sábado, 30 de octubre de 2021
EDUARDO CARRANZA Y LOS PIEDRACELISTAS
sábado, 23 de octubre de 2021
LIBRERÍA MI LIBRO DE PABLO PACHÓN
sábado, 16 de octubre de 2021
LA VANIDAD Y EL SILENCIO
A veces es bueno recordar para atemperar la vanidad literaria de muchos escritores contemporáneos el destino final de tres de los últimos Premio Nobel del continente latinoamericano, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y Octavio Paz, que de la gloria pasaron poco a poco al más trágico otoño y eso que dejamos por fuera a los que no lo obtuvieron, pero fueron grandes como Borges, Carpentier, Onetti, Lispector, Garro, Cortázar y tantos otros.
Por cuestiones del azar he leído testimonios sobre los últimos días de esos escritores tan queridos por nosotros, de los cuales tanto aprendimos a lo largo de las décadas, embrujados como estábamos por la maestría de sus palabras, su talento e inteligencia.
América Latina vivió a mediados del siglo XX la insurgencia de una espléndida oleada de literatura de alto nivel que se dio en casi todos los países y logró llegar a España con derechos propios para sacudir, como medio siglo antes lo hizo Ruben Darío, los cimientos de la literatura hispanoamericana.
Todos esos escritores forjaron sus obras a lo largo de vidas durante las cuales enfrentaron todo tipo de obstáculos e impedimentos, porque nada era fácil en su tiempo marcado por dictaduras, guerras, golpes de estado y otras caóticas peripecias en las que han vivido inmersos el continente y el mundo.
Vivieron y sobrevivieron a guerras civiles, asonadas, persecuciones y se hicieron a pulso contra viento y marea en la primera mitad del siglo XX. Abrieron grandes caminos y modernizaron la literatura de sus países, basados en la tradición propia, que se nutría de las raíces del siglo XIX, cuando los países eran patrias bobas estremecidas por el caos y la falta de rumbo.Además fueron contemporáneos de grandes revoluciones mundiales como la mexicana y la rusa y de dos guerras mundiales atroces que devastaron el mundo y tuvieron el dolor en el corazon de la guerra civil española y la terrible dictadura franquista que sobrevivió hasta los años 70.
Ellos se nutrieron de la tradición naturalista y criollista en novela y parnasiana y modernista en poesía, pero fueron sacudidos por las vanguardias y la explosión de los estilos y de la palabra con la que se construyen. Leer sus biografías o testimonios sobre sus vidas es leer el siglo XX con sus grandes epopeyas y catástrofes y visitar la pléyade de figuras vistosas que irrigaron antes que ellos los campos del arte, la literatura y el pensamiento continentales.
La palabra de Neruda era volcánica, telúrica y en su poesía vibraban las placas tectónicas de las tradiciones y las subversiones. Octavio Paz vio con su madre a los colgados de la Revolución cuando fueron juntos a buscar los restos de su padre y esposo, un abogado prozapatista despedazado por un tren en el norte del país. García Márquez vivió la tragedia del 9 de abril en Bogotá y se izó a la gloria desde la pobreza y las carencias de su infancia y juventud gracias a su talento.
Pero los tres, que tocaron la gloria en vida con sus manos, vivieron sus últimos días signados por la tragedia.Neruda, viejo, derrotado, enfermo y perdido tras el golpe de Estado de Pinochet en un hospital donde algunos afirman que lo envenaron.
Octavio Paz, enfermo y transido por los espantosos dolores provocados por la metástasis, vivió el incendio de su casa y la biblioteca y después agonizó en una casona colonial viendo la caída de la casa Usher con total lucidez.
Y García Márquez perdió la memoria y al final no sabía quien era ni reconocía a sus hijos e ignoraba que fue Nobel y escribió Cien años de soledad.
De modo que cuando en pleno siglo XXI uno ve a tantos contemporáneos atareados en las penas tristes de la ambición, la competencia, la envidia y el arribismo literarios, no queda menos que rescordarles que los más grandes, Neruda, Paz y García Márquez, cruzaron los círculos del infierno y vislumbraron tal vez antes de irse lo inocuo de la vanidad.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 17 de octubre de 2021.
domingo, 10 de octubre de 2021
LA SUDÁFRICA CRUEL DE COETZEE
El Premio Nobel 2003 J.M. Coetzee narra la desgracia de su país, Sudáfrica,
anclado en la guerra y la violencia del Apartheid, que por esas fechas
parecía sin solución alguna, tanto el odio entre las partes era
profundo. A un lado estaban los negros encabezados por el luchador
guerrillero Nelson Mandela, en la cárcel desde hacía décadas, y al otro
el gobierno implacable y terco de los gamonales blancos y ojiazules que
se negaban a un cambio profundo de la propiedad de la tierra y de la
ancestral discriminación racial de la plebe negra.
