Varias
generaciones aun sobrevivientes de analistas, académicos, periodistas y
políticos del mundo entero estuvieron al tanto de las acciones y la
fama creciente del recién fallecido Henry Kissinger (1923-2023), el
Metternich estadounidense practicante de la realpolitik y figura clave
para su país de adopción durante el largo periodo de la Guerra Fría y
aun después.
Todas las
potencias mundiales en la historia de la humanidad han conservado este
tipo de eminencias grises al lado del monarca y en los pasillos del
poder, que como Maquiavelo, Mazarino, Richelieu, Colbert, Talleyrand,
Fouché, Rasputín y tantos otros actuaban en las sombras aconsejando a
reyes y gobernantes en el arte de evitar o iniciar guerras y de conjurar
las amenazas de los enemigos.
Todos
ellos encendían y apagaban conflagraciones buscando el interés mayor de
las potencias para las que trabajaban fueran China, Japón, Inglaterra,
Francia, Rusia, el Imperio Austrohúngaro, España, Estados Unidos o la
Unión Soviética. Muchas veces, como el propio Kissinger en Vietnam y
Camboya, a sabiendas de que sabían la guerra perdida, la prolongaban
para sacar algún beneficio adicional de la catástrofe, causando la
muerte de miles de soldados enviados al frente y cientos de miles
civiles, entre ellos niños y mujeres en los territorios ocupados.
Las eminencias grises actúan fríamente a nombre de la realpolitik como
Kissinger, guiados por los intereses que sirven y ven el mundo como un
tablero de ajedrez donde los sentimientos están prohibidos. Hace poco,
antes de cumplir sus cien años, Kissinger fue recibido por el líder
comunista chino Yi Xiping en un nuevo encuentro histórico que recordaba
que fue él quien propició la cumbre entre el presidente Richard Nixon y
Mao Tse Tung, abriendo así una nueva e inédita etapa de entendimiento
entre las dos grandes potencias enemigas. También propició momentos de
distensión con la Unión Soviética en tiempos de Brezhnev, por lo que se
le considera un gran protagonista de la guerra fría, personaje que ha
pasado a la historia al lado de otros cancilleres famosos de la
humanidad.
Además de
la devastadora guerra de Vietnam y la matanza en Camboya, Kissinger fue
también el artífice del sangriento golpe de Estado contra el presidente
Salvador Allende en Chile y el ascenso del tenebroso dictador Augusto
Pinochet, ya que él consideraba que su llegada al poder por elecciones
democráticas era aun más peligrosa para Occidente y beneficiaba a la
larga a la Unión Soviética y sus intereses mundiales.
Nacido
de Bavaria en 1923, el inmigrante que llegó niño a Estados Unidos poco
después de la la tenebrosa Noche de los cristales rotos propiciada por
los nazis en Alemania, que anunciaba los horrores futuros del
hitlerismo, se destacó desde muy temprano como brillante analista
geopolítico y a los 27 años creó la revista Confluencia en la que
colaboraron grandes figuras liberales alemanas como Hanna Arendt y
Arthur Shlessinger, entre otros, que vieron de niños el fin de la
República de Weimar y el ascenso nazi gracias al voto democrático de su
pueblo. Nunca abandonó su marcado e inconfundible acento germano, pero
quienes lo conocieron dicen que era el más estadounidense de los
estadounidenses.
Brillante
estudiante de la Universidad de Harvard y autor desde muy temprano de
libros reconocidos sobre Metternich, Spengler y Toynbee y sobre temas de
poder y estrategia nuclear, Kissinger fue habitual de los gabinetes
secretos en Washington, primero de candidatos fallidos a la presidencia,
hasta el triunfo de Nixon, quien lo aupó a la Secretaría de Estado
(1973-1977) y llegó a la fama mundial e incluso a obtener el Premio
Nobel de la Paz en 1973.
Este
año Kissinger seguía dando entrevistas y conferencias y viajando por el
mundo, dotado de total lucidez hasta el punto de disertar sobre los
conflictos crecientes de estos últimos años, con los que se están
definiendo los rumbos del planeta para las próximas décadas.
Sin
duda como experto en conflictos comprendía muy bien lo delicado de la
situación actual del planeta. Una de sus consignas es que las guerras
pueden ser menos devastadoras si son conducidas por adversarios
realistas pragmáticos y no por bandos fanáticos de idealistas o
utópicos. Como liberal a ultranza, consideraba que la sociedad
capitalista, para él libre, era mucho más revolucionaria que una
sociedad socialista inspirada en los ideales del siglo XIX. Odiado y
admirado, Kissinger ha muerto centenario este miércoles y sin duda será
estudiado en el futuro en las aulas de las facultades de ciencias
políticas y gobierno del mundo.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 3 de diciembre de 2023.
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