viernes, 17 de marzo de 2023

LA LEYENDA ROCK DE PATTI SMITH

Por Eduardo García Aguilar


Patti Smith (1946) es uno de los más grandes mitos de la generación punk-rock desde cuando joven provinciana nacida en Chicago se instaló en Nueva York en el hotel Chelsea, donde convivió un tiempo con el fotógrafo Robert Maplethorpe, relación sobre la que escribió en uno de los libros autobiográficos más conocidos suyos, Just Kids.

En aquel tiempo se difundió su disco Horses (1975), elaborado por ella en palabra y música, y la foto de la portada, donde aparece la joven flaca de 29 años con pantalón y tirantes negros, camisa blanca con saco oscuro sobre el hombro e hirsuta cabellera, sigue siendo su imagen de marca. Bob Dylan la escogió a ella para que lo representara durante la entrega del Premio Nobel de Literatura en 2016, a la que se negó a asistir el sorprendido galardonado.

Escuchar Horses nos comunica con esa nueva gramática punk, donde la poesía se imbrica con el ritmo desbordado que agitaba las discotecas de Nueva York, San Francisco, Londres y París y otras capitales del mundo en aquellos años 70. La voz de Patti Smith, diáfana, aguerrida, rebelde, lanza las letras a toda velocidad acompañadas por el sonido de las guitarras eléctricas rasgadas y otros instrumentos como el piano, la batería o los sintetizadores, en una experiencia estética desbordante y única.  

Han pasado muchos años desde entonces, pero Patti Smith ha creado una vasta obra literaria tanto narrativa como poética y sigue también produciendo obras musicales donde se destaca su voz y su estilo. Expone además su obra plástica en galerías, da conciertos, milita por la paz y la justicia, mira el mundo con su cámara y crea ámbitos con troncos, piedras, arena, arbustos, prendas, objetos.

También colecciona manuscritos de autores e incluso compró la casa campesina de la madre de Rimbaud, situada a 50 kilómetros de la ciudad natal Charleville-Méziers, allí donde él escribió adolescente algunos de sus poemas míticos, y en subastas busca fotografías inéditas con la imagen de su admirado escultor rumano Constantin Brancusi, cuyo taller esta reproducido en un espacio especial al lado del Centro Beaubourg-Pompidou.

Smith, como Dylan y otras estrellas underground del punk-rock, guarda una relación privilegiada con el arte y especialmente con la poesía, esa vivencia única donde los autores viajan hacia los extremos tratando de conquistar el misterio del cosmos a través del incendio de la carne, la piel, los sentidos. Como sus amigos Janis Joplin y Jimmy Hendrix.   

Hasta comienzos de marzo el Centro Pompidou presentó en su galería Cero una exposición multimedia bajo el título de Evidence, dedicada a sus inquietudes artísticas, en la que además de textos, músicas, poemas, cuadros y obras escultóricas, recorremos con ella un ámbito mágico, chamánico, inspirado en las obras de sus admirados Arthur Rimbaud (1854-1891), Antonin Artaud (1896-1948)  y René Daumal (1908-1944) y ciertos espacios como el mundo indígena mexicano y estadounidense, los ámbitos indios de benarés, las montañas etíopes, mexicanas y nepalíes, más allá de las alturas del Himalaya.

El trabajo realizado con sus amigos del colectivo Soundwalk mezcla fotografias, videos, imágenes, textos, sonidos del archivo personal de Smith, todos ellos recopilados o captados en los múltiples viajes por el mundo, siguiendo las aventuras vividas por Rimbaud perdido en Abisinia, Artaud extraviado en México en la Sierra Tarahumara, donde prueba el peyote, y René Daumal (1908-1944) en su corta y agitada vida en tiempos del surrealismo y la patafísica.

En la galería Cero del Pompidou uno se coloca los audífonos y a medida que recorre la exposición va escuchando en voz de Patti Smith los textos cantados o leídos de esos autores que ella admira y venera desde la rebelión y la pasión artística. Así escuchamos las palabras de Artaud, quien desde el manicomio escribió los más impresionantes textos de la demencia, o los poemas del adolescente mágico autor del Barco ebrio. 

