Acabo
de terminar un excelente libro de ensayos sobre Octavio Paz, de Evodio
Escalante (1946), uno de los pensadores más originales y eruditos de
México, quien ha mantenido vivo el espíritu de la crítica en ese país.
En Las sendas perdidas de Octavio
Paz, publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana y Ediciones Sin
Nombre en 2013, establece un diálogo con el gran poeta y ensayista que
obtuvo el Premio Nobel en 1990, a lo largo de siete ensayos minuciosos
donde no solo muestra el conocimiento profundo de la cultura mexicana,
latinoamericana y universal, sino de filosofía y filología, lo que le
permite conversar de tú a tú con el irascible maestro de los mexicanos
(1914-1998), cuya obra enorme y brillante nos impresiona a comienzos del
siglo XXI.
Este año se celebra el centenario de
Octavio Paz, quien nació en pleno tiempo de la Revolución Mexicana, y
tuvo como tantos otros que vivir en carne propia los efectos de la
violencia. Su padre fue un rebelde zapatista que dejó su rango familiar
para aliarse con los revolucionarios y murió arrasado por un tren en el
norte de México, lugar hasta donde el joven Paz va con su madre para
recuperar el cadáver despedazado. Durante ese largo viaje en busca del
cuerpo del padre, el casi niño Paz ve a lo largo del camino, mientras
avanza el tren hacia el norte, muchos hombres colgados en los árboles y
los postes.
Desde muy temprano Paz se entrega a
la literatura, pero en sus años juveniles ejerce una poesía comprometida
que lo lleva a conocer a Pablo Neruda (1904-1973), convertirse en su
discípulo y a viajar a España invitado por el autor del Canto General a
un congreso de republicanos que luchaban contra los avances de la
derecha franquista. Entonces solo tenía 23 años y ya había experimentado
en el sur de México, en Yucatán, las tareas del compromiso social con
los campesinos de su país. Al regresar a México, efectúa su primera
ruptura con ese maestro, lo que cuenta y analiza con lujo de detalles
Evodio Escalante, en uno de los episodios más importantes de este libro.
Escalante también analiza varias
rupturas, ingratitudes y reconciliaciones claves del autor del laberinto
de la Soledad y Libertad bajo palabra, entre otros libros. La primera
es la ruptura secreta de Paz con su mentor mexicano, el gran maestro
Alfonso Reyes (1889-1959), quien lo animó en su primeros pasos y le
abrió con generosidad el camino para publicar sus obras y obtener un
sólido reconocimiento. La ingratitud de Paz con el generoso maestro, que
estuvo a punto de obtener el Premio Nobel y fue en cierta forma el
Octavio Paz de su época y un protéico autor de miles de escritos
fundamentales como El deslinde e Ifigenia Cruel, llegó hasta el extremo
de tratar de excluirlo de la antología Poesía en Movimiento que publicó
en su momento el Fondo de Cultura Económica, bajo la dirección del
infatigable Paz, entonces diplomático en Oriente.
Evodio Escalante cuenta en detalle la
historia de esa lucha interior con el maestro Reyes, a quien también
quiso matar como a Neruda para poder eclosionar como autor original, y
rastrea con exactitud las huellas innegables que la obra del viejo dejó
en el joven Paz y que él trata por todos los medios de ocultar, como
ocultó a su vez la utilización de los conceptos filosóficos de Martin
Heidegger, de los que ya tenían conocimiento autores mexicanos
anteriores a Paz en México, pero que el Nobel usa muchas veces sin citar
en El arco y la lira.
También nos introduce en la primera
repulsión paciana de los surrealistas, a quienes detesta inicialmente
por escapistas y la posterior alianza con los mismos, al encontrar en
ellos en París una actitud subversiva que lo marcó, pues para él sería
más importante la rebelión como acto demoledor inconsciente y onírico,
que los propios frutos literarios surgidos de la misma.
Otro aspecto importante del libro de
Evodio Escalante es el estudio de la relación de Paz con la gran
generación de Los Contemporáneos, a la que pertenecieron brillantes
personajes de otra generación anterior mexicana, como Jorge Cuesta y
Xavier Villaurrutia, a quienes también Octavio Paz debe muchos de sus
primeros impulsos y preocupaciones, lo que dejó registrado en varios
ensayos.
Es una delicia seguir a Escalante en
este diálogo de admiración y crítica que nos lleva hasta el estudio
riguroso de su obra poética, los vasos comunicantes de la misma con la
mexicanidad prehispánica y las temáticas orientalistas, así como con las
rupturas modernas. Octavio Paz, ya consagrado y seguro de haber escrito
una obra magna, avanza en sus rupturas y experimentaciones iniciadas
desde los primeros poemas comprometidos de Raíz del Hombre y la Estación
violenta, hasta la cumbre de Piedra de sol y los experimentos
colectivos de Renga o ya de manera personal, en Pasado en claro y en
Árbol adentro, que sus lectores disfrutamos hoy como nunca.
Lo bueno de este libro es que
hablamos, nos peleamos y nos reconciliamos con el maestro Paz, pero a la
vez descubrimos la prosa maravillosa de Evodio Escalante, una delicia
de escritura donde no hay una sola línea que no esté al filo de la
navaja, alerta, inteligente, irónica, que abre siempre puertas y nos
mantiene insomnes a través de la lectura.
Sin duda Octavio Paz hubiera gozado
la lectura del libro de este inquieto heredero que se alza a su rango en
materia de crítica literaria y habla de tú a tú con él. Escalante es no
solo gran lector, gran escritor, sino también músico y amante de jazz, o
sea un renacentista contemporáneo de los que solo produce un gran país
como México, el hermano mayor de hispanoamérica, tierra donde los
autores dialogan en permanencia con sus mayores, no solo escrutando y
salvando sus obras, sino cotejando ideas y conceptos para que el molino
de la palabra siga girando en medio de la batalla quijotesca de la
literatura.
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Publicado el domingo 23 de noviembre en La Patria. Manizales. Colombia
http://www.lapatria.com/columnas/72/alegria-de-leer-evodio-escalante
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Publicado el domingo 23 de noviembre en La Patria. Manizales. Colombia
http://www.lapatria.com/columnas/72/alegria-de-leer-evodio-escalante
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