viernes, 30 de mayo de 2025

EL TALENTO DE FRANÇOISE SAGAN

Por Eduardo García Aguilar

Buenos días tristeza (Bonjour tristesse, 1954), de la francesa François Sagan, es una de las novelas más famosas de la segunda mitad del siglo XX, pues introdujo de repente a la literatura de su país en la modernidad iniciada en los años 50, cuando también empezaba a reinar su contraparte cinematográfica Brigitte Bardot, convertida en heroína nacional, símbolo sexual global y la mujer más deseada y emancipada del mundo. 

Sagan (1935-2004) publicó el libro a los 18 años y se volvió desde entonces en una imagen de marca del país y una celebridad elogiada por su talento y los escándalos por su alcoholismo y vida caótica, tanto que aunque fue un imbatible best-seller a lo largo de su vida, terminó en la miseria, acogida por una millonaria amiga que la protegió hasta su muerte. Su imagen poco agraciada aparecía en las portadas de revistas como París Match y su figura era disputada en los salones de alta burguesía bohemia y la farándula, como la propia Bardot o la cantante Françoise Hardy.  Sagan tuvo graves accidentes automovilísticos y se conocía su adicción al juego, las drogas, el sexo y el ocio.

Los presidentes se disputaban su amistad, como François Mitterrand, gran lector y erudito que estaba deslumbrado por su talento narrativo, hasta al punto de llevarla como invitada en su corte casi monárquica durante una visita a Colombia, donde la escritora se escapó de la comitiva y estuvo a punto de morir por una sobredosis de cocaína y alcohol, por lo que fue trasladada en coma en un avión de urgencia de regreso a París.

En sus libros contaba las cuitas de una muchacha durante las vacaciones en la Costa Azul, que debe compartir con su padre, un Don Juan asumido y la joven mujer del momento. Esa visión novedosa y alerta de la adolescente burguesa llenaba de luz a una nueva generación que dejaba atrás para siempre los recientes tiempos de la ocupación alemana, la guerra mundial, la escasez y la miseria.

Al mismo tiempo que irrumpía el existencialismo de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir al ritmo del jazz de Miles Davis y las canciones de Boris Vian, Francia entraba en un periodo de largas décadas de prosperidad y volvía a convertirse en el centro de la moda con Yves Saint Laurent y la cultura pop, un modelo de fiesta, emancipación de la mujer y libertad sexual  desbordada. A un lado estaba la bella Brigitte Bardot, que cambiaba de hombres como de camisetas, y al otro la fea Sagan que en sus libros describía a esa generación de jóvenes despreocupados que pasaban la vida en las discotecas y las playas, al mismo tiempo que surgía la Nueva ola del cine de Jean-Luc Godard y Eric Rohmer y la Nueva Novela de Alain Robe-Grillet, Nathalie Sarraute y Claude Simon, entre otros.

Sus personajes, como en la novela La mujer pintarrajeada (1981), se enfrentan al abismo de la modernidad, a la libertad de los cuerpos, la angustia de la soledad, al fin de las relaciones estables y eternas que duran hasta que la muerte nos separe. Esa inestabilidad que ella vivió a fondo y la llevó a las adicciones, es el mundo que relata con gran inteligencia a través de diálogos y situaciones memorables que quitan la respiración al lector y a veces lo sumen en la misma incertidumbre existencial. 

Los tiempos de Sagan, que como Proust fue periodista de farándula, fueron décadas de diversión animados por las figuras de Alain Delon y Jean Paul Belmondo, y auge editorial, periodístico, cinematográfico y musical en los que flotó la figura de esta mujer talentosa de escritura ágil e inconfundible estilo. La autora tenía ese don extraño que caracteriza a los grandes novelistas capaces de atrapar a los lectores mediante una escritura incisiva que no solo sabe describir paisajes y ambientes, sino comunicar las angustias, miedos, auges y caídas de hombres y mujeres que deben lidiar con una libertad amorosa y existencial que las generaciones anteriores desconocían.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 1 de junio de 2025.


