Por Eduardo García Aguilar
Eduardo Gómez acaba de anunciar que publicó su primera novela La Búsqueda insaciable en la colección Los Conjurados de Común Presencia, considerada por quienes han tenido acceso a ella como una obra a contracorriente de las tendencias actuales de la novelística colombiana, por ser un ejemplo del Bildungsroman o novela de formación intelectual, que abarcaría todo el siglo XX colombiano.
Debido a su temática y al rigor con el que Gómez (1932) ha trabajado sus obras poéticas y ensayísticas, no encontró cabida en ninguna editorial comercial, por lo que con verdadera valentía quijotesca ha tenido que encargarse en parte de la distribución de los ejemplares y utilizado las vías de internet para ponerlos en la mano de muchos de quienes estiman y han seguido su obra. Tal fuerza y entusiasmo expresa el espíritu joven que lo ha caracterizado y que sin duda forjó en sus luchas políticas estudiantiles durante la dictadura de Rojas Pinilla y sus periplos por la vieja Alemania, donde estudió literatura y filosofía.
Conocí a Eduardo Gómez cuando yo era estudiante de primer semestre de Sociologia en la Universidad Nacional y desde entonces me ha impresionado que sigue siendo la misma figura del gabán negro, como si tuviera un pacto fáustico con el tiempo, lo que no es extraño, dado su amor por la literatura alemana. Lo vi por primera vez en la oficina de Jaime Mejía Duque en el Ministerio del Trabajo, donde el crítico literario recibía a sus amigos antes de salir a dar una vuelta por la séptima.
Sus libros de poesía tienen piezas de gran factura y sus ensayos son rigurosos, como suele ocurrir en los escritores de su generación y la posterior, al lado de "raros" como Germán Espinosa, R. H. Moreno Durán, Hugo Ruiz, Ricardo Cano Gaviria, Francisco Sánchez y Fernando Cruz Kronfly y otros más jóvenes que se inspiran en la gran literatura del este europeo de Broch, Musil y Mann. Hoy esos autores de enormes volúmenes o vastas trilogías serían rechazados por profundos y complejos. La nueva obra de Gómez, al parecer se inspira en esas novelas-río admirables pero condenadas hoy al silencio.
Mientras pueda acceder a la obra, que sin duda nos sorprenderá, quisiera destacar en esta actitud contra el descreimiento actual algo importante: que no solo si se publica en las grandes editoras multinacionales se tiene garantizado entrar a los cánones y que en estos tiempos volvemos por fortuna al ejercicio de la literatura en editoriales privadas pequeñas manejadas por verdaderos amantes del arte, como es el caso de Común Presencia, que aumenta cada día su catálogo con notables obras de poesía, ensayo y narrativa. En su sello y en otros que proliferan en el país, como Sílaba, se están refugiando por fortuna muchos notables autores colombianos.
La gran literatura latinoamericana, incluso la de Borges, fue publicada en editoriales pequeñas como Sur de Buenos Aires o Era de México y ahora por Corregidor de Buenos Aires. Muchos de los clásicos de la poesía dels siglo XX editaron sus obras a cuenta de autor, colaborando afectuosamente para su ilustración con artistas del momento. Ediciones confidenciales ayer son ahora joyas bibliográficas.
Sorprende también que después de publicar a lo largo de su vida una decena de libros de poesía y de ensayos en especial germanísticos, Gómez tuviera la osadía y fortaleza de arriesgarse en 2013 a publicar su novela total a una edad en que muchos ya se se dan por vencidos o hastiados y no quieren sacar fuerzas para lanzar al viento las palabras que con furia creativa han sacado del silencio.
Antes de publicar esta novela única, Gómez publicó Restauración de la palabra, El continente de los muertos, Movimientos sinfónicos, El viajero innumerable, Historia baladesca de un poeta, Las claves secretas, Faro de luna y sol y La noche casi aurora y en el campo del ensayo, Ensayos de crítica interpretativa, Función estética y social de la poesía, entre otros. La editorial Libros de la frontera de Barcelona, publicó en al año 2000 una antología de su poesía, y la editorial Trafo de Berlín editó dos antologías suyas en 2007, una en español, La ciudad delirante, y otra bilingüe: Stadt im Fieber.
El acto mefistofélico de Gómez y de Común Presencia es un ejemplo para todos los escritores del país, porque es el grito literario de un intelectual sólido del siglo XX colombiano. La literatura es vida y ejercerla es un asunto independiente del éxito, la fama, el ruido, la vanidad y las prebendas oficiales en vida. Su gesto es emancipador y nos anima a todos a seguir escribiendo novelas y libros improbables y a publicarlos contra viento y marea.
* Publicado en La Patria el domingo 23 de junio de 2013
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