domingo, 26 de julio de 2020

MUTIS Y LOS AVATARES DE BIZANCIO


Por Eduardo García Aguilar

No sabemos que pensaría en estos momentos el poeta Alvaro Mutis cuando se conoce la noticia de que el autoritario presidente turco Recey Tayiq Erdogan volvió a convertir en mezquita en pleno siglo XXI a la Basílica de Santa Sofía, construida en el siglo VI de nuestra era en Constantinopla, capital del Imperio Bizantino y declarada patrimonio universal desde hace tiempo por la Unesco. El tirano turco, como tantos otros orates mundiales que gobiernan en el mundo saben muy bien recurrir a los sentimientos religiosos, nacionalistas o étnicos de la población para manipular y encender los ánimos, dividiendo en vez de unir a los pueblos, prendiendo fuego en las praderas en vez de apagar odios y prejuicios.

Son técnicas bien aceitadas para obtener votos fáciles y aumentar las popularidades que van de capa caída. Desde su llegada al poder, Erdogan ha tratado de quebrar para siempre la obra del mítico Attatürk (1881-1938), presidente creador en los años 20 y 30 del siglo pasado de la Turquía moderna, quien logró la separación de los poderes religiosos y el Estado y abogó entre otras muchas cosas por la laicidad y los derechos de la mujer, hasta entonces conculcados por el Imperio Otomano.

El poderoso Imperio Otomano que había reinado desde 1453 en Constantinopla acababa de implosionar tras siglos de hegemonía en Grecia y los países balcánicos, Oriente Medio, Egipto y la franja norte del África mediterránea, después de complejas y cruentas guerras en las que participaron los poderes mundiales. Esa larga guerra ya fue contada con maestría en los Siete pilares de la sabiduría por Lawrence de Arabia, el militar e intelectual británico que asesoraba y manipulaba a las tribus árabes en su empeño por deshacerse del yugo y crear nuevas naciones.

Todos aquellos territorios que han vivido y viven en guerra desde hace milenios, volvieron entonces a experimentar ese enardecido nido de alacranes en que se convirtieron las luchas por los intereses geopolíticos de siempre en ese cruce estratégico de fronteras y rutas, y al hundirse el extenso Imperio otomano surgió de sus ruinas la Turquía de Attatürk, que estrechó lazos con Europa y a la larga teminó aspirando a ser admitida en La Unión Europea, sueño que poco ha poco ha desmontado el colérico Erdogan.

Un siglo antes, los románticos encabezados por Lord Byron iban a Grecia a tratar de liberarla de las garras otomanas y morían en el intento. Tras el repliegue otomano, Grecia y los países balcánicos volvieron a ser libres, así como las iglesias ortodoxas perseguidas, y Estambul se convirtió bajo el mando de Attatürk y sus sucesores laicos en una mítica ciudad cosmopolita y tolerante, una especie de faro en mitad de dos mundos, Oriente y Occidente. Estambul encendió así la imaginación de poetas y novelistas y fue tema de muchas obras inolvidables.

Attatürk, el enérgico y apuesto estadista nacido en Macedonia en el seno de una familia pobre y errante y que subió a la gloria en esos tiempos, dijo ya una vez en el poder que deseaba entregar Santa Sofía a la humanidad entera y desde entonces fue uno de los sitios más vistados por los viajeros del mundo y ejemplo de ecumenismo y cosmopolitismo y del posible entendimiento pacífico y diálogo entre las diversas creencias.

Al llegar al poder, Erdogan empezó a detruir los equilibrios de poderes y poco a poco amplió su dominio aliado a las fuerzas más extremas y conservadoras, aquellas que pugnan por el odio. Pero también desde hace poco su popularidad ha bajado y después del intento de golpe de Estado de hace unos años, nuevas fuerzas lo desafían, como ocurrió hace poco en Estambul, donde su candidato impuesto fue derrotado por la oposición laica y moderna. Desde entonces agita sus banderas islamistas, financia fuerzas siniestras para incendiar aun más el terreno de batalla sirio, reprime en sangre a la minoría kurda e interviene en otros frentes como Libia, soñando con restaurar el Imperio Otomano. El espectáculo de esta semana en la Basílica de Santa Sofía es una jugada más para tratar de recuperar votos e impedir su ineluctable caída.    

El poeta colombiano Mutis, admirador del Imperio Bizantino, escribió alguna vez un verso en que decía que era muy tarde y ya sabía que "nunca visitaría Estambul". En su infancia y a lo largo de toda su vida Mutis leyó todos los libros posibles sobre los mil años de Bizancio, desde Constantino hasta su caída en manos de los otomanos en 1453. Revisaba la vida y gestas de príncipes y princesas, recorría imaginariamente templos, apreciaba íconos, escuchaba músicas y leía clásicos, poetas y todo tipo de memorias y relatos de viajes. Soñaba en sus mares interiores y montañas o en las ruinas griegas que pueblan todo el territorio turco.

Su gran amigo y casi hermano García Márquez leyó el poema de lástimas y penas por no conocer Estambul y como el costeño ya era rico y famoso mundialmente, quiso invalidar el texto y lo invitó a hacer un viaje que ambos han contado con alegría y sentido del humor en varios textos. Cuando Mutis publicó en Seix Barral la primera edición de la Summa de Maqroll el Gaviero en 1974, puso en la portada una foto donde se le veía feliz y risueño con una cámara frente a la Basílica de Santa Sofía.

En su estudio de San Jerónimo, en el sur de la ciudad de México, Mutis vivía rodeado por sus celebraciones literarias y los fantasmas de sus gustos históricos. Uno de sus temas preferidos era Bizancio y la lectura de clásicos como Gustave Schlumberguer (1844-1929), quien escribió Bizancio y las cruzadas, La epopeya bizantina a fines del siglo X y Nicephore Phocas, emperador bizantino en el siglo X, entre otras obras sobre aquel imperio desaparecido. Mutis soñaba con Bizancio, que fue centro de varios imperios, entre ellos el romano, y en el estrecho del Bósforo, el mar de Mármara, el Mar Negro, el mar Egeo, donde se dieron tantas batallas y proezas a lo largo de los milenios.

Supongo que al calor de unos whiskies, Mutis sonreiría en su estudio de San Jerónimo al comprobar que este nuevo avatar histórico en pleno siglo XXI de la Basílica de Santa Sofía, a donde ayer los políticos turcos encorbatados en pleno llegaron en campaña electoral para inaugurar la mezquita, es una prueba de que los humanos seguimos repitiendo las mismas guerras y batallas, condenados a revivir odios y provocaciones ancestrales que terminan en sangre. Y entonces soñaría de nuevo en las peregrinaciones literarias de los cruzados o en Lord Byron y viajaría a los tiempos del gran Belisario (505-565), el más notable general del Imperio bizantino bajo el mando de Justiniano, quien ya fue contado con maestría en una novela por Robert Graves.
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Publicado el domingo 26 de julio de 2020 en La Patria. Manizales. Colombia.

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