Conocí al barranquillero Ariel Castillo Mier en México hace tiempos cuando hacía sus posgrados en temas literarios y compartíamos en parrandas interminables con otros amigos y amigas escritores y académicos mexicanos y colombianos que a veces duraban hasta el amanecer y donde él, erudito literario, nos iniciaba en el arte y los oficios de la música vallenata, a través de sus máximos juglares, el principal de ellos el gran Rafael Escalona, sobre quien escribió Encantos de una vida en cantos, publicado por la Fundación La Cueva en 2010. ..
Amigo de las figuras del Grupo de Barranquilla al comienzo y después de presidentes y políticos, y poderoso líder musical de Sayco, Escalona (1927-2009) conoció de joven al futuro Premio Nobel de Aracataca, y a sus amigos Alvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas, Alfonso Fuenmayor y a tantos otros, entre ellos novias, juglares, músicos, acordeonistas y cantantes de la costa mítica y sus interiores donde nació y creció y trató de terminar el bachillerato en Santa Marta, que abandonó para convertirse en cultivador de arroz y algodón, mujeriego, parrandero y coleccionista de armas.
Aquellas parrandas, que eran también clases de Ariel Castillo (1956) en las que participábamos poetas, narradores y estudiantes de literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, entre otros, todos muy jóvenes entonces y gozadores de México, transcurrían escuchando los clásicos del vallenato y desde entonces todas esas historias juglarescas quedaron para siempre grabadas en nuestra memoria, especialmente las atribuidas a Escalona, donde nos cuenta la historia de la vieja Sara, del pobre Miguel, La Maye o el perro de Pabajeau, La patillalera, La custodia de badillo, El destierro de Somón, El gavilán cebado, el Jerre-Jerre, entre otras.
Como García Márquez (1927-2014) había afirmado que Cien años de soledad era un vallenato de 350 páginas, estudiábamos con Ariel las narrativas de aquel mundo vallenato, donde se inspiró el de Aracataca en tantas historias que incluían todas las regiones de la costa desde la Guajira hasta Valledupar y de ahí hasta Riohacha, Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, Atanquez, Patillal, Manaure, por donde todos deambularon en la romería familiar: turcos, gitanos, negros, cachacos, paisas, extranjeros perdidos, y tantos más, a veces en tiempos del contrabando desde Venezuela.
Después de aquellas inolvidables cátedras vallenatas en México de Ariel Castillo, volvimos a vernos en un gran Festival Vallenato en Valledupar, donde estaba casi todo el mundo, el misterioso Rafael Escalona, la Cacica Araújo Noriega, que lo dirigía y patrocinaba, Juan Luis Mejía, director de Colcultura, Manuel Zapata Olivella, el crítico peruano José Miguel Oviedo, y los profesores estadounidenses Raymond Williams, y con guardaespaladas, Michael Valencia-Roth, así como el pintor Jacamijoy y Heriberto Fiorillo.
Ahí en los almuerzos el legendario Manuel Zapata Olivella nos contaba el matriarcado de su región y nos situaba el espacio geográfico del César y las montañas que van a la Sierra Nevada. Deambulábamos por la calles de Valledupar en medio de la algarabía de la música que reinaba en todas las esquinas y plazas. En un momento compartimos varios en un patio florido con la hija de Escalona, Ada María, cantada en su clásica canción la Casa en el aire, que ya había sido abordada por otro juglar antes que él.
Ariel me inició y abrió las puertas de ese mundo, hasta el punto de presentarme a Alfonso Fuenmayor, a quien visitamos en su apartamento en un alto piso desde donde se veía la ciudad y donde él gozaba de su biblioteca y recibía las revistas y diarios del todo el mundo. También me llevó a conocer la casa del fallecido Alvaro Cepeda Samudio, que en aquel entonces estaba intacta como en los tiempos del Grupo de Barranquilla y que guardaba con celo y entusiasmo su esposa Beatriz "Tita" Cepeda, que nos recibió aquella tarde con su inmensa generosidad.
Cada vez que escucho vallenatos de Escalona pienso en Ariel Castillo y su familia, con la esperanza de un día volverlo a ver para escuchar en Barranquilla con los amigos a Bovea y sus Vallenatos, unos de sus mejores intérpretes. El libro de Ariel es una lectura obligada para introducirse al mundo literario del gran juglar colombiano.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 23 de noviembre de 2025.
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