En este siglo XXI el ejercicio de gobernar se ha vuelto una actividad espantosa que regresa a los tiempos de Nerón, Calígula y Atila, pues con el desarrollo de las redes sociales y la inmediatez informativa que llega a los miles de millones de celulares en el mundo, gobernantes y opositores se radicalizan y viven en el odio y la pugnacidad permanentes, ante la resignación o el estupor del rebaño de gobernados.
Algo
está claro a medida que avanza el siglo XXI y es que la democracia se
desvirtuó del ideario inicial de sus utópicos padres fundadores, pues se
ha convertido en un espectáculo y negocio sucio en el que son
elegidos, salvo excepciones milagrosas, aquellos que más han invertido
en ello y utilizado la desinformación y las redes para manipular
emociones. El gran payaso Donald Trump es ahora el gran líder de los
cómicos y peligrosos políticos del mundo.
Hasta
el más idealista y utópico tendrá que corromperse para acceder al poder
y se verá obligado a utilizar las armas más infames para descalificar
al adversario, escrutando sin piedad su vida privada, pasado, relaciones
personales, recursos y al acceder al trono sufrirá durante su mandato
una andanada igual de ataques, calumnias, intrigas, que ningún ser
humano por fuerte que sea puede resistir, salvo si se convierte en un
cínico y un monstruo inmune a tales asedios.
Su
vida personal y la de su familia es atacada sin piedad por los
opositores hasta el punto de que en la actualidad los mandatarios o los
altos funcionarios deben enviar al extranjero a sus allegados para
protegerlos de la infamia y el odio de los adversarios, que se vengan de
los ataques y oprobios que el victorioso también aplicó sin piedad
contra ellos en el camino a la victoria.
El
principio inicial de la democracia era que la contienda se daba entre
partidos históricos que ganaban o perdían con un elocuente programa de
gobierno y luego se esperaba la lealtad y generosidad del derrotado y la
grandeza y humildad del ganador para velar durante el gobierno por
todos los cidadanos sin distingos y por el bien del país. Los
adversarios, según esa utopía, aguardaban con serenidad el momento de la
alternancia.
La
verdad es que hoy gobernantes y opositores en todo el mundo están
comandados en su mayoría por rufianes que han vendido el alma al diablo
para acceder a las más altas magistraturas y deben pagar tarde o
temprano a quienes los financiaron y eso sin tener en cuenta que los
países del mundo están carcomidos por mafias y bandas delincuenciales
multinacionales que cooptan los tres poderes, ejecutivo, legislativo y
judicial, y por supuesto a las fuerzas militares y policiales.
Los
útópicos padres fundadores de la democracia desde los tiempos clásicos
griegos y romanos hasta nuestros días, pasando por la Revolución
francesa y su consigna de Igualdad, Fraternidad y Libertad, todos los
que ofrecieron sus vidas por la justicia a lo largo de los siglos, se
retuercen ahora en sus tumbas, pues las elecciones y el ejercicio del
poder en esta era digital y plutocrática se convirtieron en todas partes
en una farsa repugnante y tramposa, empezando por Estados Unidos.
Afortunados
los que nunca aspiran al poder ni a ningún mando nacional o local y
viven sus vidas en modestia dedicados a sus actividades lejos de la fama
de las redes y los honores. Alegres aquellos que lejos del mundanal
ruido transcurren sus existencias lejos de esas ambiciones políticas y
viven la vida, difícil como siempre ha sido, es y será, como una
experiencia milagrosa ante el cosmos, un misterio inescrutable que debe
celebrarse día a día. Mientras más lejos esté el ser humano de la
codicia del poder, más posilbilidad tendrá de ser y estar en el mundo,
lejos de la podredumbre y la infamia.
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Publicado en La patria. Manizales. Colombia. Domingo 9 de febrero de 2024