El
ex presidente socialista François Hollande, quien gobernó Francia de
2012 a 2017 es un astuto y brillante político que ha logrado superar a
través del tiempo derrotas, intrigas y travesías del desierto y sabido
retornar al protagonismo cuando todo el mundo lo daba muerto. Goza
además de un gran sentido del humor y es famoso por sus chistes y
ocurrencias inolvidables y su buen apetito.
Desde
muy joven entró a colaborar con el presidente François Mitterrand y
lideró el Partido Socialista varios lustros, antes de lanzarse como
candidato a la presidencia de la República, en cuya aspiración tenía muy
pocas posibilidades, pues el director del Fondo Monetario Internacional
(FMI) Dominique Strauss-Kahn, encabezaba arrolladoramente las encuestas
y se consideraba seguro ganador y futuro presidente.
Hollande,
a quien incluso muchos al interior de su propio partido detestaban y
apodaban flanby por sus rondeces y espíritu socarrón o por sus
posiciones socialdemócratas y moderadas en materia económica, sólo tenía
en las encuestas un 4% de favorabilidad, cuando el director del FMI se
vio inmiscuido en un escándalo sexual en Nueva York, por lo que fue
detenido ante el asombro mundial.
Las
fotos del jefe del FMI Strauss-Kahn esposado y conducido a la cárcel
figuraron en las primeras planas de los diarios del mundo y durante
meses fue la noticia al enfrentar acusaciones de abusar de una mucama
afrodescendiente en un hotel de lujo, con la que llegó finalmente a un
arreglo y pagó millonaria suma para salir meses después libre,
exonerado, pero humillado, derrotado y muerto en política para siempre.
Tras la estrepitosa
caída de su rival, Hollande llevó a cabo una brillante campaña que desde
la más baja posición en las encuestas, lo llevó a la más alta
magistratura en unos meses, derrotando de manera sorpresiva al
presidente de derecha Nicolas Sarkozy, quien aspiraba a un segundo
mandato. El político logró así repetir la hazaña de su mentor François
Mitterrand, quien había logrado llevar por primera vez a la izquierda
unida a la presidencia en 1981, después de presentarse y fracasar en el
intento varias veces.
Ahora
Francia vive de nuevo momentos históricos luego de la sorpresiva e
insensata disolución neroniana de la Asamblea por el presidente Emmanuel
Macron y las nuevas elecciones legislativas del 30 de junio y el 7 de
julio de 2024, en las que parte como favorita la extrema derecha del
Reagrupamiento Nacional, grupo racista y xenófobo fundado por fascistas y
pro-nazis y heredero de las fuerzas colaboracionistas francesas durante
la invasión alemana del país.
Macron,
ministro y asesor de Hollande que llegó muy joven a la presidencia a
solo 39 años de edad en 2017, después de traicionar a su mentor y
realizar una fulgurante campaña en la que argumentaba no ser ni de
izquierda ni derecha, fue reelegido en 2022, pero su mandato ha estado
agitado por múltiples conflictos sociales, la pandemia y una creciente
impopularidad debido a su autoritarismo, arrogancia de tecnócrata
perfumado y desconexión con la realidad económica y social del país y
con las clases medias, bajas o agrarias.
Luego
de la traición de su discípulo Macron y la hostilidad de casi todo su
partido en su contra, Hollande desistió de aspirar en 2017 a un segundo
mandato al que tenía derecho y los analistas políticos le decretaron su
muerte política, mientras el nuevo joven presidente reinaba como un
Júpiter en Francia, antes de que se le atravesara la revolución de los
chalecos amarillos, la impopularidad y la derrota apabullante en las
elecciones europeas frente a la extrema derecha.
En
un acto desesperado, que para muchos era innecesario pues aun quedaban
tres años de legislatura y contaba con una buena mayoría relativa, el
presidente disolvió la Asamblea haciendo añicos a su partido y a
aliados, tendió un tapiz a la extrema derecha para que llegue al poder y
a su vez propició una nueva y casi milagrosa unión de las izquierdas
bajo el nombre de Nuevo Frente popular.
Al
propiciar elecciones legislativas súbitas tomó por sorpresa a los
partidos, que tuvieron que organizarse en coaliciones en unos días
febriles antes de cerrar el plazo para presentar los candidatos, y ante
la polarización todas las figuras tuvieron que tomar partido: o apoyan
al tenebroso movimiento fundado por el antisemita Jean Marie Le Pen y
liderado por su hija Marine o a la coalición de izquierdas, que va desde
los socialistas, comunistas y ecologistas moderados hasta La Francia
insumisa, más radical, del fogoso tribuno Jean Luc Mélenchon, que obtuvo
22% de los votos en la pasada elección presidencial.
El
astuto Hollande aprovechó la oportunidad y en secreto y en cuestión de
horas se hizo nominar como candidato socialista a diputado en su antiguo
bastión de Tulle, regresando de lleno a la política y convirtiéndose de
nuevo en protagonista y alternativa en medio de la más grave crisis
política vivida en el país desde hace décadas.
Sea
cual fuere el resultado, Francia entra este domingo en una era de
crisis de régimen en la que incluso el país puede ser ingobernable ante
la carencia de mayorías claras en el Congreso y la implosión de varios
partidos. De resultar victorioso en Tulle, el expresidente Hollande
volverá a ser un gran protagonista al lado de otras figuras que
maniobrarán en la sombra sin saber todavía lo que deparará el futuro
tras el veredicto de las urnas.
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