En el muro del fondo se despliega el archivo personal de Smith y podemos así palpar manuscritos de los tres autores, dibujos personales como en el caso de Artaud, o fotografías u objetos que pertenecieron a ellos o tienen una relación con su vida. Es un collage de las aventuras de su vida y sus vidas.

El espectador se sienta en troncos o tablas de madera añeja y ahí escucha en la semipenumbra de la exposición la palabra poética mientras palpa las arenas, las rocas, los despojos, los residuos de la vida y de la experiencia estética llevada a lo máximo por Patti Smith.

En esta sala a donde me trajo el gran artista colombiano Gustavo Nieto, uno vuelve a sentir la fuerza de la poeta, quien este 6 de marzo, horas antes del cierre de la exposición, estuvo allí presente para despedirse de los trabajadores del museo Pompidou que la ayudaron a montar la muestra con su equipo. Atrás quedaban en la memoria auditiva los cantos de los indios Raramuri de la Sierra Tarahumara, la ceremonia raspa del Híkuri en Norogachi, México. 

Para ella el museo de arte moderno Pompidou, diseñado por dos jóvenes arquitectos delirantes, Renzo Piano y Richard Rogers, es en sí mismo una loca obra de arte rock inaugurada en enero de 1977, poco después de que ella publicara su disco emblemático Horses en Nueva York para entrar en la leyenda.

 



 


 






sábado, 11 de marzo de 2023

LOS PACTOS AUTOBIOGRÁFICOS

Por Eduardo García Aguilar

La novela autobiográfica El cuerpo en que nací de la mexicana Gudalupe Nettel ya va por su decimosexta edición después de que Anagrama la publicó en 2011 y se enmarca dentro de la corriente dominante de la narrativa del siglo XXI en los países occidentales y sus principales lenguas. Me encanta porque conozco los escenarios de la novela, Coyoacán, Villa Olímpica, Polanco, Aix en Provence y los ámbitos en los que vivieron los padres de la narradora, contemporáneos de los héroes de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. No en vano ha vivido uno tres lustros en la capital mexicana, epicentro fascinante y terrible de muchas cosas.

En Francia la mayoría de las novedades más vendidas y con reconocimiento crítico son relatos de la vida de hombres y mujeres marcados por traumas o complejos, como es el caso de Annie Ernaux, Michel Houellebecq, Christine Angot y Emmanuel Carrère, el hijo de la presidenta de la Academia Francesa, así como de muchas figuras mediáticas que cuentan los secretos inconfesables de sus familias o entornos.

En algunos casos se trata de personas pertenecientes a las altas élites políticas y culturales parisinas que denuncian abusos sufridos en la infancia o la adolescencia, como ocurrió con El consentimiento de Vanessa Springora (Grasset, 2020) o La familia grande de Camille Kouchner (Seuil, 2021), quien es hija del famoso french doctor y ex ministro de Relaciones exteriores Bernard Kouchner, excelso representante de la llamada "gauche caviar".

En el primero la autora, gran editora parisina, cuenta como fue seducida a los 14 años por el escritor Gabriel Matzneff, adicto a las relaciones con menores de edad, de lo que se ufanaba en sus libros autobiográficos y en el segundo la prestigiosa abogada Kouchner relata que su padrastro Olivier Duhamel, gurú de la escuela de Ciencias políticas y personaje influyente, abusó de su hermano en la adolescencia con la complicidad de su madre Evelyne Pisier, quien a su vez, cuando joven, fue amante de Fidel Castro. En ambos casos las publicaciones significaron la muerte social y el ostracismo de los acusados.
 
Otros autores autobiográficos como Ernaux, Houellebecq o Angot, vienen de clases bajas. Ernaux relata las miserias de su origen humilde y campesino, Houellebecq los maltratos y la ausencia de su madre irresponsable, egoísta y hippie y Angot, que saltó a la fama con El Incesto, los abusos de su padre. Todos estos libros han sido espectaculares éxitos de ventas mayores y recibieron el aplauso de la crítica. Eso sin contar La Vida sexual de Catherine M., de Catherine Millet, precursora total de la tendencia.

