Por Eduardo García Aguilar
La decisión histórica de la Corte Penal Internacional en contra del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y de su ex ministro de defensa Yoav Gallant, así como del dirigente del brazo armado de Hamás Mohammed Deif, es razonable y justa desde todos los puntos de vista. Nadie duda de que la acción del movimiento islamista Hamás, que desencadenó la guerra contra Gaza, fue un crimen de lesa humanidad contra civiles israelíes, pero la reacción de Israel ha superado todos los límites y se ha convertido en una carnicería inadmisible contra indefensos y hambrientos civiles hacinados en la Franja de Gaza y ahora en Líbano, a donde se han extendido sus criminales bombardeos.
Hasta ahora la Corte Penal Internacional solo había perseguido a líderes
africanos negros criticados por las potencias occidentales, como fue el
caso de Laurent Gbagbo, el expresidente de Costa de Marfil, derrocado,
apresado y quien tras un largo proceso fue absuelto y espera volver a
presentarse para aspirar a la primera magistratura. Gabgbo no era del
gusto del gobierno francés, que tenía presencia militar en ese sitio y la usó
para defenestrarlo e imponer luego a un presidente que fue alto
funcionario del Fondo Monetario Internacional y representaba los
intereres de las plutocracias occidentales.
Desde su creación, los fiscales y jueces de la CPI se hacían los de la vista gorda con los líderes
occidentales blancos que emprendieron guerras injustificadas en Africa,
Asia y Oriente Medio, como los presidentes George Bush, padre e hijo,
que sembraron el terror en Irak y Afganistán, y los líderes británicos
y franceses que estuvieron involucrados en guerras en el continente
africano, entre ellas la de Libia para derrocar al dictador Muamar
Gadafi, quien era ya amigo y cómplice de los occidentales y financiaba en secreto a los políticastros en París y Londres.
Muchos analistas consideraron absurda esa guerra en Libia, que en vez de solucionar un problema creó otro mas grave, desestabilizando un país estratégico y rico que tenía
gran influencia en el continente africano y ahora se encuentra entre el
caos, descuartizado entre dos poderes enemigos acérrimos. La cruel
muerte del tirano indefenso, empalado por soldados, fue celebrada en el
mundo por los occidentales y desde entonces esa tierra es un lugar sin
ley y epicentro de éxodos migratorios africanos hacia Europa. El
presidente francés que más interés tuvo en esa guerra absurda fue el derechista Nicolás Sarkozy, quien está a punto de ser condenado por haberse beneficiado del financiamiento oculto de Gadafi, a quien recibía con todos los honores en París.
La CPI siempre persiguió y condenó a negros africanos caídos en desgracia o rebeldes, pero jamás investigó
a mandatarios, militares o funcionarios occidentales involucrados e
n atrocidades y violaciones de los derechos humanos en sus antiguas ex colonias mediorientales, asiáticas o africanas, a las que saquearon durante siglos. Todas las masacres y atrocidades cometidas por los occidentales en sus ex colonias quedaron impunes e incluso fueron celebradas por los áulicos de los imperios como logros para la democracia y la libertad. Y muchos de esos sanguinarios líderes occidentales fueron premiados hasta con el Nobel de la Paz.
n atrocidades y violaciones de los derechos humanos en sus antiguas ex colonias mediorientales, asiáticas o africanas, a las que saquearon durante siglos. Todas las masacres y atrocidades cometidas por los occidentales en sus ex colonias quedaron impunes e incluso fueron celebradas por los áulicos de los imperios como logros para la democracia y la libertad. Y muchos de esos sanguinarios líderes occidentales fueron premiados hasta con el Nobel de la Paz.
Netanyahu
y sus militares han sido implacables, intratables y sanguinarios al
convertir a la franja de Gaza en un cementerio de infantes, mujeres,
ancianos y civiles aplastados por las bombas de su poderoso ejército
financiado por Estados Unidos. La cifra de muertos llega a 50.000 en
Gaza, a lo que se agregan ahora las cifras de muertos provocados por los
bombardeos en Líbano, donde el criminal Netanyahu usó bíperes y teléfonos celulares para matar y herir a miles de personas.
Nunca expresó la más mínima pena por ese genocidio y por el contrario en su rostro se ha visto el rictus de su diabólica maldad. Con tal de salvar su pellejo y no ser condenado en su país,
que ya estaba harto de él, Netanyahu es capaz de sumir todo Oriente
Medio en un mar de sangre. Por todos esos delitos debe rendir cuentas
ante la CPI, que al fin reconoce lo que todos en el mundo ya hemos visto
horrorizados. Pero bien sabemos que es solo una orden de captura simbólica, pues el Primer ministro israelí quedará impune como todos los líderes occidentales protegidos por la cruel plutocracia de los blancos.
----
Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 24 de noviembre de 2024.