Por Eduardo García Aguilar
En
estos tiempos caniculares que sacuden buena parte de Europa, todas las
miradas están fijas en Grecia y su capital Atenas, donde los
manifestantes el viernes por la noche se reunieron, unos en la Plaza
Syntagma para decir No a la austeridad eterna, y otros en el estadio
donde se celebraron los Juegos Olimpicos de1896 para defender el Si a
las exigencias de los acreedores.
Como
en los tiempos de Lord Byron y los románticos europeos que soñaban con
liberar a Grecia de las garras del imperio otomano y salvarla para
Europa y Occidente, ahora los jóvenes indignados del sur europeo apoyan
al joven líder Alex Tsipras, que supo poner en jaque a la tecnocracia
que manda desde la capital de la Unión Europea, Bruselas, y les lanzó a
la cara una nueva lección de Democracia, una palabra que surge de las
ágoras griegas y de los viejos partenones.
Puesto
que este continente se considera fundantalmente greco-latino y basa su
cultura intelectual y estética en todos los inventos culturales que se
dieron en esa península hace miles de años con filósofos, poetas y
dramaturgos que deambulaban por las plazas, bajo las columnatas dóricas y
la estatuas perfectas de los cuerpos de atletas y diosas, esta nueva
tragedia provocada por la avaricia del dios dinero parece a muchos la
repetición de una vieja historia sin oráculos.
¿Tragedia
o Comedia? Se preguntan quienes miran en las pantallas las imágenes de
ese joven líder inexperto que cumple la palabra y convoca a su pueblo a
un referéndum, cuestionando de esa manera la falta de
consultas de una nomenclatura, que sin ser elegida, decide por millones
desde oscuros gabinetes en Bruselas o en el parlamento de Estrasburgo,
donde dominan quienes defienden el sistema imperante desde hace décadas y
unas veces salvan bancos y magnates y otras piden que la carga de las
deudas y sus intereses gigantescos pese sobre trabajadores y jubilados,
enfermos, viudas y niños.
Parece
mentira, pero es cierto, miles de años atrás en Grecia unos hombres
extraños inventaron todo. Por eso podemos soñar hoy con lo que dirían
Diógenes y Sócrates si estuvieran presentes en la plaza Syntagma o en la
Acrópolis viendo las aglomeraciones y escuchando los discursos de sus
lejanos descendientes. Sería bueno preguntarle a Esquilo, Sófocles y
Eurípides sobre lo que ocurre y estudiar a los centenares de galenos,
juristas y estrategas que dejaron sus huellas en libros reales y
concretos que la humanidad rescató en el medioevo al interior de los
conventos y sigue leyendo todavía. Aristóteles, Platón, Pericles, los
cínicos y los epicúreos y tantos otros sabios serían de gran utilidad en
estas jornadas dramáticas en tiempos de dominio total de la fría
plutocracia del cálculo y el interés por sobre la pervivencia de
humanos, animales y su naturaleza.
La
imagen de un viejo jubilado que llora desamparado frente a un banco y
es retirado por agentes, es el emblema de esta nueva tragedia
contemporánea donde los reyes Midas de las finanzas propugnan por
medidas que afectan en especial a los pobres, para salvar a toda costa a
los banqueros que durante décadas prestaron alegremente a este pequeño
país de unos cuantos millones de habitantes, que viven del turismo, las
artesanías y la pesca.
En
los tiempos del derroche, fluían para el país donde se originó la
Democracia miles de millones de euros destinados a la celebración de
faraónicos Juegos Olímpicos que solo dejaron deudas y la resaca de una
fiesta dionisíaca. En ese entonces tecnócratas, líderes locales,
magnates y contratistas mafiosos se llenaron los bolsillos a manos
llenas sin pensar que un día tarde o temprano la deuda caería como
espada de Damocles sobre sus cabezas.
Lo
mismo sucedió en Portugal, España, Grecia, Chipre e Italia, donde las
inyecciones de euros solo sirvieron para alimentar el delirio de la
burbuja inmobiliaria y la construcción de elefantes blancos, aeropuertos
inútiles, multicentros, estadios, edificios gubernamentales, ruinas
artificiales, por los que todos los corrruptos cobraban porcentajes y
mordidas, timando a los pobres incautos que a su vez se endeudaban con
facilidad usando tarjetas de crédito o comprando apartamentos o
condominios mediocres a precios absurdos, con intereses eternos e
impagables.
Todo
eso se derrumbó como un castillo de naipes, pero los tecnócratas y los
estrategas de Bruselas son los primeros responsables del delirio que
estalló con la
gran crisis financiera de 2008. Cinco años de negociaciones no han
conducido a nada y los grandes acreedores quieren seguir aplicando las
mismas medidas de austeridad que dejaron en la ruina a los españoles y
portugueses humildes, alejándolos de toda esperanza.
Por
eso los jóvenes rebeldes de Siryza en Grecia han sacado de la manga la
palabra referéndum y decidieron consultar otra vez en el ágora a su
pueblo, ante el estupor de magnates y tecnócratas, porque se niegan a
traicionarlo después de recibir un mandato claro contra la austeridad en
elecciones hace seis meses.
Sin saberlo o sabiéndolo, Tsipras y su
carismático ministro de Economía Varoufakis, están haciendo historia
como sus milenarios antecesores: un lustro de remedios inútiles y
dictados desde Bruselas no conducían a niguna parte y había que ensayar
otras recetas.
No sabemos el desenlace de la tragedia, pero
al menos los débiles del margen han mostrado coherencia y alzaron la voz
a los paternalistas locos que les prometían austeridad eterna para
incrementar y proteger a toda costa las ganancias gigantescas de
multinacionales, accionistas millonarios y bancos. Desde su barril,
rodeado de perros sabios, el cínico Diógenes lanza una carcajada al futuro que se escucha en un ágora que ahora es mundial y casi planetaria.
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* Publicado en Expresiones. Excélsior. México, D.F. 5 de julio de 2015.
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