sábado, 31 de marzo de 2007

EL ESCÁNDALO GÜNTER GRASS

Eduardo García Aguilar

El gran novelista alemán Günter Grass ha vuelto a desencadenar una tormenta al revelar que en 1945, al final de la guerra, siendo un adolescente de 17 años, se enroló en las Waffen SS, donde permaneció varios meses, hasta que fue capturado por el ejército estadounidense tras la estruendosa debacle de los nazis.En su libro autobiográfico crepuscular Pelando la cebolla, extractos del cual se conocieron en la prensa europea, decide contar este oculto episodio de su vida y reflexiona sobre las razones que llevaron a todo un pueblo a enredarse en el unanimismo y a adorar a un caudillo salvador que los llevó al desastre y de paso exterminó millones de personas, entre las cuales buena parte del pueblo judío.
Se colige a través de los extractos del libro que Grass, como tantos otros adolescentes, quería salirse de la casa a los 15 años, escapar al dominio paterno y empezar una vida independiente igual a la de otros muchachos rebeldes del pueblo que desean abandonar para siempre la glauca atmósfera de sus hogares.Solicitó primero ingresar a la marina, pero rechazaron su solicitud por la edad, pero más tarde recibió una convocatoria de las Waffen SS, que estaban ya en crisis en la recta final de la guerra y reclutaban lo que podían entre los jóvenes para ir al frente.
El escritor alemán, nacido en 1927, no oculta que millones de jóvenes y viejos se dejaron seducir por el carismático caudillo y creyeron en la grandeza alemana y en la posibilidad de la victoria.Grass hace parte de los adolescentes de origen modesto seducidos en los últimos meses del régimen, cuando ya la derrota se avecinaba, pero antes que él, notables hombres adultos colaboraron y participaron desde 1933 en el inicio del ascenso del führer. Tal es el caso, por ejemplo, del gran filósofo Martin Heidegger, nacido en 1889, que siendo ya un hombre mayor, colaboró con el régimen como alto funcionario de la Universidad. Esa mancha marcó siempre su vida, pese a que su extraordinaria obra filosófica siguió viva y admirada por discípulos de todo el mundo. Heidegger envejeció con gran dignidad convertido en un gran maestro hasta su muerte en 1976, e incluso Hebert Marcuse, el gran ideólogo de la renovación de los años sesenta, deseó al anciano que pudiera " envejecer con lucidez y serenidad ". Antes que él otro gran escritor, Ernest Jünger, trabajó en el ejército y participó activamente en las fuerzas represivas del régimen. Y podrían así citarse otros nombres menos conocidos de políticos, científicos, filósofos, escritores, y decenas de millones de ciudadanos que colaboraron de una u otra forma, sin que fueran necesariamente capos de campos de concentración o torturadores manifiestos y genocidas como los que fueron juzgados y condenados en el Juicio de Nuremberg.
En pasajes conocidos de Pelando la cebolla, Grass toma el toro por los cuernos de una realidad ineludible: bajo los años locos del unanimismo hitleriano, la pasión nacionalista sedujo a la gran mayoría del pueblo alemán y viejos, jóvenes, mujeres, hombres, todos al unísono vibraron ante los discursos patrióticos de su caudillo sin saber que los llevaba al desastre. Más de siete millones de personas eran miembros con carta del partido nazi y eso sin contar a los simpatizantes. Toda Alemania vibró bajo los encantos de ese liderazgo, como ocurrió en Italia con el carismático Mussolini, en Francia con el régimen colaboracionista de Petain y en España con el general Francisco Franco.
Muchos intelectuales del mundo y en especial de América Latina simpatizaron también con ese horrendo movimiento y creyeron en la gran Germania dominante y en un mundo autoritario de orden, del que se eliminaran otras etnias para crear una raza aria superior y marcial. Nombres como José Vasconcelos, Leopoldo Lugones, Porfirio Barba Jacob, son algunos de los que vibraron entonces por esa ideología militar de héroes y águilas de bronce en latinoamérica. En Europa Louis Ferdinand Céline y muchos otros escritores a su vez creyeron en eso, pero no eran adolescentes maleables como Grass, sino ya hombres de edad, hechos y derechos. España todavía no ha hecho el mea culpa de la horrible represión totalitaria franquista y mueren en calma viejos notables que participaron en el genocidio y dispararon para eliminar sin compasión a los opositores.
Dice Grass que "tras la guerra quise callar con creciente vergüenza lo que había acatado con el estúpido orgullo de mis años jóvenes. Pero la carga se mantuvo y nadie podía aliviarla. Es cierto que mientras duró la instrucción como artillero de tanque que me embruteció durante el otoño y el invierno no supe nada de los crímenes de guerra salidos a la luz más tarde, pero esa ignorancia declarada no podía empañar el reconocimiento de haber sido pieza de un sistema que planeó, organizó y ejecutó el asesinato de millones de personas ".Cuando se calme la tormenta y calle la histeria de quienes se apresuran a lapidar al viejo maestro, comenzará la oportunidad de volver a reflexionar sobre esos lejanos y cercanos años de la guerra y a la luz de esos aconteciminetos pensar en lo que pasa hoy en el mundo, para prevenir los ciegos entusiasmos en ideologías y fanatismos de hoy que nos pueden conducir a una tragedia igual o peor que aquella provocada por los nazis.

