizada del pasado, cede el tono grandilocuente, cuando no retórico de que se creía investida, a la crónica burlona y desacralizada de la aventura del latinoamericano en el mundo".


Y agrega que en estas obras de las nuevas generaciones "se adivina el rumbo de una narrativa cuyas reivindicaciones tradicionales parecen haber sido desmentidas por una historia que ya no se escribe con mayúscula y que se encara desde una perspectiva más modesta, en todo caso aceptando su intrínseca complejidad y preconizando una voraz integración antropológica del rico acervo cultural del continente en abierto intercambio con el resto del mundo".


En el excelente y completo libro de Aínsa se abordan todas esas nuevas literaturas latinoamericanas, donde ingresan los temas musicales y delincuenciales abordados por mexicanos y colombianos, hasta los asuntos excéntricos, ultraliterarios y paródicos en boga en México, Argentina y el Cono Sur en general, cuando no la recanibalización y relectura de las capitales literarias mundiales como París y Nueva York, que son bajadas del mito cortazariano a la terrenalidad de un siglo XXI, acelerado por el viaje y la red internet.


El desgaste de la literatura política, el nuevo cosmopolitismo, las capitales de la diáspora, la pérdida de los referentes nacionales y el viaje permanente en un mundo globalizado, son algunos de los temas fascinantes que con lucidez, ironía y amenidad aborda Aínsa en este libro necesario en medio del caos crítico reinante en las últimas décadas ante una literatura a veces inasible y centrífuga.


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Aínsa, Fernando. Palabras nómadas. Nueva cartografía de la pertenencia. Colección La Crítica practicante. Editorial Iberoamericana Vervuert. Madrid-Frankfurt. 220 pp. 2012

sábado, 4 de agosto de 2012

CUSCÚS ARABE EN BELLEVILLE

Por Eduardo García Aguilar

Ahora en estos tiempos de celebración de las festividades musulmanas del Ramadán, visité Belleville, uno de los barrios populares más bellos de París, donde vive una población mixta de todos los orígenes mundiales, pero predominan árabes y africanos de las excolonias que, por derecho ancestral propio, pertenecen a la nación francesa.

El bulevard Belleville es uno de los más pintorescos y maravillosos lugares de la ciudad, donde los olores y colores orientales nos hacen viajar en un instante a Marruecos, Túnez, Argelia, Egipto, Libia y otros lugares mediterráneos donde hoy reina la religión de Mahoma, pero antes dominaron los faraones, Alejandro Magno el macedonio, los romanos y posteriormente las potencias europeas.

Estigmatizados por los nostálgicos del nazismo o por los cavernarios racistas que aún creen en las razas superiores y puras, los árabes son las personas más sencillas y conviviales y sabias y basta sentarse en el café El Sol bajo el suave bochorno del verano para ver pasar ancianos y ancianas que en sus frentes y miradas expresan la sabiduría de los pueblos sufridos y milenarios.

Ahí en ese lugar típico del barrio donde viví unos años hace tiempo, se dan cita jóvenes y viejos para disfrutar de esta avenida amplia, arbolada, y tomar una cerveza o el delicioso y dulce té oriental de menta que alegra los estómagos y los espíritus.

El patrón de amplio bigote me lleva a la barra para que me tome ahí una foto como si fuese el barman de aquel sitio cuyas paredes estan cubiertas por murales coloridos y festivos de todos los colores y donde suena la deliciosa melodía de la lengua árabe.

Porque los árabes u otras etnias del sur del Mediterráneo aman la fiesta, el tamborileo, la danza de la etnia gnaua marroquí poseída hasta el delirio en homenaje al cuerpo africano de donde proviene, la música de los instrumentos de cuerda y las voces agudas que invocan las tardes interminables en los oasis al calor del dulce dátil y la pastelería meliflua que comunica al paladar con el azúcar del planeta tierra.

Al lado del típico café El Sol, mi preferido, se suceden a lo largo de la avenida uno tras otro los bares desde donde salen las músicas variadas y al frente, cruzando el bulevar, se suceden por su lado los restaurantes de cuscús y tagine, cuyo olor nos llega a la mesa y nos obliga a levantarnos como hipnotizados y cruzar la calle para escoger entre las distintas variedades de la exquisita preparación: tagines variadas, cuscús pollo, cuscús merguez, cuscús cordero, cuscús res o cuscús real que los reúne a todos.

