domingo, 5 de julio de 2015

SOÑAR CON GRECIA

 Por Eduardo García Aguilar
En estos tiempos caniculares que sacuden buena parte de Europa, todas las miradas están fijas en Grecia y su capital Atenas, donde los manifestantes el viernes por la noche se reunieron, unos en la Plaza Syntagma para decir No a la austeridad eterna, y otros en el estadio donde se celebraron los Juegos Olimpicos de1896 para defender el Si a las exigencias de los acreedores.
Como en los tiempos de Lord Byron y los románticos europeos que soñaban con liberar a Grecia de las garras del imperio otomano y salvarla para Europa y Occidente, ahora los jóvenes indignados del sur europeo apoyan al joven líder Alex Tsipras, que supo poner en jaque a la tecnocracia que manda desde la capital de la Unión Europea, Bruselas, y les lanzó a la cara una nueva lección de Democracia, una palabra que surge de las ágoras griegas y de los viejos partenones.
Puesto que este continente se considera fundantalmente greco-latino y basa su cultura intelectual y estética en todos los inventos culturales que se dieron en esa península hace miles de años con filósofos, poetas y dramaturgos que deambulaban por las plazas, bajo las columnatas dóricas y la estatuas perfectas de los cuerpos de atletas y diosas, esta nueva tragedia provocada por la avaricia del dios dinero parece a muchos la repetición de una vieja historia sin oráculos.
¿Tragedia o Comedia? Se preguntan quienes miran en las pantallas las imágenes de ese joven líder inexperto que cumple la palabra y convoca a su pueblo a un referéndum,  cuestionando de esa manera la falta de consultas de una nomenclatura, que sin ser elegida, decide por millones desde oscuros gabinetes en Bruselas o en el parlamento de Estrasburgo, donde dominan quienes defienden el sistema imperante desde hace décadas y unas veces salvan bancos y magnates y otras piden que la carga de las deudas y sus intereses gigantescos pese sobre trabajadores y jubilados, enfermos, viudas y niños.
Parece mentira, pero es cierto, miles de años atrás en Grecia unos hombres extraños inventaron todo. Por eso podemos soñar hoy con lo que dirían Diógenes y Sócrates si estuvieran presentes en la plaza Syntagma o en la Acrópolis viendo las aglomeraciones y escuchando los discursos de sus lejanos descendientes. Sería bueno preguntarle a Esquilo, Sófocles y Eurípides sobre lo que ocurre y estudiar a los centenares de galenos, juristas y estrategas que dejaron sus huellas en libros reales y concretos que la humanidad rescató en el medioevo al interior de los conventos y sigue leyendo todavía. Aristóteles, Platón, Pericles, los cínicos y los epicúreos y tantos otros sabios serían de gran utilidad en estas jornadas dramáticas en tiempos de dominio total de la fría plutocracia del cálculo y el interés por sobre la pervivencia de humanos, animales y su naturaleza.
La imagen de un viejo jubilado que llora desamparado frente a un banco y es retirado por agentes, es el emblema de esta nueva tragedia contemporánea donde los reyes Midas de las finanzas propugnan por medidas que afectan en especial a los pobres, para salvar a toda costa a los banqueros que durante décadas prestaron alegremente a este pequeño país de unos cuantos millones de habitantes, que viven del turismo, las artesanías y la pesca.
En los tiempos del derroche, fluían para el país donde se originó la Democracia miles de millones de euros destinados a la celebración de faraónicos Juegos Olímpicos que solo dejaron deudas y la resaca de una fiesta dionisíaca. En ese entonces tecnócratas, líderes locales, magnates y contratistas mafiosos se llenaron los bolsillos a manos llenas sin pensar que un día tarde o temprano la deuda caería como espada de Damocles sobre sus cabezas. 
Lo mismo sucedió en Portugal, España, Grecia, Chipre e Italia, donde las inyecciones de euros solo sirvieron para alimentar el delirio de la burbuja inmobiliaria y la construcción de elefantes blancos, aeropuertos inútiles, multicentros, estadios, edificios gubernamentales, ruinas artificiales, por los que todos los corrruptos cobraban porcentajes y mordidas, timando a los pobres incautos que a su vez se endeudaban con facilidad usando tarjetas de crédito o comprando apartamentos o condominios mediocres a precios absurdos, con intereses eternos e impagables.
Todo eso se derrumbó como un castillo de naipes, pero los tecnócratas y los estrategas de Bruselas son los primeros responsables del delirio que estalló con la gran crisis financiera de 2008. Cinco años de negociaciones no han conducido a nada y los grandes acreedores quieren seguir aplicando las mismas medidas de austeridad que dejaron en la ruina a los españoles y portugueses humildes, alejándolos de toda esperanza.
Por eso los jóvenes rebeldes de Siryza en Grecia han sacado de la manga la palabra referéndum y decidieron consultar otra vez en el ágora a su pueblo, ante el estupor de magnates y tecnócratas, porque se niegan a traicionarlo después de recibir un mandato claro contra la austeridad en elecciones hace seis meses.
Sin saberlo o sabiéndolo, Tsipras y su carismático ministro de Economía Varoufakis, están haciendo historia como sus milenarios antecesores: un lustro de remedios inútiles y dictados desde Bruselas no conducían a niguna parte y había que ensayar otras recetas.

No sabemos el desenlace de la tragedia, pero al menos los débiles del margen han mostrado coherencia y alzaron la voz a los paternalistas locos que les prometían austeridad eterna para incrementar y proteger a toda costa las ganancias gigantescas de multinacionales, accionistas millonarios y bancos. Desde su barril, rodeado de perros sabios, el cínico Diógenes lanza una carcajada al futuro que se escucha en un ágora que ahora es mundial y casi planetaria.
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* Publicado en Expresiones. Excélsior. México, D.F. 5 de julio de 2015.
    

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