viernes, 25 de abril de 2025

LA AUTOBIOGRAFÍA DE FRANCISCO

Por Eduardo García Aguilar

La autobiografía del papa Francisco, que acaba de ser publicada por Plaza y Janés bajo el título de Esperanza, es un libro que nos acerca como nunca a la extraordinaria vida de este jesuita bonaerense de clase media y origen italiano, que se convirtió en uno de los papas más notables, originales e históricos de los últimos tiempos.

Aunque al principio el libro debía ser publicado con carácter póstumo, el pontífice y el asesor editorial de muchas de sus obras, Carlos Musso, decidieron anticipar su salida, por lo que es de una actualidad desconcertante, dada la manera dramática de su partida, horas después de su espectacular paseo en papamóvil entre los fieles en la Plaza de San Pedro, casi al punto del último suspiro.

Ahí mismo desde la Plaza de San Pedro lo vi por única vez salir a la ventana desde donde pronunciaba sus Ángelus los domingos a mediodía. Fue emocionante, pues Francisco fue un fenómeno improbable, no solo por ser latinoamericano y progresista, sino por la huella que deja como un papa innovador. En su libro nos comunica su argentinidad de hijo de inmigrantes, los oficios de químico, profesor de literatura, amante del fútbol y hasta amigo de Borges, y su formación jesuita, la ordenación y posterior destino.

Cuando se anunció en medio de la confusión un nombre en principio poco audible, estaba en la redacción de la agencia donde trabajo esperando la fumata blanca y fue sorpresivo entender que se trataba de Bergoglio, cardenal argentino conocido por su apego a las causas sociales de la iglesia latinoamericana y la ayuda que en medio de la dictadura dio a muchos de los perseguidos y a las familias de los desparecidos, entre ellos las Madres de la Plaza de mayo, como lo cuenta en Esperanza.

En ese momento estaba en la redacción hispana de París con el colega argentino Jorge Svartzman y de inmediato pasé a abrazarlo efusivamente ante su estupor para felicitarlo porque un compatriota suyo resultó elegido y bromeábamos mucho después porque no solo es agnóstico sino de origen judío y madre comunista, como algunos emigrantes del este europeo que huyeron de las guerras hacia Argentina.

Lejos de los papas encerrados en el palacio apóstolico, rodeados de una corte entre lujos y cubiertos por onerosas prendas, Francisco vivía en la residencia Santa Marta donde se alojan los invitados al Vaticano y ahí permaneció durante su pontificado, comiendo en el refectorio al lado de trabajadores, monjas y curas, porque, como dice en su autobiografía, le gusta estar con la gente, pertenecer a una comunidad y no aislarse en lo que él define como la "autorreferencialidad " de una Iglesia anclada en el pasado sin mirar al presente ni al futuro.

Invitado a la Feria del libro de Roma en diciembre de 2022 tuve la alegría de hospedarme en una pequeña pensión al lado del Vaticano, a solo unos pasos del Museo y de la imponente Plaza de San Pedro. Solía deambular por ahí tras recorrer otros sitios de la ciudad que conozco desde hace mucho tiempo, cuando, estudiante, quise visitar el Monte Aventino donde, según la leyenda, Simón Bolívar prometió liberar a América.

Roma siempre es emocionante no solo por las grandes ruinas milenarias del Imperio de los Césares sino por la presencia del Vaticano, minúsculo país desde donde los papas y la curia irradian para más de 1.400 millones de fieles. Dos milenios de tradición son imponentes para esta religión católica en cuyo marco casi todos los latinoamericanos y europeos crecimos marcados por su impronta.

Pero ser contemporáneo de un papa latinoamericano es algo excepcional y por eso acepté la invitación del vaticanista colombiano Nestor Pongutá Puerto para ir al Ángelus. Caminando con él por las cercanías de la Plaza conocí a dos cardenales cercanos a Francisco, Gianfranco Ravazi, ex encargado de Cultura, y al teólogo Walter Kasper, que acudían a escucharlo y que, según Francisco, estuvieron muy cerca en los instantes previos a su elección.

Todos estos detalles están contados en el libro: infancia, vida de los ancestros italianos, vocación, estudios, dictadura, cardenalato y papado. Y también nos da el testimonio personal de su nombramiento, en el que no creía para nada, cuando ya casi la mayoría de los cardenales se habían decidido por él tras escuchar su brillante proyecto de sacar a la Iglesia de los palacios y de la "autorreferencialidad" para acercarla a los pobres y a  los otros.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 27 de abril de 2025.
 