Como durante el Ramadán los musulmanes no pueden comer durante el día, deben esperar hasta la noche para ceder a los impulsos provocados por la fatiga y el hambre rituales. Por eso esta noche los restaurantes todos están llenos de gente y hay cola afuera para merecer una mesa.

Los culinarios del norte de Africa han desplegado en estos días todas sus cualidades para satisfacer a la clientela, que a su vez es tribal y familiar. Todos son primos de alguna u otra forma y para homenajear a Alá, en cuyo nombre se ha hecho el sacrificio del ayuno, los encargados han sacado los mejores manteles y se han aplicado a realizar las mejores preparaciones con la mayor calidad posible, como lo atestiguan los aromas que inundan la calle y siembran felicidad y plenitud en transeúntes y curiosos.

Niños, abuelos, madres, hijas, primos, tíos, todos al unísono festejan la cena y toda la calle se llena de mujeres trajeadas con los largos faldones y los chadores y burkas y mantos prescritos para las hembras por la estricta tradición religiosa machista que se remonta al siglo séptimo de nuestra era y surgió en los desiertos de Arabia y Africa, en el centro de las carvanas de camellos que recorrían las ardientes arenas milenarias.

Me he sentado por fin y he pedido un cuscús merguez, que tiene como centro ese largo chorizo de cordero que reina sobre el plato típicamente magrebí, compuesto por sémola de grano y servido con salsa y verduras, como bien dice el diccionario de la Real Academia de la lengua española, una lengua que es más árabe de lo que creemos.

Después de degustarlo poco a poco y saciar el hambre, pasé a las tiendas de abarrotes del al lado que han sacado a la calle todos los dulces, pasteles, frutas y delicias azucaradas inimaginables como dátiles, uvas pasas, cremas de cacahuate o maní, y pastelillos de infinitas variedades envueltos en miel. La gente saca las sillas a la calle y conversa en la cálida madrugada al son de la música oriental.

Y al final he rematado con un té de menta en esta noche de viernes que me ha hecho sentir más árabe que nunca, porque los hispanos, los hispanoamericanos, a quienes ellos nos tratan muy bien, tenemos todos en nuestras venas la sangre que viajó en los barcos de los conquistadores y se remonta a miles de años de dominio oriental en casi toda España, cuando reinaron allí los Omeyas hasta la caída del último rey moro de Granada, Boabdil, en 1492. Un dominio que brilla aún por los altos niveles de cultura logrados por esa civilización que ahora lucha por deshacerse de los fanáticos.






sábado, 28 de julio de 2012

LOS JUEGOS OLÍMPICOS, BATMAN Y LA GUERRA

Por Eduardo García Aguilar



El mundo se paraliza desde esta esta semana con los Juegos Olímpicos, cuya horrenda inauguración acaparó todas las pantallas, haciendo pasar a segundo plano las crisis económicas, las guerras, la pobreza, la contaminación mundial y el deterioro del planeta, dominado como nunca por los poderes de la plutocracia más depredadora y asesina.


A diferencia de otros tiempos cuando las noticias tardaban y se digerían a través de los diarios y las ondas radiales, el mundo globalizado de hoy en una inmensa e intercomunicada red miltimedia, un videojuego que nos matiene enterados al instante de todo lo que pasa, como si viviéramos en una telenovela de horror permanente.


Los Juegos Olímpicos taparán por un mes los graves conflictos y el polvorín en que está convirtiéndose el planeta, pero en menos de un mes volveremos a enterarnos que vivimos uno de los instantes geopolíticos más decisivos de la historia reciente y que Colombia y Suramérica en general hacen parte del mapa de la codicia de las fuerzas financieras mundiales y tal vez ya figuren en la agenda de las guerras futuras azuzadas por los agentes locales de esos intereses.


El asesino loco de la ciudad estadounidense de Aurora, que se creía el Joker de la nueva versión de Batman, con su cabello pintado de rojo y su mirada de payaso de juguete, es la metáfora perfecta del mundo en que vivimos y de la hipocresía de los grandes industriales del armamento y sus grupos de influencia, que hacen todo lo posible para que las armas sigan vendiéndose libremente y las guerras regionales se reproduzcan como champiñones.