    

sábado, 24 de mayo de 2025

LEÓN TOLSTÓI EN EL SIGLO XXI

Por Eduardo García Aguilar


La Sonata a Kreutzer de León Tolstói es una novela que más de un siglo después de ser publicada en 1889 sigue siendo muy contemporánea, al plantear problemas agudos de sociedad sobre temas de género y la relación conflictiva entre hombres y mujeres, presos en el engranaje de las costumbres y las tradiciones sociales y religiosas. El gran Tolstói es un precursor de la corriente en boga en este siglo XXI en la novelística mundial, lanzada a temas autobiográficos sobre violación, pedofilia, homosexualismo, transgénero, suicidio, discapacidad, locura, poliamor, infidelidad, feminicidio y todo tipo de dramas sociales de clase, racismo o etnicidad contemporáneos. 


Pero además, es una novela corta y trepidante que consiste en el diálogo que sostienen varias personas al interior de un tren durante un largo viaje de varios días. Es asombrosa la modernidad de sus técnicas, que bien podrían emparentarse con el periodismo investigativo que escruta los problemas actuales de la sociedad en el mundo. Son magistrales también sus descripciones de carácter, así como de paisajes o ambientes interiores, y su aguda penetración psicológica.

Tolstói, que vivía una crisis matrimonial que lo llevó anciano a huir como un marginal perdido en frías estaciones de trenes de provincia, se desnuda en esta obra que es una metáfora de sus pasiones, en especial los celos enfermizos y su carácter colérico de viejo patriarca machista. La novela provocó un escándalo nacional hasta el punto que el propio Tolstoi agregó después un postfacio donde explica las razones que tuvo para escribir el libro y hasta su esposa Sofía también escribió para defenderse, al sentirse herida, pues la historia de infidelidad real o imaginaria con el violonista, que es el nudo de la novela, la involucraba a ella.

El tema central es la denuncia del matrimonio tradicional, el recurso generalizado a la prostitución por parte de la juventud y el proceso creciente de emancipación de la mujer, que ya no soporta el papel único de reproductora en serie bajo el mando de los patriarcas o jóvenes aristócratas con los que fueron casadas muy jóvenes por conveniencia social y económica. 

Tolsói plantea que el matrimonio cristiano de esa época era un acuerdo infame en el que se entregaban las muchachas oficialmente a la depravación y la violación de hombres jóvenes y viejos adictos a la prostitución y a los burdeles.  El libro es una diatriba brutal contra el amor romántico que según él esconde una esclavitud oculta, por lo que el autor recibió miles de cartas de sus lectores asombrados o asustados. 

Aborda el tema del deseo sexual de la mujer que renace después de haber sido obligada a múltiples partos. Se van desgranando desde diversos ángulos las historias de amores frustrados que muestran las tensiones que vivía la sociedad rusa de la época. A la vez asistimos a un relato que parece la crónica de una muerte anunciada que avanza con una velocidad desbordada y una efectividad que muestra el talento brutal de León Tolstói en sus años finales, cuando su temperamento rebelde y la originalidad están exacerbados casi hasta la locura.

Sus  grandes obras siempre describieron los medios de la alta sociedad de donde provenía, con sus fiestas, intrigas económicas, amorosas, hereditarias, así como la guerra y el destino cruzado de los seres humanos atrapados en las telerañas de las convenciones sociales bendecidas por el Zar y los popes ortodoxos, el peso de las costumbres y las leyes sociales que causaban en aquellas esferas una larvada guerra de sexos que podía llegar a ser mortal.

Así como en la gran obra Eugenio Oneguin de Alexandre Pushkin, descubrimos que casi todos los hombres de esos altos medios tarde o temprano mueren o resultan heridos por duelos de honor o por su participación en las guerras, en la obra crepuscular de Tolstói vemos como cruje la sociedad del tiempos de los zares, cuando se vislumbran ya hacia futuro las chispas de revoluciones y cataclismos sin fin que llevarán a la extinción de una época con la muerte del Zar y su familia y el ascenso de los bolcheviques. Tolstoi sigue ahí en la cúspide de su genio literario, invitándonos desde su faro inmortal a seguirlo, pues la literatura no es para entretener, sino para sacudir y estremecer a las sociedades.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 25 de mayo de 2025.

