Por Eduardo García Aguilar
En los años que viví en México entre 1980 y 1998 me tocó presenciar la impactante influencia intelectual en todos los dominios de Octavio Paz, quizá uno de últimos escritores que han concentrado en torno a su obra y figura el espíritu histórico de una nación y en este caso una que por su riqueza, variedad, complejidad y antigüedad milenaria se encuentra al lado de Egipto, India, China y Japón en el primer rango de las civilizaciones irradiantes de imaginarios y sentidos.
En esos tres lustros de vida en México no había un solo día en que no apareciera Octavio Paz involucrado en todos los medios de comunicación en una polémica con la izquierda o con alguno de sus muchos enemigos jurados o adversarios literarios. Reinaba desde la poderosa y muy rica revista Vuelta, que tenía influencia internacional, dirigía debates y programas culturales en la cadena Televisa, escribía en diarios, organizaba encuentros internacionales de poesía o de temas mundiales, ejercía como brillante crítico de arte y publicada múltiples libros sobre política mexicana y mundial, poesía, estudios y tratados literarios como El arco y la Lira o Sor Juana Inés o las trampas de la fe, Cuadrivio, El ogro filantrópico, El mono gramático, Árbol Adentro y muchos más.
Dirigía la cultura del país con mano de hierro y estaba al tanto de todo, hasta de los más nimios chismes, y alerta y obsesivo como siempre participaba en la esgrima y en las batallas culturales y literarias no dejando títere con cabeza, como un Quijote con su adarga pugnaz. Con su magnífica prosa, erudición e inteligencia desbordantes y omnívoras, Paz fue un maestro irritante y urticario para quienes vivimos en México en esos últimos quince años de su vida. El solo fue una universidad y todos estábamos alertas a comprar la nueva revista Vuelta y a devorarla o a asistir a los debates y coloquios donde se presentaba. Sus textos nos invitaban a leer y conocer cada vez más y aunque no se estaba de acuerdo con él en muchas cosas, especialmente en sus pasiones políticas, su magisterio fue de crítica y libertad y su ausencia se nota desde su partida.
Paz (1914-1998) era una fuerza proteica dotada de una energía fenomenal, pues fue gran poeta, crítico literario y artístico, historiador, director de revistas, diplomático y político. A lo largo de su vida fue también un ejemplo típico "escritor comprometido" latinoamericano que abogó por varias causas y fue militante alerta y lúcido a los cambios de su sociedad y del mundo en el sangriento siglo XX.
Igual que Víctor Hugo en Francia, Goethe en Alemania, Tolstoi en Rusia, Paz se inscribe dentro de la tradición de los escritores padres de la patria, orientadores de juventudes, líderes de opinión y solo le faltó ser candidato presidencial, como lo fueron en el continente José Vasconcelos, Rómulo Gallegos, Mario Vargas Llosa y Pablo Neruda, entre otros. Asimismo Paz fue cercano al poder como diplomático de alto nivel y embajador en la India, cargo al que renunció a causa de la famosa matanza de Tlatelolco antes de los Juegos Olímpicos de 1968, durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.
En los años de diplomático en Francia, India, Japón y Ginebra ante organismos de Naciones Unidas, elaboró muchos informes sobre la situación geopolítica mundial y en la capital francesa, donde fue cercano al surrealismo y amigo de André Breton, reflexionó sobre los tiempos de la posguerra, la guerra fría y la crítica de los totalitarismos de inspiración marxista-leninista que ya comenzaban a ser analizados desde los años 40 por sus amigos Cornelius Castoriadis, Jean François Revel y Claude Lefort, en los que se inspiró para avanzar por ese camino antitotalitario y evolucionar de las ideas marxistas, agraristas y socialistas de su primera juventud hacia un pensamiento de corte social-demócrata primero y luego finalmente liberal y de derecha.
El autor de "El laberinto de la soledad" era el nieto de un liberal porfiriano, Irineo Paz, e hijo de un abogado zapatista, asesor intelectual de Emiliano Zapata, hombre de vida compleja cuyos artículos políticos zapatistas pasaba en máquina el joven y precoz Octavio Paz en su casa de Mixcoac. Desde sus años de estudiante de bachillerato y universidad Paz militó en movimientos de izquierda y viajó a Yucatán a trabajar con los campesinos, antes de ser invitado a los 23 años de edad como representante de la izquierda mexicana al congreso de la Alianza de intelectuales antifascistas para la defensa de la cultura en Madrid y Valencia en 1937, donde se codeó con las grandes figuras progresistas de la poesía y la literatura de entonces como André Malraux, César Vallejo, Pablo Neruda, Antonio Machado y Rafael Alberti, entre otros muchos.
Leer su obra nos ayuda a comprender la rica complejidad de un México sincrético, anclado en el milenario pasado de sus múltiples civilizaciones prehispánicas, luego enriquecido por los largos siglos barrocos de la colonia, agitado por las batallas entre conservadores y liberales del siglo XIX y marcado para siempre con trazos de sangre por la Revolución mexicana de 1910 y la posterior solidificación de la misma encarnada en el todopoderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI), para él un verdadero "ogro filántrópico" al que fue cada vez más fiel hacia el final. El ogro lo protegió en sus últimos meses de enfermedad, después del incendio de su casa, en una casona colonial de Coyoacán, escoltado como un mandatario por el mismísimo Estado mayor presidencial y cuya propia silla de ruedas de enfermo terminal fue impulsada varias veces por el propio presidente de la República, el joven Ernesto Zedillo Ponce de León, el Tlatoani protector.
A casi 20 años de su muerte podemos volver con más serenidad a leer su obra múltiple y rescatar de él al intelectual que quiso hablar de igual a igual con las ideas y las literaturas mundiales, encarnarse en las tradiciones milenarias de Occidente y Oriente sin desechar lo prehispánico y contribuir a que la poesía y la literatura sean espacios de libertad, modernidad y reflexión lúcida sobre la existencia, en un mundo agitado donde las guerras religiosas vuelven a ensombrecer el panorama y las fuerzas del dinero y el mal acechan y abogan por nuevas guerras y conflictos que tocará a otros conjurar y analizar.
1 comentario:
Maestro García trabajo un texto sobre Tulio Bayer, dada su amistad con él, me gustaría saber si me puedes colaborar con el tema. He leído su novela y artículos sobre él, me gustaría saber si tiene un archivo de su relación con Bayer y si me pudiera dar una entrevista.
Gracias
Orlando Villanueva
orvima@gmail.com
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