Cada semana desaparece alguna estrella cinematográfica, gran actriz o director, y por las reacciones amplias y duelos que causan esas partidas, ya sea a nivel local o mundial, nos damos cuenta del papel crucial que el séptimo arte ha desempeñado en casi siglo y medio de existencia entre la población del planeta, ávida siempre de cuentos e imágenes sin fin como en Las mil y una noches.
El
viernes despareció el español Carlos Saura a los 91 años y toda España
recuerda con pena su vasta obra y los múltiples premios obtenidos en su
larga carrera cinematográfica, especialmente con su famosa película Cría
Cuervos, metáfora de los peores momentos vividos por el país. Semanas
antes, el 16 de enero de 2023, nos dejó a los 95 años la mítica italiana
Gina Lollobrigida, que como casi todas las grandes divas del siglo XX
vivió longeva, retirada en su mansión romana, como una deidad
inaccesible, caracterial y milagrosa.
Los
mejores directores de cada país se convierten poco a poco en pilares de
las nacionalidades que representan y con su difícil actividad de
creadores, artesanos y empresarios que saltan todo tipo de obstáculos
personales, técnicos y financieros para realizar sus sueños, se vuelven
ejemplos de tenacidad y valor como héroes, gladiadores del mundo
contemporáneo.
Cada
país tiene sus directores fetiches como Orson Welles, Alfred Hitchkok,
Federico Fellini o Stanley Kubrik, que al desaparecer causan duelo y
marcan el fin de una época. Y de lado de los actores, ya puede uno
imaginar el tumulto que provocarán en su momento las partidas de figuras
francesas de leyenda como Alain Delon y Brigitte Bardot, cuyos rostros,
voces y cuerpos constituyeron en su momento devastadores objetos del
deseo en el mundo entero.
Pienso
en ello ahora que muchos recuerdan a la gran Gina Lollobrigida
(1927-2023), actriz italiana que saltó a la fama al aparecer en 1956 en la cinta Notre Dame
de París de Jean Delannoy en el papel de la famosa Esmeralda, gitana de la que se
enamora Quasimodo en la novela de Victor Hugo. Después reinó casi sin rivales en las
más altas esferas del cine hollywoodense como mito inaccesible, cumbre
de la que nunca fue desplazada por nuevas actrices de su país como Sofía
Loren o Mónica Vitti y otras bellezas que saltaban sucesivamente a la
fama.
Tuvo la suerte la
italiana de ser descubierta cuando estaba en auge el cine italiano con
una pléyade de magníficos directores como De Sica, Rossellini, Fellini,
Antonioni, Pasolini, y Hollywood se dedicaba a realizar monumentales
superproducciones en Technicolor donde se lucían figuras como la genial
Elizabeth Taylor, que representó a Cleopatra al lado de su futuro esposo
Richard Burton en el papel de Antonio, bajo la dirección de Joseph L. Mankiewicz.
Ben-Hur, Espartaco y Los diez mandamientos son algunas de esas otras
gigantescas producciones inolvidables que aun hoy impresionan.
Humphrey
Bogart, Charlton Heston, Gregory Peck, Anthony Quinn, Burt Lancaster,
Yul Bryner, Paul Newman, Omar Shariff y decenas estrellas masculinas
actuaban junto a deidades de la pantalla entre las que se destacaban de
lado estadounidense Bette Davis, Rita Hayworth, Lauren Bacall, Marilyn
Monroe y Grace Kelly, o Marlene Dietrich, Gina Lollobrigida, Jeanne
Moreau e Ingrid Bergman de lado europeo, entre otras muchas.
En
todo el mundo las salas cinematográficas se convirtieron en centros
vitales de la vida cotidiana de generaciones, como lo atestiguaban las
colas interminables y las expectativas que generaban las nuevas cintas
en las ciudades, fascinadas al instante por aquel mundo imaginario
propiciado por el séptimo arte.
La
temperamental Lollobrigida vivió como otras estrellas y magnates en una
mansión de la tradicional Via Appia en Roma, donde pese a la edad
avanzada seguía tratando de hacer lo que quisiera en medio de los
escándalos y la larvada lucha por su herencia entre su joven asistente
Andrea Piazzola, con el que vivía y viajaba, y la propia familia
representada por su hijo y el nieto, hasta que la justicia la puso en
curatela contra su voluntad.
Mujer
de carácter, la italiana que fue dirigida por John Huston al lado de
Humprey Bogart en La burla del diablo (1953), completó un historial
cinematográfico impresionante e inigualable, lo que no le impidió tener
también aspiraciones políticas como candidata al parlamento europeo y
representante de buena voluntad de Naciones Unidas.
En
sus últimos años tuvo ánimo para protestar de manera airada por la
decisión judicial que la forzaba a la curatela y al control de sus
asuntos financieros por cuidadosos albaceas. La casi centenaria luchó
hasta al final para ser la indómita que tantas veces representó en la
pantalla. Una indómita sedienta de libertad. Igual que ella en Italia,
en México reinó otra contemporánea suya, la gran María Félix, temida por
los hombres más poderosos en un país de patriarcas violentos y quien
siempre dijo las cosas de frente y sin cortapisas ni hipocresías.
Como
Marlene Dietrich, Lauren Bacall, María Félix y Elizabeth Taylor y
tantas otras altivas actrices del siglo XX, con la Lollobrigida se va un
estilo de reinar y de ser en la vida y en el escenario. Todas ellas son
precursoras de una insurgencia guerrera de género que se nutre de los
antiguos matriarcados y la mitografía de las amazonas de otros tiempos
frente a quienes los hombres temblaban. Un estilo que Lollobrigida se
llevó del mundo para siempre.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 12 de febrero de 2023.
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