En el Centro Pompidou se encuentran lado a lado, en el sexto nivel
del extraño edificio, dos exposiciones retrospectivas excepcionales,
una dedicada al cubano Wilfredo Lam (1902-1982) y otra al gran artista
alemán contemporáneo Anselm Kiefer (1945). Poco a poco la gloria de Lam
asciende colocándose ya al lado de su amigo Picasso gracias a una vasta
obra sincrética donde se expresan sus diversos orígenes, pues desciende
de chinos y negros y nació y creció en su natal isla caribeña Cuba y
vivió en Suecia, Estados Unidos España y Francia.
Kiefer, por su lado,
es un titán del arte que a sus 70 años nos asombra con una vasta obra
expresada a través de óleo, acrílico, cerámica, tierra, arena,
fotografía, plomo y está en permanente conexión con la poesía y la
literatura, y los temas apocalípticos del siglo, ya que es lector
atento y pensador permanente.
El museo, inaugurado en enero de 1977 por el presidente Valéry
Giscard d'Estaing en presencia de varios presidentes africanos, suscitó
en su momento críticas porque sus jóvenes arquitectos encabezados por
Renzo Piano hicieron en medio de París uno de los edificios más
extraños, que inclusive hoy causa impresión a los visitantes cuando
emprenden la subida por las escaleras tubulares de nave espacial y
observan sus intrincadas estructuras coloridas a medida que ascienden
hasta un nivel desde donde se tiene una soberbia vista de la ciudad.
A lo largo de estos cuarenta años de historia la institución
ha realizado exposiciones de arte contemporáneo del siglo XX en
adelante, que van del dadaísmo, cubismo, futurismo, surrealismo,
suprematismo, expresionismo hasta arte pop, caricatura, video, y
diversas expresiones actuales de las artes plásticas. Allí se han
celebrado ciclos de conferencias, debates, homenajes y retrospectivas de
grandes artistas como Bonnard, Kandisnsky, Max Ernst, Dalí, Picasso,
Braque, Giacometti, Duchamp, Kandinsky, Münch, Balthus, Warhol, Francis
Bacon, David Hockney y muchos más.
El lugar revivió y dio vida a una zona insalubre situada no
lejos del centenario mercado de Les Halles y es hoy un centro de
experimentación, dotado de una gran biblioteca y diversas instituciones
para estudios e investigaciones artísticas y posee una explanada donde
perfomeros y artesanos callejeros se manifiestan libremente durante todo
el año, atrayendo a personas de todas las edades. Es la fiesta
permanente del arte contemporáneo y a lo largo del año se muestra la
colección propia del museo, una de las tres más importantes del mundo,
así como obras prestadas por otros museos del orbe.
Esta vez subí las escaleras tubulares salidas de una escena de
Star Wars porque deseaba ver la retrospectiva del gran pintor cubano
Wilfredo Lam que termina este 15 de enero y debía reencontrarme allí con
La Jungla, ese maravilloso cuadro que pintó en Cuba y se ha convertido
en una de las grandes obras del siglo XX, prestaba en esta ocasión al
Pompidou por el Museo de Arte Moderno de Nueva York. He querido mirar de
cerca sus trazos, observar de manera minuciosa el trazo de su mano,
pero la alarma se ha puesto a sonar y tuve que alejarme a una buena
distancia de esta colorida obra donde se resumen su trazo y el intrincado
mundo de sus selvas tropicales.
Las diversas etapas de la actividad de Lam son expuestas con
generosidad, desde sus primeros dibujos de infancia y juventud cubanas
hasta su paso por España, Estados Unidos, Francia, Suecia y otros países
donde residió. Alto, espigado, armado como un totem sincrético, Lam fue
admirado por sus contemporáneos, pues lejos de la vanidad y el bullicio
de otras estrellas, solo vivía para su arte y el amor y de ahí su
cercanía con los poetas, entre ellos el gran René Char y su diálogo con
otras figuras de la literatura. El trazo inconfundible de su obra se
despliega en varias salas y uno sale renacido tras el contacto con este
mundo visual cincelado en más de seis décadas.
Un respiro, una mirada a la ciudad bañada en pleno invierno bajo el
sol y paso a la otra sala de al lado a ver la retrospectiva de Anselm
Kiefer, uno de los artistas vivos que más admiro y cuya obra impactante y
profunda me hace palpitar con taquicardia. Ya hace unos años había
visto su monumental obra Caída de Estrellas en los amplios espacios del
Gran Palais, compuesta por enormes ruinas de cemento acompañadas por
cuadros enormes y objetos oxidados y rotos de todos los tamaños, donde
realizaba una metáfora del apocalipsis.
El olor del óleo fresco me recibe en la primera sala. Se siente que
Kiefer ha estado ahí hace poco instalando las obras, ya que tiene su
inmenso taller en el campo. La retrospectiva se inicia con una serie de
obras de juventud donde ironiza sobre al pasado nazi de su padre y trata
de exorcizar la tragedia germana de su generación con imágenes donde él
alza la mano como Hitler en medio de enormes espacios desolados o
boscosos.
Libros calcinados, acuarelas, fotografías, dan paso a enormes obras
realizadas con diversos materiales y sobre telas de texturas variadas,
en las que dialoga con poetas del siglo XX como Paul Celan e Ingeborg
Bachman. Y poco a poco nos introduce en las grandes mitologías germanas,
desde Los Nibelungos hasta la generación romántica que tanto le llama
la atención, todas ellas relacionadas con la obsesión de los bosques y
las montañas alpinas, la marcha a pie sobre musgos, líquenes, hongos,
champiñones, cascadas, lagos, ríos. En otra parte expone unas cajas al
interior de las cuales los más extraños objetos dialogan con la poesía y
la literatura germanas de todos los tiempos y los textos sagrados desde
el paganismo griego y las mitologías nórdicas hasta la Kabala y los
textos bíblicos.
Este día ha sido para mi un viaje profundo a los misterios del arte a
través de dos artistas con los cuales se comprueba que la expresión
estética es el lenguaje más universal y una de las formas de salvarnos
en medio de las amenazas de nuevos holocaustos y deflagraciones
apocalípticas. Y de nuevo bajo las escaleras tubulares del Centro
Pompidou y llego a la explanada donde el aire fresco golpea la piel y
llena los pulmones. Los niños corren y juegan. Un saltimbanqui lanza
enormes pompas de jabón. El arte es vida, nos hace renacer, es la
universidad permanente y el sendero que lleva a la libertad por encima
de fronteras y etnias cerradas. El arte nos hace renacer a todos desde
las cenizas.
sábado, 9 de enero de 2016
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