domingo, 28 de octubre de 2018

LA FIESTA MEXICANA DE LOS MUERTOS

Por Eduardo García Aguilar
Por estas fechas dominadas por el Halloween anglosajón, en todo México y en las principales capitales del mundo donde las representaciones diplomáticas de ese país promocionan con entusiasmo actividades culturales relativas a esta costumbre excepcional, se hacen ya los preparativos para celebrar la fiesta de los muertos, que se hunde en la más profunda tradición prehispánica del inframundo indígena desde hace milenios y que tras la conquista española y la llegada del cristianismo, impuesto a sangre y fuego, se ha transmutado en la expresión de un fascinante sincretismo. 
Cuando llegué a México me sentí inmerso de inmediato en un mundo para mí nuevo donde pese a las invasiones española, francesa y estadounidense, la cultura prehispánica seguía viva tras múltiples máscaras y velos. El inmenso cuadro de La Virgen de Guadalupe, también llamada la Virgen morena, patrona y madre nacional, que según la leyenda se le apareció al indio Juan Diego, fue la solución encontrada por los clérigos hispanos para tratar de reconvertir la deidad femenina ancestral prehispánica en una aceptable virgen católica que medio milenio después moviliza cada año a decenas de millones de fieles.
Al visitar el templo de Cholula, cerca de Puebla y ver el tejido barroco abigarrado de miles de rostros de angelitos indígenas muertos esculpidos en las paredes y columnas y que culminaba en las alturas y en los ábsides con una pléyade de angelitos rubios, se comprendía de inmediato que las autoridades eclesiásticas no tuvieron más salida que dar libre vía a la imaginación de los artesanos locales en pleno siglo XVI, concretando así el sincretismo de ambos mundos. Para tratar de sanar la herida, los clérigos los dejaron representar en la iglesia los rostros de sus congéneres masacrados por las huestes de Hernán Cortés, culpable de un genocidio sin nombre. 


A diferencia de otras conquistas de potencias europeas en países del sur donde el exterminio de los indígenas fue casi total, en México los españoles encontraron verdaderas civilizaciones milenarias, con estado, príncipes y princesas, burocracia, religión oficial, escuela, ciencia, escritura, médicos, geómetras, arquitectos, poetas y chamanes, algunas de las cuales ya habían florecido y se habían extinguido centenares de años antes, como olmecas, toltecas, mayas, mixtecos y zapotecos, entre otras muchas culturas, que construyeron pirámides y templos ceremoniales gigantescos como los de Teotihuacán, Palenque, Chichen Itzá o Monte Albán. 
Los aztecas eran solo recientes y violentos advenedizos del norte que se habían instalado y a su vez creado una cultura sincrética basada en esas antiguas civilizaciones desaparecidas. En el enorme territorio vivían millones de individuos y con ellos los españoles decidieron construir una Nueva España en Tierra Firme con ciudades, palacios y catedrales más grandes y lujosas inclusive que las de su tierra original, como puede atestiguarse hoy cuando se visitan los centros históricos de la Ciudad de México, Zacatecas, Oaxaca, Puebla, Querétaro y Morelia, etcétera. Por su potencia demográfica, ni con las enfermedades ni con las armas los españoles pudieron exterminar a todos los indígenas mexicanos, como sí ocurrió en otros lugares de América Latina o en Norteamérica, donde los caras pálidas los arrasaron y despojaron casi por completo.