Sectores retardatarios del sistema norteamericano, como los puritanos hipócritas o los ultraconservadores, generan sin escrúpulos el mal que dicen combatir en todas las partes del mundo, consumiendo la mitad de la cocaína que se produce en América Latina y por otro lado facilitando la reproducción de las masacres delirantes de tipo Columbine y Aurora, al permitir que cualquier pelagatos compre las armas como si se tratara de juguetes o bombones.


Y además, ese mismo sistema financiero y político mundial encabezado por Tío Sam y en el que desempeñan gran papel Europa, los países emergentes como China, Brasil, India, o las ricas monarquías árabes, así como la plutocracia rusa, entre otros, alienta cada año el surgimiento de nuevas guerras y conflictos en el mundo para participar en el próspero negocio millonario del armamento, del que viven Estados Unidos, Alemania, Francia y otros países europeos, por un lado, y por otro lado, China, India y otros países emergentes que ganan millones vendiendo tanques, aviones, fusiles, lanzacohetes, municiones, barcos de guerra, minas y todo tipo de instrumentos bélicos y de represión.


A esas potencias les conviene que cíclicamente los países del mundo se trencen en guerras y cuando en una región suenan los vítores de la paz, se precipitan a crear otras en zonas donde no existían o había cierta estabilidad.


América Latina fue durante mucho tiempo centro de guerras locales y conflictos y ahora, salvo en Colombia, México y Guatemala, reina cierta calma, pero los gérmenes de nuevos conflictos azuzados por el odio tenebroso de ignaros líderes fanáticos siguen latentes para cuando los imperios decidan abrir un nuevo campo para sus rentables negocios.


Las guerras de Libia y Siria no son desde ningún punto de vista la irrupción de rebeliones auténticas, sino la cínica estrategia de crear conflictos para poner a funcionar la industria armamentista imperial que destruye todo para que después los gigantes grupos se enriquezcan con la reconstrucción o la explotación del subsuelo. Todo eso sobre un mar infinito de cadáveres, familias destrozadas, niños traumatizados y masacrados, de ingenuos militantes y soldados desaparecidos por miles mientras los líderes mundiales brindan champán en sus encuentros interminables y hablan a favor de una democracia falsa y corrupta.


Las guerras de Irak provocadas por los Bush padre e hijo -famosos magnates petroleros-, las guerras de Oriente Medio y los conflictos en Africa y el sudeste asiático y las regiones fronterizas del sur de Rusia, en torno al mar Negro y el Bósforo, solo son conflictos para definir la repartición de los recursos petroleros y gasíferos del siglo XXI y establecer las rutas futuras del producto. Las potencias mundiales occidentales y ahora Rusia, China e India están creando nuevos bloques para definir como se repartirán las riquezas del susbsuelo de la parte sur del planeta, de las que depende su sobrevivencia y su poderío.


Y por supuesto los Juegos Olímpicos, el fútbol, Batman, las noticias de la farándula mundial, las telenovelas reales e imaginarias que nos cuentan la radio, la TV y la cinematografía hollywoodense, son instrumentos para mantener a la población alienada y ciega, como niños eternos, anestesiada frente a la pantalla chica o grande mientras se fraguan frente a sus casas los horrores del futuro en que estarán involucrados.


Todos aquellos que vivimos en zonas ahora relativamente pacíficas del planeta, no debemos estar muy seguros ni confiados de la permanencia de ese idílico momento. En cualquier instante la guerra puede tocar a nuestra puerta y ponernos en una deriva de horror como la han vivido Irak, Afganistán, Libia, Siria, Chechenia, Georgia, Pakistán, Costa de Marfil, Mali, Chile, México, El Salvador, Guatemala, los Balcanes, y decenas de países que son y serán la carne de cañón de las nuevas guerras por el botín planetario del subsuelo.





miércoles, 25 de julio de 2012

LIBROS ERÓTICOS Y LIBERTINOS

Por Eduardo García Aguilar




Hay una larga tradición de libros libertinos que se remonta a los tiempos de la Roma Imperial y al despunte de la modernidad en el Renacimiento, obras donde fluye el cuerpo con total libertad, bajo improntas paganas primero y luego demarcándose de la represión inquisitorial y la rigidez religiosa imperante a lo largo del medioevo.


