El
auge espectacular de las mujeres en el mundo literario en esta última
década en latinoamérica y el mundo entero, muestra un cambio radical en
materia de reconocimiento y hace parte de un giro que se registra desde
antes, con la visibilidad creciente de la literatura LGTB+ manifestada
depués de la tragedia del sida y el auge de las reivindicaciones de
género.
Ahora los
grandes premios literarios son otorgados a escritoras, como ocurrió esta
semana con la nicaragüense Gioconda Belli, galardonada con el Premio
Reina Sofia de poesía, o la sucesiva consagración con el Premio
Cervantes de las escritoras uruguayas Ida Vitale y Cristina Peri Rossi,
hasta entonces consideradas marginales. También figuran en las listas de
las más promocionadas y reconocidas decenas de autoras mexicanas,
argentinas, colombianas, españolas, que acumulan premios y homenajes, de
manera paralela al éxito de autores transgénero como la argentina
Camila Sosa Villada o la ya fallecita chilena Pedro Lemebel.
Una
leve revisión de la historia literaria latinoamericana y mundial
muestra que desde siempre hasta apenas hace una década, cuando explotó
esta radical transformación, el mundo de la consagración literaria se
centraba en viejos patriarcas encorbatados, diplomáticos, políticos,
poderosos y ricos.
En
la lista de varones ventripotentes figuran José Vasconcelos, Alfonso
Reyes, Rómulo Gallegos, Jorge Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, Pablo
Neruda, Octavio Paz, Germán Arciniegas, Alejo Carpentier, Arturo Uslar
Pietri, Miguel Otero Silva, Augusto Roa Bastos, Gabriel García Márquez o
Carlos Fuentes, entre otros muchos. A esos "padres de la patria", a
veces pomposos y engolados, se agregaban algunos menos encorbatados,
como Julio Cortázar, quien teorizó el concepto de "lector hembra", del
cual se arrepintió al final. La única excepción en ese panorama fue la
poderosa poeta chilena Gabrela Mistral, primer premio Nobel de América
Latina en 1945.
Durante la
Colonia, la República y a lo largo del siglo XX la literatura, tanto en
narrativa como en poesía, salvo excepciones que confirman la regla, era
un círculo exclusivo y cerrado de varones hispanoamericanos que
dominaban las academias de la Lengua, tenían el poder en editoriales,
universidades y ministerios y eran jurados predominantes de grandes
premios literarios, grados Honoris Causa o condecoraciones
gubernamentales.
En las
fotos siempre aparecían en banquetes pléyades de hombres de corbata y
bombín celebrando en tiempos de parnasianismo, modernismo, vanguardias y
en la era moderna. Las mujeres estaban en la cocina, barrían, cuidaban
los niños o estaban escondidas detrás de las cortinas. Casi todos,
Carpentier, Paz, Asturias, Neruda, Fuentes y múltiples nombres menores
se desempeñaron como embajadores y algunos, como Rómulo Gallegos o Mario
Vargas Llosa, aspiraron a la presidencia de sus países.
En
España Valle Inclán, Camilo José Cela, Francisco Umbral, Antonio Gala y
otros eran grandes patriarcas que dominaban con su vozarrón el panorama
y a veces escribían textos de carácter misógino o se enfrascaban en
riñas legendarias de gallos de pelea.
Neruda
dijo sobre la mujer: "me gustas cuando callas, porque estás como
ausente". En las novelas de los autores del boom, desde García Márquez
hasta Guillermo Cabrera Infante y Vargas Llosa, la mujer siempre figura
como un ser de adorno, frágil, objeto del deseo del poderoso y caliente
varón que depreda. Es una mujer vista desde la codicia sexual del
hombre, y sus destinos, como en el orbe de Macondo, son trágicos: Úrsula
Iguarán en Cien años de Soledad, la Cándida Eréndira, o las
protagonistas de Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos
del cólera o Memoria de mis putas tristes.
Las
mujeres que escribieron durante todo el siglo XX en América Latina
fueron por lo regular consideradas por los poderosos escritores como
casos de adorno, anomalías, marginales, algunas veces problemáticas como
Teresa de la Parra, Pita Amor, Elena Garro o Marvel Moreno y solo ahora
nuevas generaciones de académicas, críticas y escritoras recuperan en
cada país los nombres de esas escritoras, poetas, narradoras,
ensayistas, borradas y ninguneadas de manera total por los dominantes
clubes masculinos de la literatura continental.
Hay
que celebrar la irrupción de nuevas narradoras en todos los países del
continente como Ana Clavel, Cristina Rivera Garza, Fernanda Melchor y
Gudalupe Nettel en México o Sonia Truque, Pilar Quintana, y Carolina
Sanín en Colombia. Y esta presencia de la mujer se declina en los demás
países del continente.
Se
dice ya con real contundencia un adiós a la literatura del poderoso
macho blanco heterosexual latinoamericano, competitivo, boxístico,
codicioso, arribista, arrogante, que poco a poco va siendo borrado por
el tsunami de la literatura de las mujeres, las minorías étnicas y los
múltiples autores LGTB+, ante el asombro de Jose Arcadio y el coronel
Aureliano Buendía y toda la horda de héroes guerreros de la literatura
patriarcal y falocrática que dominó desde siempre en América Latina. A
los hombres ya les queda poco por decir y por eso, como en el verso de
Neruda, callarán y estarán como ausentes.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 4 de junio de 2023.
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