En el México profundo de los pueblos y aldeas de los diversos estados de la Federación esa huella es profunda y en la actualidad los usos y costumbres milenarios están vivos y se perciben en la gastronomía, los textiles, las músicas, las danzas y las lenguas que practican. En esos pueblos decenas de fiestas prehispánicas han sido respetadas por los poderes de la colonia española y los posteriores, de manera que son una sucesión interminable de ágapes los celebrados por la población autóctona en honor a sus dioses y diosas y en homenaje a todo tipo de elementos como los astros, el agua, el fuego, la lluvia o el inframundo creador.
Entre esas fiestas, la de muertos es la más conocida y la que más ha fascinado a los visitantes externos, especialmente a cronistas, fotógrafos, cineastas y escritores de lo exótico. Todos los camposantos del país se abren el 1 y el 2 de noviembre, una noche para homenaje de los difuntos niños y el día y la noche siguiente para los muertos adultos y sobre las tumbas adornadas con lujo de detalles barrocos se instalan altares con las comidas, licores y otras preferencias de los seres queridos desaparecidos. 
Los cementerios se vuelven una fiesta desbordada e inolvidable. Músicos en todos los rincones, iluminación total de las tumbas por los medios posibles, incluso el traslado de plantas eléctricas, repartición gratuita de alimentos y licores, por lo que hacia el amanecer muchos de los asistentes salen ebrios. Toda la noche y parte de la madrugada la convivialidad es la regla alrededor de los manteles desplegados sobre las lápidas y el camposanto, lejos de ser un lugar tétrico como en el resto del mundo, se vuelve un sitio familiar y querido donde al fin y al cabo todos algún día iremos a parar. Las frutas y las flores, en especial el cempasúchil, abundan e inundan con su colorido el ámbito sagrado.


Vivir la fiesta de los muertos en cualquiera de los miles de pueblos mexicanos es una experiencia enriquecedora que nos reconcilia con la vida. Cada año, durante el tiempo que viví en México, asistí a alguna celebración en el lugar donde me encontrara y varias veces fui a Mixquic, pueblo cercano a la capital donde la fiesta ya se sale de los cementerios e inunda las calles hasta al amanecer con todo tipo de representaciones, disfraces, grupos de música, y expendios de todo tipo de exquisiteces, artesanías, calaveras de azúcar, ataúdes de chocolate y licores. Ahí la fiesta de los muertos es un himno a la vida y una invitación a disfrutarla. 
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* Publicado el domingo 28 de octubre de 2018 en el diario La Patria. Manizales. Colombia.

