@Anne Pingeot |
Por Eduardo García Aguilar
La prestigiosa
editorial Gallimard publica esta semana dos libros relacionados con la parte
amatoria del fallecido presidente François Mitterrand, el último de los mandatarios
franceses de rango histórico por su cultura, inteligencia y vasta experiencia a
lo largo de los dramas bélicos y políticos del siglo XX. Uno de ellos es el diario
ilustrado de los primeros años de amor con la joven Anne Pingeot y el otro, un
enorme volumen de mil páginas con las cartas de amor que le dirigió e ella a lo
largo de tres décadas.
Mitterrand,
cuyo centenario se celebra este 2016, fue uno de esos personaje excpcionales de la
estirpe de las grandes figuras que, como Talleyrand o Chateaubriand, entre otros,
a sus capacidadaes maquiavélicas añadían una gran cultura insaciable y un
talento oratorio sin par. Individuos tocados por un aura romántica a cuyo
alrededor se arremolinaba una numerosa corte admirativa y temerosa de áulicos.
Originario de
la burguesía católica de provincia, Mitterrand se destacó desde muy joven y
desempeñó cargos como funcionario y ministro de la Cuarta república e incluso
en los primeros tiempos del gobierno de Vichy, por lo que contó entre sus polémicas
amistades algunos figurones de la colaboración con los nazis, de los que
siempre fue fiel amigo, como René Bousquet.
Socialista
moderado, fue uno de los políticos que hizo férrea oposición al gran Charles de
Gaulle, la otra gran figura de la época, quien a sus dotes militares y
oratorias, agregaba a su vez una gran cultura y un talento escritural que se
puede observar en los volúmenes de sus memorias y en los discursos
improvisados.
Al altísimo De
Gaulle, que medía más de dos metros, ese héroe que salvó el honor de Francia
durante la ocupación alemana, replegándose en el activo exilio de Londres,
Mitterrand se enfrentó en las elecciones presidenciales de 1965, antes de las jornadas
de mayo de 1968 y a la posterior renuncia del coloso, derrotado en un
plebiscito que convocó en 1969.
Emprende
entonces Mitterrand la difícil tarea de unir a las izquierdas con la mira
estratégica de reducir la influencia del Partido Comunista, un monstruo enorme
que contaba con la cuarta parte de los electores, y al que finalmente convenció
de participar en el famoso Programa Comun que lo llevaría sorpresivamente al
poder en 1981.
Pero a lo
largo de esa décadda decisiva Mitterrand vivía momentos personales de
excepcional agitación pues se había enamorado de una bella muchacha de 19 años,
27 menos que él, a la que le escribía cartas encendidas en una prosa clásica y
ágil y a la que se refería en un diario donde pegaba boletos de cine, recortes
de prensa, mapas, servilletas, tarjetas de hoteles y todo tipo de imágenes suscitadas
por ese amor loco y adúltero que debía ocultar al país.
El político estaba
casado con la que más tarde sería la famosa Primera dama Danielle Mitterrand,
conocida por su ideas extremo izquierdistas y su solidaridad con todas las
causas progresistas del mundo, en especial latinoamericanas. Era padre de dos
jóvenes varones y en todos los actos públicos figuraba al lado de su esposa, mujer
bella e inteligente que desempeñaba de manera impecable las tareas de futura Primera
dama, a sabiendas que su esposo ya vivía con otra e incluso tenía una hija con
ella.
Las revistas y
los diaros traen esta semana extractos del diario y la correspondencia, acompañados
de comentarios críticos que elogian la bella prosa del enamorado y vanidoso
galán. Asimismo aparecen fotos tomadas por la bella a su ídolo o imágenes de la
pareja en lugares históricos como la Acrópolis de Atenas, donde la joven amada aparece
ataviada con la mayor elegancia y el glamour parisino de aquellos años de esplendor
económico conocidos como los “treinta gloriosos”.
En plena
conquista del partido y del país y en su carrera hacia la presidencia de la
República nace en 1974 la hija de ese amor, Mazarine, que permaneció oculta
hasta poco antes de que terminara su segundo mandato y abandonara el poder tras
14 años de ejercicio. En todos esos años de la primera magistratura, Mitterrand
tuvo dos apartamentos, el de la rue de Bièvre que compartía con su esposa
oficial y otro de función en las orillas del Sena, donde vivía con Anne y
Mazarine. Asimismo tenía la famosa casa de campo de Latche, donde solía pasar
temporadas con la primera dama, su familia oficial y allegados y otra donde
vivía con su segunda familia y recibía a sus más intimos amigos, guardadores
leales del secreto de Estado.
Mitterrand
hizo todo lo posible por mantener la historia oculta, presionando y
persiguiendo incluso a díscolos periodistas o enemigos que deseaban levantar el
secreto. Y al final, cuando Paris Match publicó en portada la foto del anciano
enfermo junto a su jovencísima hija, se conoció la realidad para regocijo de la
población de este país, que es en fin de cuentas una monarquía republicana.
Mitterrand no solo
ocultó su segunda familia sino también el cáncer de próstata que lo aniquilaba
poco a poco en el Palacio del Elíseo y al final su muerte cerró un ciclo vital
y político que él manipuló y escribió con su talento maquiavélico. Hoy por hoy
enemigos y amigos, todos por igual, reconocen la grandeza de este gran
presidente y añoran las épocas en que el país era gobernado por políticos de
una talla desaparecida en estos tiempos de superficialidad, frivolidad y
rapidez mediática.
Anne Pingeot, mujer
secreta que huyó de las primeras planas y solo se le vio en el sepelio de su
amado, a donde acudieron las dos familias, es una gran curadora y experta en
arquitectura decimonónica, en especial la del segundo Imperio de Luis Napoleón
Bonaparte, y a ella se le atribuyen varias de las decisiones culturales del
mandatario constructor, como la famosa pirámide de Pei en el Louvre.
Su bella hija
Mazarine, muy parecida a su progenitor, es una brillante y elocuente filósofa y
escritora que a sus cuarenta años consta con una vasta obra novelística y
ensayística, o sea que heredó de su padre el lado ilustrado, el amor por los
libros y la cultura. El viejo zorro enamorado siempre agradeció a su amada Anne,
el maravilloso regalo de haberle dado una hija de la que se sintió orgulloso
hasta el último suspiro.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 9 de octubre de 2016.
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