Por Eduardo García Aguilar
La biografía de Sartre (1905-1980) de Annie Cohen-Solal es una excelente revisión
del filósofo, novelista, ensayista y militante francés donde volvemos a
revisitar los grandes episodios del siglo XX a través de su visión
disimétrica. Tras una investigación minuciosa emprendida después de su
muerte, la autora logra hablar con todas las personas cercanas,
ancianos, viejos, maduros, jóvenes que estaban en pleno uso de sus
facultades y reconstruye todos los episodios de su vida, especialmente
los que conciernen su salto a la fama y las décadas en que reinó sobre
la moda y la cultura mundiales como líder del existencialismo, antes de
vivir el crepúsculo de la ancianidad corporal que le cobró con creces
los excesos de las anfetaminas, el alcohol, el tabaco y el gusto de una
culinaria autóctona cargada de salsas, grasas, carnes, azúcar y otras
sustancias asesinas.
Tuve la fortuna de vivir y estudiar en París durante
los últimos años de su vida y escuchar una mañana por radio el llamado
que hizo a los jóvenes para que saliéramos a manifestar contra el
dictador español, quien se disponía a ejecutar con garrote vil a un
puñado de opositores y luego ver sorprendido como decenas de miles
obedecían a su consigna e invadían las calles en una de las
manifestaciones más inolvidables.
Había pasado después de mayo del 68 un poco de moda,
pero su actitud rebelde seguía fascinando. Había rechazado el Nobel,
vestía mal, se negaba a momificarse y se distanciaba de sus principales
seguidores y colaboradores para acercarse a los jóvenes radicales de
diversas tendencias con los que compartía la fiesta y las copas. Se
aventuró a seguir con ellos sus delirios de moda, cuando casi ciego y
babeante, descuidado y discapacitado, luchaba por vivir, negándose a ser
un monumento. Distribuía octavillas y periódicos izquerdistas en la
calle, abogaba por las causas del Tercer Mundo.
Meses antes de su muerte, en septiembre de 1979, lo
vi en el entierro de Pierre Goldmann, militante de extrema izquierda que
había sido asesinado, causando gran conmoción en la ciudad. Me había
colado con unos amigos brincando los muros en el cementerio Père
Lachaise. Afuera había decenas de miles de personas que no podían
ingresar al camposanto. El músico cubano Azuquita tocaba tambores
tropicales junto a la tumba y de repente un pequeño vehículo entraba y
de él salía Simone de Beauvoir, quien abria otra puerta del carro y
extraía de allí a un anciano babeante y tembloroso.
Había saltado a la fama total después de la
liberación del país de la bota nazi y antes de los 40 años de edad era
el ídolo filosófico de varias generaciones no solo en Francia sino en
Estados Unidos, América Latina y muchas otras regiones y países. Sus
piezas teatrales causaban sensación en París y se escenificaban en
muchas partes del mundo. Sus novelas se vendían por millones y eran
traducuidas a decenas de lenguas. Sus libros filosóficos, panfletos y
ensayos corrían la misma suerte y sus conferencias eran verdaderos
espectáculos de un rock star igual a los Beatles o los Rolling Stones.
Fue además un gran enamorado, propagandista del amor
libre según acuerdo logrado con su pareja más estable, la feminista
Simone de Beauvoir, y vivió múltiples y paralelas historias de amor que
son bien relatadas por la biógrafa, quien entrevistó a muchas de sus
amigas y novias, todas ellas con grato recuerdo del inteligente y
generoso amante. Insaciable lector, escritor compulsivo, redactor de
cientos de miles de páginas en jornadas insomnes ayudado por pastillas
que luego le cobraron la factura, fue además desprendido del dinero.
Los muchos millones que ganaba los compartía y
derrochaba con sus colaboradores y amigos o los invertía en todas las
causas perdidas posibles. Así fue Sartre, una especie de Diógenes de su
tiempo, renegado de su clase, guía de generaciones existencialistas que
daban la espalda a las guerras y vivían al ritmo del jazz y la poesía.
Después de leer esta muestra de su vida, uno vuelve a
degustar sus piezas de teatro, novelas, ensayos sobre Kierkegaard, y
espera algun día leer por fin sus gigantescos mamotretos sobre Jean
Genet y Flaubert o sus grandes tratados pasados de moda como El ser y la
nada. Sartre era dinamita literaria y tal vez por eso se dio el lujo de
rechazar el Premio Nobel que todos los autores codician.
Annie Cohen-Solal logra restablecer en esta
biografía publicada pocos años después de su muerte la vida múltiple de
un personaje que marcó el siglo XX como pocos, anclado en la tradición
militante y comprometida de los grandes autores de su país como Voltaire
en el siglo XVIII y Victor Hugo en el XIX. Y aunque haya pasado de moda
y se dirija al olvido como todos sin falta, visitar su intensa
trayectoria vital es un estímulo para seguir viviendo con pasión la
lectura, el pensamiento, la ficción, al mismo tiempo que se vive la vida
como un premio equivocado.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 5 de diciembre de 2021.
* Sartre (1905-1980), de Annie Cohen-Solal. 1985. Gallimard. Francia. 728 págs.
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