Sófocles, Homero, Virgilio, Dante y Thomas Mann fueron algunos de quienes practicaron el arte de percibir los momentos abismales que los seres humanos, naturaleza y sociedades enfrentan tarde o temprano y significan lanzarse a espacios y precipicios en una gran aventura, voluntaria a veces, y otras ineluctable.
Prometeo
Encadenado en aquella cumbre solitaria vive la condena y Ulises se
pierde en un largo viaje de décadas lejos de los suyos en lugares
desconocidos e inhóspitos de donde pudo no haber vuelto jamás. Igual
ocurre con el héroe de la Eneida, personajes y lugares de la Divina
Comedia que aun nos estremecen. Y Thomas Mann ha creado un mundo
paralelo en ese sanatorio helado de tuberculosos de donde pocos salían
con vida. Personajes y sociedades contadas en muchas de esas obras nos
muestran la fugacidad vital de los seres humanos y las civilizaciones
creadas por ellos, que el tiempo reduce a polvo, cenizas y olvido.
Así
ocurre ahora cuando llegamos al primer cuarto del siglo XXI, ya
avanzados en medio de graves conflictos bélicos y pandemias, pero
también sacudidos por cambios insondables como la Inteligencia
Artificial, la proliferación de las redes sociales y la conexión
adictiva de humanos bajo el mando del poder financiero.
Muchas
de las actividades humanas han registrado cambios radicales, pues al
estar todos conectados accedemos en un instante a todas las
informaciones posibles y somos intoxicados por ellas: la política cambió
de perversidad y se convirtió en una guerra sucia de información y
desinformación veloz que se practica desde sórdidos lugares financiados
por poderes ocultos y tenebrosos.
En
las diferentes épocas de la humanidad hubo cambios radicales como
cuando empezaron a utilizarse alfabetos y escrituras, tabletas
babilónicas o papiros egipcios, antes de llegar a niveles altos de
conocimiento, transmisión de saberes en las civilizaciones
mesopotámica, egipcia, china, india, griega, maya, inca o romana, un
sorprendente imperio éste último que se extendió por gran parte del
mundo conocido, unificando tradiciones, costumbres y prácticas
culturales y tecnológicas.
El
Renacimiento con Venecia, Florencia, Verona y Roma fue otra época
fantástica de cambios en arte, ciencia, filosofía, letras, ingeniería,
cosmografía y matemáticas. La invención de la imprenta por Gutenberg
constituyó una revolución tan importante como la provocada por la era
internet de Bill Gates y Mark Zuckerber, de la que somos contemporáneos.
El libro reinó durante medio milenio y ahora pervive como industria,
aunque nuevos soportes lo reemplazan.
En
siglos pasados, humanos ilustrados coleccionaron libros a veces hasta
la exageración o la patología. Cuando muere uno de ellos, su biblioteca
va a la basura y si tiene suerte termina dispersa en librerías de viejo.
Aunque quiera donar la biblioteca a una institución, el regalo es con
frecuencia rechazado, pues ya no hay espacio. Las grandes bibliotecas
individuales terminaron en desuso, convertidas en un encarte para los
herederos.
Cualquiera
puede poseer ahora la misma biblioteca en una tableta con capacidad
infinita y llevarla de paseo en la bolsa de playa en playa y hotel en
hotel. Así son los cambios y los abismos que cada generación enfrenta
con escalofríos, haciendo de los sabios longevos dinosaurios caducos
perdidos en un mundo que ya no los entiende y es para ellos
incomprensible.
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Publicado en La Patria, Manizales. Colombia, el domingo 14 de septiembre de 2024.
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