domingo, 26 de julio de 2020

POETAS Y ROMÁNTICOS EN LA ERA YOUTUBE

Tumba de Casimir Delavigne en Père Lachaise

Por Eduardo García Aguilar

En estas épocas de pandemia y crisis mundial proliferan los festivales poéticos en línea donde todos los escribidores del mundo encerrados por obligación participan en recitales colectivos que otros solitarios tal vez observan y escuchan en sus guaridas cerradas ante el peligro de la peste. No me imagino lo que pensarían de esto los poetas de otros tiempos, que más solitarios aun dejaban solo al azar del destino la difusión de sus obras en el formato libro, reinante desde los tiempos del gran Gutenberg, o por medio de cartas, que llegaban muchos meses o semanas después a su destino de ultramar.

Gracias a la velocidad y visibilidad que otorgan las redes sociales, dos siglos después de la primera, vivimos al parecer otra espléndida era romántica en estos tiempos terribles y extraños de las primeras décadas del siglo XXI, donde muchos piensan que el cambio climático nos conduce a un nuevo apocalipsis, acompañado de amenazas bélicas y represivas. A través de las redes sociales, Twitter,  Facebook o Youtube cualquiera puede ahora gritar, llorar, reír y lanzar sus ideas, imágenes y poemas al mundo sin tener que pasar por los controles de los caciques poderosos de la cultura o los grandes medios controlados por poderes económicos, ideológicos o religiosos.
 
Ante los nefastos poderes mundiales florecen ahora generaciones anticapitalistas, ecologistas, animalistas, antirracistas, feministas, LGTB, que buscan con su voz liberar fuerzas que hasta hace poco estuvieron reprimidas. Nuevos héroes como el Julian Assange de Wikileaks o figuras reprimidas en países como China, Rusia, Oriente Medio, Africa o Estados Unidos, músicos, artistas, poetas o heroínas del Metoo, usan las redes para denunciar la corrupción y defender sus causas, pedir autonomías étnicas, indígenas, raciales, de género o regionales y solicitar la liberación de los perseguidos o la redención de los desposeídos. Este nuevo movimiento romántico podría tener similitudes con el del siglo XIX, liderado por Víctor Hugo, Goethe y Byron.

Por eso hay que volver a visitar aquel movimiento de sueños. Como ahora es tan fácil encontrar tirados junto a los basureros o en las aceras de las ciudades los más increíbles incunables de otros tiempos botados por nuevos inquilinos que vacían cavas, graneros o sótanos, suelo rescatar viejas ediciones de poetas que ahora nadie lee y que en su tiempo fueron grandes estrellas de la poesía como Casimir Delavigne (1793-1843), quien está sepultado junto a Balzac y Nerval en el cementerio Père Lachaise de la capital francesa. Es una delicia leerlos en libros de comienzos del siglo XIX, tocados por las manos de aquella generación surgida después de la Revolución Francesa y al interior de los cuales a veces halla uno papeles, hojas o flores olvidados e intactos.

Las ediciones de aquellos tiempos de auge romántico se hacían en papeles finísimos que resisten el paso del tiempo y solían estar ilustradas con grabados preciosos que cubrían con papeles de seda para no manchar las páginas y que hoy podrían ser sacados y cortados para convertirse en cuadros. Prefiero dejarlos así y con frecuencia vuelvo a esos libros empastados con gusto y tan sólidos como rocas, de tal forma que aquel formato podría cruzar los milenios sin desmoronarse o difuminarse en átomos volando. Lo lanzado ahora a las redes vuela pero se difumina muy rápido en el olvido tras los quince segundos de fama teorizados por Andy Warhol.

Delavigne se hizo famoso al escribir largas odas después de la derrota de Napoleón Bonaparte en Waterloo en julio de 1815, logrando un éxito impresionante, pues sus poemarios se vendían por decenas de miles y pasaban de mano en mano como hoy las voces y las imágenes pasan de un teléfono celular a otro. Tuvo éxito también como dramaturgo y fue nombrado por la monarquía de la Restauración como bibliotecario del Palais Royal y ungido a la edad de 35 años como miembro de la Academia Francesa. Adulado, admirado, propietario de una bella mansión en las orillas del Sena otorgada como canonjía por los poderes de la monarquía, Delavigne fue denostado por autores que como Flaubert lo consideraban cortesano, seguidor oportunista de temas y corrientes de moda, pero también fue elogiado por Balzac.

Este autor ha sido olvidado casi por completo y hoy solo algunos curiosos saben de su vida y obra. Varias veces he visitado su tumba, después de recorrer las callejuelas secretas de uno de los cementerios más literarios del mundo, donde reposan Proust, Wilde, Chopin, Rufino J. Cuervo, Colette, Miguel Angel Asturias, Jim Morrison y tantos otros. Una vez fui con el poeta francés Stéphane Chaumet, nacido como él en la ciudad portuaria de Le Havre y otra el año pasado con el escritor y pensador colombiano Hernando Salazar Patiño, quien por la emoción de observar tantas célebres tumbas juntas extravió su bufanda de seda florentina en las callejuelas del camposanto.

Los grandes y exitosos románticos que pasaron a la posteridad por su talento y poder fueron Víctor Hugo, Alphonse Lamartine, Alfred de Musset, Georges Sand y Alfred de Vigny. Con ellos miles de aristócratas, burgueses, artesanos y obreros por igual se dejaron llevar en toda Europa por ese deseo de escribir, opinar y cantar, lanzando a la calle miles de libros en preciosas ediciones que hoy nadie recuerda, como nadie recordará después a los poetas y pensadores de Facebook, Twitter y Youtube.

El romántico Delavigne fue una especie de poeta youtuber del momento y con él pasaron al olvido muchos otros como Marceline Desbordes-Valmore o Reine Garde, la poeta costurera descubierta por Lamartine, que reivindicaban el despertar de la mujer, o Pierre Dupont, Maurice de Guérin o Alphonse Rabbe, entre otros que solo figuran en tratados arqueológicos de la poesía de ese tiempo. Aunque todos vayan al olvido ineluctable, es bueno saludar esta fiesta poética que prolifera en las redes sociales y en Youtube, aunque no hay nada mejor como leer poesía en el silencio de la madrugada en un viejo libro de papel, creando un contacto secreto con un autor olvidado de otro siglo al que no le vemos la cara.
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Publicado en La Patria. Manizales, Colombia, el domingo 18 de julio de 2020.

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