Es misterioso el destino de los libros escritos a lo largo de la
vida y hoy quisiera referirme al caso de Bulevar de los héroes, mi
segunda novela juvenil después de Tierra de leones, que escribí en
México en el fulgor de los años en que somos impetuosas promesas
literarias. Vivía entonces en la capital mexicana en tiempos de antes
del trágico terremoto que convirtió a Ciudad de México en una zona de
desastre. Por esas fortunas que nos depara la vida, residía en un
maravilloso apartamento esquinero del histórico edificio porfiriano
llamado la Casa de las brujas, situado en la Plaza Río de Janeiro de la
colonia Roma, uno de los centros históricos de la ciudad.
Había llegado a México hacia unos años después de realizar mis
estudios universitarios en la ciudad luz y vivir un tiempo en California
y desde el comienzo se abrieron como por encanto todas las puertas de
las instituciones, medios y editoriales de la metrópoli mexicana. Don
Edmundo Valadés, amigo de Juan Rulfo y de Colombia, me había admitido
como colaborador y columnista de la página cultural del más grande
periódico nacional Excélsior.
Había
estudiado un año en Centro de Capacitación Cinematográfica, trabajaba en
la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México y gozaba de
una beca del INBA-FONAPAS para escribir la primera novela Tierra de
leones, que como el Bulevar de los héroes también tenía como
protagonista a mi ciudad natal Manizales, la primera inspirada en la
vida mítica del loco Leonardo Quijano y la segunda en la del no menos
mítico Tulio Bayer, a quien frecuenté y con quien trabajé en París en
esos años estudiantiles.
Aunque uno ya viene escribiendo con pasión desde la adolescencia,
buscando su camino, equivocándose, acertando, no hay duda alguna de que
cerca a los 30 años de edad el autor se encuentra desde todos los puntos
de vista en su mejor esplendor físico y mental y a través de sus
devoradoras lecturas y experiencias vitales y viajeras que absorbe como
una esponja, se encuentra en el mejor momento para escribir obras de
mayor aliento como son las novelas, arquitecturas que exigen un enorme
trabajo, neurosis y atención.
Impulsado por la certeza de que todo narrador comienza por elaborar
sus mundos novelísticos con los fantasmas de su tierra natal y las
experiencias de la infancia y la adolescencia, había escrito ya varios
textos protagonizados por Manizales con los que obtuve recién llegado a
México el premio Los otros editores con el relato Su boca mojada y una
mención en la Universidad Veracruzana con Una ciudad para Leonardo
Quijano, publicado en la revista La palabra y el hombre y que es embrión
de la novela posterior Tierra de Leones (1983).
Después, utilizando algunos elementos de las aventuras de Tulio
Bayer y las mías propias en París y la Universidad de Vincennes, escribí
Bulevar de los héroes, donde el loco Petronio Rincón terminaba viviendo
esa ciudad como una selva delirante donde se resumían todos los
fantasmas de esa generación malograda que quiso cambiar el mundo por las
armas. El libro fue finalista en el Premio Internacional Plaza y Janés
en España en 1986 y publicado al año siguiente en México. El español
Virgilio Cuesta quería publicarla en Plaza y Janés Colombia, pero el
editor mexicano bloqueó la publicación. Después fue traducida por Jay
Miskowiec, quien realizó su tesis sobre ella, y publicada en inglés con
prólogo del gran maestro Gregory Rabassa en Latin American Literray
Rewiew press y presentada en Americas Society de Nueva York en 1994.
En total, con El viaje triunfal y Las rutas de Ifigenia son cuatro las novelas donde mi ciudad natal es el escenario, pero la única que nunca fue publicada en Colombia fue Bulevar de los héroes. Es una novela que escribí con gran febrilidad en tiempos de antes y después del trágico terremoto de la ciudad de México en 1985 y en ella se sienten las placas tectónicas de la pasión literaria inspirada en el mito cervantino, donde un héroe trata de cambiar el mundo y se enfrenta a él.
Tengo gran afecto por esa escritura desbordada de esos años,
marcada sin duda por otras tragedias como la erupción del volcán del
Ruiz y la desaparición de Armero y la toma del Palacio de Justicia. La
novela culmina de hecho en el volcán Arenales, donde termina por
fundirse la espada de Bolívar entre el magma de la lava terráquea. Hubo
excelentes notas críticas en la prensa mexicana y Alvaro Quroga
Cifuentes la incluyó en su libro The colombian political novel.
1951-1987. A critical contribution, que por casualidad tampoco ha sido
traducido ni publicado en Colombia y es un estudio sobre diez novelas de
la violencia.
Por eso, cuando pienso que Bulevar de los héroes nunca tuvo editor
en Colombia hasta ahora, supongo que era su destino, pese a que es una
novela muy colombiana y muy parisina escrita con toda la pasión posible
de un narrador joven y fue acogida en otros países y lenguas. Gregory
Rabassa, en una introducción a la edición en inglés, la sitúa por
supuesto en la órbita del realismo mágico y la novela política
latinoamericana del siglo XX y afirma que su protagonista, el Loco
Rincón, podría ser tal vez otro avatar juguetón del coronel Aureliano
Buendía, el héroe emblemático de Cien años de soledad.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 28 de noviembre de 2021.
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