domingo, 28 de septiembre de 2025

NOBEL DE LITERATURA , VIDA Y DESTINO

Por Eduardo García Aguilar

Como cada año cuando llega octubre, comienzan las especulaciones sobre la mujer o el hombre que será galardonado por la Academia Sueca con el Premio Nobel de Literatura que consagra a un autor o autora con gloria en vida o lanza a la fama en el mundo a autores desconocidos en otros continentes lejanos al suyo. 

Siempre, desde hace más de un siglo, salvo cuando hubo guerras o desastres, octubre es un año de fiesta y alegría para los escritores, que esperan la noticia y los días previos especulan sobre sus preferencias entre quienes lograron la fama en vida y a veces desde muy temprano, como fue el caso de nuestro Nobel colombiano.

Las poderosas editoriales multinacionales hacen circular rumores sobre algunos de sus autores para crear publicidad gratuita y aunque saben que todo es una quimera, pueden a veces incrementar las ventas azuzando los sentimientos continentales o nacionalistas de los inocentes lectores.

La verdad es que la Academia Sueca siempre ha dado sorpresas dejando por fuera para siempre a grandes glorias o premiando a desconocidos y ahora aun más cuando es asesorada por un serio comité de expertos y académicos de diversos orígenes y lenguas, bien enterados de la literatura mundial en una era mucho más conectada y febril que en siglo XX, cuando las intrigas entre poderes literarios y políticos eran más secretas, pues los nombres y deliberaciones abordados por los académicos durante sus debates finales deben permanecer en secreto durante medio siglo.

En el siglo XX y hasta entrado el XXI, salvo algunas excepciones como Gabriela Mistral, Nadine Gordimer, Wizlaba Symborska o Doris Lessing, el Premio era por lo regular para hombres blancos occidentales de Europa o países anglosajones, apuntalados por países y lenguas poderosas e incluso corrientes políticas mundiales ligadas a las grandes potencias. De vez en cuando saltaba algún autor exótico de la India como Rabindranath Tagore, de Egipto, como Naguib Mafouz, o un disidente soviético como el autor de Doctor Zhivago, Boris Pasternak. 

En lo que respecta a América Latina, salvo el caso de la poeta chilena Mistral o del costeño García Márquez que se coló al club como por milagro desde el margen y muy joven, aunque apuntalado por grandes poderes y tendencias políticas del momento en tiempos de Guerra Fría, el premio fue para grandes patriarcas latinoamericanos, políticos o embajadores como Miguel Angel Asturias y Pablo Neruda, cuando se premiaba a autores de izquierda, o a figuras poderosas como Camilo José Cela, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa, cuando la brújula cambió tras la caída del muro de Berlín y empezaron a premiar a autores de derecha.

Pero todo cambió en las últimas décadas con la irrupción de la mujer como fuerza mundial, impulso bajo el cual muchas han logrado Premios Nobel de manera sucesiva y casi paritaria, especialmente autoras poco conocidas hasta entonces de Europa del Este como Herta Müller y Elfriede Jelinek, o de Francia o Estados Unidos, como Annie Ernaux y Louise Glück, y el año pasado la joven surcoreana Han Kang. Esa tendencia sin duda continuará en auge, por lo que las posibilidades de los hombres disminuyen. 

En todos los países y regiones del mundo hay centenares de poetas, ensayistas y narradores con vastas obras y vidas dedicadas a la literatura con pasión o empeño, pero para que se alineen los planetas deben conjugarse los azares de la vida y el destino. Gane quien gane por milagro cada año, es la encarnación de esa utopía desinteresada. Todos ellos no escriben para ganar premios sino para ejercer una vocación profunda y ser cada vez mejores seres humanos. 

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* Foto de Elfriede Jelinek, Premio Nobel de Literatura en 2004


 

sábado, 27 de septiembre de 2025

LA HISTORIA DE FERMINA MÁRQUEZ

 Por Eduardo García Aguilar

Un día Alvaro Mutis me llamó en México para pedirme una encomienda para Gabriel García Márquez, quien estaba escribiendo en esas fechas su extraordinaria novela El amor en los tiempos del cólera. 

Mutis me dijo que su amigo, vecino y casi hermano Gabriel necesitaba un ejemplar de la novela Fermina Márquez, del hispanista francés Valery Larbaud, en la edición de Austral, y como yo era asiduo a las librerías de viejo de la calle Donceles y trabajaba en el centro de la Ciudad de México en la Torre Latinoamericana, podía encontrarla con rapidez.

Me dirigí como siempre feliz a recorrer aquellas librerías de viejo donde reposaban milllones y millones de libros que terminaban ahí después del fallecimiento de los humanistas mexicanos de la primera mitad del siglo XX y fue fácil encontrar un ejemplar de la novela, que al día siguiente le llevé a Mutis a su oficina de Columbia Pictures en Polanco, donde trabajaba como jefe de ventas de filmes y series televisivas para América Latina.

Mutis y García Márquez eran aun jóvenes y vivían felices en el país adoptivo que los acogió con las manos y el corazón abiertos. Allí habrían de vivir la mayor parte de sus vidas y morir ambos octogenarios y nonagenarios en dos barrios del sur de la ciudad, Pedregal de San Angel y San Jerónimo, no lejos del legendario Coyoacán, donde yo también vivía feliz.

