Umberto Valverde (1947-2024) escribió Bomba Camará, un clásico del cuento colombiano publicado primero en México en 1972 por
la editorial Diógenes y que es al lado de Qué viva la música (1976) una
de las dos obras cumbres de la renovación narrativa urbana surgida de
la vida caleña juvenil de los años 60 y 70.
En
sus cuentos magistrales cuenta la vida de los muchachos del Barrio
obrero de Cali, donde nació y creció y al que le fue fiel toda la vida,
dedicado a contar los avatares de la vida popular en un medio marcado
por la salsa, la rumba y el fútbol como pasión, ya que fue hincha e
historiador del equipo América.
La
publicación de Bomba Camará fue posible gracias a Alvaro Mutis y
Gabriel García Márquez, quienes aun jóvenes y en plena actividad laboral
acogían al joven narrador caleño en la capital mexicana y recomendaron
la obra al crítico y editor Emmanuel Carballo. En esos años también
estuvo presente allí otro narrador colombiano, Héctor Sánchez, tolimense
a quien le publicaron dos de sus principales novelas, Las maniobras y
Las causas supremas.
La
generación de narradores a la que perteneció Valverde es una de las más
amplias y prolíficas de la historia del país y en su momento generó
muchas expectativas, pero sin contar con la deflagración que significó
el triunfo del boom latinoamericano y su líder, el creador de Macondo,
que los eclipsó para siempre.
Valverde
regresó a Colombia y allí se dedicó en Cali al periodismo escrito y
radial y a la promoción entusiasta de la música caribeña o el fútbol a
través de obras también clásicas, como Reina rumba (1981), biografia
novelada de la gran cantante cubana Celia Cruz, Memoria de la Sonora
Matancera (1997) o Jairo Varela, que todo el mundo cante (2002), sobre
el mítico creador del grupo Niche y autor del himno Cali Pachanguero.
También
publicó En busca de tu nombre (1976), analizada y elogiada por el gran
hispanista francés Jacques Gilard, y Quítate de la vía perico (2002),
dos originales obras narrativas que no tuvieron la difusión ni el
reconocimiento merecidos en su momento.
Valverde
decidió dedicar su vida a la cultura popular de su terruño y a
diferencia de otros de su generación practicó el periodismo de terreno,
en el que formó a muchos jóvenes cuando dirígía La Palabra o la revista
del América de Cali. Dejó centenares de crónicas y artículos publicados
en El Pueblo y Occidente y múltiples revistas del país y el extranjero.
Prefería
ver todo el día partidos de futbol, escuchar música caribeña y salir a
caminar bajo la canícula con su cachucha futbolera, lejos de los honores
y ambiciones de la carrera literaria. Polémico y frentero en sus
discusiones, caprichoso y rebelde, Valverde ganó siempre muchas
enemistades y creó en torno a él por su carácter un aura diabólica, que
simpatizaba con los diablillos rojos, emblema de su equipo América de
Cali.
Pero
como dijo Carlos Jiménez en una excelente semblanza tras su muerte en
septiembre, fue además de generoso amigo, infatigable y riguroso
trabajador intelectual que dejó después de 77 años de vida una vastísima
obra, que ojalá ahora se recopile y edite con esmero.
----
Publicada en La Patria. Manizales.
Colombia. Domingo 27 de octubre de 2024.
Colombia. Domingo 27 de octubre de 2024.