La investigadora Olga L. González ha estado revisando
esos tiempos y abrió el telón a la otra figura liberal
contradictora de Gaitán, Gabriel Turbay (1901-1947), quien como él
murió joven y de manera trágica, después de salir derrotado en la
fratricida lucha liberal que abrió el poder de nuevo a los
conservadores. Gabriel Turbay murió en 1947 de neumonía y deprimido en
París y Gaitán fue asesinado al año siguiente, en 1948. Ambos fueron
ministros y parlamentarios, viajaron por Europa y conocieron mundo.
Ambos escalaron rápidamente posiciones desde abajo.
Cada 9 de abril muchos colombianos de diferentes
bandos vuelven a referirse con pasión a la gran herida que significó el
asesinato de Jorge Eliécer (1898-1948) y las consecuencias de la
explosión popular y la violencia subsiguiente que se prolonga insaciable
hasta nuestros días.
Pero la verdad es que salvo los investigadores que
han trabajado desde las universidades los acontecimientos históricos con
el rigor necesario, el resto de mortales nacimos, crecimos y vivimos en
Colombia atados a unas imágenes recurrentes que incluyen el rostro del
asesinado y la muchedumbre en medio de la destrucción del centro de
Bogotá, mientras en el palacio presidencial los notables de ambos
partidos dominantes negociaban insomnes la solución del desastre.
Junto al rostro del aun joven caudillo muerto, un
mestizo de origen popular que estudió en Italia y fue brillante abogado o
al lado del cuerpo del asesino Roa Sierra, arrastrado por las calles,
nos asedian siempre las imágenes del impasible presidente Ospina Pérez y
la fogosa primera dama pistola en cinto, la legendaria Berta Hernández,
rodeados de políticos de traje y encorbatados, liberales y
conservadores que negocian tras bambalinas encerrados allí, mientras la
muchedumbre aúlla borracha por las calles cargada de machetes, cuando
suenan afuera las descargas de las ametralladoreas y los fusiles y se
desploman los cuerpos inertes desde las azoteas.
Terrible pesadilla aquella que sigue siendo una
incógnita, pues como en todos los casos de magnicidios realizados en
momentos estratégicos como esa Conferencia Panamericana que se realizaba
en Bogotá y congregaba a centenares de representantes diplomáticos y
espías, nunca sabremos cuales fuerzas oscuras e intereses estaban
involucrados en la sombra. Lo cierto es que los hechos ocurrieron y
fueron una especie de parteaguas cuyas consecuencias siguen vivas y
ardientes en torno a un núcleo volcánico que siempre está listo a
estallar de nuevo, tanto tiempo después, en pleno siglo XXI.
Lo que ocurrió en las dos décadas anteriores, desde
la llegada de los liberales al poder con Enrique Olaya Herrera, Alfonso
López Pumarejo y Eduardo Santos, después de una larga hegemonía
conservadora, hasta la tragedia del 9 de abril, queda por estudiarse o
exhumar de los documentos que yacen empolvados en las bibliotecas y
hemerotecas.
La investigadora Olga L. Gozález ha estado revisando
esos tiempos y abrió el telón a la otra figura liberal
contradictora de Gaitán, Gabriel Turbay (1901-1947), quien como él
murió joven y de manera trágica, después de salir derrotado en la
fratricida lucha liberal que abrió el poder de nuevo a los
conservadores. Gabriel Turbay murió en 1947 de neumonía y deprimido en
París y Gaitán fue asesinado al año siguiente, en 1948. Ambos fueron
ministros y parlamentarios, viajaron por Europa y conocieron mundo.
Ambos escalaron rápidamente posiciones desde abajo.
La investigadora se pregunta la razón por la cual la
figura del trágico Gabriel Turbay fue sepultada en el olvido cuando se
trataba también de un hombre joven que no pertenecía igual que Gaitán a
las familias del establecimiento y quien como líder en el Congreso se
destacó por su inteligencia, elocuencia y capacidad de organización. Nos
recuerda que ambos, antes de cuplir 30 años de edad, fueron quienes
abrieron el debate de la masacre de las bananeras y dieron vida a la
actividad parlamentaria del país.
Es normal que la muerte trágica de Gaitán y su
vistosa leyenda terminaran por aplastar la figura de ese líder joven de
Bucaramanga de origen turco, quien tuvo que soportar durante la campaña
como candidato oficialista liberal los ataques más atroces por su
origen, de la misma forma que Gaitán fue insultado por ser mestizo y
originario de un barrio popular bogotano, Las Cruces. Curiosa historia
pues la de estos dos malogrados candidatos liberales, cuya división
hundió al partido comandado por un gran aristócrata como Alfonso López
Pumarejo, quien no se dignó tomar partido por ninguno de sus plebeyos
discípulos.
Los politólogos escarban en los archivos y tratan de
descifrar los acontecimientos políticos de esos años cruciales para
Colombia. Y al mirar documentos, recortes de periódicos, al leer los
libros de testigos e historiadores, no queda más remedio que reiterar
que la politica colombiana es un circo de turbios intereses y acendrados
egoísmos de narcisos, donde en fin de cuentas todos han salido
perdiendo y los bandidos ganando. La política en el país es una
interminable algarabía, una opereta de mala calidad, una riña de
cuchilleros, que siete décadas después sigue igual de insondable e
incomprensible.
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* Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 11 de abril de 2021. La fotografías de Olga L. Gonzalez, Jorge Eliécer Gaitán y Gabriel Turbay, sacadas de la red web, carecen por el momento de autoría o @.
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