Después
de cuatro años de intensos trabajos la catedral Notre Dame de París se
acerca poco a poco a la restauración completa, que será concluida e
inaugurada el 8 de diecimbre de 2024. Desde hace poco ya se puede ver
el andamiaje que cubre la aguja central que ardió y se derrumbó con la
antigua cúpula medieval de madera construida por artesanos de su tiempo
ante el estupor de los parisinos y del mundo aquel fatídico 15 de abril
de 2019.
La nueva aguja que
acaba de ser izada es idéntica a la diseñada por el arquitecto Eugène
Viollet-Leduc, quien restauró la catedral a mediados del siglo XIX y
cuenta en su cima con una corona, una cruz y un gallo final que culminan
en la punta, a una altura de 96 metros. Los curiosos acuden en estos
tiempos de fiestas navideñas a ver el andamiaje desde los barrios y
calles aledañas y el presidente francés Emmanuel Macron visitó este
viernes las obras para corroborar que todo se cumplirá en la fecha
programada.
La iglesia
devastada tuvo que ser limpiada primero de sus escombros e incluso
varios robots trabajaron para retirar objetos cuando aun los
trabajadores no podían ingresar a los amplios espacios internos aun
frágiles y con riesgo de que desde las alturas se desprendieran muros,
piedras, metales u objetos. Un ejército de arqueólogos, arquitectos,
expertos, historiadores, ebanistas, artesanos, artistas conformaron un
equipo que a lo largo de estos años ha cumplido una tarea científica que
ha traído sorpresas y descubrimientos y develado nuevas técnicas en
materia restaurativa. Además del nuevo entramado de madera de la cúpula y
la flecha, se reemplazarán seis enormes vitrales del siglo XIX que
serán realizados por los artistas contemporáneos que ganen la
convocatoria para dejar una huella de esta época hacia los siglos.
La
catedral fue construida entre los siglos XII y XIV y a lo largo de casi
un milenio ha sido centro simbólico de la ciudad, lugar de bautizos,
bodas, coronaciones y ceremonias que han marcado la historia del país e
inspirado múltiples obras, entre ellas la novela de Victor Hugo Nuestra
Señora de París, verdadero emblema literario nacional. En Gargantúa y
Pantagruel de Rabelais, el obeso gigante se sube a sus torres para
escandalizar a los parisinos.
Hay
otras catedrales góticas notables en toda Europa como las de Colonia o
Estrasburgo, joyas increíbles que encarnan la fuerza estética de una
época enfrentada a la eternidad, ya que la construcción minuciosa de
estas moles de piedra tardaba siglos e involucraba a varias
generaciones.
Cuando se
vieron las llamas devorar Notre Dame la conmoción fue total, ya que
nadie podía imaginar que una catástrofe de esta índole pudiera afectarla
y durante unas horas, mientras los bomberos luchaban contra el fuego,
había incertidumbre sobre la posibilidad de un derrumbe total si una de
las torres laterales cedía, arrastrando en su caída todo el monumento.
Los
bomberos enviaron a un equipo suicida a esa torre, con la consigna de
salvarla, pero a sabiendas que en su tarea heroica podían perecer. Solo
después de medianoche se conoció el éxito de la misión y el público
agolpado que observaba la tragedia desde cerca, junto a los puentes o
en las riberas del río Sena, pudo al fin suspirar aliviada.
Me
enteré de la noticia al instante al observar en la tarde las imágenes
transmitidas en directo por la televisión en un bistrot popular donde la
gente especulaba sobre si se trataba de un atentado islamista o un
incendio accidental. Entonces no dudé en tomar el metro y acercarme al
lugar para ver desde la otra orilla del río, debajo de un puente desde
donde había una excelente vista, la evolución de la situación a lo largo
de las horas, hasta el desenlace final, cuando las autoridades
anunciaron que tenían controlado el fuego aunque la destrucción parcial
era un hecho.
Debajo de los
puentes o en las calles aledañas se veía a los citadinos de todas las
edades y orígenes paralizados y en silencio ante las llamas que
devoraban el templo y las altas escaleras de bomberos desde donde se
lanzaban poderosos chorros de agua. Sin duda el momento era histórico e
incluso en algunas esquinas o plazas los fieles católicos cantaban,
oraban o interpretaban música clásica para tratar de conjurar la
pesadilla. Podía uno imaginarse entonces escenas similares ocurridas a
lo largo de los siglos en otras ciudades o pueblos europeos que vieron
arder sus templos centrales o pulverizarse barrios enteros construidos
siglos antes por sus ancestros medievales con motivo de guerras o
asonadas.
Cuando
supimos que no se derrumbaría, muchos acudimos a celebrar a alguno de
los bares o restaurantes que permanecían abiertos para atender a la
muchedumbre de curiosos que invadieron las inmediaciones, especialmente
en el lado izquierdo de la ciudad por el Boulevard Saint Michel. Ahí
brindamos con vino por la tarea de los bomberos que acudieron prestos a
salvar la catedral, un poema encarnado de piedra que en un año volverá a
recibir a millones de visitantes de todo el mundo.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 10 de diciembre de 2023.
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