   


miércoles, 16 de abril de 2025

ÚLTIMO ADIÓS A MARIO VARGAS LLOSA

Por Eduardo García Aguilar

La muerte de Mario Vargas Llosa el pasado domingo de Ramos en Lima, significa el fin no solo del boom latinoamericano sino de toda una era de la literatura postcolonial inscrita en la era humanista iniciada con la aparición de la imprenta de Gutenberg y el pensamiento de Erasmo y la existencia de grandes escritores patriarcales, casi padres de la patria, como Victor Hugo, Goethe y Tolstói, que representaban la lengua y el país, continente o región donde se habla y ejerce.

Para los escritores de mi generación, que éramos adolescentes y soñábamos ya con escribir cuando circularon sus primeras novelas La ciudad y los perros y Conversación en la Catedral, entre otras, su presencia ha sido desde entonces y a lo largo de las décadas incesante y casi diaria debido a la fuerza proteica de su prosa y energía literaria. A los 35 años, el apuesto y brillante joven ya era una estrella mundial de la literatura, traducido a muchas lenguas y siempre estuvo en la primera plana de los diarios y las revistas donde se publicaban sus artículos, entrevistas, reportajes y ensayos, convirtiéndose en una figura familiar.

Los aprendices de escritores adolescentes devorábamos los libros de los autores patriarcales en boga en esos momentos, como Vargas LLosa y García Márquez, Cortázar, Arreola, Cabrera Infante, Borges, Asturias, Carpentier, Fuentes y tratábamos de imitarlos y emularlos en nuestros primeros escritos enviados a los concursos literarios colegiales.

A mi me gustaba más el mundo de Julio Cortázar después de leer Rayuela o sus cuentos, y escribí varios textos cortazarianos que no estaban tan mal. Y también me fascinó Cabrera Infante por su maravillosa y juguetona novela Tres Tristes tigres, la modernidad de su estilo, distante del naturalismo peruano de Vargas Llosa. 
 
Guardo aún una veinte páginas que son un pastiche de la narrativa del peruano que leo asombrado, pues es prueba de que los muchachos de entonces fuimos impactados de frente por las estrellas del boom, quienes en cierta forma se convirtieron en pesadas losas en el camino de la escritura, como lo fue el terrible macondismo garciamarquiano, que tantos estragos hizo y hace.    

Vargas Llosa brilló en el ejercicio de la novela como un instrumento realista y a veces naturalista apto para revisar la compleja historia de Perú, que aborda desde todos los ángulos hasta su última obra publicada Le dedico mi silencio (2023), ambientada en los años 50 y 60 en el medio musical de los valses criollos limeños. También abordó temas históricos de otros países del continente y el mundo.

El peruano trabajó desde muy joven en redacciones de diarios y fue periodista al llegar a París del servicio español de la Agencia France Presse (AFP) y de Radio France Internacional (RFI). Ejerció toda la vida la profesión detacándose como gran reportero y articulista de opinión. Muchas de sus novelas utilizan a fondo las técnicas periodísticas de reportería e investigación, como en las que aborda la dictadura dominicana, el Brasil de la guerra de Canudos o los abusos en el Congo Belga y en el Perú en tiempos del caucho y del protagonista, el inglés Roger Casement.

A través de personajes reales volvía a revisar episodios de la historia latinoamericana como dictaduras, conflictos raciales, luchas sociales, generando un gran fresco parecido a los murales mexicanos de Rivera, Orozco o Siqueiros. Sus técnicas narrativas, adictivas, amenas, atraen al lector fascinado por la agilidad de los diálogos y la descripción minuciosa de lugares, paisajes, personalidades, prendas, sentimientos y comidas. 

Sin duda aprendió bastante de los grandes novelistas realistas y naturalistas franceses del siglo XIX, a los que admiraba, como Victor Hugo, Balzac, Dumas, Flaubert, Zola y otros que leyó al llegar a París con su esposa la tía Julia, huyendo de un Perú donde se asfixiaba. Pero volvió al final de sus días, antes de morir, para recorrer los escenarios limeños narrados en sus primeros libros, allí donde comenzó su increíble destino.
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 La Patria. Manizales. Colombia. 20 de abril de 2025.








viernes, 11 de abril de 2025

EL FANTASMA DEL 9 DE ABRIL

Por Eduardo García Aguilar

Ahora que conmemoramos de nuevo el 9 de abril de 1948, una fecha crucial en la historia colombiana del último siglo, en todos los medios y las redes sociales aparecieron artículos e imágenes sobre las diversas versiones del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en pleno centro de la capital. Desde entonces se han publicado decenas, tal vez centenares de libros sobre el acontecimiento, entre los que se destacan los del escritor Arturo Alape, quien dedicó gran parte de su vida a estudiar los sucesos, entrevistando a centenares de personas y consultando todos los archivos posibles desde múltiples ángulos.