Solo basta ver las ruinas de Pompeya, sus frescos y objetos cotidianos para comprender que el arte del amor hacía parte esencial de la vida cotidiana de patricios y plebe : imágenes desbordadas de erotismo en paredes, vasijas y superficies diversas, cuando no representaciones en pequeñas esculturas, muebles, camafeos e instrumentos de la vida diaria.


En los miles y miles de vasos griegos expuestos en el Louvre y otros museos se reproducen las crudas escenas del coito en todas las posiciones posibles entre personas de ambos o del mismo sexo. Obras de una perfección fascinante que nos maravillan hoy porque representan un culto al cuerpo atlético, radiante en todo su vigor juvenil, a través de ninfas, efebos, venus, gigantes, héroes hercúleos, guerreros o madonnas.


En Grecia la filosofía se practicaba en bacanales libertinas que vemos bien descritas en los diálogos de Platon, donde el ebrio Sócrates va de puerta en puerta libando y llega al destino para seguir la fiesta y discutir y pensar al calor del vino y la orgía sexual.


En la Roma Imperial se superaron todos los límites y en el Coliseo Romano el erotismo llegó al máximo sadomasoquista con gladiadores sudorosos que combatían y morían descuartizados en la arena ante el público expectante, con sus pieles sudorosas que brillaban bajo el sol veraniego.


Y en el Renacimiento, en Venecia y otras ciudades, los libertinos estaban al acecho enmascarados y disfrazados practicando la aventura de la seducción y la fiebre de buscar a toda costa el placer desbordado.


De esa era datan ya grandes textos como el Decameron o los poemas de Aretino, así como las Memorias secretas donde se cuenta en detalle la deriva sexual de los amantes en la lujuria y la fornicación.


La era de la Ilustración, o sea el Siglo de las Luces, refinaría ya al máximo el arte del libertinaje a través de cientos de novelas anónimas o firmadas, donde se cuentan las aventuras eróticas de todas las clases, practicadas al escondido de las leyes y las reglas morales en vigor. El gran Giacomo Casanova sería una de las máximas leyendas de esa práctica aventurera, a la que se une luego la más excesiva de todas bajo el nombre del gran Marqués de Sade, quien imaginó todos sus atrocidades en las cárceles a donde fue confinado por sus abusos.


La biblioteca de la Pleiade de la editorial Gallimard publicó en dos volúmenes una muestra de las principales novelas libertinas de la Ilustración dieciochesca, escritas a veces por grandes autores que prefirieron ocultar su nombre tras un vistoso seudónimo.


Algunos se destacan allí como el gran novelista libertino Retif de la Bretonne, y otros como Dorat, Nerciat, Godard de Beauchamps, Meusnier de Querlon, Boyer d’Argens y Gervaise de Latouche, entre otros, que publicaron libros prohibidos como Teresa Filósofa, El pie de Fanchette, el Nieto de Hércules o El niño del burdel, La Mesalina framcesa y La costurera Margot, que aparecían en ediciones clandestinas ilustradas con detalle por grabadores de talento y fueron conservados secretamente en el famoso « Infierno » de la Biblioteca Nacional de Francia.


Esas novelas libertinas del siglo XVIII son además estudios sociológicos de la sociedad de su tiempo, que presagiaba ya la Revolución y el fin del viejo e injusto régimen aristocrático bajo la Monarquía, agotado ya desde hace tiempo.


Luego vinieron los escritores decadentes de fines del siglo XIX y a comienzos del XX grandes maestros del erotismo y las literaturas prohibidas como Oscar Wilde y Marcel Proust, cuyo En busca del tiempo perdido es un amplio fresco de la pasión erótica prohibida.


En nuestra época Roger Vadim y Klaus Kinski son herederos contemporáneos de Casanova y Sade. El realizador Vadim es muy claro en sus Memorias, pues desnuda sus amores con hermosísimas mujeres, íconos máximos del siglo XX como son Brigitte Bardot, Annette, Chatherine Deneuve y Jane Fonda, entre otras, todas absolutamente espectaculares, mitos deseados de la pantalla moderna.