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martes, 20 de mayo de 2025

UNA TARDE CON ALFONSO FUENMAYOR EN BARRANQUILLA


Por Eduardo García Aguilar

Una vez en Barranquilla en un día canicular como los de siempre, junto al Magdalena, tuve la fortuna de conocer a Alfonso Fuenmayor, uno de los míticos miembros del Grupo de Barranquilla, en cuyo centro se formó el joven Gabriel García Márquez, un "caso perdido" que terminó convirtiéndose en una gloria mundial y nacional de la literatura.

En estos días, hablando con la gran escritora argentina Luisa Futoransky, a quien le daría ya el Premio Nobel, coincidíamos en la extraordinaria sensación que todo lector siente al leer las novelas y cuentos del oriundo de Aracataca; cuya prosa parece siempre tocada por un milagro inexplicable

Diría que varias generaciones vivimos bajo ese embrujo durante gran parte de nuestras existencias en el siglo XX, como si estuviésemos inmersos en un inexplicable delirio, que ya pasado el tiempo, no deja de sorprendernos. Porque ese milagro no solo surge de la lectura de sus obras sino también de su propia aventura personal, tan inexplicable como real, postrer avatar de esas figuras patriarcales que representaron naciones o lenguas como Victor Hugo, Goethe, Dickens o Tolstói.

Todo a su alrededor se convirtió en oro como en los tiempos del rey Midas y ahora que leo a Alfonso Fuenmayor de nuevo lo comprendo. En sus crónicas cuenta las aventuras iniciales del Grupo de Barranquilla; donde en los 50 del siglo XX el muchacho daba sus primeros pasos al lado de sus amigos, al mismo tiempo que vendía enciclopedias o redactaba artículos mal pagados para medios de provincia, como la fugaz publicación Crónica, creada por ellos al calor de las tertulias del bar La Cueva.

 Porque no solo tuve la fortuna de conocer y hablar y compartir con el pesonaje glorioso ya ido como un papa hacia la penumbra del tiempo, sino con muchos de sus allegados como Alvaro Mutis, Manuel Zapata Olivella, Julio Mario Santodomingo o Alfonso Fuenmayor, a quien visité con mi amigo Ariel Castillo en su apartamento de Barranquilla.

El corpulento e inteligente Fuenmayor vivía en una cómoda residencia en las alturas de un lujoso edificio con vista a la ciudad y allí revisaba la prensa mundial que le llegaba por correo y devoraba los libros que desde siempre lo apasionaron. Era un habitante tropical, lector insaciable de la gran literatura francesa, castellana y norteamericana.

Hablar con Fuenmayor en su apartamento al calor de unos whiskies era parte de la romería esencial, como si se tratara de visitar a uno de los apóstoles de un Cristo del realismo mágico, con el que compartieron ellos en las fiestas barranquilleras de aquel tiempo, en una primera juventud inolvidable.

El apartamento de Fuenmayor en la calurosa Barranquilla era lujoso y tenía mucha madera fina y estanterías y sofás enormes y mesas donde reposaban las recientes novedades de la literatura y el arte. El anfitrión nos recibió con la frescura de quienes viven siempre entre en sol, el mar Caribe y la cinta plateada del río nacional, el Magdalena.

Ahora releo la prosa exacta y llena de buen humor e ironía de Alfonso Fuenmayor y me divierto con las aventuras de esos muchachos que libaban y se divertían en La Cueva y otros lugares que ya son leyenda.

 Fuenmayor y todos ellos pertenecen ya al mito como García Márquez. Pero haberlo conocido y escuchado aquella tarde en su casa es algo invaluable. Lo mismo me ocurrió en circunstancias increíbles con el gran Alejandro Obregón en México, Manuel Zapata Olivella en Valledupar y Bogotá y el multimillonario Julio Mario Santodomingo en París. Pero esas son ya otras historias para contar.      

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 18 de mayo de 2025.