viernes, 26 de octubre de 2018

RELATOS DE LA VIDA EN EL ABISMO

@Hidiro
Por Eduardo García Aguilar
En todas partes hay escritores que surgen de sus propias ruinas y se izan a veces tardíamente hacia la literatura inspirados en autores de otros tiempos que se debatieron entre la vida y la muerte, la depresión, la droga, la deriva, el deseo de terminar de una vez por todas con la vida. Cuando pasan el precipicio y sobreviven a la autodestrucción, suelen inspirarse en sus propias historias para contar lo vivido sin necesidad de recurrir a la ficción.
Hace poco cayó en mis manos el libro Eva, de Simon Liberati, quien como tantos de su generación, devoró sus primeros años de juventud en los 70, 80 y 90 del siglo pasado en la rumba y el desenfreno de quienes agotaban la noche en las espléndidas discotescas parisinas de otros tiempos como el mítico Palace, sobre el cual ya se han escrito libros y se han inspirado novelas.
Así como en Nueva York la generación de Andy Warhol y la farándula rockera de esos tiempos se diviertía en el Estudio 54 y dormía en el Hotel Chelsea no lejos de Patti Smith, el Palace fue el epicentro de la diversión de una juventud dorada que no tenía límites. Allí en esos antros podían cruzarse con Yves Saint Laurent, modelos, estrellas de rock estadounidenses o londinenses de paso, mafiosos, play boys, millonarios, traficantes y vividores y mitómanos de toda laya.
Muchos de los protagonistas de esas noches interminables fueron atacados por todos los males, el principal de los cuales el sida, y se desgranaron hacia la muerte prematura aniquilados por el abuso de los estupefacientes, el insomnio como oficio, la depresión y los excesos sexuales. Larga es la lista de las novelas o testimonios escritos por muchos de los sobrevivientes, entre los cuales se destaca Virginie Despentes, autora de la saga Vernon Subutex y King Kong Theorie, entre otros libros de éxito generacional.
La gran moda hoy en la literatura francesa es contar su propia vida y mientras más trágica mejor. Esa moda surge desde que Catherine Millet escribió y logró hace lustros un éxito fenomenal con Catherine M, donde relataba miles de experiencias sexuales vividas en esos tiempos de desenfreno. Contar su propia vida, basarse en tragedias familiares, dramas y sufrimientos sexuales experimentados es la nueva y sólida tendencia literaria. Antes de que esta ola apareciera se solía escribir con seudónimo como en los tiempos de la Marquesa de O.
Así toda una serie de autores homosexuales dejaron el testimonio de su lucha contra el sida y la desaparición de sus seres amados, mientras otros como Christine Angot basa su obra en el trauma vivido del incesto, tema que la llevó al éxito desde 1999 y que aun sigue presente en sus libros. Angot y otros autores hombres y mujeres relatan en cada uno de sus libros su vida cotidiana, las peripecias de sus matrimonios o la sucesión de los amantes.
El mundo editorial comercial ha encontrado ahí una cantera excelente para lograr ganancias y esa tendencia se impone en las principales lenguas. En castellano, italiano, inglés, portugués, islandés, danés, alemán, sueco, proliferan las autoficciones que tanto gustan al lector voyerista. Unos cuentan el asesinato de su padre, otros el suicidio de un hijo, la enfermedad de un cónyuge, aquellos el secuestro, la cárcel, los maltratos sufridos en la familia, o los abusos en la infancia a manos de adultos. 
Virginie Despentes, quien ahora es jurado del premio Goncourt y tal vez algun día llegue a la Academia Francesa, fue violada y se prostituyó de joven, lo que contó en su primer libro de éxito. Edourd Louis, de 24 años de edad, logró hace poco un gran éxito y ha sido traducido a muchas lenguas con el libro donde cuenta una violación y su vida atormentada, convirtiéndose en otro ícono de la literatura LGTB.  
Simon Liberati logró el Premio Femina con una novela inspirada en la diva estadounidense Jane Mansfyeld, pero su libro más reconocido es Eva, inspirado en una historia de amor verdadera que en cierta forma salvó a los dos protagonistas. Hace unos años, en 2013, Simon se cruzó con la cineasta Eva Ionesco, que es una leyenda porque de niña fue usada por su madre para hacer fotografías eróticas góticas que tuvieron mucho éxito en los años 70 en todo el mundo, cuando hacer eso era aun posible y no se consideraba delito.
La fotógrafa, de la misma generación que el recién suicidado fotógrafo de adolescentes Hamilton, no solo hizo mucho dinero con los desnudos de su hija, sino que la prostituyó. La vida de la joven desde entonces dio muchas vueltas en el abismo y está marcada por varios intentos de suicidio. 
Simon trabajó durante mucho tiempo en revistas de farándula o haciendo guiones para ganarse la vida, pero en el fondo su deseo era escribir novelas y obtener un lugar en la literatura, aunque fuera menor. Cuando se encuentra con Eva en una cena, se considera un fracasado y también piensa en el suicidio.
El flechazo amoroso de estos dos condenados es una tabla de salvación y ambos, escépticos, descreidos, derrotados, deteriorados, deciden vivir a fondo la pasión amorosa ante las dudas de los amigos, lo que hasta ahora los salva. Liberati logra que Eva baje 15 kilos y vuelva a ser la bella de antes y él logra, al escribir la historia de su amor, uno de sus mejores éxitos. Y con el anticipo que le pagó el editor, le financió a Eva una operación estética del rostro.
Pero a diferencia de otros autores autobiográficos actuales, Liberati es un apasionado de la literatura, en especial de los autores preciosistas y decadentes de fin de siglo XIX y por eso su libro seduce por la calidad de su prosa y su pasión literaria. En su prosa hay estilo, recursos inusitados, fuerza. Es un canto contemporáneo de amor inusual y a la vez el relato de la tragedia de Eva Ionesco, quien demandó judicialmente a su malvada madre por abuso y no le perdona lo que hizo. 
Esta historia que nos lleva al mundo de los devorados por la vida y el tiempo, es por ahora un relato con final feliz, aunque el propio autor cuenta las tormentas terribles, las manías y neurosis que agitan a esta pareja que ahora aparece en las revistas de farándula recuperada y glamurosa, ella por las operaciones estéticas y la baja de peso y él por el éxito literario logrado al filo de la navaja. 
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* Foto de @Hidiro, tomada del sitio Lefoooding.com
* Eva, Simon Liberati (Stock – France. 2015. 278 páginas)