El espectacular hallazgo de huellas humanas con
antigüedad de 23.000 años en Nuevo México, anunciado el jueves, lleva a
replantear la historia del poblamiento del continente americano que
hasta ahora, según las pruebas recabadas, se remontaba máximo a
dieciséis milenios. Los pies impresos en el
pantano fosilizado pertenecen en su mayoría a adolescentes y son tan
claros que toda la comunidad científica ha celebrado el descubrimiento,
calificado por The New York Times como el más importante en un siglo en
la materia.
La fotografía a color de las huellas nos lleva a
imaginar a esa horda de humanos que cazaban y jugaban junto a un antiguo
lago visitado por perezosos gigantes y mamuts, a donde habían llegado
tal vez en larga expedición después de cruzar zonas liberadas más al
norte por el deshielo de la corteza polar en tiempo de glaciaciones.
Todos sabíamos desde que tuvimos el primer contacto
con los libros de prehistoria en el colegio que los primeros humanos
cruzaron por el estrecho de Behring provenientes de Asia y se instalaron
poco a poco en el continente y que las pruebas más claras y antiguas
hasta ahora de una cultura asentada y activa en el mismo territorio de
este hallazgo reciente, denominada Clovis, se remontaban a unos 13.500
años.
Significa esto que la humanidad ya estaba asentada
en el territorio 10.000 años antes de lo previsto y es probable que
nuevos descubrimientos en las próximas décadas o siglos retrocedan su
presencia aun más. Sabido es que el Homo sapiens salió hace unos 70.000
años desde su cuna africana, explorando las rutas de Medio Oriente, Asia
y Europa hasta llegar a Australia hace 45.000 años.
Para los estudiantes de palentología, arqueología,
biología, antropología y otras disciplinas se anuncian décadas de nuevas
exploraciones y descubrimientos para llenar de relatos concretos esos
diez milenios de aventura humana en el continente. Bajo tierra o en
cavernas deben estar aun sepultados los vestigios dejados por esos homo
sapiens en su irrefrenable éxodo por el continente americano.
Las huellas fosilizadas son pruebas contundentes e
irrefutables del paso de seres vivientes por un territorio, ya que otros
elementos como tejidos, viviendas o alimentos no resisten el paso de
los milenios, pero si esa tribu estaba ahí donde sus rastros acaban de
ser descubiertos, es natural pensar que sus ancestros estaban presentes
en esos lugares mucho tiempo antes.
Diversas variantes del homínido dejaron en todos
esos territorios huellas de su presencia no solo a través de sus
instrumentos, megalitos y entierros sino también de su arte, como las
famosas figuras de las llamadas Venus de piedra o marfil, o el arte
parietal en cuevas que se remontan en conjunto hasta más allá de los
30.000 años. Algunas de esas Venus estaban representadas con tocados y
prendas que muestran que el tejido y la hechura de prendas es mucho más
antiguo de lo sabido, así como los instrumentos de hueso o piedra para
coser cuero hallados hace poco demuestran el trabajo artesanal muy
remoto de la humanidad.
En América, además de los rastros descubiertos en el
norte, en lo que hoy es Estados Unidos, también hay huellas muy
antiguas de la presencia humana en el sur de Chile y en Brasil. Después
de cruzar todo el continente y poblarlo en unos milenios, la humanidad
creó culturas y civilizaciones en diversas partes, las más florecientes y
magníficas en el occidente de Suramérica y en México y Centroamérica,
sede de grandes civilizaciones estatales dotadas de complejas culturas.
A medida que pasa el tiempo las poblaciones
latinoamericanas adquieren un mayor conciencia de ese pasado borrado por
las intemperies y en diversos países movimientos de las poblaciones
ancestrales, así como estudiantes y universitarios, reclaman una mayor
visibilidad y reconocimiento a esos pobladores originarios.
Poco a poco van siendo desmontadas las estatuas de
conquistadores o colonizadores y antiguos gobiernos colonialistas y
esclavistas reconocen con claridad los errores cometidos en otras épocas
terribles de la humanidad. En muchas partes se crean museos que relatan
lo que fue el floreciente comercio de esclavos, como una forma de
escuchar la voz de los ancestros de amplias poblaciones actuales hasta
hace poco marginadas y despreciadas.
Muchos países también reclaman grandes piezas de su
cultura antigua, saquedas por las potencias durante sus crueles guerras
de invasión. Nada de eso debe extrañarnos, pues es el paso ineluctable
del tiempo y la historia. Al mismo tiempo que se descubrían estas
huellas ancestrales, los mexicanos retiraban del paseo de Reforma la
estatua de Cristóbal Colón para reemplazarla por la escultura monumental
de una mujer olmeca, perteneciente a una de las más antiguas
civilizaciones amerindias. Las huellas de la humanidad emergen del
barro, las rocas y el polvo, dejando así su mensaje a los lejanos
descendientes del siglo XXI.
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Publicado en La Patria. manizales. Colombia. 26 de septiembre de 2021.