Por Eduardo García Aguilar
El
triunfo de Donald Trump en la primaria del Partido Republicano
estadounidense es escalofriante si se tiene en cuenta que desde el
inicio de la campaña se dedicó a sembrar el odio y a polarizar a ese
gran país del norte, abogando por la expulsión de mexicanos, latinos y
musulmanes o insultando a las mujeres o los miembros de diversas
minorías. Bien asesorado por los tecnólogos de las campañas electorales,
Trump sabía que en las amplias capas de la población modesta de origen
blanco, donde se celebra la violencia y se defiende el uso libre de
armas de alto poder y se vive toda la vida frente a las pantallas del
televisor, el lenguaje soez, violento, agresivo, polarizante, antihumano
trae rápidos dividendos electorales y auge en las encuestas.
Fácilmente
manipulables, esos amplios sectores olvidaron rápidamente de donde
provenía Trump, representante de la peor plutocracia arribista, para la
que los únicos valores son el dinero, la apariencia, el uso de la mujer
como un adorno comprable a costa de dólares, la discriminación, la
humillación del débil o fracasado y la permanencia de las élites y los
privilegios de los potentados. Al adoptar el estilo de un payaso con su
bronceado permanente artificial y la melena teñida, al usar expresiones
histriónicas salidas de los peores espéctaculos del humor de vaudeville,
el nuevo candidato republicano sorprendió a todos y derrotó a otros
rivales mucho más serenos y formados política e intelectualmente. Solo
resta desear que en la contienda mayor el nuevo candidato republicano
sea derrotado por la candidata demócrata, una sólida abogada brillante y
abierta al mundo.
El escándalo payasesco y la vulgar agresividad
contra el otro, extranjeros, minorías, mujeres, homosexuales,
originarios de la inmigración, así como el insulto escatológico y sin
argumentos contra los representantes del establecimiento tradicional
bipartidista del que siempre se benefició, levantó los ánimos en los
desvalidos que sufren la precariedad del desempleo y los malestares del
fracaso esencial y piensan equivocadamente que son las minorías étnicas
las que les están quitando el pan de la boca. Los populismos aparecen en
momentos difíciles y estallan como incendio y deflagraciones muy
rápidas cuando son liderados por personalidades iluminadas y paranoicas
irresponsables como Adolfo Hitler o Benito Mussolini, para solo
mencionar a los dos más simbólicos representantes de esas fuerzas del
fascismo, el falangismo y otras perlas del totalitarismo que pelechan en
tiempos de crisis.
En el campo de la literatura, el ensayo, la
oratoria o el panfleto sabemos que vulgaridad, anatema, insulto,
escatología y ataques ad hominem traen excelentes dividendos y buenas
ventas a los autores de ese tipo de libelos o libros de diversos géneros
que gustan a amplios sectores de la población, como si la serenidad, la
argumentación y el análisis pausado y generoso, el cotejo de ideas y el
desminado de la palabra como arma de odio y muerte fueran asuntos
aburridos y pasados de moda. El aumento de los partidos y movimientos
extremos en Estados Unidos y Europa y en casi todo el mundo es paralelo
con frecuencia al auge de escritores o panfletarios incendiarios e
intolerantes cuyos discursos ganan incontables aplausos en todas partes
aunque tienen el más bajo nivel posible.
La velocidad vertiginosa
de la información como elemento de la sociedad del espectáculo en la
que vivimos ha convertido a las figuras de la farándula, el dinero, el
deporte y las revistas del corazón en las nuevas deidades de una
población mayoritaria alienada que vegeta frente a las pantallas de
televisión o escucha en la radio los programas de diversión que los
nutren de ideas y prejuicios y para quienes ese mundo de ficción termina
por convertirse en una realidad mágica dotada de poderes especiales.
A
través de medios y redes casi todos los habitantes de este mundo
interconectado viven la ficción de ser millonarios, figuras del glamour,
estrellas cinematográficas, a las que terminan por convertir en
personajes de la familia, por lo que no sorprende que actores como
Ronald Reagen en su tiempo y Arnold Swartzenegger en la actualidad y
otros muchos han terminado por convertirse en figuras políticas y logran
los más altos cargos colándose con su dinero en los ejercicios de una
democracia desvirtuda y desviada.
Escandaliza y triunfarás,
insulta y ganarás, amenaza y vencerás: tales serían las consignas, los
emblemas de esta nueva era de la política mundial que, al paso que
vamos, terminará por ser dominada por payasos maléficos surgidos de las
películas de terror. Toda persona que reflexione con serenidad, exprese
de manera civilizada sus ideas y contienda con los adversarios sin
calumniar o amenazar es inaudible. Pensadores, académicos, ensayistas y
expertos pueden dedicar sus vidas a hacer avanzar los campos de sus
estudios, pero al final serán inaudibles y morirán en el olvido como en
nuestro país ha ocurrido con generaciones de grandes figuras como Danilo
Cruz Velez, Dario Mesa, Jaime Jaramillo Uribe, Orlando Fals Borda y
muchos otros pensadores que nadie escucha y lee hoy y fueron
reemplazados en el foro de este siglo XXI colombiano por el protagonismo
de otros payasos de lenguaje escatológico, autista y violento de cuyos
nombres no quisiéramos acordarnos en este sábado de sol.
Es
probable que Trump no llege muy lejos, y ojalá así sea, pues muchos
sectores del Partido Republicano ya han mostrado reticencias y se han
deslindado de apoyarlo, pero aun es temprano para cantar victoria y
sentarse sobre las laureles. A medida que la campaña avance y se acerque
el momento de la votación, este candidato que sabe muy bien lo que hace
y sus asesores y aliados pueden tratar de conquistar el electorado con
sus artimañas y llevar al país a una peligrosa nueva era de intolerancia
y miedo con consecuencias fatales en todo el globo. El mundo es un
verdadero polvorín en estos momentos y el mando de la potencia mundial
estadounidense no debería estar jamás en manos de un chiflado que usa la
palabra como una ametralladora de discriminación e intolerancia cual si
fuese el personaje malevo de una película de Batman.
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* Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 8 de mayo de 2016.---
1 comentario:
Está cultura del show y del espectáculo ha penetrado todos los ámbitos mundiales.No resta sino que aquellos que usan la palabra .la razón como arma.limpien el camino para un mundo más tolerante.
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