La
novela en verso Eugenio Oneguin de Alejandro Pushkin, publicada en
1833, en pleno auge del romanticismo europeo, es una de las obras
mayores de la literatura rusa, que casi dos siglos después sigue
leyéndose y representándose en adaptaciones en ópera, teatro y cine como
una obra moderna, ágil, juvenil, cautivante expresión de esa generación
conmovida por los acelerados cambios del mundo y las guerras.
Es
la historia de los amores cruzados de Eugenio y Tatiana, primero en un
vecindario de grandes haciendas situadas en la provincia y luego en el
Moscú aristocrático donde hierve la vida de los privilegiados cercanos
al poder autoritario de los zares, en medio de lujosas fiestas donde se
bailan y escuchan mazurcas y valses y la juventud heredera se prepara
para reproducir el destino familiar trazado por los patriarcas.
Como
casi todos los autores del siglo XIX ruso, Pushkin (1799-1837) optó por
describir y relatar las vicisitudes amorosas y sociales de las élites
aristocráticas y terratenientes ancladas en lejanos palacios campestres
donde pasan los veranos y en las mansiones o apartamentos de Moscú y San
Petersburgo, cerca de la corte zarista, pero en esta obra se siente
además el palpitar del alma juvenil rusa de entonces, que es a la vez
muy local y nacionalista, aunque también afrancesada, romántica y
europea.
Oneguin es un
heredero rebelde que después de una primera juventud acelerada de fiesta
en fiesta se convierte en un frio ermitaño que se aleja de la
mundanidad, de la misma forma que muchos personajes de las novelas
rusas. Igual que en la Guerra y la Paz y Ana Karenina de León Tolstói,
vivimos por dentro la vida de las familias privilegiadas, sus fiestas
frecuentes y el interés de los mayores, patriarcas y matriarcas, por
casar bien a su hijas con miembros de la aristocracia o el cuerpo
militar al servicio del Zar.
Pero
después de la invasión de Napoleón Bonaparte, cuando Rusia logró
vencerlo en épicas guerras, la juventud quedó marcada por el espíritu
romántico liderado por Lord Byron y otros que murieron muy jóvenes como
el propio Pushkin, unos en duelo y otros en el campo de batalla. Desde
los tiempos Catalina y Pedro el Grande, las élites eran muy afrancesadas
y en la corte siempre fueron recibidos unos tras otros libertinos e
ilustrados dieciochescos como Voltaire o el precursor de la
independencia latinoamericana Francisco de Miranda.
La
obra es muy literaria, pues Pushkin, al contar la historia de su héroe
menciona con frecuencia autores franceses, europeos y rusos que solían
leer los jóvenes educados, el primero de ellos Lord Byron y su héroe
Childe Harold. Y lo es aun más pues el ruso despliega su gran talento al
describir campos y salones, habitaciones y el alma de los personajes
secundarios como el muy joven e inocente poeta Laski, aun crédulo en
amores y con pasión libresca. Sin olvidar a los campesinos y a la
servidumbre.
Pushkin
murió a los 37 años a causa de un duelo, como era usual en aquel
tiempo, pero en su corta vida dejó obras magistrales que lo convirtieron
en un ídolo de la literatura rusa. Entre ellas se destacan además de
Eugenio Oneguin, libros como La hija del Capitán y Boris Godúnov, entre
otros que nos conmueven aun por su fuerza, la intensidad de sus
sentimientos y la capacidad para adentrarnos en el espíritu ruso de
aquellos tiempos.
Leyendo a
Pushkin nos percibimos de los fuertes lazos que Rusia ha tenido en sus
mejores tiempos con Francia y con Europa, aunque a veces tuvo que
enfrentarse a los ejércitos de las potencias que siempre codiciaron sus
grandes extensiones e incontables riquezas naturales. También en otras
épocas fue aliada de Europa, como lo muestra el papel que desempeñó en
la derrota del nazismo en la Segunda Guerra mundial, donde perdieron
millones de soldados.
Por
eso siempre es un gran placer volver a leer a Pushkin, Turguéniev,
Gogol, Tolstói, Dostoievsky y al gran Mijail Bulgákov, autor de El
maestro y Margarita, que por sus delirios tiene vasos comunicantes con
esta novela romántica del malogrado poeta, cuya prematura partida lo
dejó joven para siempre.
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Publicado en La patria. Manizales. Colombia. Domingo 6 de abril de 2025.
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