viernes, 4 de marzo de 2022

FRANCESCA GARGALLO, SICILIANA DE MÉXICO

Por Eduardo García Aguilar

La escritora y ensayista italiana Francesca Gargallo (1956-2022), quien nos dejó esta semana, era una increíble siciliana que publicó en 1980 el primer libro de cuentos en su lengua materna, pero decidió viajar a México para adoptar la lengua española y dedicar su vida a la escritura, la docencia y la militancia feminista e indigenista en la capital mexicana y en varios países latinoamericanos que recorría con frecuencia de un lado para otro, entre ellos Colombia, donde tenía muchos amigos.

Gargallo llegó a México en el mejor momento, cuando la vida cultural y literaria del país estaba en su apogeo, con la presencia de los grandes clásicos mexicanos en plena actividad, a los que se agregaban decenas de grandes escritores centro y suramericanos recién acogidos en el país tras huir de las dictaduras militares. Estas figuras alimentaron con su talento las universidades y las publicaciones culturales, donde ya brillaban desde hacía décadas los grandes transterrados del exilio español.

La ciudad de México era una universidad abierta para todos los jóvenes de diversas nacionalidades que inundábamos presentaciones de libros, fiestas, salones de clase, museos y recintos culturales de toda índole que brillaban en medio del auge económico y el impulso especial que el gobierno y las universidades daban a las actividades editoriales y culturales. También estaban vivos Maria Félix y Cantinflas, el creador del mambo Dámaso Pérez Prado y entre los pintores, el gran Rufino Tamayo.

Todos los diarios tenían excelentes suplementos y secciones culturales y aparecían muchas revistas patrocinadas por instituciones y universidades, por lo que en esos medios los extranjeros nos fogueábamos al lado de los jóvenes escritores mexicanos. Entre esa generación creció la escritora siciliana, que tuvo una amplia actividad universitaria y editorial a lo largo de su vida. Entre sus libros figuran, publicados en su mayoría por la prestigiosa editorial Era de México, novelas como Días sin casura (1986), Calla mi amor que vivo (1990), Estar en el mundo (1994), La decisión del capitán (1997) y, publicado en Colombia por la editorial Ediciones desde abajo, Los extraños de la planta baja (2015). 

Su larga estadía en México se inscribe en la tradición de la presencia de artistas o personalidades italianas, como la legendaria fotógrafa, militante y activista social Tina Modotti (1896-1942), su antecesora en la primera mitad del siglo y precursora del feminismo, el novelista y best seller mundial Carlo Cociolli (1920-2003), el escritor Gutierre Tibon (1905-1999), la etnóloga y arqueóloga Laurette Sejourné (1911-2003) y entre los más recientes, el poeta Fabio Morábito. 
 
Desde el comienzo asistió a la emergencia del Templo mayor azteca de la ciudad, desenterrado del subsuelo e inaugurado en 1982, impulsando el entusiasmo por la arqueología y los secretos escondidos de las civilizaciones antiguas mexicanas. Francesca estuvo alerta a los movimientos sociales del fin del siglo XX y las primeras dos décadas del siglo XXI, como la Revolución Zapatista y las actividades de las mujeres indígenas, sobre las que escribió y con quienes compartió y militó.

Ese mundo fascinante prehispánico la maravillaba, así como la vida cotidiana de los pueblos ancestrales presentes no solo en la megaurbe capitalina sino en todo el inmenso territorio mexicano, marcado por el arte sincrético que reinó durante siglos en la colonia, cuando se construían fabulosas ciudades como Zacatecas, Oaxaca, Puebla, Querétaro o Morelia entre otras. Por eso le encantaba vestirse con huipiles y trajes mexicanos y expresarse con una culinaria sincrética que se podía degustar en las fiestas y encuentros que propició en sus casas de los barrios Condesa o Santa Maria la Ribera, donde vivió los últimos años.

Es difícil hablar de una gran amiga contemporánea que se va y no se ha ido, pero era inolvidable su alegría, la franqueza y el gusto por la polémica y la discusión, que acompañaba como buena siciliana con la voz alta y los gestos incesantes de las manos. Su hija mexicana Helena, cuando viajó por primera vez a Sicilia a conocer la tierra de su madre, le dijo al regresar: "Mamá, ahora ya comprendo porqué gritas tanto".

Francesca, graduada en la Universidad La Sapienza de Roma, era una aventurera permanente y recorrió varias veces el continente latinoamericano en bus de punta a punta. La última vez me la encontré en Quito, a donde había llegado con su hija y dio varias conferencias. Después seguía la ruta hacia Perú y Bolivia. Amaba Colombia y una vez llegó a Bogotá con su hija y nos llamó una noche a los amigos para decirnos que estaba hospedada en una posada en plena Candelaria, en una calle muy visitada por jóvenes aventureros europeos. Allí la encontramos con ese espíritu de joven viajera, ajena a las recomendaciones de todo tipo que le hacíamos para que cuidara la cámara fotográfica de los atracadores que en ese entonces pululaban por la zona. Así era ella, la escritora, la vitalista, la feminista italiana que amó a México y América Latina.  
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 6 de marzo de 2022.  

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