“Tequila Coxis” es la cuarta novela del escritor colombiano Eduardo García Aguilar, después de su trilogía sobre Manizales: Tierra de leones, Bulevar de los héroes y El viaje triunfal. Se puede afirmar que esta última obra es la continuación de la saga novelística del caldense, a pesar de situar su ficción en la Ciudad de México D.F. en la que el autor vivió buena parte de su madurez como escritor y periodista al servicio de la agencia de noticias France Presse.
La continuidad radica en los elementos vitales que acompañan al narrador en casi todos sus escritos, propiamente literarios, incluidas las crónicas de viajes y sus posturas intelectuales, en las que insiste en un universo arquitectónico cifrado en el art deco, el republicanismo o neoclasicismo; mixturas de construcciones donde los estilos grecolatinos, mozárabes, barrocos y góticos, alternan como resultado de una época. Las tres primeras novelas de Eduardo son un homenaje a ese tiempo ido de principios de siglo, cuando la burguesía del café tuvo los medios para adoptar los gustos estéticos foráneos que afectaron las costumbres y las expresiones artísticas del momento.
Hay pues un trasteo de elementos semióticos y motivos nostálgicos que son clonados en el barrio Roma de México, el corazón de la metrópoli que años atrás fue la residencia de la élite dirigente y cultural, compuesto por fastuosas residencias, castillos, teatros de ópera y otros inmuebles, hoy convertidos en museos, discotecas o, en el peor de los casos, en antros de prostitución y drogas ilícitas. Las imágenes recuerdan el esplendor republicano de Manizales, cuya burguesía decidió desalojar el centro de la ciudad e irse a las afueras a vivir en sus chalets y mansiones exclusivas.
En el México de García Aguilar, el fenómeno grecolatino se muestra en sus orígenes y consecuencias, bien cercano al de la capital caldense. Y es en ese México decadente, dominado por las paredes y cascarones que cancelan el pasado esplendor, en el que Eduardo sitúa a sus personajes. Es el mismo escenario de la Calle Donceles de “Aura” de Carlos Fuentes, en el que Néstor Aldaz investiga los motivos del suicidio de su madre, una actriz bogotana de relativo éxito en la edad de oro del cine mexicano que apareció suicidada en su bañera. Es así como conoce al amante de su progenitora, el pintoresco Porfirio Antúnez, un libretista del cine, cuya caracterización oscila entre el play boy intelectual y el vampiro cínico. La historia del periodista escritor que necesita aclarar los motivos del suicidio de su madre, se convierte en un periplo lleno de aventuras y desgracias. Escenas de cargado erotismo, miradas críticas hacia el pasado y el presente de la absorbente urbe; períodos ignominiosos en una cárcel del distrito; persecuciones, torturas, y el deporte nacional del país azteca, la corrupción, son narradas mediante una prosa que lucha por equilibrar los adjetivos con las disgresiones de su narrador personaje que ejerce un severo juicio crítico a su entorno, donde el escepticismo se mitiga a través del ardor erótico.
En el México de García Aguilar, el fenómeno grecolatino se muestra en sus orígenes y consecuencias, bien cercano al de la capital caldense. Y es en ese México decadente, dominado por las paredes y cascarones que cancelan el pasado esplendor, en el que Eduardo sitúa a sus personajes. Es el mismo escenario de la Calle Donceles de “Aura” de Carlos Fuentes, en el que Néstor Aldaz investiga los motivos del suicidio de su madre, una actriz bogotana de relativo éxito en la edad de oro del cine mexicano que apareció suicidada en su bañera. Es así como conoce al amante de su progenitora, el pintoresco Porfirio Antúnez, un libretista del cine, cuya caracterización oscila entre el play boy intelectual y el vampiro cínico. La historia del periodista escritor que necesita aclarar los motivos del suicidio de su madre, se convierte en un periplo lleno de aventuras y desgracias. Escenas de cargado erotismo, miradas críticas hacia el pasado y el presente de la absorbente urbe; períodos ignominiosos en una cárcel del distrito; persecuciones, torturas, y el deporte nacional del país azteca, la corrupción, son narradas mediante una prosa que lucha por equilibrar los adjetivos con las disgresiones de su narrador personaje que ejerce un severo juicio crítico a su entorno, donde el escepticismo se mitiga a través del ardor erótico.
“Tequila Coxis” es una novela que enfrenta el presente y el pasado tan caro a los mexicanos. Dioses mayas y aztecas y los macabros juegos florales, son dignos representantes de los rituales satánicos y las orgías que entenebrecen a los recién llegados al decadente barrio Roma. Desde luego, algunas de las voces elevan su queja por la traición de la Malinche, la indígena traductora que se hizo amante de Hernán Cortés. En este sentido, la novela de Eduardo García Aguilar refleja, al interior de su anécdota, otra traición, cuando Yolanda Valenzuela, es infiel a su amante con un torero español. “Tequila Coxis” es una obra de madurez que mantiene la alerta del lector hasta su desenlace, un tanto melodramático, propio de los mismos libretos de su, quizás, más intrigante personaje, el tenebroso Porfirio Antúnez.
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* Roberto Vélez Correa. Novelista, ensayista y académico de la Universidad de Caldas, quien nos dejó hace poco, pero sigue vivo entre nosotros.
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