En los países latinoamericanos también ha venido imponiéndose esta tendencia y los libros más aceptados en cada país son por lo regular este tipo de obras con las que se identifican muchos de los lectores, porque en ellos encuentran coincidencias en el difícil oficio de nacer y crecer y vivir en el mundo hostil.

En este texto de Guadalupe Nettel (1973), la voz de una mujer de la capital mexicana habla a su sicoanalista la doctora Sazlavski sobre el transcurso de su existencia, marcada por el hecho haber nacido con una nube blanca en uno de sus ojos y la tendencia al estrabismo, lo que dificulta su vida escolar y la obliga además a construirse enfrentada no solo a ese defecto de origen sino a la madre, la abuela, los dramas familiares que siempre acechan en todas las familias del mundo.

Sus jóvenes progenitores se han divorciado, pero además el padre, psicoanalista, desparece misteriosamente por unos años y solo hasta el final sabremos lo que le ocurió. La madre, es la encargada de criarlos a ella y a su hermano en un apartamento de la Villa Olímpica, al sur de la ciudad, donde la niña solitaria descubre poco a poco el mundo, el deseo, la amistad, en medio de una acuciante soledad en el marco de la clase media y con la presencia en esos ámbitos de exiliados sudamericanos que tienen hijos igualmente afectados por tragedias, exilios, ausencias, como es el caso de la vecina Ximena, que vive en otro apartamento de la unidad habitacional y ella adopta a distancia como amiga imaginaria en una de las escenas más notables del libro.

Cuenta luego la vida en Aix en Provence, en Francia, donde su madre hace un doctorado y las nuevas experiencias vividas allí por la narradora, que todos sabemos será escritora, pues la soledad y la lectura en la infancia y la adolescencia y los defectos físicos llevan por lo regular a la literatura para salvarse del naufragio, para izarse frente a la catástrofe. Y relata su paso por el Liceo Franco-Mexicano y las fiestas adolescentes en Coyoacán, una de ellas en la casa del legendario Indio Fernández.

Escrito con una prosa quirúrgica, el libro de Nettel es un ejemplo notable del pacto autobiográfico realizado por muchos autores como Rousseau, Sartre, Beauvoir, José Vasconcelos, Teresa de la Parra, Anais Nin, Paul Nizon, J.M. Coetzee y otros muchos que en su momento recurrieron a ese ejercicio para poner en claro el destino y la práctica de la propia escritura y tal vez salvarse.

El libro de Nettel me hace recordar la Confesión sexual de un anónimo ruso, escrito también ante el psicoanalista silente que escucha y no dice nada, pero cuyo mutismo ayuda a desenmarañar las neurosis del autor.

Sobre este tema Philippe Lejeune ha escrito precisamente un libro notable, El pacto autobiográfico, que deberían leer quienes deseen aventurarse en la difícil tarea de desnudarse de verdad en un libro. Nettel es una tejedora y desde el principio hasta el fin nos cuenta la génesis de su escritura, que no es solo la de ella sino la de todos los escritores que de tara en tara y de naufragio en naufragio conquistan al fin el barco Titanic de su creación y pese a todo, el cuerpo en que nacieron.  
---
* Guadalupe Nettel. El cuerpo en que nací. Editorial Anagrama. Barcelona. 16 edición. 2022. 196 pp.





jueves, 9 de marzo de 2023

LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA EN EUROPA

Por Eduardo García Aguilar

En las barras de los bares populares europeos, a la hora de crepúsculo, se oye todo tipo de conversaciones que reflejan el ambiente del continente en estos tiempos difíciles, afectados por el retorno ineluctable de la guerra en territorios que no la conocían desde hace ocho décadas, salvo si exceptuamos el conflicto en la ex Yugoslavia balcánica de fines del siglo XX, que causó duras inquietudes en Occidente.

El viernes por la tarde de este comienzo de marzo, antes de la noche, cuando en el cielo ya oscuro se perciben muy cerca y brillantes Júpiter y Venus en confluencia con la Luna, es bueno escuchar lo que dice la gente o eso que llamamos en política el pueblo, la muchedumbre, la plebe, la infame turba que opina pero poca influencia tiene en las decisiones de las élites y los gobernantes.