1 comentario:

Unknown dijo...

EL GUNTER GRASS PARAGUAYO
(X Luis Agüero Wagner, comentario publicado en “La Naciòn” de Asunción, 19 de octubre de 2006 )
El Gunter Grass paraguayo, Alcibiades González Delvalle, sigue guardando un sepulcral silencio sobre su siniestro pasado como policía de Stroessner, a pesar que esta gravísima acusación ya ha recorrido el mundo a través de agencias noticiosas extranjeras y se ha publicado en innumerables sitios web y periódicos locales como noticia insólita. A diferencia del escritor alemán que tuvo el coraje de confesar de motu proprio su paso por las Waffen SS durante el régimen de Adolf Hitler, su homólogo local temblando de cobardía opta por intentar esconder su deshonroso paso por la policía estronista, que lo integró como oficial por decreto 13.125 el 9 de noviembre de 1960. ¿Qué méritos hizo Alcibiades González Delvalle para ascender el 7 de septiembre de 1962 a oficial 1º de Policía por decreto 24.581, firmado por Alfredo Stroessner y Édgar L. Ynsfrán? ¿Cuántas veces aplicó la picana eléctrica? ¿A cuántos integrantes del FULNA o del Movimiento 14 de mayo apresó? ¿Cuántos "comunistas" pileteó?
Grandes misterios sin resolver, enigmas sin respuesta perdidos en la nebulosa del pasado de este privilegiado zoquetero del gobierno municipal colorado de Enrique Riera y referente periodístico de la ultraderecha tilinga: Alcibiades González Delvalle.

Olvidan sus abogadas al pretender defender a este chancho de su chiquero periodístico, cuánto dinero robado durante la dictadura a las arcas de la intendencia del ejército, a la Flomeres, IPS y el Banco Nacional de Fomento costó al pueblo paraguayo la inauguración de los medios de comunicación que le valieron su ascenso al coronel Pablo Rojas. Así como tardaron 30 años para descubrir que el país vivía bajo una dictadura, y hoy no terminan de jactarse de la lucha que la National Endowment for Democracy les financió contra la fase terminal del régimen que les proveyó los recursos para inaugurar sus medios de comunicación, no es extraño que lleven 46 años sin enterarse que el impoluto moralista de la pluma Alcibiades González Delvalle sirvió como tenebroso policía de Stroessner durante la etapa más sangrienta de la dictadura.

A mediados de este año el mundo se enteró, en revelación hecha por el mismo interesado, que el escritor alemán Gunter Grass sirvió unos meses, a los 17 años de edad, en las Waffen SS y de que ocultó por sesenta años la noticia, haciendo creer que había sido soldado en una batería antiaérea del ejército regular alemán. No sorprende en absoluto que Grass ocultara su pertenencia a una tropa de élite visceralmente identificada con el régimen nazi, de tan siniestra participación en tareas de represión política, torturas y exterminación de disidentes y judíos, aunque, como ha dicho, él no llegara a disparar un solo tiro antes de ser herido y capturado por los norteamericanos.
Pero a diferencia del ex policía de la etapa más sangrienta de la dictadura Alcibiades González Delvalle, Gunter Grass no esperó a que aquel remoto episodio de su juventud llegara a conocerse por otras fuentes, echando sombra sobre su nombre y reputación de escritor comprometido. Dentro de algunos meses, ya nadie recordará el paso del escritor alemán por las SS pero la gloria de su trilogía novelesca de Danzig, en especial "El Tambor de Hojalata", se mantendrá intacta.



No sería ecuánime que el mismo destino tuvieran quienes como el policía de la cultura decidieron escudarse, y no en el talento ni el compromiso que nunca tuvo en abundancia, sino en el posicionamiento alcanzado mediante políticos corruptos, intereses foráneos y el olvido propio de una sociedad impura.