Por Eduardo García Aguilar
Así como en las sagas futuristas de la ciencia
ficción, que exploran con la imaginación lo que podría deparar el
universo dentro de muchos milenios en planetas desconocidos, uno podría
aventurarse a traducir en palabras el atroz silencio dejado por las
poblaciones indígenas que fueron exterminadas de tajo o poco a poco en
los parajes donde después nacimos nosotros en los Andes. Ya
lo han hecho algunos escritores de otros rincones y cordilleras del
mundo que han tratado de imaginar la vida de quienes existieron a lo
largo de decenas de milenios antes de la Revolución agrícola y el
invento de las ciudades, la escritura, las leyes, los dioses y los
archivos.
Los ancestros humanos ya se se habían extendido por todo el planeta, hasta llegar hace 45.000 años a la ignota Australia rodeada por el mar para
descubrir un universo desconocido de enormes canguros, serpientes y
avestruces y criaturas y vegetaciones nunca vistas por ellos en los
enormes espacios donde habían vivido hasta entonces, yendo de un lado
para otro entre África, Oriente Medio, Asia y Europa. Ya estaban ellos
dotados de las mismas cualidades cognitivas e imaginativas que nosotros
poseemos, de modo que ya podemos imaginar lo que sintieron al llegar a
aquellos lugares después de cruzar el océano en naves que maniobraban y
perfeccionaban desde hacía milenios.
Al
final de una larga carrera de éxodos, los humanos llegaron al continente
americano aproximadamente hace 16.000 años y como lo cuentan los
expertos en
solo dos milenios ya se habían extendido por todo el continente desde
el estrecho de Behring y Alaska hasta la punta de la Patagonia y Brasil,
en una
marcha vertiginosa que superaba en velocidad el lento camino de
exploración y dominio de los continentes antes conquistados por el
inteligente Homo Sapiens.
Alguna
vez leía con atención el libro de Juan Friede Los quimbayas bajo al
dominación española, publicado por el Banco de la República en los años
60, donde se relataba con minuciosos detalles, cuadros e ilustraciones
como poco a poco aquellos habitantes prehispánicos fueron extinguiéndose
hasta quedar solo unas decenas de familias y entonces, desbordado de
imaginación, el lector adolescente trataba desde las alturas de las
cordilleras y el balcón de la ciudad natal de imaginar aquel territorio
poblado por ese pueblo increíble que se vestía de oro y brillaba desde
lejos con sorberbia magnificencia poética.
Cómo
debían de brillar desde lejos los cascos, máscaras, narigueras,
collares, pulseras, pectorales y tobillleras áureas de aquellos hombres
que sin duda vivían en un paraíso de abundancia, como podemos hoy
comprobar al viajar, caminar, marchar por todas esas cumbres, montañas,
volcanes y colinas llenas de riachuelos cristalinos y una vegetación
deslumbrante como en los largos valles y los cañones del río Cauca, que
aun hoy nos sorprenden, pero que entonces debían ser aun más exagerados y
mágicos. Los quimbayas fueron solo uno de tantos pueblos que a lo largo
y ancho de estas tierras trabajaban y se vestían de oro.
Todo
eso se me viene a la mente ahora que se conoce la noticia de los
innumerables entierros, huellas, objetos y rastros de este pueblo
hallados por los arqueólogos después de la remoción de la tierra en el
marco de extensos proyectos viales y de obras públicas. Se anuncia que
todos esos vestigios serán catalogados y expuestos para las nuevas
generaciones en la Universidad de Caldas, o sea que no correrán la
suerte que tuvieron durante casi medio milenio todos esos hallazgos
desaparecidos y dispersos por la codicia de conquistadores,
colonizadores y guaqueros posteriores.
A
partir de esos restos salvados habría que traducir ese enorme vacío, ese
enorme silencio de los exterminados, que aun por fortuna perviven en
los pueblos indígenas de nuestro país. Pues esos pueblos hablaban,
reían, sufrían, amaban, hacían fiestas, guerras, tenían mitos, dioses,
caciques, sacerdotes, chamanes, músicos y leyendas. Esa gente viajaba,
cultivaba, cazaba, comía al calor del fuego, dormía arrullada bajo el
sonido de la lluvia y los aguaceros y se maravillaba por la luna, las
estrellas, la salida y la caída del sol, los arcoíris y el paso fugaz de
metoritos y cometas cósmicos.
Por
donde pasó la humanidad en sus decenas de milenios de avance fue
exterminando la fauna que devoraba con avidez a medida que aumentaba la
población, aunque había tanto territorio baldío en el mundo que era
imposible agotarlo, si creemos a los antropólogos, demógrafos y
paleontólogos exploradores de aquellos lejanos tiempos de los que casi
todo ignoramos, porque no había aun escritura ni memoria concreta ni
archivos ni relatos ni pirámides de quienes vivieron entonces, salvo los
frescos de las cuevas de Altamira, Lascaux, Chauvet y otras que se
están descubriendo en el sudeste asiático.
Traducir el silencio milenario dejado por esos pueblos siempre ha
sido el reto de los científicos que se esfuerzan por encontrar huesos,
esqueletos, figuras, rastros, huellas de viviendas y a través de los
fósiles de los animales extinguidos que fueron devorados por ellos o por
los cambios en la superficie intuir sus actividades y sus modos de
vida. Es casi imposible, pero más allá de los científicos que trabajan
en los yacimientos bajo la canícula para salvar la memoria, puede
desatarse también la imaginación de los creadores de ficción o de los
poetas para viajar hacia ese mundo incógnito del que solo nos quedan
vestigios materiales sin carne ni voz.
--
* Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 5 de septiembre de 2021.
3 comentarios:
Los Quimbayas por fin justipreciados. El libro de Friede debe ser extraordinario.
Excelente artículo, como toda tu eescritura. Saludos!
heredero de milienaria cultura/ de acendrada belleza y gran poderìo/señor de vasallos y esclavos/amo de la guerra y la rapaceria/cultor del tormento y la magia negra/ maestro oculto de todas las logias y religiones/ señor altivo que os sentais al lado de los dioses/ CACIQUE,,CACIQUE ANDINO!/ tus dominios son las montañas amdinas/ la magna cordillera que se extiende desde la tierra del fuego hasta las gelidas tundras de alaska/hasta los tuetanos de todo el continente/y sos el rey de las alturas nevadas/ donde los condores anidan y luchan por proteger a sus criaturas de tu saña de cazador y guerrero/ de tu afan de mantener tus manos ensangrentadas/eres glotòn y pendenciero/ ladron de mujeres y raptor de chicas/te sumerges en un deliquio de sexo y alcohol/ y te crees semejante a un dios/ porque te haces lamer el cuerpo untado de miel mezclada con oro/de aquellas pobres esclavas blancas que le robaste un dia a los odiosos imperiales españoles/ el casco y la alabarda ,el arcabuz y el pantalon rayado/ acechaste como una fiera/ como una pantera, como un ocelote/ he incastes tus dientes en aquel hermoso cuello blanco/ de aquella aurea y nivea mujer/ la hija de Quevedo/ capitan de las milicias de su majestad/ Te busca../ cuando te habra de encontrar/ CACIQUE,CACIQUE ANDINO!..
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· 37 min
https://www.arrierias.com/que-significa-la-exclamacion-santiago-y-a-ellos-efectuada-al-sur-del-quindio-en-el-ocaso-del-siglo-xvi-por-rafa-davidzen/
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