Por Eduardo García Aguilar
Los franceses se preparan para celebrar el 4 de enero de 2010 los 50 años de la muerte trágica del Premio Nobel Albert Camus (1913-1960), que después de varias décadas de ser considerado por la intelectualidad marxista y sartreana como un autor fácil para adolescentes, "filósofo incompetente" e ideólogo blando, ha terminado por convertirse en un gurú contemporáneo de la tolerancia y la no violencia.
Hijo de una sirvienta española analfabeta y un humilde agricultor que murió en la guerra, el autor de "El extranjero" y "La peste" creció en la miseria en la colonial Argelia francesa. Un maestro, Louis Germain, cambió su destino al sugerir a su familia que ingresara a los estudios secundarios en un liceo de Argel frecuentado por niños bien y allí se encontró después milagrosamente con la literatura a través de los libros que había en casa de un tío y las orientaciones de su admirado maestro y mentor Jean Grenier.
Empezó desde temprano una obra literaria y una actividad teatral y periodística en los diarios Alger Republicain y Soir Republicain, donde describió la miseria de su clase y mostró en contra de las autoridades el drama de los árabes humillados por el colonizador, así como el desprecio reinante por las costumbres musulmanas del amplio Magreb de parte del autoritario europeo: militares, funcionarios, comerciantes, industriales e incluso obreros y pobres de la metrópoli.
Al estallar la guerra, el joven reportero de 27 años, nacido en Constantine bajo el sol mediterráneo y amante del fútbol, acepta la invitación de Pascal Pia a viajar al húmedo París para trabajar en el diario París Soir. Hace fila en el puerto, entre los árabes, antes de subir al barco y pasar el humillante proceso de desinfección y eliminación de piojos que le aplicaban a los colonizados, sin pensar un sólo instante que 17 años después sería Premio Nobel de Literatura.
Gallimard le publica "El extranjero", que tiene un éxito fulgurante y muy rápido su intensa actividad teatral, ensayística y novelística lo llevó a la fama y a la gloria en medio del violento conflicto por la independencia argelina. Se había convertido en un símbolo joven de los "condenados de la tierra" descritos por Frantz Fanon y en ejemplo coyuntural de la lucha pacífica contra la colonización del Tercer Mundo.
Novelista y dramaturgo de éxito en el París de la post-guerra, Camus se destacó como periodista, reportero, articulista en el diario Combat, donde expresó la idea de que el conflicto concluyera con un país que admitiera, en concordia, la convivencia de los hermanos enfrentados: los nativos de siempre y los descendientes de los colonizadores franceses, o los mestizos que hicieron la vida allí y se sentían en casa tanto como los originarios de esa añeja tierra de dátiles que alguna vez fue colonizada por Roma.
Pero la guerra fue irreversible y la represión del ejército francés tan cruel y miserable con los árabes, que las heridas entre los bandos fueron de tal magnitud que al independizarse Argelia los franceses y los colaboradores de la metrópoli llamados pied noir (pies negros) tuvieron que abandonar en masa sus propiedades y tierras y viajar al exilio por millones a Francia, en la miseria, un país que muchos de ellos ni siquiera conocían.
De ahí viene el problema de los suburbios y el conflicto que se vive en Francia, donde existe la mayor cantidad de población musulmana e islámica de Europa. Durante décadas los que llegaron del Magreb fueron considerados la escoria de Francia y sirvieron como humildes trabajadores aplicados a las tareas más sucias, mientras la potencia francesa vivía sus famosos Treinta años gloriosos de progreso y crecimiento, que garantizaron el pleno empleo.
Sólo ahora a comienzos del siglo XXI algunos miembros de esa población argelina inmigrante de tercera o cuarta generación comienzan a acceder poco a poco a algunos puestos importantes, pero el origen árabe sigue siendo una tara para quienes buscan trabajo o ingresar a las escuelas. Medio siglo después de la muerte de Camus, la discriminación sigue viva y la cicatriz de la guerra de independencia arde con fuerza, mientras perviven sectores racistas de ultraderecha listos a endurecer las medidas contra los extranjeros y a desconocer a los descendientes de colonizados el estatuto de franceses auténticos.
Las grandes figuras literarias francesas del momento eran el gran autor de "La condición humana" André Malraux y el inquieto intelectual Jean Paul Sartre, que evolucionó hacia la izquierda y el marxismo y fue el filósofo de referencia de Francia en los años de antes de mayo del 68. Pero fue el humilde argelino periodista de Combat, extranjero en los medios literarios parisinos, el que recibió a los 44 años el Premio Nobel ante la indignación de los admiradores de Sartre y Malraux.
Alto, apuesto, con su cigarrillo siempre colgando de los labios, el personaje se volvió leyenda y sex-symbol al subir a los estrados de Estocolmo, pero tres años después la parca se lo llevó a los 47 años al estrellarse el auto en que viajaba con su editor Michel Gallimard contra un árbol en Villeblevin, cerca de Montereau, en el sureste de París, convirtiéndolo en leyenda, al igual que el aviador Saint Exupéry, autor de "El principito".
"Yo no aprendí la libertad con Marx. La aprendí en la miseria", dijo Camus para destacar que sus ideas estaban ancladas en la realidad de su pueblo natal Mondovi, el sufrimiento de su madre española analfabeta y la tuberculosis que lo aquejó desde muy joven, y no en la moda intelectual de los círculos parisinos.
Él admiraba desde adolescente a André Malraux y declaró que hubiera preferido que le hubieran dado el Nobel a él. Pero el destino escogió a Camus. En lo que respecta a Sartre, la historia mostró que su entusiasmo final por los totalitarismos de izquierda no fue tan acertado. Y ahora de nuevo las ideas humanistas de Camus, pasadas de moda un tiempo, reviven y vuelven con fuerza en tiempos de guerras y conflictos atroces y discriminaciones mundiales que parecen estar a punto de estallar en todas partes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario