sábado, 19 de febrero de 2022

SAINT-SIMON Y EL CREPÚSCULO DE LA NOBLEZA

Por Eduardo García Aguilar

El historiador Emmanuel Le Roy Ladurie (1929), uno de los más prestigiosos renovadores del género en Francia, se hizo conocer muy temprano con una minuciosa investigación sobre la aldea occitana de Montaillou, que impulsó el auge de la microhistoria, colocando los focos en los detalles de las vidas comunes y corrientes de la plebe, a diferencia de la tradicional historiografia basada en el estudio de la vida de las cortes monárquicas, las batallas y las proezas de los héroes mitificados.

El libro sobre esa aldea insignificante del suroeste de Francia, cerca  de la cordillera de los Pirineos, en tiempos del auge de la herejía de los cátaros y su posterior represión sangrienta, inspiró a muchos jóvenes estudiantes de diversas partes del mundo que fueron alumnos de este universitario o de sus colegas y discípulos inspirados en varias generaciones de historiadores pertenecientes a la fértil corriente de los Annales.

Hasta entonces el ejercicio de la historia era por lo regular obra de pomposos escritores que elaboraban hagiografías de sus héroes, a los que plasmaban lejos de la realidad concreta de sus vidas y acciones. Predispuestos al elogio y el endiosamiento, esos autores se basaban en otros libros anteriores de la mis
ma estirpe y no dedicaban suficiente tiempo a explorar en las fuentes escondidas en los archivos de las alcaldías o notarías o en el rastreo de documentos familiares como cartas o memorias anónimas.

Eso sucedía por supuesto en Europa entre los admiradores ciegos de la nobleza y la clerecía y con mayor razón en nuestro continente latinoamericano, donde de igual forma los escritores solían idealizar a conquistadores españoles o a héroes que surgían durante la Colonia, el máximo de los cuales fue Simón Bolívar, quien inspirado en Napoleón quiso lograr la gloria liberando naciones y haciendo constituciones como solían hacerlo los románticos.

Durante siglos fue necesario soportar todo esas hagiografías perfumadas de conquistadores ruines o héroes militares sangrientos que en la pluma de esos historiadores, poetas o cronistas a veces adquirían la dimensión de pegasos, mitad corceles y mitad humanos, cuando en la realidad eran por lo regular sucios, burdos y repugnantes corsarios, violadores o saqueadores ávidos de oro y poder. Muchos ingenuos idealizadores convirtieron a ignaros sanguinarios en santos o héroes que se encarnaron después en las estatuas que por fortuna desde hace un tiempo están siendo derribadas en muchas partes del mundo, donde esos colonizadores, esclavizadores o supuestos liberadores sembraron el terror e hicieron vertir tanta sangre.

Tardó mucho tiempo y ya bien entrado el siglo XX para que surgiera un nuevo ejercicio de la historia, gracias a esos maestros de los Annales, entre otros, que agotaron sus días y noches en los archivos o trataron de sacar del olvido las vidas de la peble, el campesinado, los pueblerinos y los siervos de gleba que durante siglos fueron explotados inmisericordemente por una aristocracia endogámica encabezada también por bárbaros asesinos y saqueadores que se creían de sangre azul. Con ayuda de otras disciplinas nuevas como la sociología, etnografía, antropología, estadística, revelaron nuevos secretos de la historia. 

La Revolución francesa fue el grito de esa sociedad que durante un milenio fue agobiada por nobles, aristócratas, funcionarios, militares, jerarcas eclesiásticos y adláteres que vivían en palacios en una burbuja de sueños animada por grandes músicos, actores, cocineros, jardineros de genio, sirvientes y bufones.

Por eso al leer el libro que Le Roy Ladurie dedica al brillante duque Saint-Simon (1665-1755), cronista de la corte de dos monarcas, Luis XIV y XV, y sus antecesores borbones, volvemos a encontrar no solo la prosa excelente de Le Roy y su colaborardor Jean-François Fitou, sino el estudio minucioso, desde los ángulos de las ciencias modernas, de ese vasto documento etnológico sobre el comportamiento centenario de la poderosa nobleza del Antiguo Régimen, un cuerpo de unos cuantos miles de personas que a través de los siglos acaparaba para ellos solos riquezas, cargos, tierras y en lo que respecta a los aristócratas, las doncellas. 

Saint-Simon o el sistema de la corte, como se titula el libro, nos ayuda a leer los miles y miles de datos que legó el conde en sus Memorias al describir el comportamiento de los suyos, las intrigas palaciegas y amorosas y los procesos históricos, diplomáticos, militares, financieros, que veía desde su punto conservador y subjetivo, el del respeto estricto de la genealogía y los títulos de nobleza y la sangre azul.

Desde el interior de la corte en Versailles y en otros castillos durante el reino del Rey Sol y la Regencia posterior, el autor es a la vez espía, sociólogo, policía y antropólogo de esa casta que barrrió la Revolución francesa, asunto que él predijo en sus diagnósticos sobre el fin de una época, la de un mundo aristocrático que se creía eterno.  
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 20 de febrero de 2022.

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