Por Eduardo García Aguilar
En la bella ciudad donde inició su carrera Adolfo Hitler y
vivió Sigmund Freud, la urbe de Bavaria desde donde se ven las cumbres
nevadas de los Alpes, en la misma plaza Goethe, se observa este lunes de
fin de enero, a un lado los manifestantes de Peguida (Patriotas
Europeos Contra la Islamización de Occidente) y, al otro, diversos
grupos coloridos que los abuchean como si fueran la reencarnación de las
huestes del Nacional Socialismo, solo que entonces pedían la expulsión
de los judíos y ahora abogan por la de los musulmanes.
En medio de los dos bandos hay una larga fila de separadores
metálicos, patrullas y decenas de policías, mientras junto a una de las
salidas del metro, en uno de los segmentos de la plaza circular que
lleva el nombre del creador del personaje de Mefistófeles se apiñan los
manifestantes de derecha que llevan banderas tradicionales alemanas y
lucen pancartas donde fustigan al islam: "Mahoma tenía esposas de 9 años
¿eso queremos para Europa? pregunta una de ellas y otra dice: "en 1400
años de existencia el islam ha matado a 240 millones de personas".
Al otro lado están representantes del Partido Verde, muy fuerte en
la capital bávara, y manifestantes de diversos grupos de izquierda, así
como gente de derecha moderada, que aboga por la necesidad de la
inmigración en un país con graves problemas demográficos y un
crecimiento permanente que requiere mucha mano de obra. Los Verdes
ecologistas lucen pancartas que dicen "Alemania es multicolor" y muchos
jóvenes llevan banderas y banderines rojos o verdes o interpretan música
típica alemana con trompetas y trombones mientras cae poco a poco una
nieve fina en esta noche típica muniquense. También se ponen nariz roja
de payasos porque, afirman, quieren hacer contramanifestaciones
divertidas.
Cuando avanza la manifestación de Pegida, los multicolores abuchean
y hacen sonar pitos para acallar las voces de ese movimiento que, según
ellos, es una estrategia política de la extrema derecha neo-nazi para
movilizar a la gente, aprovechándose del obvio desprestigio de los
islamistas radicales de los diferentes grupos terroristas mundiales
inspirados por Al Qaida y el Ejército Islámico, cuyas acciones atroces
han manchado a todos los ciudadanos provenientes de la cultura
musulmana, en su mayoría gente pacífica y modesta que se dedica con
honradez a sus trabajos y a su vida familiar y que practica íntimamente
sus oraciones como lo hacen la mayoría de los católicos, protestantes,
ortodoxos, hinduístas o judíos.
El movimiento Pegida se reprodujo como pólvora por toda Alemania en
unos cuando días, aunque al parecer bajó esta semana, especialmente en
Dresde, donde se originó con decenas de miles de manifestantes. En cada
región iba cambiando de nombre, como en Bavaria, donde fue bautizado
Bagida. Su primer líder tuvo que renunciar hace una semana porque se
descubrieron fotos suyas donde aparece disfrazado, casi idéntico a
Adolfo Hitler, con el mismo bigote y el mismo mechón característico del
energúmeno austriaco que llevó el mundo a la guerra y propició el
Holocausto de millones de judíos y extranjeros de todo tipo en los
campos de concentración, el mayor de los cuales, Auchswitz, cumplió 70
años esta misma semana.
Múnich, donde los manifestantes han salido para conjurar el
renacimiendo del movimiento xenófobo, tiene su historia negra: aquí
surgió el Nacional Socialismo poco a poco al mando del perturbado Hitler
y uno puede visitar en la actualidad con escalofrío las gigantescas
cervecerías restauradas donde los primeros nazis se reunían a celebrar
los primeros aquelarres bajo los banderines de la Alemania ancestral y
entre el sonido de las músicas y las danzas típicas. Aquí en Munich
ocurrieron los primeros arreglos de cuentas entre bandos al interior del
movimiento nazi, como la nefasta Noche de los cuchillos largos, con la
cual Hitler se deshizo de sus rivales.
En Múnich Hitler conoció a su amada Eva Braun en un estudio
fotográfico céntrico, donde ella era empleada, y en estas calles vivió
parte de su juventud pintando acuarelas y leyendo. Ya en el poder,
cuando se soñaba el maestro del mundo, construyó su gran casona en las
alturas de una montaña no lejos de aquí, en el municipio de
Berchtesgaden, en uno de los paisajes más maravillosos de Alemania,
cerca de la frontera con Austria y no lejos de Salzburgo. Por ahí cerca
dormí en una cabaña y vi la noche estrellada de los Alpes y comprendí
entonces que el Führer tenía muy buen gusto y había escogido para vivir
como águila uno de los más bellos paisajes alpinos.
Por eso me quedé esa noche observando la manifestación pese al frío y
la caída de la nieve menuda. Tenía la sensación de estar de nuevo en el
centro de la historia azarosa de la humanidad, porque sin duda de la
misma manera, con pequeñas manifestaciones extremistas como esta de
Pegida, que pedían la expulsión de extranjeros, se inició poco a poco el
movimiento nazi que terminó en tragedia.
Pero el contexto es diferente: Alemania fue aplastada, derrotada,
devastada por la guerra que terminó en 1945 y desde entonces ha emergido
una sociedad democrática y tolerante, muy mestiza, y los alemanes de
hoy son multicolores y de todos los orígenes como se constata en las
fiestas y en la calle, en las escuelas, donde ya no son mayoría los
rubios de ojos azules. Se entiende, pues, que todas estas nuevas
generaciones se movilicen estos días para tratar de conjurar el peligro
de que la historia vuelva a repetirse. Jóvenes alemanes de todos los
colores, de origen griego, turco, magrebí, latino, polaco, ruso,
balcánico, asiático, italiano, español, saben que si de la caja del
horror vuelven a salir los fantasmas de la intolerancia antihumana, todo
estará perdido de nuevo.
Más tarde, en Sendlinger Tör, a donde se han desplazado los dos bandos
para seguir manifestando, veo como cae la nieve y todo lo cubre de
blanco, mientras los manifestantes multicolores ríen y celebran y se
dirigen a las tabernas. Los de Pegida son escoltados al metro por la
policía para que no haya disturbios. Y todo parece bello en esta
medianoche entre los avisos luminosos de los cines y las calles mojadas y
cubiertas de nieve. Pero en medio de todo, el peligro es patente como
en toda esta Europa en efervescencia.
sábado, 31 de enero de 2015
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