En las noticias del día a comienzos de marzo las cadenas televisivas han difundido en la tarde por primera vez en muchos meses la noticia de la molestia creciente de grandes sectores de la población europea que no acepta los miles de millones de euros gastados a costa del contribuyente para ayudar con dinero, armas y todo tipo de subsidios al proyecto de guerra de Ucrania, cuyo dirigente, aliado con Estados Unidos y Polonia, quiere llevar hasta las extremas consecuencias sin dar atisbos de querer negociar.

Occidente, pero en primer lugar Estados Unidos, han inyectado decenas de miles de millones de dólares y varios países entregan euros, armas y municiones al actor cómico Zelenski que dirige su país y ha causado con su intransigencia el exilio de millones de compatriotas, la muerte de decenas de miles de civiles y soldados, mientras él se pasea por las capitales haciendo propaganda para la guerra.

Aunque la propaganda periodística occidental pro-estadounidense favorable a los designios de la OTAN hace creer con sus poderosos medios televisivos que toda Europa está unida y compacta a favor de la guerra contra Rusia y el objetivo de derrotarla y aplastarla como en otros tiempos quisieron Napoleón y Hitler, los medios empiezan a mostrar que amplias capas de la población pacifista quiere que se presione a Ucrania a negociar y se haga el juego de la diplomacia para evitar una grave escalada hacia la Tercera guerra mundial. Ahora es claro que la guerra es entre dos imperios: una Rusia renaciente amenazada por Occidente que se defiende y Estados Unidos revigorizado con su brazo armado de la OTAN y deseoso de reducir la esfera de influencia de su rival.

Antes censuradas y ocultas, se muestran ahora con timidez imágenes de manifestantes pacifistas que en Berlín y Múnich están en contra de que el gobierno alemán, encabezado por los socialdemócratas, en alianza con los liberales y Verdes, más papistas que el papa, envíen tanques Leopard y pertrechos y dinero a Ucrania para encender la guerra. Es un movimiento que crece en la sociedad alemana, presente en la línea de frente del conflicto y que ya conoce por las dos guerras mundiales experimentadas las consecuencias terribles de tales conflagraciones.

Es un movimiento espontáneo de amas de casa, personas mayores y jóvenes, trabajadores, obreros y funcionarios de diversas tendencias, tanto de derecha, centro o izquierda, que se resisten a hacerle el juego a Estados Unidos, país alejado geográficamente del conflicto y que no está poniendo los muertos ni corre peligros inmediatos, como sí ocurre con Alemania y otros países europeos. Es un fenómeno nuevo que une a gente de izquierda y de derecha en torno al objetivo de la paz.

En los bares la gente de estos países discute sobre las consecuencias graves y palpables de la guerra para la vida cotidiana: inflación desbordada, aumento del costo de la energía e incremento vertiginoso de la pobreza en muchas capas de la sociedad,  como no ocurre desde la crisis financiera de 2008. El sabotaje probablemente occidental de los recientes y costosísimos oleoductos germano-rusos Nord Stream dio el mensaje claro de que Estados Unidos y la OTAN y sus aliados más radicales europeos desean entrampar a Europa y que ella sea la que pague el pato.

A lo que se agrega la carga presupuestal que representa para estos países la ayuda bélica y la atención de casi 10 millones de ucranianos refugiados que se agregan a los millones ya ingresados desde hace más de una década a causa de las guerras en Asia, Medio Oriente y África, causadas por Estados Unidos y las potencias occidentales.

La gente cuenta en sus coversaciones lo difícil que es llegar a final de mes y la presencia cada vez más palpable de familias con hambre, viejos y jóvenes, que deben recurrir a las distintas asociaciones caritativas para comer, como ocurrió en Estados Unidos en la crisis de 1929.

Muchas de esas personas que hablan en las barras de los cafés son cultas y formadas, trabajadores con experiencia ya jubilados que se asombran por la irresponsabilidad de los líderes europeos actuales. 
 
En muchos países de este continente, pero ahora especialmente en Alemania, y pronto en Francia, Bélgica, Austria e Italia crece un movimiento pacifista que aboga por prontas negociaciones y el fin de la guerra, para que millones de ucranianos retornen a su país y pare la muerte de miles y miles de soldados rusos y ucranianos, instrumentos de un conflicto bipolar de imperialismos en pugna irresponsable.