El Premio Nobel 2003 J.M. Coetzee narra la desgracia de su país, Sudáfrica,
anclado en la guerra y la violencia del Apartheid, que por esas fechas
parecía sin solución alguna, tanto el odio entre las partes era
profundo. A un lado estaban los negros encabezados por el luchador
guerrillero Nelson Mandela, en la cárcel desde hacía décadas, y al otro
el gobierno implacable y terco de los gamonales blancos y ojiazules que
se negaban a un cambio profundo de la propiedad de la tierra y de la
ancestral discriminación racial de la plebe negra.
Los tres premios Nobel de esa región, Coetzee, Gordimer y Doris
Lessing, son blancos, pero a diferencia de los racistas terratenientes
que dominaban al país y sumían a la población negra en la esclavitud y
la discriminación, tratan de contar a través del género novelístico el
drama nacional, profundizando en las entrañas de la violencia ciega y
terrible, buscando las razones profundas de las acciones de los negros
insurrectos, que no eran mansas palomas.
Por supuesto que los insurrectos negros sudafricanos cometían
atrocidades, pero si lo hacían en la lucha contra el Apartheid era por
razones profundas, históricas e ineludibles y la solución al problema no
estaba en llenar las cárceles de rebeldes o los cementerios de
cadáveres de guerrilleros, o de calificarlos de hijos del Infierno, sino
de dar el paso hacia un gran cambio del país, lo que vendría después
tras la liberación de Mandela y la llegada al poder de la plebe y la
infame turba negra odiada por los hacendados blancos y ojiazules.
En la novela Desgracia, los negros cometen con naturalidad
escalofriante atrocidades contra los blancos. Lucy, la hija del
personaje David Lurie, es violada por ellos y despojada cuando era sólo
una hippie ecologista que buscaba con ingenuo idealismo acercarse a
ellos y vivir en paz en el fondo de la campiña sudrafricana vendiendo
flores y cuidando perros. La blanca hippie decidirá aceptar ese acto de
sus violadores negros como el impuesto que debe pagar a siglos de
explotación y tortura infligida a ellos por los blancos. Lucy quedó
además embarazada y decide tener la criatura del abuso.
En el transfondo la novela aborda esa lucha permanente del deseo, el
encuentro violento de los cuerpos, la marca indeleble que deja esa
lucha en la natural perpetuación de la especie. Y a través de las
angustias sexuales del cincuentón crepuscular nos lleva a reflexionar
sobre la vejez y la muerte y sobre el paso del tiempo y las
generaciones.
La lectura de Desgracia nos hace descubrir una pieza maestra de la
novela contemporánea que a la vez es profunda y grave, pero llena de
ironía, cinismo y humor. Y los diferentes niveles y capas de la
estructura narrativa alcanzan para hacer una crítica mordaz al mundo de
las universidades y el medio académico con sus intrigas e hipocresías y
sus crueles leyes jerárquicas. Y no contento con ello, a través de
Melanie, la bella alumna que lo lleva a la perdición, asistimos a la
búsqueda de las nuevas generaciones a través del arte, o al tema de la
relación de animales y humanos con el retrato de los idealistas de la
Sociedad Protectora de Animales que encuentran en esa causa una ventana
de salvación.
David Lurie ha perdido todo y al refugiarse en la finca de su hija
se ha encontrado con la verdadera realidad del país en medio de la
guerra. De dar clases sobre Wodsworth ha pasado a cuidar perros y a
trabajar entre el barro y los excrementos. Su vida ha cambiado
drásticamente, pero esa desgracia les ha abierto los ojos a otras
verdades.
Su hija hippie, que acepta imbricarse con el mundo en que viven sus
violadores de la plebe negra, es la metáfora de ese nuevo país que
tiene que surgir obligatoriamente de la fusión final entre los enemigos,
a un lado los viejos explotadores blancos anglosajones que tuvieron que
renunciar a sus privilegios de casta y al otro los negros calibanes que
por fin tuvieron acceso al poder y a ser ciudadanos en el contexto de
una democracia.
El bravucón gamonal blanco anglosajón, que sólo gritaba y ordenaba
con el índice en alto, tuvo que ceder su poder muy a pesar suyo y el
torvo monstruo de la rebelión negra aprendió a gobernar. En Lucy se
encarna la nueva concordia en que los enemigos de siempre deben aprender
a convivir en paz para seguir el ciclo de la historia. Y de esa fusión
violenta y terrible tal vez nacerían las nuevas criaturas del futuro.
--- Publicado en La Patria, Manizales, Colombia, el domingo 10 de octubre
de 2021.
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