Vadim se dio el lujo de poseer y tener hijos con los tres más bellos símbolos sexuales de su tiempo, Bardot, Deneuve y Jane Fonda, actriz que a sus 75 años de edad declara tener una activa vida sexual, con lo cual anima a los ancianos y a los miembros de la tercera edad a no dejarse morir en la inactividad y reclamar su derecho a una vida sexual libre y feliz.


El actor Klaus Kinski, en su libro Yo Necesito amor, publicado por Tusquets en la colección La Sonrisa Vertical, nos muestra la desesperación de un hombre que pasa su vida día a día buscando hacer el amor a toda costa con todas las mujeres que se cruzan por su vida, desde mucamas a princesas.


Su obra, como la de todos los libertinos, es el relato de una búsqueda de cuerpos, de las ansias locas de amor, de los amores que nacen y mueren, el dolor de amar, separarse, vivir solo, y sobre todo de la impronta genética del deseo que signa a los humanos con su tinta indeleble. Su consigna es dejarse llevar por Eros, porque la vida se acaba rápido y nadie podrá lamentarse ya de lo no hecho cuando ingrese a la nada.

jueves, 19 de julio de 2012

EN LA CASA MOSCOVITA DE LEON TOLSTOI



Por Eduardo García Aguilar

A sus 86 años de edad la señora Valentina Ievguenievna respira con dificultad, sentada en un banco junto a la mesa del comedor de la planta alta, en la casa moscovita de León Tolstoi. Uno diría que el viejo maestro acaba de salir a cortar leña en el amplio patio y está a punto de regresar de un momento para otro. La anciana guía que trabaja en esta casa desde hace 30 años y gana un salario modestísimo de 3.000 rublos se levanta y arrastrándose sobre sus babuchas se acerca al piano donde se apoyaba Chaliapin para cantar.
Comienza a explicar cómo se salvó a los treinta años el autor de Resurrección de ser devorado por una osa cuya bella piel café yace al lado del instrumento con su rostro agresivo, el hocico abierto y una mirada de animal malherido.Tolstoi se enfrentó a la bestia pero falló el primer tiro y cayó en sus garras, de las que pudo liberarse al dispararle por segunda vez. Días después unos cazadores dieron muerte al animal y al descubrir la bala comprobaron que era la osa que casi lo mata y le regalaron esa piel que ahora sigue intacta en el salón de recepciones de la planta alta donde solían recibir a los invitados y hacer fiestas y veladas aristócratas y gitanos, bohemios, revolucionarios y señoras de la alta sociedad.
Todo eso lo cuenta doña Valentina con lujo de detalles: que la vajilla era de Limoges, que a Sonia la mujer le gustaba la gente rica y a Tolstoi los pobres y los marginales, que cuando Chaliapin cantaba se apagaban las velas y temblaban los vidrios, que el maestro se enfurecía cuando perdía una partida de ajedrez, que sus hijas lo apoyaban en sus generosos propósitos y su esposa y sus hijos hombres cuidaban el patrimonio que él quería regalar a los pobres. El salón de arriba tiene los cuadros, muebles y adornos originales que pudieron conservarse dado que el museo en honor del gran novelista fue creado poco después de su muerte por iniciativa de su mujer y los hijos.
Uno se imagina las fiestas y las tertulias celebradas allí, en uno de los lugares donde por décadas alrededor del patriarca se reunía el mundo artístico e intelectual de Moscú. Más allá está la elegante sala alfombrada y llena de cuadros y muebles lujosos de la matrona Sonia y al fondo el cuarto de huéspedes. Y tras seguir por un corredor uno se topa con los cuartos de la hijas, la ropa antigua de las mujeres de la casa, la bicicleta Rover que el maestro conducía por Moscú, las amplias columnatas cubiertas de azulejos de la calefacción de madera, las habitaciones de los domésticos, mientras afuera caen poco a poco las hojas ocres del otoño.
Y en una esquina de la casa aparece de repente el delicioso estudio de techo bajo donde escribió sin cesar el escritor entre candelabros y mullidos sofás de cuero negro, lugar en que pasaba la mayor parte de su tiempo la conciencia nacional y el autor más sagrado, querido y admirado por los rusos. En un armario se ven las amplias camisas de algodón, las botas negras y los instrumentos de zapatería que usaba el aristócrata rebelde para jugar a ser zapatero remendón.
Al bajar las escalinatas hacia la planta baja, otra anciana salida de una novela de comienzos de siglo XX con un viejo gorro de astrakán reemplaza a Valentina Ievguenievna y explica con lujo de detalles la enfermedad de Vania, el último adorado hijo de Tolstoi, muerto niño a causa de la escarlatina y cuyos cuadernos, lápices, dibujos, juguetes y otros objetos están muy bien conservados en una habitación dedicada especialmente al que según la leyenda parecía llamado a ser el heredero espiritual de su anciano progenitor. También se ve el comedor familiar, un oso embalsamado en cuyas manos luce una pequeña tabla redonda donde los invitados dejaban sus cartas de visita, y, colgado como si hubiera llegado ya el maestro, el enorme e inconfundible abrigo negro de piel.
Tolstoi nació en Yasnaia Poliana en 1828 y murió en Astapovo en 1910 a causa de una neumonía que contrajo al escapar de casa y caminar solo entre la lluvia y el hielo. De él nos ha quedado esa imagen de abuelo eterno de luengas barbas blancas y ojos de cegatona opacidad. Es el arquetipo decimonónico del escritor nacional que todo prospecto de literato trata de emular desde la adolescencia y el ejemplo más nítido de lo que es la gloria literaria, cuando un hombre encarna a una gran nación y en este caso a Rusia, la patria de Iván el Terrible y Pedro el Grande, del fabuloso Kremlin de rojas murallas y doradas cúpulas ortodoxas.
Ahora que por primera vez en la vida y después de muchos sueños piso por fin la casa moscovita del admirado genio, una sensación de gran familiaridad nos invade. Es como si toda esa historia tantas veces leída se hubiera concretado y él fuera un viejo abuelo cascarrabias y tierno que recibe a un lejano nieto y lo invita a recorrer por el patio cubierto de hojas otoñales. Tolstoi está ahí y palpita entre nosotros casi cien años después de su muerte. Se pueden escuchar sus risas, sus palabras roncas, la tos seca de invierno, el crepitar de las chimeneas, mientras las abuelas que reinan en esta casa y cuidan los floreros y limpian los muebles, nos cuentan con minucia su vida cotidiana y el largo crepúsculo que lo fue envolviendo hasta la eternidad de la gloria.
Ya pronto la nieve cubrirá esta tosca y enorme casona de madera y el patio donde él jugaba con los nietos y los perros y partía con hacha la madera para las calderas de la calefacción. No lejos de ahí, por la calle Nueva Arbat o la imponente Treviskaia despunta la nueva Rusia de avisos y pantallas luminosas y tiendas de lujo, mientras las limusinas y los autos de lujo de mafiosos y nuevos oligarcas se pavonean orondos con sus chicas de oropel y los rascacielos rompen el nuevo paisaje futurista de la capital de un rico imperio dispuesto a seguir siendo protagónico en el mundo.

