Por Eduardo García Aguilar.
Donald Trump, que gobierna con insultos y bravuconadas a través de Twitter, logró unir a los mexicanos de todas las tendencias políticas con una absurda humillación innecesaria, lo que nadie había podido conseguir en mucho tiempo. Portavoces de revistas tan opuestas como Letras Libres, heredera de Octavio Paz, y Proceso, bastión de la izquierda, han protestado al unísono por primera vez contra los insultos y humillaciones antimexicanos del King Kong blanco que se tiñe la melena y el copete de rubio platinado.
Desde la vieja casta actual del PRI, dominada por los herederos millonarios del legendario grupo Atlacomulco, hasta los disidentes del destartalado Partido de la Revolución Democrática, fundado por Cuauhtémoc Cárdenas, o el nuevo movimiento Morena del candidato Andrés Manuel López Obrador, pasando por la derecha del PAN y sus polémicos expresidentes Fox y Calderón, todos han saltado unidos ante la amenaza y despertado de repente de un letargo de rencillas, odios y divisiones que condujo a México a perder su influencia geopolítica regional y mundial, cuando es una potencia media rica, grande y con una fabulosa historia milenaria.
Jóvenes y viejos, hombres y mujeres, pobres y ricos, heridos todos por las inauditas diatribas racistas del gringo viejo, descubrieron de repente el peligro en que se encuentra de repente su país, cuando pensaban hasta hace poco que eran los principales aliados seguros del imperio y los más obsecuentes y sumisos amigos. En las redes sociales era impresionante constatar esa coincidencia hermanada de figuras intelectuales, académicas, culturales, políticas, gremiales que hasta ayer se detestaban y se denigraban sin pausa.
Y no es para menos. Durante la campaña electoral Trump logró subir en las encuestas acusando a los mexicanos de violadores, ladrones y sucios y prometiendo construir un enorme muro para instalar un cordón sanitario con el despreciable vecino, que según él quita empleos a los gringos blancos y se aprovecha de la bondad yanqui. Al principio el débil presidente Enrique Peña Nieto y los suyos creyeron que eran solo bravuconadas de campaña y lo siguieron tratando con guantes de seda. Parecían inocentes corderos lamiendo las patas del lobo. Incluso el gobierno invitó al candidato Trump a venir al Palacio de los Pinos, en un error histórico que la población mexicana repudió de manera unánime haciendo caer al artífice de la maniobra, el ministro Luis Videgaray. El desagradecido y patán invitado humilló de nuevo ese mismo día a México, al amenazar con hacerle pagar los 50.000 millones de dólares del costo de la absurda y faraónica obra. Para congraciarse con Trump, Peña Nieto sacó del ostracismo al defenestrado Videgaray y lo nombró canciller por sugerencia del candidato, convirtiéndose en el primer canciller mexicano nombrado a dedo por el futuro presidente de Estados Unidos.
En la primera semana de poder del victorioso magnate, el gobierno mexicano seguía inerme, actuando como inocente cordero. Envió al canciller Luis Videgaray y a su comitiva a negociar a Washington y a cambio Trump profirió aun más insultos y por Twitter sugirió desinvitar a Peña Nieto, quien iba a visitarlo el 31 de enero a Washington, tratándolo como un lacayo. Fue tal la humillación que toda la clase política mexicana y la población rodeó al humillado presidente y éste no tuvo más remedio que cancelar la visita.
Se creó así uno de los más graves conflictos diplomáticos entre México y Estados Unidos desde los tiempos de Lázaro Cárdenas, cuando éste nacionalizó el petróleo entre 1936 y 1938. Un conflicto absurdo, pues la agresión y la humillación de Trump es a un aliado manso y servicial que desde hace tres décadas, cuando firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), solo ha sido un leal y sumiso amigo del imperio que ha seguido como buen alumno las políticas neoliberales y librecambistas en boga en el mundo, incluso en contra de sus intereses, lo que de facto lo debilitó como líder regional.
