Por Eduardo García Aguilar
En torno a la rocambolesca historia del Diario de Bucaramanga de Peru de Lacroix , publicado en 1912 en París por el escritor colombiano Cornelio Hispano, se pueden tejer varias historias novelísticas, como si se tratase de una serie de intrincadas cajas chinas o matrioschkas rusas.
Primero está la historia trágica del general francés Lacroix, que trabajaba al lado libertador Simón Bolivar y fue uno de sus hombres de confianza como tantos otros europeos de su círculo más allegado. Tras la muerte de Bolívar, él como otros de sus colaboradores cayeron en desgracia y fue conducido injustamente al exilio por su enemigo Obando, viéndose obligado a abandonar a su mujer y sus hijos.
Ya en París, en 1837, a los 57 años de edad, en la ruina y sin poder ya pagar la pensión donde estaba hospedado, se disparó un pistoletazo dejando un testamento y varios manuscritos, entre los cuales figura el famoso Diario de Bucaramanga, que se había quedado en Caracas en manos del marqués del Toro.
Dicho documento relata día a día la vida cotidiana de Bolívar en Bucaramanga en 1828, cuando estaba rodeado de sus colaboradores mientras se llevaba a cabo la frustada convención de Ocaña. Es uno de esos instantes transitorios y apacibles en la vida del héroe que trascurre en calma, sin batallas y con mucho tiempo libre, sólo interrupido por la firma de documentos oficiales, escritura de correspondencia y recepción de invitados o colaboradores que acudían desde toda la región a rendir informes al mandatario.
Peru de Lacroix, tres años mayor que Bolívar, aprovecha esos largos momentos de intimidad y conversaciones en desayunos, almuerzos, cenas y paseos para anotar todo lo que cuenta el jefe y describirlo en los más mínimos detalles de la intimidad, sin que él estuviera enterado del propósito, por lo que el libro es una verdadera instantánea original y viva del personaje.
Peru de Lacroix anota muchos de los comentarios polémicos de Bolivar en torno a las diversas circunstancias de la lucha por la independencia y calificativos duros sobre sus colaboradores, lo que muestra otra faceta oculta de las verdades oficiales. Por ejemplo, habla muy mal de los militares granadinos, a quienes considera enemigos, describe con lucidez los defectos y cualidades de otros como Páez, Santander y Sucre y esclarece muchas de sus acciones de realpolitik.
Incluso Bolívar llega a decir que Ricaurte no murió en átomos volando en San Mateo y que esa como otras historias son solo leyendas patrióticas de progaganda necesarias a la lucha por el poder en medio de una guerra. Quienes leyeron el documento quedaron escandalizados y la Academia de Historia venezolana prefirió guardarlo en secreto y ocultarlo celosamente del público para evitarse problemas.
El joven y ambicioso intelectual colombiano Cornelio Hispano, nacido en 1880, buen estudiante y abogado graduado en Bogotá, fue nombrado cónsul en Venezela y haciendo uso de su rango logró entrar en contacto con el documento, que copió en secreto, a escondidas de quienes lo conservaban entre el polvo.
Ismael López, cuyo seudónimo era Cornelio Hispano, llegó a París en tiempos de Vargas Vila, Enrique Gómez Carrillo y Rufino Blanco Fombona, y publicó en 1912 en la editorial Ollendorf varios libros de éxito, entre ellos el famoso Diario. Al editar y difundir el documento se generó un escándalo continental con partidarios y detractores de Hispano. Pero por primera vez el público europeo, que admiraba a Bolívar como un héroe romántico, y el público latinoamericano, tuvieron acceso a un verdadero retrato íntimo y vivo del Libertador.
Allí vemos al hombre sencillo y generoso que viste de paisano, con camisa y pantalón blancos, casaca azul y sombrero de paja, monta a caballo para despejarse en los alrededores de Bucaramanga, va a misa con frecuencia aunque es incrédulo, y dedica largas horas a la lectura de los clásicos y a jugar a las cartas con sus más cercanos colaboradores. En esas veladas cuenta a Lacroix sus propias aventuras, como cuando vio desde lejos a Napoleón el día de su coronación y múltiples detalles de su vida, como su matrimonio, batallas, amores, prejuicios, ideas y decepciones diversas.
Cornelio Hispano, discípulo de Miguel Antonio Caro y amigo joven de Guillermo Valencia, es el otro personaje de esta curiosa historia tripartita. Pese a haber tenido éxito literario desde muy temprano en París con obras tales como el Jardín de las hespérides, Elegías caucanas y De París al amazonas, hoy es totalmente desconocido e ignorado. Se sabe poco de su larga vida y murió en Colombia en 1962 a los 82 años de edad. En algunos textos recuerda con nostalgia los años de juventud y prosperidad económica en París, cuando la vida le sonreía, relacionado con los grandes autores del momento y mimado por su editor.
Tres historias desgraciadas se imbrican en esta novela policiaca sobre un códice perdido y sus palimpsestos. Bolívar el héroe termina desgraciado y enfermo en San Pedro Alejandrino, Peru Lacroix cae en la miseria y se suicida viejo y pobre en París y a Cornelio Hispano lo devoró el olvido pese a su rimbombante seudónimo y a sus juveniles ambiciones de éxito.
Por eso leer ahora el Diario de Bucaramanga de Peru de Lacroix, vertido por Cornelio Hispano en una prosa impecable y enriquecido con su exordio y múltiples cometarios anexos, es como leer una novela donde vivimos desde adentro la vida cotidiana de un héroe que nos habla sin la posición hierática de las estatuas o la versión idealizada y servil de los fanáticos, mientras de paso descubrimos la vida de otros dos personajes menores que giran en torno a su leyenda.