sábado, 7 de julio de 2012

EL MAGNÍFICO ESPLENDOR DE ESTRASBURGO

Por Eduardo García Aguilar


Hay ciudades que nos maravillan desde el principìo y que en cada visita nos provocan aún más emoción por la variedad de sus joyas arquitectónicas, la situación geográfica y el entorno paisajístico y humano. Tal es el caso de Estrasburgo, donde el visitante comprende lo que ha significado Europa en su larga historia llena de avances y retrocesos, descubrimientos y oscurantismos, guerras y fiestas, y cuya principal característica es una rica cultura popular inagotable que se iza desde los oficios más humildes y simples a las fastuosas catedrales góticas construidas a lo largo de los siglos.

Una romería incesante de visitantes recorre día a día el esplendor de esta capital legislativa europea, ciudad principal de la región de Alsacia y Lorena, que a lo largo de los siglos fue disputada por alemanes y franceses en guerras atroces que causaron cientos de miles o tal vez millones de muertos.

La gente de todas las regiones del planeta queda fascinada ante la belleza de la enorme Catedral gótica de piedra rosada, cuya fachada está llena de gárgolas, imágenes, representaciones esculturales de las historias bíblicas que pueblan cada uno de sus recovecos, vericuetos, ángulos, pasajes, convirtiéndose en un sueño o una pesadilla de la imaginación.