Estados Unidos robó a México la mitad de su territorio a mediados del siglo XIX, como lo atestiguan los nombres hispanos de las ciudades y los Estados del sur estadounidense: California, Los Ángeles, San Diego, Sacramento, San Francisco, San Antonio, Nuevo México, Nevada, Las Vegas, Texas, y mil etcéteras. Durante los siglos XIX y XX millones de mexicanos pobres contribuyeron con sus manos a construir la riqueza de Estados Unidos. Ellos han realizado el trabajo agrícola, construido carreteras, puentes, trabajado en el servicio doméstico, limpiado baños, basuras, y con el sudor de su frente y salarios bajos han trabajado de manera honrada para enviar remesas a sus familiares pobres en México. En la actualidad hay millones y millones de personas legales de origen mexicano en todos los Estados y ciudades del país. Millones se han casado allí y creado familias mixtas, como es el caso de Jeb Bush, el otro miembro de la dinastía Bush, casado con una mexicana de Zacatecas, lo que le valió las ironías del racista magnate inmobiliario. Y al mismo tiempo millones de estadounidenses han vivido o viven en México, donde tienen empresas, negocios, propiedades y han sido recibidos con largueza y generosidad por los mexicanos.
México es un país sincrético, con una extraordinaria y rica cultura milenaria indígena, pero a la vez marcado por la colonización española y ya en el siglo XX por la cultura pop estadounidense que vive y se ancla en el país, que adoptó el American way of life. Por su vecindad, son países llamados a entenderse y vivir en paz. Reagan, Carter, Bush padre, Bush hijo, Clinton y Obama lo entendieron y trataron de conservar esa convivencia hasta le llegada al poder hace unos días del magnate, que ya creó el primer lío diplomático.
Su agresión tal vez haga despertar a los mexicanos y los una en la recuperación de su fuerza, dignidad e influencia. En Davos, Suiza, el líder chino Jiang Xiping dijo hace una semana que las guerras comerciales no benefician a nadie, convirtiéndose de facto en un escuchado y moderado líder mundial. Si Estados Unidos se cierra, México y la región pueden negociar con otras potencias, entre ellas China, India, Japón y la Unión Europea. No hay mal que por bien no venga, dice el sabio refrán. Por eso los latinoamericanos debemos apoyar ahora a nuestro hermano mayor amenazado.
--- Fecha de publicacion: Domingo 29 de enero de 2017 en La Patria. Manizales. Colombia.
Donald Trump, que gobierna con insultos y bravuconadas a través de Twitter, logró unir a los mexicanos de todas las tendencias políticas con una absurda humillación innecesaria, lo que nadie había podido conseguir en mucho tiempo. Portavoces de revistas tan opuestas como Letras Libres, heredera de Octavio Paz, y Proceso, bastión de la izquierda, han protestado al unísono por primera vez contra los insultos y humillaciones antimexicanos del King Kong blanco que se tiñe la melena y el copete de rubio platinado.
Desde la vieja casta actual del PRI, dominada por los herederos millonarios del legendario grupo Atlacomulco, hasta los disidentes del destartalado Partido de la Revolución Democrática, fundado por Cuauhtémoc Cárdenas, o el nuevo movimiento Morena del candidato Andrés Manuel López Obrador, pasando por la derecha del PAN y sus polémicos expresidentes Fox y Calderón, todos han saltado unidos ante la amenaza y despertado de repente de un letargo de rencillas, odios y divisiones que condujo a México a perder su influencia geopolítica regional y mundial, cuando es una potencia media rica, grande y con una fabulosa historia milenaria.
Jóvenes y viejos, hombres y mujeres, pobres y ricos, heridos todos por las inauditas diatribas racistas del gringo viejo, descubrieron de repente el peligro en que se encuentra de repente su país, cuando pensaban hasta hace poco que eran los principales aliados seguros del imperio y los más obsecuentes y sumisos amigos. En las redes sociales era impresionante constatar esa coincidencia hermanada de figuras intelectuales, académicas, culturales, políticas, gremiales que hasta ayer se detestaban y se denigraban sin pausa.