Poco después del magnicidio empezaron a salir en ediciones modestas de época libros pequeños de muchos de los protagonistas, como de quienes estaban al interior del palacio presidencial al lado del presidente Mariano Ospina Pérez y su esposa Bertha Hernández, que según dicen solía llevar pistola al cinto y era un personaje de armas tomar. También hay testimonios de los liberales que fueron invitados a la sede del poder cuando estaba a punto de ser tomada por los rebeldes, Bogotá ardía y Ospina buscaba consensos con ellos para salir de la situación.

Entre esas versiones hay por supuesto libros de los partidarios de Ospina Pérez y del conservatismo que llevan  agua a su molino para limpiar la imagen del presidente y empresario antioqueño, a quienes sus opositores y la esposa del sacrificado líder acusaban de ser el autor intelectual del crimen del líder liberal, cuyo ascenso político lo ponía a las puertas de acceder a la primera magistratura, algo inadmisible para el establecimiento.

Otras versiones son de personas que estaban en la calle y descubren con detalle desde todos los ángulos las circunstancias del asesinato y dan crédito ya sea a la versión oficial de que el asesino único fue Juan Roa Sierra y hacen investigaciones periodísticas exhaustivas sobre su vida, familia, y circunstancias previas a la supuesta acción criminal, como la compra de la pistola, el dinero que le dio a su esposa antes y su presencia antes en el lugar de los hechos.

Otros hablan de la presencia de un segundo tirador y cómplice, un tal detective de apellido Potes, que habría desarmado a Roa para entregarlo a la jauría después de los hechos y que según versiones declaró ya anciano y agonizante en la miseria a un viejo amigo, para liberarse del remordimiento, que él fue el verdadero asesino. Otros dicen que Roa Sierra fue solo un chivo expiatorio que se encontró por desgracia en el sitio y en el momento equivocado.

También se especula sobre la participación de los servicios secretos estadounidenses y hasta se involucra al joven Fidel Castro, quien estaba presente en el sitio del crimen y era uno de los centenares de invitados que vinieron a Bogotá a participar en la importante IX Conferencia Panamericana que se celebraba en la capital y era el evento ideal en el marco del cual se cometió el crimen.

Tal y como pasa en todos los magnicidios, como el del presidente estadounidense John F. Kennedy, ocurrido en 1963, en el de Gaitán todas las pistas fueron trucadas y al final las diversas versiones se entrecruzaron para que el asesinato quedara impune y sin solución posible. Lío de faldas, frustración del asesino, que había pedido empleo a Gaitán, y mil hipótesis más se mezclan con la actividad tenaz y múltiple de los detectives y sicarios de los temibles servicios secretos colombianos al servicio del régimen, que en ese entonces y después se las han arreglado para matar a miles de líderes opositores y candidatos presidenciales como Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro Leóngomez, Bernardo Jaramillo y tantos otros.

Plinio Apuleyo Mendoza, cuyo padre de mismo nombre estaba con su amigo Gaitán en el momento y recibió el cuarto impacto, también hizo su relato y presentó sus hipótesis, entre las cuales se destaca la presencia de ese misterioso segundo hombre, versión a la que Gabriel García Márquez, también presente en Bogotá el 9 de abril, daba crédito.  

La muerte de Gaitán ha producido centenares de libros, miles de artículos y fotografías e invadió también la ficción, pues desde entonces centenares de novelas han abordado el tema, pues no hay colombiano de la época o posterior que no haya oído en casa los relatos de sus mayores traumatizados por el acontecimiento, tanto que ahora, en el 2025, casi ocho décadas después, se sigue viviendo como si hubiese sido ayer. Y el crimen también ha invadido los sueños, pues los hechos se pasean con frecuencia en el ámbito onírico de los colombianos. Jorge Eliécer Gaitán sigue vivo entre nosotros como un fantasma incesante y su voz elocuente resuena aun en las esquinas.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 13 de abril de 2025.

               

 

sábado, 5 de abril de 2025

LA FUERZA CREATIVA DEL RUSO PUSHKIN

Por Eduardo García Aguilar

La novela en verso Eugenio Oneguin de Alejandro Pushkin, publicada en 1833, en pleno auge del romanticismo europeo, es una de las obras mayores de la literatura rusa, que casi dos siglos después sigue leyéndose y representándose en adaptaciones en ópera, teatro y cine como una obra moderna, ágil, juvenil, cautivante expresión de esa generación conmovida por los acelerados cambios del mundo y las guerras.

Es la historia de los amores cruzados de Eugenio y Tatiana, primero en un vecindario de grandes haciendas situadas en la provincia y luego en el Moscú aristocrático donde hierve la vida de los privilegiados cercanos al poder autoritario de los zares, en medio de lujosas fiestas donde se bailan y escuchan mazurcas y valses y la juventud heredera se prepara para reproducir el destino familiar trazado por los patriarcas.

Como casi todos los autores del siglo XIX ruso, Pushkin (1799-1837) optó por describir y relatar las vicisitudes amorosas y sociales de las élites aristocráticas y terratenientes ancladas en lejanos palacios campestres donde pasan los veranos y en las mansiones o apartamentos de Moscú y San Petersburgo, cerca de la corte zarista, pero en esta obra se siente además el palpitar del alma juvenil rusa de entonces, que es a la vez muy local y nacionalista, aunque también afrancesada, romántica y europea.

Oneguin es un heredero rebelde que después de una primera juventud acelerada de fiesta en fiesta se convierte en un frio ermitaño que se aleja de la mundanidad, de la misma forma que muchos personajes de las novelas rusas. Igual que en la Guerra y la Paz y Ana Karenina de León Tolstói, vivimos por dentro la vida de las familias privilegiadas, sus fiestas frecuentes y el interés de los mayores, patriarcas y matriarcas, por casar bien a su hijas con miembros de la aristocracia o el cuerpo militar al servicio del Zar. 

Pero después de la invasión de Napoleón Bonaparte, cuando Rusia logró vencerlo en épicas guerras, la juventud quedó marcada por el espíritu romántico liderado por Lord Byron y otros que murieron muy jóvenes como el propio Pushkin, unos en duelo y otros en el campo de batalla. Desde los tiempos Catalina y Pedro el Grande, las élites eran muy afrancesadas y en la corte siempre fueron recibidos unos tras otros libertinos e ilustrados dieciochescos como Voltaire o el precursor de la independencia latinoamericana Francisco de Miranda.

La obra es muy literaria, pues Pushkin, al contar la historia de su héroe menciona con frecuencia autores franceses, europeos y rusos que solían leer los jóvenes educados, el primero de ellos Lord Byron y su héroe Childe Harold. Y lo es aun más pues el ruso despliega su gran talento al describir campos y salones, habitaciones y el alma de los personajes secundarios como el muy joven e inocente poeta Laski, aun crédulo en amores y con pasión libresca. Sin olvidar a los campesinos y a la servidumbre.   
 
Pushkin murió a los 37 años a causa de un duelo, como era usual en aquel tiempo, pero en su corta vida dejó obras magistrales que lo convirtieron en un ídolo de la literatura rusa. Entre ellas se destacan además de Eugenio Oneguin, libros como La hija del Capitán y Boris Godúnov, entre otros que nos conmueven aun por su fuerza, la intensidad de sus sentimientos y la capacidad para adentrarnos en el espíritu ruso de aquellos tiempos.

Leyendo a Pushkin nos percibimos de los fuertes lazos que Rusia ha tenido en sus mejores tiempos con Francia y con Europa, aunque a veces tuvo que enfrentarse a los ejércitos de las potencias que siempre codiciaron sus grandes extensiones e incontables riquezas naturales. También en otras épocas fue aliada de Europa, como lo muestra el papel que desempeñó en la derrota del nazismo en la Segunda Guerra mundial, donde perdieron millones de soldados.

Por eso siempre es un gran placer volver a leer a Pushkin, Turguéniev, Gogol, Tolstói, Dostoievsky y al gran Mijail Bulgákov, autor de El maestro y Margarita, que por sus delirios tiene vasos comunicantes con esta novela romántica del malogrado poeta, cuya prematura partida lo dejó joven para siempre.    
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Publicado en La patria. Manizales. Colombia. Domingo 6 de abril de 2025.


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