Por Eduardo García Aguilar
El
legendario capo mexicano Rafael Caro Quintero, uno de los primeros
grandes traficantes de marihuana y cocaína latinoamericanos que a los 33
años ya era rico y poderoso y cuya vida amorosa era seguida en los años
80 cuando aparecían en primera plana sus fotos de joven, astuto y
apuesto galán, fue al fin extraditado el jueves después de 40 años de
peripecias por el gobierno mexicano de Claudia Sheinbaum, tras las
fuertes presiones y amenzas del nuevo Calígula estadounidense Donald
Trump.
En una impresionante
escenografía filmada y transmitida en directo desde Nueva York se ve al
anciano capo de 72 años, ya ni sombra de lo que fue en su juventud,
bajar encadenado las escalinatas del avión de la Fuerza aérea mexicana
rodeado de robustos agentes de la DEA que no olvidan mató a uno de sus
agentes hace cuatro décadas.
El
capo, oriundo de Badiraguato, en la narcq Sinaloa, como su sucesor
Chapo Guzmán, ahora preso para siempre en Estados Unidos, llegó a tener
sembradíos gigantesos de marihuana en el norteño Estado de Chihuahua,
antes de pasar a las ligas mayores de la cocaína. Como su homólogo
colombiano Carlos Ledher, con quien tuvo muchas similitudes en el
estilo, generó leyenda antes de caer aun joven en Costa Rica, a donde
huyó enamorado de una joven de 17 años que hizo una llamada imprudente a
su familia, causando su prematura desgracia.
El
narco norteño, al que le han sucedido decenas y decenas de figuras como
el El señor de los Cielos, el Mayo Zambada o El Chapo Guzmán, vivía
como Lehder su temprano éxito, al tener comprados a policías, militares,
autoridades locales y federales que le facilitaban andar como pedro por
su casa a lo largo y ancho del país. El entonces líder del Cártel de Guadalajara no
solo era era famoso por sus grandes cultivos de marihuana y tráficos de
cocaína, sino por haber matado al agente de la DEA Kiki Camarena,
después de torturarlo y enterrarlo vivo en venganza porque el policía
infiltrado fotografió desde los aires sus tierras chihuahuenses, razón
por la cual Estados Unidos lo tenía en la mira desde entonces.
Caro
Quintero pagó como Lehder una larga condena de casi tres décadas y fue
liberado en 2013 por la justicia mexicana, para desaparecer luego de los
radares de las autoridades y continuar con sus actividades, enfrentado a
otros carteles creados por las nuevas generaciones. Pero nunca volvió a
ostentar el poder de antaño y hace unos años fue apresado de nuevo.
Para
nadie es un secreto que los capos mexicanos han contado a lo largo de
más de medio siglo con la complicidad de las autoridades, llegando a
poner sus fichas en el más alto gobierno y en la jerarquía militar. Al
ser México un país muy nacionalista por tradición desde los tiempos de
la Revolución Mexicana, sus gobiernos han sido reticentes a extraditar a
sus narcos a Estados Unidos, por lo que de las cárceles solían
escaparse en acciones cinematográficas, como ocurrió varias veces con El
Chapo Guzmán.
Pero ante la
presión de Trump, el gobierno mexicano, prudente, decidió hacer un
gesto entregándole al asesino del agente de la DEA y a una treintena de
otros capos de diverso rango, gesto que complace sin duda al nuevo
sheriff gringo, un día antes de que se reunieran en Washington altos
funcionarios de ambos gobiernos.
El
viejo capo mexicano pertenece a la historia, como el colombiano Carlos
Lehder, con la fortuna de que lograron sobrevivir, a diferencia de
centenares de narcos como Pablo Escobar que murieron acribillados por
las autoridades o en vendettas entre cárteles. Los septuagenarios capos
Caro Quintero, El Mayo Zambada y El Chapo Guzmán, tres leyendas del
narco mexicano, pasarán sus últimos años tomando la sopita del abuelo en
celdas de prisiones de alta seguridad gringas, pero vivos al fin y al
cabo, recordando en la soledad sus proezas juveniles. Pero el negocio
seguirá vivo y coleando, al mando de nuevos capos vigorosos.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 2 de marzo de 2025.
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