Los tres premios Nobel de esa región, Coetzee, Gordimer y Doris
Lessing, son blancos, pero a diferencia de los racistas terratenientes
que dominaban al país y sumían a la población negra en la esclavitud y
la discriminación, tratan de contar a través del género novelístico el
drama nacional, profundizando en las entrañas de la violencia ciega y
terrible, buscando las razones profundas de las acciones de los negros
insurrectos, que no eran mansas palomas.
Por supuesto que los insurrectos negros sudafricanos cometían
atrocidades, pero si lo hacían en la lucha contra el Apartheid era por
razones profundas, históricas e ineludibles y la solución al problema no
estaba en llenar las cárceles de rebeldes o los cementerios de
cadáveres de guerrilleros, o de calificarlos de hijos del Infierno, sino
de dar el paso hacia un gran cambio del país, lo que vendría después
tras la liberación de Mandela y la llegada al poder de la plebe y la
infame turba negra odiada por los hacendados blancos y ojiazules.
En la novela Desgracia, los negros cometen con naturalidad
escalofriante atrocidades contra los blancos. Lucy, la hija del
personaje David Lurie, es violada por ellos y despojada cuando era sólo
una hippie ecologista que buscaba con ingenuo idealismo acercarse a
ellos y vivir en paz en el fondo de la campiña sudrafricana vendiendo
flores y cuidando perros. La blanca hippie decidirá aceptar ese acto de
sus violadores negros como el impuesto que debe pagar a siglos de
explotación y tortura infligida a ellos por los blancos. Lucy quedó
además embarazada y decide tener la criatura del abuso.
En el transfondo la novela aborda esa lucha permanente del deseo, el
encuentro violento de los cuerpos, la marca indeleble que deja esa
lucha en la natural perpetuación de la especie. Y a través de las
angustias sexuales del cincuentón crepuscular nos lleva a reflexionar
sobre la vejez y la muerte y sobre el paso del tiempo y las
generaciones.
La lectura de Desgracia nos hace descubrir una pieza maestra de la
novela contemporánea que a la vez es profunda y grave, pero llena de
ironía, cinismo y humor. Y los diferentes niveles y capas de la
estructura narrativa alcanzan para hacer una crítica mordaz al mundo de
las universidades y el medio académico con sus intrigas e hipocresías y
sus crueles leyes jerárquicas. Y no contento con ello, a través de
Melanie, la bella alumna que lo lleva a la perdición, asistimos a la
búsqueda de las nuevas generaciones a través del arte, o al tema de la
relación de animales y humanos con el retrato de los idealistas de la
Sociedad Protectora de Animales que encuentran en esa causa una ventana
de salvación.
David Lurie ha perdido todo y al refugiarse en la finca de su hija
se ha encontrado con la verdadera realidad del país en medio de la
guerra. De dar clases sobre Wodsworth ha pasado a cuidar perros y a
trabajar entre el barro y los excrementos. Su vida ha cambiado
drásticamente, pero esa desgracia les ha abierto los ojos a otras
verdades.
Su hija hippie, que acepta imbricarse con el mundo en que viven sus
violadores de la plebe negra, es la metáfora de ese nuevo país que
tiene que surgir obligatoriamente de la fusión final entre los enemigos,
a un lado los viejos explotadores blancos anglosajones que tuvieron que
renunciar a sus privilegios de casta y al otro los negros calibanes que
por fin tuvieron acceso al poder y a ser ciudadanos en el contexto de
una democracia.
El bravucón gamonal blanco anglosajón, que sólo gritaba y ordenaba
con el índice en alto, tuvo que ceder su poder muy a pesar suyo y el
torvo monstruo de la rebelión negra aprendió a gobernar. En Lucy se
encarna la nueva concordia en que los enemigos de siempre deben aprender
a convivir en paz para seguir el ciclo de la historia. Y de esa fusión
violenta y terrible tal vez nacerían las nuevas criaturas del futuro.
--- Publicado en La Patria, Manizales, Colombia, el domingo 10 de octubre
de 2021.