domingo, 26 de julio de 2020

LOS LOCOS DEL COLEGIO


Por Eduardo García Aguilar

Hay algo que mucha gente no sabe y es que por lo regular los que alguna vez entran al vicio de la escritura lo hacen por una pasión inexplicable, como si de repente un virus desconocido los hubiera atacado desde la infancia y la adolescencia. Y que al empezar ese camino excéntrico nunca pensaron que lo hacían para lograr dinero, fama o poder, sino sastifacer esa necesidad imperiosa de plasmar con letras, ideas o historias. Igual ocurre con músicos, cantantes o pintores y otros artistas como payasos o dramaturgos, que ya desde temprano ejercen sus oficios sin saberlo y que son reconocidos por los compañeros de clase en escuelas y colegios.

Ya desde temprano esos seres raros y excéntricos aparecen en las aulas y se enfrentan a la incomprensión de un sistema escolar que busca antes que todo formar ingenieros, médicos, técnicos, gente útil que sirva para algo fructífero y genere dividendos y propicie una situación sólida en la sociedad. Los maestros, rectores, vicerrectores, prefectos de disciplina y otras autoridades desde temprano pillan a esos rebeldes y les hacen la vida difícil. También los compañeros no entienden a esos que por lo regular ya llevan el apodo de "locos".

Pero los "locos" del colegio siguen firmes en su camino y expanden sus conocimientos culturales por fuera de las aulas en grupos de teatro o musicales, tertulias literarias o filosóficas o circos imaginarios que acaparan su tiempo, convirtiendo las arduas tareas escolares en algo secundario que concita la severidad de quienes velan por el avance inexorable de conocimientos más útiles como matemáticas, física y química y otras materias que llevarán a los mejores a los primeros puestos y a las carreras arduas del deber.

Pero el poeta "loco" del colegio toma ya desde temprano el placer de pertenecer a esa estirpe de incomprendidos a la que pertenecieron todas las figuras del santoral literario o filosófico encabezados por Walt Whitman, Edgar Allan Poe, Jane Austen, Federico Nietzsche, Rubén Darío, Rimbaud o Virginia Woolf, entre otros muchos desquiciados de otros tiempos idos. Y al final el poeta, el músico o el filósofo del colegio termina por adquirir un aura que envidian aquellos que ocupan los primeros lugares e incluso vagos y nulos que tarde o temprano también terminarán por ser expulsados o marginados.

Los vagos y los artistas terminarán en el mismo grupo de los expulsados que pasan e colegio en colegio como almas en pena, apoyados por autoridades más humanas que saben que en todos ellos también existe el fuego de la vida y la chispa de la existencia. Repitentes, rebeldes sin causa, agresivos, insolentes, inadaptados, poetas, teatreros, rockeros, payasos, viven su errancia como una forma de conocer más mundo que aquellos que siempre estuvieron parados en la misma estaca de los loros incapaces de aventura y vuelo.

En el camino muchos de esos personajes locos del colegio son triturados por la vida y no es extraño encontrar mucho tiempo después a algunos de esos iluminados poseídos por la droga, la locura, el fracaso, el suicidio, o atrapados en el redil, convertidos en sumisos agentes de un mundo de máscaras con tristezas o frustraciones profundas, obligados a ejercer profesiones u oficios que nunca imaginaron. Pero algunos son fieles a su figura por siempre y ejercen la poesía, la literatura, la música, la filosofía o el teatro pese a las dificultades y la incomprensión de una sociedad que los acepta como bufones y arlequines, pero en el fondo los desprecia porque lo que vale para el sistema en boga es solo el dinero, el éxito, el poder y el avasallamiento de los otros.

No es extraño que en una sociedad tan corrompida como la nuestra los reflectores siempre se dirijan hacia una farándula famosa de narcos, bandidos, violentos de todos los pelambres, estafadores, pillos, periodistas venales, políticos sin principios ni ideas y que sean ellos quienes ocupen día a día las primeras páginas de los diarios y los momentos estelares de los noticieros y que su voz incoherente, ruin, cómica e inconcebible se convierta en el centro de la atención y en el ideario seguido por las mayorías.

Todas esas figuras de una comedia mediocre ascienden como meteoros y estallan en el aire para desaparecer por lo regular al final acribillados o en las cárceles, después de brillar por años o décadas ante una masa manipulable. Ellos son quienes reciben condecoraciones, honores y cargos inmerecidos, prebendas inauditas y aplausos sin fin en el escenario de las banana repúblicas. Ahora incluso los más atroces bufones, violentos e ignorantes politicastros del mundo son los que logran con sus desplantes animar la galería para llegar al poder y reinar allí como los peores sátrapas.    

Por eso son tan importantes en un mundo así los escritores, filósofos, poetas, pensadores, artistas, músicos, actores, saltimbanquis, arlequines que escriben, piensan, cantan y actúan para nada y para nadie. Su voz y su imagen es escuchada por pocos, se ve en escenarios secretos, en ágoras ignoradas, pero por el solo hecho de existir y vivir se convierten en los pilares de la sabiduría y la cultura de un pueblo porque hacen cosas sin buscar recompensas, medallas o aplausos. 

Hoy todavía los humanos recordamos a figuras locas como Sócrates, Diógenes o Nietzsche, Sor Juana Inés de la Cruz, Virginia Woolf o Simone de Beauvoir, porque ellos y ellas desde su margen siguen marcando el sendero más inesperado de lo humano, el que más luz genera y más sentido da a la existencia.     
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 12 de julio de 2020

     

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