Termina el año 2020 bajo la amenaza aun no conjurada de la
pandemia, pero con la certeza de que en los sectores de la ciencia y el
pensamiento se aceleraron los avances que auguran sin duda
descubrimientos y programas novedosos para enfrentar los problemas de la
naturaleza y la humanidad que viaja veloz en el barco del siglo XXI. La
humanidad es solo un aspecto microscópico de este universo inasible del
que solo conocemos sus misterios y los abismos incomprensibles del
tiempo.
Nuevas teorías nos hablan de la posibilidad de que la civilización
terrícola en la que estamos inmersos es solo tardía y periférica y que
tal vez en nuestra galaxia Vía Láctea muchas civilizaciones
desaparecieron para siempre hace ya miles de millones de años, pues
surgieron y tuvieron tiempo para avanzar y aniquilarse en el escalofrío
del espacio. Como si estuviera claro que las civilizaciones y los mundos
son finitos y se autodestruyen, lo que nos da perspectiva y relativiza
el excepcional año de la peste que nos tocó vivir como a otros humanos
en tiempos remotos.
El logro de vacunas en tiempo récord y las nuevas formas de
enfrentar enfermedades hasta ahora incurables, conducirán a generar
expectativas mayores de vida, lo que aunado a la cada vez mayor
conciencia humana de la necesidad de cuidar al planeta, podrían tal vez
conducir a un mundo mejor en los próximos siglos. Algunos futurólogos
auguran saltos posibles en materia de alimentación que podrían liberar
al hombre de la corvea para obtenerla, pero la vocación violenta y
cainita del homo sapiens es una amenaza permanente que puede sabotear
los avances y aplazar una actitud más responsable en materia ecológica.
Lo ocurrido este año a pesar de tantas muertes en serie, fue
saludable en muchos sentidos para amplios sectores de la humanidad
adormecidos por la creencia ciega en el progreso, el desarrollo y el
consumismo desbocado. De repente la humanidad cesó de viajar por el
mundo enloquecida y los cielos se despejaron de aviones. Todos los
sitios turísticos quedaron paralizados y se convirtieron en lugares
fantasmas con hoteles, restaurantes y bares cerrados. Una asfixiante
ciudad costera de rascacielos construida para europeos como Benidorm en
España y las lujosas urbes construidas en los desiertos de Medio Oriente
por los jeques árabes se con
virtieron en elefantes blancos que tratan de salvarse convertidos en absurdos sets cinematográficos.
virtieron en elefantes blancos que tratan de salvarse convertidos en absurdos sets cinematográficos.
Y como Benidorm, París, Venecia, Roma, Pompeya, Barcelona, Praga,
Dubai, Abu Dabi y Doha, Tailandia y centenares de playas paradisíacas
situadas en islas de sueño, quedaron paralizadas sin el flujo millonario
de los turistas. Los aeropuertos internacionales vieron pulverizadas
las cifras de visitantes, causando el desempleo de millones de personas.
La industria cinematográfica, los teatros, las salas de concierto y las
discotecas llevan ya un año cerrados o restringidos. Y lo que era
impensable para la humanidad, el plutocrático fútbol todopoderoso
desapareció por encanto de los estadios y las pantallas.
Encerrados en sus casas, enfrentados al deceso de familiares o
figuras públicas, acosados por el desempleo o la ruina, los humanos
tuvimos obligatoriamente que replantearnos muchas certidumbres. Pero en
sus casas o en oficinas de universidades
y laboratorios, pensadores, poetas y científicos han aprovechado el
tiempo para pensar en el destino del homo sapiens sapiens y en su su
frágil hábitat.
¿Cuáles
son las medidas que deben aplicarse desde ahora para impedir el fin del
planeta? ¿Qué cambios radicales debe experimentar la sociedad para
enfrentarse a los nuevos tiempos? ¿Como acabar con el hambre y la
miseria de miles de millones de humanos? ¿Cuáles son los restos de la
inteligencia artificial y sus fabulosos y a la vez inquietantes avances?
¿Qué sorpresas nos depara la nanotecnología? ¿Qué nuevos
descubrimientos se avecinan en el cosmos gracias al perfeccionamiento de
los instrumentos astronómicos?
Así como
en otros tiempos sabios y filósofos preguntaron y reflexionaron sobre
los siglos y milenios venideros, las mentes activas de la humanidad
estremecida por la pandemia en 2020 aceleran sus reflexiones en materia
científica y ética. Parecidos a los utópicos de hace siglos, muchos se
aventuran a proponer nuevas formas de gobierno, consumo, cooperación y
convivencia entre los humanos y abogan para que los cambios sean
reales.
La
sociedad lucha contra las violentas fuerzas cavernarias del poder y el
dinero opuestas en casi todos los países a los cambios y que luchan
encarnizadamente por conservar los privilegios de unos cuantos, a costa
de la miseria y la exclusión de las mayorías y la destrucción de la
naturaleza. La
nuevas generaciones parecen estar comprometidas en demoler para siempre
ese viejo mundo patriarcal, bélico y de castas que ha dominado al
mundo. Aun son propósitos utópicos, pero vale la pena soñar, ya que
quienes hoy habitamos el planeta no sabremos lo que pasará en las
inciertas avenidas del futuro planetario.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 3 de enrero de 2021.
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