jueves, 27 de junio de 2024

EL RETORNO DEL EX PRESIDENTE HOLLANDE

Por Eduardo García Aguilar

El ex presidente socialista François Hollande, quien gobernó Francia de 2012 a 2017 es un astuto y brillante político que ha logrado superar a través del tiempo derrotas, intrigas y travesías del desierto y sabido retornar al protagonismo cuando todo el mundo lo daba muerto. Goza además de un gran sentido del humor y es famoso por sus chistes y ocurrencias inolvidables y su buen apetito.


Desde muy joven entró a colaborar con el presidente François Mitterrand y lideró el Partido Socialista varios lustros, antes de lanzarse como candidato a la presidencia de la República, en cuya aspiración tenía muy pocas posibilidades, pues el director del Fondo Monetario Internacional (FMI) Dominique Strauss-Kahn, encabezaba arrolladoramente las encuestas y se consideraba seguro ganador y futuro presidente.

Hollande, a quien incluso muchos al interior de su propio partido detestaban y apodaban flanby por sus rondeces y espíritu socarrón o por sus posiciones socialdemócratas y moderadas en materia económica, sólo tenía en las encuestas un 4% de favorabilidad, cuando el director del FMI se vio inmiscuido en un escándalo sexual en Nueva York, por lo que fue detenido ante el asombro mundial.

Las fotos del jefe del FMI Strauss-Kahn esposado y conducido a la cárcel figuraron en las primeras planas de los diarios del mundo y durante meses fue la noticia al enfrentar acusaciones de abusar de una mucama afrodescendiente en un hotel de lujo, con la que llegó finalmente a un arreglo y pagó millonaria suma para salir meses después libre, exonerado, pero humillado, derrotado y muerto en política para siempre.  

Tras la estrepitosa caída de su rival, Hollande llevó a cabo una brillante campaña que desde la más baja posición en las encuestas, lo llevó a la más alta magistratura en unos meses, derrotando de manera sorpresiva al presidente de derecha Nicolas Sarkozy, quien aspiraba a un segundo mandato. El político logró así repetir la hazaña de su mentor François Mitterrand, quien había logrado llevar por primera vez a la izquierda unida a la presidencia en 1981, después de presentarse y fracasar en el intento varias veces.

Ahora Francia vive de nuevo momentos históricos luego de la sorpresiva e insensata disolución neroniana de la Asamblea por el presidente Emmanuel Macron y las nuevas elecciones legislativas del 30 de junio y el 7 de julio de 2024, en las que parte como favorita la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional, grupo racista y xenófobo fundado por fascistas y pro-nazis y heredero de las fuerzas colaboracionistas francesas durante la invasión alemana del país.

Macron, ministro y asesor de Hollande que llegó muy joven a la presidencia a solo 39 años de edad en 2017, después de traicionar a su mentor y realizar una fulgurante campaña en la que argumentaba no ser ni de izquierda ni derecha, fue reelegido en 2022, pero su mandato ha estado agitado por múltiples conflictos sociales, la pandemia y una creciente impopularidad debido a su autoritarismo, arrogancia de tecnócrata perfumado y desconexión con la realidad económica y social del país y con las clases medias, bajas o agrarias.  

Luego de la traición de su discípulo Macron y la hostilidad de casi todo su partido en su contra, Hollande desistió de aspirar en 2017 a un segundo mandato al que tenía derecho y los analistas políticos le decretaron su muerte política, mientras el nuevo joven presidente reinaba como un Júpiter en Francia, antes de que se le atravesara la revolución de los chalecos amarillos, la impopularidad y la derrota apabullante en las elecciones europeas frente a la extrema derecha.

En un acto desesperado, que para muchos era innecesario pues aun quedaban tres años de legislatura y contaba con una buena mayoría relativa, el presidente disolvió la Asamblea haciendo añicos a su partido y a aliados, tendió un tapiz a la extrema derecha para que llegue al poder y a su vez propició una nueva y casi milagrosa unión de las izquierdas bajo el nombre de Nuevo Frente popular.

Al propiciar elecciones legislativas súbitas tomó por sorpresa a los partidos, que tuvieron que organizarse en coaliciones en unos días febriles antes de cerrar el plazo para presentar los candidatos, y ante la polarización todas las figuras tuvieron que tomar partido: o apoyan al tenebroso movimiento fundado por el antisemita Jean Marie Le Pen y liderado por su hija Marine o a la coalición de izquierdas, que va desde los socialistas, comunistas y ecologistas moderados hasta La Francia insumisa, más radical, del fogoso tribuno Jean Luc Mélenchon, que obtuvo 22% de los votos en la pasada elección presidencial.

El astuto Hollande aprovechó la oportunidad y en secreto y en cuestión de horas se hizo nominar como candidato socialista a diputado en su antiguo bastión de Tulle, regresando de lleno a la política y convirtiéndose de nuevo en protagonista y alternativa en medio de la más grave crisis política vivida en el país desde hace décadas.

Sea cual fuere el resultado, Francia entra este domingo en una era de crisis de régimen en la que incluso el país puede ser ingobernable ante la carencia de mayorías claras en el Congreso y la implosión de varios partidos. De resultar victorioso en Tulle, el expresidente Hollande volverá a ser un gran protagonista al lado de otras figuras que maniobrarán en la sombra sin saber todavía lo que deparará el futuro tras el veredicto de las urnas.

 


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