Adentro es aún más impresionante la experiencia a medida que se filtra la luz de los vitrales bajo los grandes arquitrabes o se visita el inmenso reloj donde las horas son representadas por mecanos fantasmagóricos que parecen moverse por fuerzas misteriosas o se observan las antiquísimas obras escultóricas o las columnatas flamígeras.

En torno a la catedral se suceden unos tras otros los palacios de los reyes y de grandes familias, como Rohan y Broglie, que dominaron a lo largo de los siglos esta zona cubierta de una vegetación viva que se nutre de múltiples canales y de una red fluvial dominada por el famoso Rhin, cantado por tantos poetas y escritores y que es una de las venas principales del continente.

Visitada por cinco Emperadores, el último de los cuales Carlos V, esta rica encrucijada europea situada a un lado del Rhin ha vivido desde su fundación en tiempos romanos un auge permanente de creatividad y comercio, reflejado en la variedad de huellas arquitectónicas y artísticas que la signan. Junto a las torres y fortalezas que defendían a Estrasburgo, bañadas por las aguas del río Ill, que al llegar ahí se divide en cinco brazos, se ven las bellas casas de la Petite France, que representan la típica arquitectura de vigas aparentes, como si surgieran del cuento de Hansel y Graetel o de otras historias fraguadas por los contadores de cuentos infantiles de tradición germánica.

Son casas parecidas a adornos de chocolate o tajadas de un delicioso pastel de fiesta infantil que fascinan por su originalidad y están ahí desde hace siglos, desde los tiempos del medioevo. A veces parecen escenografías para una película de Tim Robbins.

La riqueza de esta ciudad, a donde cada semana llegan medio millar de diputados y miles de asesores a debatir en largas sesiones los destinos del continente, se ve también en la vida de los inmigrantes que enriquecen el sincretismo cultural. Arabes, paquistaníes, rusos, españoles, latinoamericanos llenan bares y restaurantes, escuelas y calles, plazas y bulevares, convirtiendo la ciudad en una torre de babel de turistas y aventureros.

Pero lo que más impresiona es la danza cultural que se refleja en sus diversas zonas, la tensión cultural que se ve en los grandes espacios donde están situados los palacios construidos durante la dominación germana o donde se ve la impronta de la Revolución francesa, ya que fue aquí, en Estrasburgo, donde se cantó por primera vez La Marsellesa.

En un abrir y cerrar de ojos se pasa del medioevo a la época clásica, del Imperio romano germánico a la era francesa de Luis XIV y de ahí a los tiempos de la Primera Guerra Mundial o los de la nefasta ocupación nazi. Razones estas suficientes para que albergue uno de los tres poderes de la Comunidad Europea, que pese a la crisis, sigue construyéndose con esperanza.


domingo, 17 de junio de 2012

VIAJES NOSTALGICOS A BOGOTA

Por Eduardo Garcia Aguilar


Dos o tres semanas después de la muerte del padre Camilo Torres en 1966, mi padre me invitó a acompañarlo a hacer sus gestiones y trámites burocráticos en ministerios y juzgados de Bogotá, a donde iba varias veces al año. A los doce años de edad hablaba y escuchaba hablar de política, que era, es y será la mayor afición nacional, o sea que me convertía ya en un pequeño ciudadano que se enteraba poco a poco de los dramas del país.

Por eso el viaje era iniciático, para introducirme a los arcanos de la patria, a los sitios históricos de su leyenda, llevarme a los recintos sagrados como el Capitolio Nacional, el palacio de San Carlos, el Teatro Colón, la Casa del Florero, la quinta de Bolívar y recorrer con él por cafés como El Pasaje, donde pululaban vestidos de oscuro, todos de corbata, sus amigos del Partido Liberal y del Movimiento Revolucionario Liberal, al que mi padre pertenecía en su versión línea dura.

Años antes nos hospedábamos en el Hotel Savoy, por la Candelaria, pero esa vez lo hicimos en el Hotel Continental de la Avenida Jiménez. Me encantaba ese ambiente, sobre todo a la hora del desayuno y el almuerzo en el restaurante, el ajetreo de los meseros, el aroma de comidas diferentes a las rutinarias de la casa, el sonido de las vajillas y el tintineo de los cubiertos dispuestos en las amplias mesas acicaladas.

