Por Eduardo García Aguilar
Francia, el más antiguo Estado nación de Europa,
tuvo desde tiempos inmemoriales una sólida burocracia gubernamental con
tradiciones ancladas, ritos inamovibles y sistemas como la monarquía por
derecho divino, la monarquía constitucional, las repúblicas
parlamentarias y el presidencialismo vigente desde 1958 en la Quinta
República fundada por el general Charles de Gaullle. Por lo tanto carga
una larga historia cortesana de intrigas palaciegas, nobleza,
aristocracia, revoluciones, escuelas para élites, auges y caídas,
guerras, amores contrariados, bodas fastuosas, travesías del desierto,
ostracismos, masacres, defenestraciones.
Y con tanto movimiento de película en los palacios y
las élites del poder, posee entre sus tradiciones más acendradas la de
los grandes memorialistas que desde su cercanía al palacio y a la corte
cuentan en la vejez los detalles de esa gran telenovela del poder, como
lo hicieron en su tiempo Saint Simon, el Cardenal de Retz, Casanova,
Fouché, Chateaubriand y el General de Gaulle, cuyas memorias tienen
rango de clásico al lado de sus antecesores.
Aunque ahora reinan los presidentes elegidos cada
cinco años por sufragio universal, muchas de esas tradiciones siguen
vigentes y suceden en los mismos palacios de antaño como el del Elíseo y
las sedes ministeriales. Alrededor de los presidentes gira una corte
elegante y perfumada de funcionarios formados en altas escuelas, que son
equiparables a la vieja nobleza y se odian e intrigan como en los
tiempos de Fouché. Acceden a esos estamentos merced a una compleja red
de relaciones familiares que se ancla en genealogías centenarias y en
privilegios de casta.
Pienso todo esto al leer el Diario de un observador,
libro del analista y cronista televisivo Alain Duhamel (1940), quien al
acercarse a la venerable edad de 80 años en perfecta salud y lucidez,
decide contar sus aventuras cerca del poder a lo largo de 60 años dentro
de la V República, desde su inicio con De Gaulle hasta el joven
Emmanuel Macron. Duhamel, estudiante de la escuela
de Ciencias Políticas de París, se inició en 1963 en el diario Le Monde
como colaborador del director Jacques Fauvet y luego saltó con un grupo
de condiscípulos de ambos sexos a la naciente televisión, que se volvió
desde entonces sector decisivo para cimentar las carreras políticas y
conquistar el poder.
Colaborador e inspirador de las principales
emisiones políticas televisivas y radiales, pero además excelente
articulista y analista diario en los principales periódicos y revistas,
su visión ponderada y serena, centrista, obtuvo prestigio y
reconocimiento en casi todos los sectores políticos, que lo solicitan y
escuchan con atención desde hace más de medio siglo, aunque otros lo
acusan de ser un cortesano. Dedicó toda su vida a comentar el día a día
de la lucha por el poder en este país, lo que es tratar de atrapar el
viento con las manos.
Mitterrand leía sus artículos y con frecuencia lo
llamaba a palacio o lo invitaba a hacer con él paseos históricos por la
provincia, mucho antes de internet y las redes sociales que hoy lo
acusarían de connivencia con el príncipe. Chirac le regaló un soldado de
plomo para su colección por sus buenos servicios en una entrevista
crucial. Líderes comunistas, socialistas, centristas lo consultaban.
Políticos en desgracia lo llamaban desesperados a pedir consuelo como el
suicida Primer ministro Beregovoy.
Los magnates trataron de convertirlo en patrón de
las grandes cadenas mediáticas. Un político astuto le ofreció la
alcaldía de Rouen. Pero él siempre prefirió cierta independencia y la
modesta tarea de observador de la vida política. Duhamel
fue interlocutor cercano de los presidentes y los primeros ministros,
pero ahora es feliz dedicado a las sesiones de la vieja y rancia
Academia de ciencias morales y políticas, a donde fue recibido por sus
pares hace poco.
Lejos de la batalla del opinar diario, vuelve a sus
libros y a veces en momentos de crisis, como la pandemia actual, acepta
pasar a los estudios de la televisión BFMTV donde alterna con una nueva
generación de comentaristas. Es bajo, de ojos azules, usa gasné y sacos
de tweed, suéteres de cachemir, ama el tenis, la historia y la
literatura. Es un perfecto fruto de la posguerra y la Quinta República y
su libro resume 60 años de vida y política francesas que se fueron tan
rápido como un vals vienés.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 18 de octubre de 2020.
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