Y no es para menos. Durante la campaña electoral Trump logró subir en las encuestas acusando a los mexicanos de violadores, ladrones y sucios y prometiendo construir un enorme muro para instalar un cordón sanitario con el despreciable vecino, que según él quita empleos a los gringos blancos y se aprovecha de la bondad yanqui. Al principio el débil presidente Enrique Peña Nieto y los suyos creyeron que eran solo bravuconadas de campaña y lo siguieron tratando con guantes de seda. Parecían inocentes corderos lamiendo las patas del lobo. Incluso el gobierno invitó al candidato Trump a venir al Palacio de los Pinos, en un error histórico que la población mexicana repudió de manera unánime haciendo caer al artífice de la maniobra, el ministro Luis Videgaray. El desagradecido y patán invitado humilló de nuevo ese mismo día a México, al amenazar con hacerle pagar los 50.000 millones de dólares del costo de la absurda y faraónica obra. Para congraciarse con Trump, Peña Nieto sacó del ostracismo al defenestrado Videgaray y lo nombró canciller por sugerencia del candidato, convirtiéndose en el primer canciller mexicano nombrado a dedo por el futuro presidente de Estados Unidos.
En la primera semana de poder del victorioso magnate, el gobierno mexicano seguía inerme, actuando como inocente cordero. Envió al canciller Luis Videgaray y a su comitiva a negociar a Washington y a cambio Trump profirió aun más insultos y por Twitter sugirió desinvitar a Peña Nieto, quien iba a visitarlo el 31 de enero a Washington, tratándolo como un lacayo. Fue tal la humillación que toda la clase política mexicana y la población rodeó al humillado presidente y éste no tuvo más remedio que cancelar la visita.
Se creó así uno de los más graves conflictos diplomáticos entre México y Estados Unidos desde los tiempos de Lázaro Cárdenas, cuando éste nacionalizó el petróleo entre 1936 y 1938. Un conflicto absurdo, pues la agresión y la humillación de Trump es a un aliado manso y servicial que desde hace tres décadas, cuando firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), solo ha sido un leal y sumiso amigo del imperio que ha seguido como buen alumno las políticas neoliberales y librecambistas en boga en el mundo, incluso en contra de sus intereses, lo que de facto lo debilitó como líder regional.
Estados Unidos robó a México la mitad de su territorio a mediados del siglo XIX, como lo atestiguan los nombres hispanos de las ciudades y los Estados del sur estadounidense: California, Los Ángeles, San Diego, Sacramento, San Francisco, San Antonio, Nuevo México, Nevada, Las Vegas, Texas, y mil etcéteras. Durante los siglos XIX y XX millones de mexicanos pobres contribuyeron con sus manos a construir la riqueza de Estados Unidos. Ellos han realizado el trabajo agrícola, construido carreteras, puentes, trabajado en el servicio doméstico, limpiado baños, basuras, y con el sudor de su frente y salarios bajos han trabajado de manera honrada para enviar remesas a sus familiares pobres en México. En la actualidad hay millones y millones de personas legales de origen mexicano en todos los Estados y ciudades del país. Millones se han casado allí y creado familias mixtas, como es el caso de Jeb Bush, el otro miembro de la dinastía Bush, casado con una mexicana de Zacatecas, lo que le valió las ironías del racista magnate inmobiliario. Y al mismo tiempo millones de estadounidenses han vivido o viven en México, donde tienen empresas, negocios, propiedades y han sido recibidos con largueza y generosidad por los mexicanos.
México es un país sincrético, con una extraordinaria y rica cultura milenaria indígena, pero a la vez marcado por la colonización española y ya en el siglo XX por la cultura pop estadounidense que vive y se ancla en el país, que adoptó el American way of life. Por su vecindad, son países llamados a entenderse y vivir en paz. Reagan, Carter, Bush padre, Bush hijo, Clinton y Obama lo entendieron y trataron de conservar esa convivencia hasta le llegada al poder hace unos días del magnate, que ya creó el primer lío diplomático.
Su agresión tal vez haga despertar a los mexicanos y los una en la recuperación de su fuerza, dignidad e influencia. En Davos, Suiza, el líder chino Jiang Xiping dijo hace una semana que las guerras comerciales no benefician a nadie, convirtiéndose de facto en un escuchado y moderado líder mundial. Si Estados Unidos se cierra, México y la región pueden negociar con otras potencias, entre ellas China, India, Japón y la Unión Europea. No hay mal que por bien no venga, dice el sabio refrán. Por eso los latinoamericanos debemos apoyar ahora a nuestro hermano mayor amenazado.
--- Fecha de publicacion: Domingo 29 de enero de 2017 en La Patria. Manizales. Colombia.