Pocos saben que el nombre del personaje central de El amor en los tiempos del cólera, Fermina Daza, está inspirado en la protragonista central de esta novela de Valery Larbaud, gran poeta inspirador de la obra viajera de Maqroll el Gaviero.

Valery Larbaud fue un millonario heredero francés que dedicó su vida a la literatura y tuvo una intensa relación con América Latina, a donde viajó varias veces y que amaba con todas sus fuerzas. Vivió en Brasil y fue amigo de muchos escritores latinoamericanos de su época

Por eso Fermina Márquez es una novela escrita entre 1906 y 1910, que relata la vida de unos estudiantes de bachillerato millonarios, hijos de magnates como el propio Larbaud, que terminan locamente enamorados de la colombiana Fermina, hermana de un alumno que sufre lo indecible en ese internado situado al sur de París, cerca del Sena.

Fermina Márquez es una de las grandes novelas de la primera mitad del siglo XX francés, una joya que pocos conocen y que don Gabriel leyó tal vez con pasión en los tiempos de su vida en París, cuando era pobre e indocumentado y sufría hambre y frío en la década de los lejanos 50 del siglo pasado. Debió ser curioso para él encontrar una novela francesa cuya estrella femenina llevaba su propio apellido, mucho antes de que él se volviera rico y glorioso.

Mutis admiraba a Larbaud, cuyos poemas lo inspiraron siempre y sin duda fue el cómplice de don Gabriel para que el personaje de su extraordinaria novela llevara el nombre de esa colombiana rica que visitaba a su hermano infeliz por las tardes en el colegio de Fontenay aux Roses, donde todos los muchachos perdieron la cabeza por ella.   

* Foto de Valery Larbaud. Autor de Fermina Márquez.  



jueves, 25 de septiembre de 2025

EL MÉXICO DE VALLE INCLÁN

Por Eduardo García Aguilar

En 1892 el joven Rafael del Valle Inclán partió hacia México a descubrir aquel territorio exótico, que bajo la colonia se construyó como réplica de la metrópoli, con grandes ciudades que llevaban el nombre de las originales europeas y en cuyas plazas centrales se construyeron catedrales y palacios aun más grandes y ricos que los de la madre patria.

Valle Inclán (1866-1936) era un joven e inquieto gallego que empezaba a escribir su obra e inundaba los periódicos con sus crónicas y devoraba el mundo con su desbordada inteligencia y talento. Al llegar a México por Veracruz, el puerto por donde arribaban casi todos desde los tiempos de conquistadores y colonizadores, colaboró de inmediato en un medio local y después en otros de la capital, para ganarse unos pesos.

México ya estaba independizado de la madre patria desde 1821 y experimentaba aun las vicisitudes de una patria boba que buscaba su camino en medio de las ingentes riquezas de su enorme y variado territorio y las codicias mundiales. El joven escritor quedó fascinado desde el inicio por las playas, mares, cumbres, ruinas y volcanes, entre los que se desplegaba una variada flora y fauna desconocidas para él.

Durante su viaje vivió varias aventuras, entre ellas un duelo que no llegó a mayores, y gracias a la intensidad de sus exploraciones reunió material y conocimientos de lenguaje y cultura suficientes para escribir mucho después su gran novela Tirano Banderas, precursora de las obras sobre dictadores latinoamericanos que después practicaron autores como Augusto Roa Bastos, Gabriel García Márquez o Alejo Carpentier, entre otros.

Pero antes de esta gran novela Tirano Banderas, que nos sorprende un siglo después de su publicación en 1926, escribió otra novela mexicana que hace parte del cuarteto de las Sonatas, que versan sobre las aventuras del donjuanesco Marqués de Bradomín, su gran alter ego.

Valle Inclán en su juventud pertenece de facto a la gran generación de escritores modernistas encabezados por el poeta Rubén Darío, el autor de Los Raros y Prosas Profanas, que revolucionó la literatura hispanoamericana. Como los modernistas, fue iluminado por ese estilo decadente y finisecular que practicaron en Francia dandys parnasinanos y simbolistas como Baudelaire y Barbey d'Aurevilly.  

En la Sonata de Estío cuenta las aventuras vividas al llegar a México y conocer a una beldad indígena llamada la Chole, de la que se enamora, en medio de historias de bandidos y cuatreros que infestaban el trópico mexicano del Golfo de México y el río Grijalba y para quienes la vida, como en las rancheras, no vale nada. Las descripciones de la bella Chole junto a una pirámide maya, de la vida marítima y los salvajes paisajes mexicanos, son inigualables. 

Es un libro de gran fuerza poética, una energía en la prosa pocas veces lograda en el ámbito de los modernistas y es una lectura apasionada que nos invita a vivir aquel lejano siglo XIX, donde los sincretismos entre el mundo prehispánico de ídolos aztecas y mayas e hispánico católico eran totales y se imbricaban en medio de pirámides, conventos, catedrales, iglesias, mercados, ferias y haciendas donde reinaba la violencia. De hecho el Marqués de Bradomín, pecador y aventurero, se clasificó siempre como un hombre "feo, católico y sentimental".

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 21 de   septiembre de 2025.