Desde la habitación observaba los cerros y las alturas de Monserrate y me delectaba con la bruma dócil que los cubría. Ahí abajo estaba el centro vital del país, el cruce de las arterias energéticas de la Colombia moderna del Frente Nacional, las sedes de El Espectador y El Tiempo, el Banco de la República, la gobernación de Cundinamarca, la librería Buchholz, situada en un edificio moderno donde había un molino que giraba y le daba al paraje aires de un pequeño Times Square.

Había mucho ajetreo en la carrera séptima y lo que más me gustaba era la esquina de El Tiempo, donde se decidían en ese entonces los destinos del país. Ahí cerca, al frente, habían matado a Jorge Eliécer Gaitán y mi padre me llevó a ver la placa en una ceremonia ritual, como lugar del martirio simbólico más importante del siglo XX, cuya impronta todavía sufrimos los colombianos.

Me gustaba ver el caos citadino, la gente, estudiantes, muchachas con sus uniformes cruzando como hormigas atareadas bajo los edificios enormes, burócratas, voceadores de periódicos, emboladores en acción y policías de tránsito en medio del enorme ruido de arterias como la carrera décima y la Avenida Caracas, por donde cruzaban raudos los trolebuses rojos que echaban chispas atados a cables eléctricos.

Me encantaban los aguaceros interminables que convertían las arterias en ríos desbordados y el caos que seguía mientras los atascos detenían a los vehículos que al escapar empapaban a los tanseúntes agitados o a quienes se guarecían del agua frente a tiendas de ropa, ferreterías, papelerías, expendios de empanadas, buñuelos, almojábanas y chorizos, comederos baratos de bandeja paisa, ajiaco o sancocho.

De las veces que fui a Bogotá de niño quedaban varias fotos en blanco y negro de hacía unos cuatro años, en 1962, cuando caminaba por la Séptima con mi madre y nos captaron los fotógrafos ambulantes. Por toda la carrera Séptima pululaban estos profesionales, algunos de ellos vestidos de modestos trajes, camisa blanca y corbata, muy simpáticos, ágiles y profesionales.

Como en esos primeros viajes nos hospedábamos entonces en el Hotel Savoy, era obligatorio pasar todos los días por la Casa del Florero, donde se dieron los acontecimientos míticos que condujeron a la independencia de España, según indicaban los manuales escolares. Al visitar el museo de la Casa del Florero, mi padre me aclaraba los detalles históricos y después al salir me llevaba al palacio de San Carlos, la sede presidencial en ese entonces, donde estaba la placa relativa a la "nefanda noche septembrina", cuando el general Bolívar hubo de escapar a una asonada saltando por la ventana, mientras su amante Manuelita Sáenz se enfrentaba con los rebeldes, dispuestos a matar al Libertador.

Subíamos luego a la Quinta de Bolívar al pie del cerro de Monserrate, donde en un abrir y cerrar de ojos viajaba hacia el siglo XIX y podía palpar casi la presencia del héroe, las bucólicas conversaciones de los próceres, el olor a lavanda de las heroínas de cabello largo, el relincho de los caballos.

Una vez, caminando por la carrera Séptima, vimos a Carlos Lleras Restrepo, el candidato presidencial liberal del Frente Nacional para las elecciones de mayo, que salía de un carro negro frente al Parque Santander y entraba con paso lento de paquidermo a una farmacia situada al lado de una oficina de la Registraduría, ante el estupor de los curiosos, hombre de muy baja estatura, redondo, encorvado, calvo y de inconfundibles gafas circulares de carey.

Pero lo más fuerte y nostálgico fue sin duda esa visita al lugar donde mataron a Gaitán. Nos recogimos ahí en ese instante y papá me contó su versión de los hechos. Por eso todos esos días fueron para mí un excelente curso de historia patria. Imaginé y palpé a los precursores de la independencia, a Los Comuneros de José Antonio Galán, a Antonio Nariño y el sabio Francisco José de Caldas y a ellos se unieron para siempre en mi memoria los nombres de Jorge Eliécer Gaitán y el padre Camilo Torres, solo dos nombres más en la interminable lista de los talentos desperdiciados del país.